La estación de ferrocarriles, la Plaza de la Independencia, la universidad, los cerros y lagunas de Concepción son referentes fundacionales de la ciudad. En este 458 aniversario, volvemos la mirada hacia sectores y barrios que nacieron al alero de estos lugares, íconos que en la actualidad son huellas del paso del tiempo.
Un centro vivo
Hoy, tal como hace más de 4 siglos, el centro de Concepción es un espacio dinámico, de encuentro social y foco de la actividad comercial. Esta área de la comuna marcó el crecimiento de la ciudad bajo la estructura de damero (tipo cuadrícula), plano que está inspirado en la imagen de las tradicionales urbes españolas.
En torno a la plaza se construyó la Catedral, el Cabildo y, a un par de cuadras equidistantes entre sí, las iglesias de las distintas órdenes religiosas. A ellas se sumaron los edificios del Ejército y Carabineros y más tarde las primeras familias acomodadas. Los originales solares dieron paso a las casonas, entre ellas el emblemático Palacio Castellón que hoy luce remodelado por una multitienda.
En la época colonial, la ciudad se extendía desde la actual calle Chacabuco hasta Maipú, perímetro que en la actualidad es precisamente la zona que la autoridad definió como cuadrante central. Su principal destino es de equipamiento y servicios.
La identidad arquitectónica de este espacio -que hoy identificamos simplemente como “el centro”- es una mixtura de líneas neoclásicas y modernas. Esta fusión es precisamente el reflejo de la evolución que la comuna ha tenido en estos años. Las calles arenosas del pasado son hoy un paseo peatonal ordenado por un camino de baldosas. Sin embargo es la plaza, que en los primero años fue epicentro social, uno de los pocos signos de la historia que persiste en su función de congregar a quienes pasan por la ciudad.
Solaz de la ciudad
Corrían los primeros años de la década del ’80 y un grupo de empresarios apostó por crear un nuevo barrio en Concepción. Eligieron un terreno agrícola de suaves lomajes ubicado por ese entonces en las afueras de la ciudad. Su objetivo fue generar un sector de alto estándar residencial. Lo bautizaron como Lomas de San Andrés.
Sin embargo, en la época otras áreas como Lonco y Villuco eran los que la conciencia colectiva reconocía como los “barrios altos”. Esta imagen fue la primera dificultad del proyecto, pero el tiempo, la estrategia comercial y las propias características del lugar, permitieron superarla con creces.
Y es que las condiciones del terreno eran ideales para aquellas familias que buscaban contacto con la naturaleza, amplios espacios y áreas verdes. Al mismo tiempo, como se trató de un loteo y no un proyecto inmobiliario, cada propietario construyó su casa con estilos, materiales y técnicas “a gusto”. Esta condición hizo de éste un suburbio de arquitectura mixta cuyas obras bien podrían llenar páginas de una revista especializada.
Por otro lado, era la zona más apta para el crecimiento de la ciudad, debido a que la conurbación Concepción Talcahuano le daba una posición estratégica. Hoy, la consolidación del barrio es un hecho que impulsa, además, el desarrollo de otros proyectos residenciales en el sector que también se caracterizan por su amplitud espacial.
Inspiración europea
El barrio que hoy conocemos como “universitario” debe su nombre a su cercanía con el campus de la UdeC. Sin embargo, éste surgió algunos años antes que la universidad. Corrían los primeros años del siglo 20 y ya en esa época los espacios que la ciudad tenía para crecer comenzaban a escasear, por lo que se comenzó a tomar provecho de la geografía.
Al igual como ocurrió con Pedro de Valdivia, las familias de inmigrantes que en la época llegaron a Concepción prefirieron construir sus casas a los pies del Caracol como una forma de acercarse a la naturaleza y disfrutar la panorámica que ofrecía el lado Este del cerro.
Construyeron sus casas ahí pese a la dificultad que presentaba el terreno. El lugar era un sector pantanoso y un barrial en invierno, debido al aumento del caudal de afluentes que todavía hoy causan estragos, como ocurre con el arroyo La Perdiz. De hecho, en ocasiones el río Bío Bío crecía hasta conectarse con el Andalién, pasando por las calles Víctor Lamas y Roosevelt.
La mayoría de los arquitectos a quienes se les encargó las obras había estudiado o vivido en Europa. Inspirados en el concepto de la ciudad jardín que nació en Inglaterra a fines del siglo 19, diseñaron casas del tipo chalet que por su buena factura muchas de ellas todavía están en pie. En cuanto a imagen, la tradición alemana y el movimiento Bauhaus son los estilos que prevalecieron en las construcciones del sector. Además, persisten otros elementos que son propios de este barrio. Casas aisladas con amplios jardines y calles arboladas son las principales características de esta zona que se las ha arreglado para mantenerse fiel a sus orígenes.
Corredor natural
Pedro de Valdivia fue y sigue siendo uno de los principales accesos a Concepción. Un rápido recorrido por sus calles deja en evidencia su evolución en estos años. Los chalet que construyeron los inmigrantes italianos, ingleses, franceses y alemanes, que en la segunda mitad del siglo 19 se radicaron en la zona, son en la actualidad vestigios de un pasado glorioso. Y es que quienes hicieron surgir este sector fueron familias acomodadas que encontraron allí un espacio donde vivir como si estuvieran en su tierra natal, rodeados de naturaleza, en casas quinta con huertas y amplios jardines. Esta fisonomía fue por muchos años una característica que selló su identidad.
Pocas viviendas permanecen en manos de las siguientes generaciones. Otras fueron demolidas para levantar en su lugar edificios de departamentos. Asimismo, la otrora tranquila avenida por la que transitaban carruajes venidos desde Rere o Hualqui hacia Concepción es hoy una veloz autopista. En ambos costados ya no están las parcelas, quintas y jardines que confluían en ella, sino fachadas de restaurantes, pubs, bancos y locales comerciales. Estos negocios conquistaron el lugar e hicieron que la vida de los residentes se replegara hacia el interior. Hoy, próximos al cerro Caracol, el ajetreo cotidiano es casi imperceptible para ellos gracias a que, irónicamente, las instalaciones que “se tomaron” el sector son en rigor una especie de biombo que los mantiene protegidos y alejados del ruido exterior.
Bohemia capital
En el barrio Estación es posible advertir las huellas que dejó el paso del tiempo. El otrora edificio de la Estación de Ferrocarriles es el primer guiño de la historia de la ciudad. El humo de las locomotoras y el trajín de los pasajeros quedaron en el pasado, tal como la arquitectura colonial que dio la bienvenida a quienes llegaban al Concepción de principios del siglo 20. Hoy, la remodelada estructura aloja la sede del Gobierno Regional, autoridad reforzada en su imponente torre de moderna figura.
Esta dualidad ayer-hoy es la razón por la que los urbanistas definen a este barrio como una bisagra social, cuyo pasador natural es la Avenida Prat. Por un lado, el barrio se abre hacia la ciudad renovada que intenta volver la mirada al río. Pero, en el sentido opuesto, aparece la ciudad antigua, clásica, con edificaciones de la década del ’30 que sobrevivieron al terremoto del ’39 y que están más o menos intactas. Y la plaza España, en medio de esta área, es un facilitador del encuentro de ambas realidades.
La vida bohemia es también un rasgo propio de este barrio. Restaurantes y otros servicios gastronómicos y turísticos se instalaron aquí primero por la presencia de la estación de ferrocarriles. Cuando disminuyó el uso del tren como medio de transporte, estos negocios se negaron a desaparecer y hoy son un atractivo destino del entretenimiento nocturno. Pero es esa combinación entre el pasado y lo actual, entre el uso como espacio cívico y recreativo, el sello indiscutible de este tradicional sector de la ciudad.
Pasado moderno
Lorenzo Arenas fue un reconocido benefactor penquista y en su honor uno de los barrios más tradicionales de Concepción lleva su nombre. El sector surgió a principios del siglo 20 en un terreno cercano al Cementerio General de la ciudad. Con los años, el aumento de la población hizo que sus dominios crecieran hasta alcanzar los límites de la Laguna Redonda, donde por esos años se ubicaba el Club de Golf fundado por los inmigrantes ingleses avecindados en la ciudad.
Su desarrollo es espontáneo y se relaciona con el emergente polo industrial que comienza a materializarse en la zona allá por la década del ’50. Surge como un barrio de casas pareadas y de pequeños bloques de departamento. La arquitectura utilizada fue de tipo modernista y funcional, ya que a las viviendas construidas se sumaron edificios de equipamiento para el comercio y la educación y con ellos satisfacer las necesidades cotidianas de los vecinos.
Los buenos accesos con los que en un comienzo fue concebido facilitaron su conexión con el resto de la ciudad, característica que a la fecha se mantiene y quienes viven ahí lo agradecen, ya que en la actualidad es un barrio que sutilmente se fusiona con el corazón de la ciudad. Sin embargo, la factura modernista de las edificaciones impidió la evolución de la imagen de este barrio. Y es que los propios fundamentos del concepto moderno anulan su capacidad para adaptarse a otro esquema arquitectónico. Esto, que puede parecer una debilidad, es al contrario la principal fortaleza del sector, ya que es en definitiva un atributo de su identidad.
Apuesta de futuro
Palomares es un sector que creció en forma inadvertida para muchos. Pero esta silenciosa evolución parece jugar a su favor, ya que en la actualidad los expertos reconocen en él un barrio prometedor.
Su desarrollo es radical. En los años 20 era una zona de chacras y huertas donde algunas familias aprovecharon la fértil riqueza de la tierra. Además, los cerros y bosques, ricos en recursos naturales, permitieron más tarde la instalación de pequeñas fábricas de ladrillos y tejas que por muchos años fueron los productos estrella de la zona.
Pasaron los años y todo parecía indicar que sería un suburbio industrial dado que varias compañías instalaron aquí complejos de abastecimiento y bodegas. Sin embargo, otra vez el aumento de la población de la ciudad permitió que surgiera como alternativa residencial. Hoy algunos conjuntos habitacionales comienzan a cambiar el rostro de esta parte de Concepción. Se caracterizan por mantener la imagen de un arrabal tradicional cuyas calles, plazas y equipamiento de recreación y servicios armonizan con las viviendas.
Es a todas luces el más joven de los barrios penquistas, en pleno desarrollo y con un futuro que todavía está por descubrirse.