Dicen que no hay otro dolor más intenso y profundo que el del parto. Pero las mujeres están hechas para vivirlo, para controlarlo, para pensarlo y disfrutar ese momento. Con dar a luz se culmina un proceso íntimo y especial que comenzó con una relación sexual, transformadora del cuerpo y del mundo femenino. Eso es lo que piensan quienes propician los alumbramientos naturales.
Natacha está con contracciones, se mueve por una sala. Se toca la panza, respira como en las películas cuando va a ocurrir un nacimiento. La acompañan varias personas, su marido centroamericano le sujeta la mano. Está nervioso. La mujer dice que ya va a nacer y se mete en una tina. Se sujeta de todo lo que puede y comienza a pujar en el agua. A los tres minutos se asoma la cabeza de un varoncito y una vez que lo expulsa, ella misma lo toma y se lo pone al pecho entre lágrimas y nervios de felicidad. Es algo así, como lo de este documental del Discovery Home and Health, lo que sucede en una clínica de Concepción.
Chile es uno de los países en que se practican más cesáreas. Se estima que alrededor del 35% se realiza en el sector público y sobre el 60% en clínicas privadas, y la discusión entre los especialistas respecto de si esto es o no un problema de salud pública aún no está zanjada.
Contrarrestando esta fuerte tendencia, algunas mujeres eligen dar a luz sin usar ningún medicamento y confían, en cambio, en técnicas como la relajación y la respiración controlada para manejar el dolor. En el parto natural, la madre tiene el control de su cuerpo y, habitualmente, cuenta con un acompañante durante el trabajo de parto que, con mucha delicadeza, la guía y apoya durante las etapas del proceso.
Para muchas futuras madres, el parto natural no se relaciona con ser “valientes” ni “mártires”, sino con considerar al trabajo de parto y al parto en sí como un hecho natural. A muchas mujeres la experiencia les resulta extremadamente fortalecedora y gratificante, a pesar del dolor.
La experiencia de Alicante
En Concepción, el gineco obstetra Héctor Figueroa se ha encargado de difundir esta tendencia apoyado en su experiencia que vivió en una clínica española de Alicante. En ese lugar una comunidad se encargó de crear condiciones especiales para un parto natural e introdujo en la península la técnica del parto en el agua. Replicando esa tendencia e intentando crear consciencia de lo que denomina “mamiferación del parto”, es que el facultativo y un grupo de profesionales (llamado Acuario) trabajan en Concepción con madres que esperan dar a luz con este método natural si es que las condiciones médicas se lo permiten.
Me pregunta por mis hijos. Le digo que sí, que fueron cesáreas, se sonríe, mueve la cabeza y arremete “Ves… llegamos a lo mismo…”.
“Lo que pasa es que el parto es algo místico, algo privado, es la culminación de una relación sexual en la que no hubo gente mirando, no hubo elementos de distracción. Seguramente fue a media luz, por lo tanto el parto debe ser atendido con ese nivel de luminocidad, sin estímulos. La idea de crear todas estas condiciones para un parto natural es que la mujer se concentre única y exclusivamente en dar a luz. De esa forma yo empecé a atender mis partos desde 1994 hasta ahora en posición acostada, pero de la forma que la madre se sienta mejor”, explica Figueroa,
Recalca que en Alicante atendían los partos naturales en una sala especial en la que tenían un taburete y varios implementos en que la mujeres en el trabajo de parto podía adoptar posiciones libres que aminoran el dolor de las contracciones. La posición de hospital hace que todo sea más difícil –dice-, que el parto duela más. En estos implementos la mujer podía tener su hijo sentada, movilizarse, jalar de lienzo que cuelga del techo y que le ayuda a controlar el dolor de las contracciones.
¿Qué consiguió Figueroa? Que una clínica privada de Concepción implementara una sala muy similar a la que conoció en Alicante para que las mamás puedan realizar el trabajo de parto con implementos que las ayudan a desbloquear los dolores, a sentirse cómodas y “libres” de las presiones y distractores de una sala médica convencional.
El papel de la doula
Carolina Irarrázaval tuvo una experiencia traumática en el nacimiento de su primera hija. La medicación, la desorientación y la falta de conocimiento hicieron que su proceso de dar a luz fuera doloroso y muy impersonal. “Creo que eso me llevó a buscar, a informarme y a querer tener una experiencia nueva. Con mi segunda hija fue muy distinto y pude vivir el maravilloso momento de un nacimiento vaginal y natural con todo lo que eso significa para una mujer y para el bebé. Cada una de las partes del trabajo, el manejo del dolor, la capacidad del cuerpo y, finalmente, el apego entre la madre y el hijo es muy fuerte”, señala.
Carolina quiso llevar mucho más allá esta experiencia. Psicopedagoga de profesión, se transformó más tarde en una “doula” o mujer que ayuda a otras madres en las distintas etapas del embarazo hasta que culmina la gestación y comienza la lactancia. Por supuesto, a compaña a las mamás en el parto.
“Uno de los factores de mayor rendimiento en el parto natural es la presencia de la doula, que participa activamente en la preparación con charlas y enseñando técnicas previas. Durante el trabajo de parto, el acompañamiento, el apoyo, el estímulo y la ayuda permanente hace que este proceso sea de apoyo y confianza para la mujer. La doula cumple una labor extraordinaria”, enfatiza el doctor.
El obstetra indica que desde que su sala de partos naturales se encuentra activa, hace un mes, se ha ocupado para siete nacimientos naturales.
“Hemos tenido partos sin anestesia, a oscuras, con aromaterapia, música y con todas los conocimientos técnicos que tiene nuestra doula para mitigar el dolor”. Por ejemplo, cuenta que Carolina ha desarrollado una técnica con emisión de sonido que ayuda literalmente a botar el dolor. “Yo llego al momento del parto y lo atendemos de pie, acostada, en cuclillas, de la forma que la madre quiera”, agrega el médico.
Puntualiza también que el recién nacido siempre se atiende en la sala y lo importante es que sale del lugar junto a su madre. “Postergamos la medición de la guagua, que lo midan que lo peinen, que lo vistan para que esté con su mamá”, acota.
Sí al dolor
El parto natural es permitir un inicio, una evolución absolutamente fisiológica, sin inducciones. No se rompen membranas, simplemente, se permite que la naturaleza haga su cometido. La mujer tiene libertad de movimiento, privacidad, silencio y el mínimo estímulo externo que altere el proceso. Acompañan factores como musicoterapia, flores de Bach, luminoterapia. Se evalúan los fenómenos fisiológicos manualmente y se auscultaran los latidos fetales con detector de pulso. Para controlar, se utilizan técnicas de mitigación del dolor sin la inducción externa de oxitocina (que permite la dilatación). Con ello se llega a tener contracciones suaves, coordinadas y soportables, y la vagina comienza a dilatarse suavemente, y el feto desciende despacio y protegido por el líquido amniótico, ya que no se rompe las membranas. En el momento de expulsar la guagua, la mujer adoptar diferentes posiciones, ya que lejos de una cama médica se usa un taburete como mesa de parto, ya sea sentada, pie, acostada, o en cuclillas. Si se necesita anestesia, será la mínima.
Es un proceso largo y lento, que lleva al menos 12 horas de preparación y término. De ahí que la generalidad de los médicos le haga el quite. Y, bueno, gran parte de las mujeres también, pues en general se le tiene miedo a dolor. La paciente ideal para realizar este tipo de parto es la que manifiesta que por ningún motivo quiere cesárea, pues para esto se necesita una disposición especial, tiempo y compromiso. La preparación para el nacimiento comienza desde el inicio de la gestación. En cuanto a lo médico, cualquier mujer puede tener un parto natural, incluso las que han tenido una cesárea anterior. Más de una, no.
La experiencia con estas mujeres ha sido maravillosa. Tanto así que esta tendencia se está divulgando y cada vez hay más consultas para buscar esta alternativa de parto “sin mucha tecnología”, pues la cesárea es una operación de cirugía mayor en la que una mujer puede llegar a perder un litro de sangre.
Los beneficios de apego y de felicidad de los involucrados también son mucho más potentes versus los estudios que afirman que hijos nacidos por cesárea pueden tener autismo, padecer anorexia nerviosa, tienen más tendencias a la violencia y al suicidio.En cambio el parto natural tiene más tranquilidad, relajación, apego y, definitivamente, menos riesgo.
“Las mujeres deben vivir esta maravillosa experiencia, comprobar que el cuerpo está hecho para el parto y dejar que la naturaleza actúe. Hay muchas técnicas que ayudan a manejar el dolor y la ansiedad de esta experiencia y, lo digo también en lo personal, sirve para muchas cosas en la vida, fundamentalmente con el lazo que se forma con los hijos. En todo el mundo hay una tendencia a volver a lo natural y creo que ésta es una forma de conocernos mejor, de sentir no sólo dolor, sino distintas expresiones de nuestro cuerpo. Por eso a las mujeres se les prepara, se les ayuda y acompaña para que puedan gozar de su embarazo, de su parto y controlar ellas lo que quieren que suceda en el nacimiento, la lactancia y por qué no, en toda su vida como madres. Creo que la femeneidad se fortalece con esto”, dice Carolina Irrarázaval.