Habitantes de sectores costeros sienten que el peligro de maremoto no ha sido abordado con seriedad, tras el trágico episodio de la muerte de dos personas y la huida de otras 18 mil por un fenómeno de ese tipo que no ocurrió, en enero del 2005. Vecinos, académicos, geólogos y dirigentes de gremios advierten que no hay un plan de evacuación masivo conocido por la ciudadanía.
Tenemos el triste récord de haber sido la madrugada del 17 de enero del año 2005, noticia mundial por los masivos y fatales efectos provocados por un rumor de ocurrencia de un maremoto. La muerte de dos mujeres; la fuga de más de 18 mil personas hacia cerros (cifra oficial), aunque se presume que lo hizo una cantidad mayor; los atochamientos provocados por más de un millar de vehículos que colapsaron la autopista Concepción-Talcahuano, y los dos puentes que comunican la capital penquista con San Pedro de la Paz; la falta de información oficial por casi dos horas que aumentó la confusión que se vivía, y 32 personas atendidas en centros de salud y unos 20 niños que estuvieron perdidos fueron consecuencias que llevaron a las autoridades en ese momento, a mediáticos mea culpas públicos, junto con enfatizar que esa “potente y lamentable señal de alerta” no sería olvidada.
No sólo hubo urgentes reuniones, formación de comisiones de trabajo, sino que, incluso, el intendente regional Jaime Tohá, actualmente en el mismo cargo, anunciaba que, a más tardar, en julio de ese año se contemplaría hacer masivos ejercicios de evacuación en sectores habitacionales que podrían ser objeto de inundaciones.
Aún no hay ningún antecedente público de un operativo de esa magnitud y sólo esfuerzos muy aislados de municipios costeros. Estos últimos argumentan no tener recursos necesarios para implementar ese tipo de programas de manera masiva y frecuente.
Sólo es posible encontrar una incipiente señalética de rutas de evacuación en comunas como Penco y Tomé.
Las interrogantes son muchas. Por ejemplo, cuál es el fundamento técnico que justifica la construcción de poblaciones casi a orilla del mar en la ruta hacia Coronel. Ni tampoco las razones que modificaron la prohibición, que hubo por años, de levantar nuevas edificaciones en el sector costero de la autopista Concepción-Talcahuano y las inmediaciones del aeropuerto Carriel Sur. Esa restricción era mantenida, ya que gran parte de esos terrenos habían sido definidos como vulnerables a ser inundados luego de simulaciones de penetración de aguas que podría generar ese fenómeno natural.
A muchas de las personas que huyeron en esa oportunidad hacia sectores altos, tras la vergüenza que les generó reconocer que fueron objeto de un engaño, les molesta que los tribunales no dieran con los responsables. La causa fue sobreseída por la Justicia Naval, luego que el Ministerio Público les traspasara la investigación, al establecer este último que la información errónea habría provenido de la Isla Quiriquina, que se encuentra bajo jurisdicción de la Armada.
Se olvidaron del tremendo susto
Hoy, la inquietud de la población de qué hacer frente a un verdadero maremoto es aún mayor, porque dicen sentirse más conscientes que ello puede acontecer. Ana María González, residente en el sector costero de la comuna de San Pedro de la Paz (Boca Sur), siente todavía más temor ahora que pueda ocurrir uno verdadero. “Las autoridades se olvidaron del tremendo susto que nos llevamos esa vez. Acá sólo se repartieron algunos volantes y hubo algunas reuniones con la junta de vecinos. Sabemos que hay que arrancar para los cerros, pero nada más. Ni siquiera hay letreros que digan por dónde hacerlo y tampoco cómo se nos avisará”.
Esa misma angustia también la tiene Rosalba Pérez, que vive en el puerto de San Vicente, en Talcahuano, “porque ni siquiera han colocado letreros. No hay que olvidarse que mucha gente huyó hacia Concepción en vez de subir a los cerros que estaban aquí mismo”.
Testimonios similares se repiten en habitantes y dirigentes vecinales de las comunas costeras, quienes dicen desconocer cómo reaccionar de manera responsable ante esa amenaza.
Otros indican que sus hijos escolares “saben un poco más” por las operaciones Deyse que se hacen en colegios.
Repetir ejemplo Antofagasta
El geólogo y docente de la Universidad de Concepción, Jorge Quezada, reconoce que el mapa o carta de inundación de zonas costeras elaborado por los organismos especializados debe ser conocido por quienes podrían ser afectados. Ello, tal como se ha hecho con Antofagasta y la zona norte, donde los vecinos, a través de ejercicios y una educación permanente, saben desde el tipo de alarma, las distintas rutas de evacuación, los lugares seguros a los que deben acceder, incluyendo, instalaciones como colegios y otros recintos que pueden ocupar como refugio temporal Es más, está perfectamente indicado hasta dónde podría alcanzar el agua en lugares más vulnerables y desde dónde comienzan los espacios de seguridad.
Las zonas vulnerables
“Se sabe que hay algunas áreas de Penco, Talcahuano y la zona de Concepción que históricamente han sido vulnerables a los tsunamis que se han producido. Pero ello como reacción de fuertes sismos que provienen de Perú, Japón, Estados Unidos e incluso de Rusia, como uno que llegó de esa nación en el año 1952 al litoral de Talcahuano, con tres metros de altura”, precisó Quezada.
Como ejemplo, indica que en el terremoto de 1960, con toda su magnitud y el daño que provocó, en Valdivia, Isla de Pascua, Japón y Hawai, en Estados Unidos, no tuvo el mismo impacto en el Gran Concepción.
“Los efectos fueron menores, porque la zona en su litoral costero fue protegida por las penínsulas de Arauco y de Hualpén, y la Isla Santa María, que refractaron y desviaron el tsumani que se había producido en alta mar”, enfatiza.
El académico del Departamento de Ciencias de la Tierra del plantel penquista indica que en la reacción tan masiva que se produjo ante una falsa alarma, influyó, en parte, el latente recuerdo del terremoto del Océano índico, en el año 2004. Además que todo ocurrió entre la noche del 16 y la madrugada del 17 de enero del 2005.
Aclara que a Concepción de ninguna manera llegaría un maremoto. “Está probado, cuando ocurrió el gran terremoto del 20 de febrero del año 1835, donde si bien ese movimiento telúrico destruyó gran parte de la ciudad, el tsumani que lo acompañó no afectó a Concepción. De acuerdo con los testimonios de la época sólo habría llegado hasta lo que es hoy el sector de Perales de Talcahuano, y tampoco que éste hubiera penetrado por el río Biobío”.
El docente, con estudios de sismología en Japón, sí advierte que la posibilidad de un maremoto es real. Éste, de acuerdo con los antecedentes históricos y testimonios que se conocen, se producen con cierta regularidad entre los 92 y 100 años. “Ahora, estaríamos a medio camino y debiéramos esperar otros 50 años para tener un sismo con esas características”.
Problema latente para Industria pesquera
Luis Felipe Moncada, gerente de la Asociación de Industriales Pesqueros de la Octava Región (Asipes), explica que enfrentan una preocupación, que no es menor, considerando que una veintena de empresas y plantas pesqueras afiliadas a su organización gremial, con una dotación de más de 10 mil personas, se encuentran ubicadas, mayoritariamente, frente a las bahías existentes en Talcahuano y Coronel, que han sido áreas definidas como escenario de un eventual maremoto.
Recuerda que, en algunas de las industrias, se hizo algún tipo de ejercicio, pero aclara que no hay una coordinación general con ellos, de parte de los organismos responsables, para enfrentar ese tipo de emergencias. Argumenta que al no existir un plan de contingencia, si bien las industrias pesqueras son capaces de evacuar ordenadamente al personal de sus instalaciones, no tienen claro por dónde llevarlas hacia lugares seguros.
“Hay que tener toda una sectorización de las vías de escape, porque si todos lo hacen por una misma, se producirá un cuello de botella. No basta con hacer encuentros con especialistas y tener buenos sistemas de alerta temprana, si ese conocimiento no es traspasado masivamente a la ciudadanía para que sea efectivo”. Moncada lamenta que, a cinco años de esa dramática voz de alerta, se caiga en la actitud tan chilena de la indolencia. “No hay plan a largo plazo y sistemático, con medidas educativas que tienen que ser para toda una vida. Estamos en una zona costera que en su topografía más baja puede ser penetrada por las aguas, como lo ratifican los registros históricos de anteriores catástrofes de ese tipo”, sentencia.
Falta conciencia
Leoncio Toro, gerente de la Cámara de la Comercio y de la Producción de Concepción, advierte que faltó adquirir una conciencia mayor respecto del tema. “Si la comunidad no sabe qué hacer estaremos ante una tragedia aún mayor que la que puede generar la propia intensidad de ese fenómeno natural”. Y comenta que todavía hay situaciones que le resultan inexplicables como la construcción, en sectores de comunas costeras, de importantes emplazamientos inmobiliarios en terrenos que están prácticamente a nivel del mar, donde se continúan entregando permisos para edificaciones.
Señala que no tiene conocimiento de una campaña integral y tampoco que se hicieran los ejercicios de evacuación masiva prometidos después de esa situación de alerta para todos.
Como ejemplo sostiene que, en el caso de Concepción, la población, en general, no sabe los distintos niveles de altura que tiene la ciudad ni tampoco los que, realmente, podrían estar expuestos a ser alcanzados por las aguas. Enfatiza que esa necesaria información evitaría que se genere pánico innecesario y la huida de personas que no están en situación de peligro.
“Nunca hemos sido invitados ni participado como gremio en un encuentro con las autoridades pertinentes para definir un ejercicio masivo de evacuación. Me tocó vivir el terremoto de 1960 acá, donde gracias a Dios no hubo tsunami, como el ocurrido en Valdivia, donde el mar penetró por el río que cruza esa ciudad. Aquí no tenemos ninguna claridad de qué podría pasar con el Biobío en una circunstancia similar”. Reflexiona que son demasiadas las interrogantes sin respuesta que tienen como ciudadanos y que se hacen latentes cada vez que ocurren movimientos telúricos de intensidad.
No hubo información oportuna
El ex alcalde de Concepción, abogado Eduardo de la Barra, coincide en que no hay una preparación masiva de la población. Aunque, aclara que, en algunos casos, su efectividad puede ser relativa cuando se trata de una magnitud extraordinariamente grande, debido a que hay habitantes que no alcanzarán a reaccionar. Pero sí enfatiza que “hay urgencia” de contar con políticas preventivas ante una alerta temprana de maremoto que pudiera afectar nuestro borde costero, como consecuencia de un movimiento telúrico ocurrido en otro lugar del mundo. “Son muchas lecciones que no se están asumiendo con la responsabilidad necesaria. Entre ellas, la falta de una comunicación oficial oportuna, ya que el silencio que se mantuvo por horas (durante la falsa alarma) sólo aumentó el caos. Las posteriores aclaraciones, en el sentido que se trataba de una versión falsa fueron muy tardías, debido a que el pánico se había apoderado de miles de personas”.
En tal sentido aboga por la existencia de sistemas de comunicación conocidos y oportunos que puedan llegar a toda la población, para una evacuación responsable.
Lamentan impunidad
El docente de la Universidad de San Sebastián y conductor del programa radial cultural “Interlíneas” de ese plantel, Emilio Muñoz, coloca el acento en la impunidad definitiva en que quedó él o los eventuales responsables del rumor, aunque éstos no tuvieran la intención de causar tal nivel de impacto masivo. Sostiene que es un precedente inaceptable no sancionar sus autores.”Me deja un tanto paralizado que a cinco años de acontecida esa experiencia no se tenga la certeza de dónde provino esa falsa versión. Se dijo, en un principio, que habría venido de unos pescadores artesanales de San Pedro de la Paz. Luego se desechó y se dieron otros posibles orígenes. Es una señal muy negativa que no se conozca la verdad, ya que continuaremos expuestos a similares episodios irresponsables o premeditados”.
Drama de víctimas fatales
La falta de culpables deja sin respaldo la intención de los familiares de una de las dos víctimas fatales,, María del Rosario Bayard Echeverría, de 68 años, que vivía en el sector Lomas Coloradas, de San Pedro de la Paz, de presentar acciones legales.
Su hija, María Danton había reconocido que su madre presentaba problemas cardíacos desde hace quince años, pero que ella se mantenía estable al cumplir rigurosamente un tratamiento médico que recibía. Esa madrugada del 17 de enero del 2005 todo cambió, luego de recibir un llamado telefónico de una nieta que residía en el sector de Michaihue, en la misma comuna, la que también haciéndose eco de la información falsa que circulaba esa madrugada, los prevenía que el mar se estaría recogiendo en el sector costero y que debían arrancar hacia los cerros. La preocupación generada en la mujer alteró la frágil estabilidad de su corazón. Al salir de la vivienda, junto a su grupo familiar, para abordar un vehículo sorpresivamente se desmayó, falleciendo producto de un ataque cardíaco fulminante. Su hija sentenciaba que si no fuera “por la canallada de inventar un rumor tan cruel” su madre habría continuado con vida.
Las circunstancias en que se produjo el deceso de la segunda víctima fatal no fueron menos dramáticas. Un accidente vascular por hipertensión terminó con la vida de María Milla Muñoz, de 69 años, quien vivía en el sector Chaimávida, a la salida de Concepción. La mujer, que sufría continuas alzas de presión, comenzó a ponerse mal, tras la preocupación que le generó las versiones de tsunami que podría afectar a familiares muy queridos que tenía en la comuna de Penco. Tras ser internada en el Hospital Clínico Regional de Concepción, falleció horas después. Uno de sus hijos, Rubén Quezada, relataba que su madre tenía problemas de hipertensión, pero que era muy cuidadosa con su tratamiento.