Lorena Basualdo González
Psicóloga Clínica – Educacional
Licenciada en Psicología
Universidad de Viña del Mar.
Salud Mental y Desarrollo Socioemocional
Universidad Católica de Temuco.
Destinadas a brindar a los estudiantes una oportunidad de ganar experiencia en su campo y prepararlos para la vida laboral, las prácticas profesionales son un elemento esencial de la formación superior. No obstante, a veces esas valiosas instancias de aprendizaje se convierten en una experiencia negativa para los alumnos, debido al abuso, maltrato y denigración que sufren en esos espacios de trabajo.
En estos casos estaríamos frente a escenarios de Acoso (o bullyng) Laboral, situación caracterizada por conductas repetitivas de intimidación, hostigamiento o denostación que buscan menoscabar la dignidad, autoestima y bienestar de la víctima.
En este contexto, dichos elementos denostativos pueden presentarse de varias maneras, entre las que se cuentan las críticas repetidas, las burlas y los comentarios negativos sobre sus capacidades y desempeño. A ello puede sumarse una sobrecarga de trabajo, con excesivas tareas, no relacionadas con los objetivos de aprendizaje de la práctica, o sin la guía y apoyo adecuados.
Otra posibilidad es que sean aislados, excluyéndolos de las reuniones de equipo o de distintas actividades, reduciendo con ello el apoyo social que podrían recibir y, además, quitándoles oportunidades de desarrollo profesional e incrementando su estrés laboral.
“Dados los efectos -profundos y duraderos- que pueden generar estas situaciones, es fundamental que las instituciones educativas, así como las entidades que acogen a los alumnos para sus prácticas profesionales, adopten un enfoque proactivo e integral para hacer frente a este problema”.
En otras palabras, el estudiante es visto como mano de obra barata para hacer trabajos que no suman a su formación profesional.
Un ejemplo de esto es Whiplash, película que trata sobre Andrew Neiman, un joven y ambicioso baterista de jazz que aspira a alcanzar la grandeza bajo la tutela de Terence Fletcher, un implacable e inhumano profesor de una importante escuela de música. Al ver la cinta, podemos hacernos una idea de cómo el maltrato de un profesor puede afectar la salud mental de un estudiante. En varios aspectos, la película traza la historia del abuso psicológico, el maltrato y la denigración que sufre este alumno de parte de Fletcher, quien se aprovecha de su autoridad para manipularlo y denostarlo, sometiéndolo a un estrés y ansiedad permanente. Simultáneamente, lo aísla física y socialmente del resto de su clase, incitando entre los alumnos una insana competencia.
Si bien la película muestra un caso extremo, de él podemos extrapolar los efectos psicológicos que tienen en un joven estas prácticas abusivas en su entorno estudiantil o laboral. Las víctimas de este bullyng en el trabajo, caracterizado por la presión desmedida, la intimidación o la denigración constante, a menudo sufren de ansiedad, depresión, estrés postraumático, y otros problemas de salud mental. Resultado: el proceso de aprendizaje se ve afectado, y los estudiantes pueden perder la motivación, la confianza en sí mismos y el interés por su área de estudio. Al mismo tiempo, podrían ser incapaces de crear redes de apoyo y relaciones profesionales saludables, ya que la víctima de abuso no puede comunicarse con sus compañeros u otros trabajadores.
Dados los efectos -profundos y duraderos- que pueden generar estas situaciones, es fundamental que las instituciones educativas, así como las entidades que acogen a los alumnos para sus prácticas profesionales, adopten un enfoque proactivo e integral para hacer frente a este problema. Las casas de estudio deben establecer políticas y protocolos que prohíban tajantemente el abuso y maltrato, así como procedimientos efectivos para manejar estos casos y canales confidenciales para denunciarlos.
El protocolo también debe buscar educar a los estudiantes sobre cómo identificar y manejar situaciones de abuso; instruir a los tutores para monitorear sistemáticamente el bienestar y progreso de los alumnos en práctica; implementar servicios de apoyo psicológico o consejería en línea para los estudiantes, y capacitar a los supervisores de prácticas sobre los aspectos éticos y legales a considerar ante estos casos. En resumen, generar una cultura organizacional que fomente el respeto y la inclusión, y que adopte una postura de “tolerancia cero” ante abusos de esta naturaleza, garantizando con ello que el primer acercamiento al mundo laboral de los estudiantes se dé en un ambiente de aprendizaje seguro. Solo de esta manera, las prácticas profesionales lograrán su objetivo de ser una experiencia positiva, enriqueciendo la vida de los y las estudiantes, y potenciando su desarrollo como futuros profesionales.