Lorena Basualdo González Psicóloga Clínica - Educacional Licenciada en Psicología Universidad de Viña del Mar. Salud Mental y Desarrollo Socioemocional Universidad Católica de Temuco @psicologa.lbasualdo
En el transcurso de la infancia, es común que los niños se enfrenten a la dolorosa experiencia de perder a un ser querido, ya sea un familiar cercano o un amigo. Esta travesía por el duelo, que puede involucrar la pérdida de un padre, una madre u otra persona importante para ellos, es una realidad que puede perdurar a lo largo de la vida de esos niños.
El tema debe ser abordado desde una perspectiva psicológica, comprendiendo las respuestas emocionales que surgen en los pequeños tras la pérdida -las que podrían ir desde la tristeza y la confusión, hasta la ansiedad o la ira- y cómo los adultos desempeñan un papel fundamental en su proceso de afrontamiento y sanación.
Desde la óptica de la psicología infantil, es fundamental reconocer que el duelo constituye un proceso natural y esencial en la vida de los niños, siendo un sendero singular para cada uno. Para facilitar este tránsito y favorecer el desarrollo de habilidades de afrontamiento saludables, resulta primordial proporcionarles la preparación y el apoyo apropiados.
“La presencia de familiares y amigos desempeña un papel crucial en el acompañamiento de los niños durante su proceso de duelo. La comunicación abierta y el apoyo emocional pueden brindarles consuelo en momentos de angustia”.
Comencemos diciendo que cada niño afronta la pérdida de un ser querido de distinta manera, y que su reacción puede estar influida por su edad, personalidad, experiencias pasadas y por la naturaleza de la relación que mantenían con la persona fallecida. La emoción que sienten puede manifestarse a través de lágrimas, momentos de confusión e, incluso, otros de inesperada alegría. No obstante, la posibilidad de expresar esas emociones es un componente fundamental en su proceso de duelo, e irán variando conforme el pequeño avance por las distintas etapas de este.
Tras un fallecimiento, es común que los niños planteen numerosas interrogantes sobre la muerte, indagando por qué sucede y qué ocurre después. Es esencial brindarles respuestas claras y sinceras que les permitan comprender de manera adecuada este concepto. Los rituales de despedida, como funerales o servicios conmemorativos, pueden representar un valioso recurso para ayudar a los niños a procesar la pérdida y decir adiós a la persona fallecida. Asimismo, la creación de recuerdos y proyectos en honor al ser querido, como la elaboración de un álbum de fotos, cartas u otras actividades significativas, puede ofrecerles un consuelo reconfortante.
También puede ser beneficioso que el niño cuente su historia o sus emociones a través de la narración de cuentos o de dibujos. Esto le permite expresar sus sentimientos y pensamientos de una manera más indirecta y creativa. De igual modo, animar al niño a mantener un diario de emociones, en el que registre cómo se siente cada día, puede ayudarlo a identificar patrones y desencadenantes emocionales.
La presencia de familiares y amigos desempeña un papel crucial en el acompañamiento de los niños durante su proceso de duelo. La comunicación abierta y el apoyo emocional pueden brindarles consuelo en momentos de angustia.
Conforme los niños avanzan en su desarrollo, su comprensión de la muerte evoluciona. Cada niño es único, por lo que vivenciará el duelo de una manera particular. Habrá alguno que sufra cambios en su comportamiento, como la enuresis nocturna, y otros que busquen consuelo en objetos que evoquen al ser querido.
Es responsabilidad de los adultos estar atentos a las señales de duelo que evidencie cada niño, así como proporcionarles un espacio seguro y comprensivo en el que puedan expresar sus emociones y encontrar consuelo.
Para ayudarles a sobrellevar la pérdida y guiarlos adecuadamente en este proceso, la paciencia, el amor y el apoyo son elementos esenciales. Deben brindarse en un contexto de comunicación honesta, de escucha activa y de respeto por el ritmo individual de duelo de cada niño, tratando de mantener sus rutinas y estructuras, facilitando la flexibilidad emocional y estimulando la creación de recuerdos de ese ser querido. El apoyo entregado por los adultos es fundamental para ayudar a los pequeños a comprender, procesar y sanar esa herida, contribuyendo a su crecimiento emocional y a su recuperación.