Acosadores criollos, una lista negra e interminable

/ 19 de Junio de 2011

En sus afanes de cacería, en plena era de la Web 2.0, no se cuidan ni de mensajes de textos ni de presas al aire para tentar a sus víctimas. Serían suficientes pruebas para enjuiciarlos si las mujeres, con sus denuncias, ayudaran a visibilizar esa “lista negra” que en la PDI y en Trabajo admiten que existe y que contrasta con los 23 casos denunciados y tramitados entre 2009 y 2011 en la zona. “A mí me advirtieron que era un abusador con sus suches, ya habían pasado cosas con otras niñas y nadie hizo nada”, contó una secretaria. Tenía 27 años, usaba minifalda y su caso nunca se investigó.

Empiezan por llamarlas a la oficina, a tomarles de a poquito las manos y el pelo. Otros más groseros se abalanzan sobre su presa a la primera y tratan de besarla o, peor aún, se hacen de las llaves de los departamentos de sus víctimas, les sacan copias y…las esperan en sus propias camas. O, como que no quiere la cosa, les dejan en sus escritorios regalitos: libros, chocolates, música.
Los acosadores laborales, como los identifica y sanciona la ley 2005, están en todas partes, y tan listos se creen -porque pocas se atreven a denunciarlos- que ahora, en la era de la web 2.0, ni se cuidan de enviar mensajes de textos o fotografías con sus presas al aire como diciéndoles “¡mira de lo que te estás perdiendo…!” En su calentura, no se enteran que son pruebas suficientes para hoy enjuiciarlos si hay una denuncia formal.
Otros siguen siendo tan brutos e intimidantes como Dominique Strauss-Kahn, el socialista sesentón con pretensiones de llegar a la presidencia de Francia. Era el muy respetable director del Fondo Monetario Internacional (FMI) hasta que se le ocurrió hacer de las suyas en Estados Unidos, y en el hotel Manhattan Sofitel, donde se hospedaba, intentó violar a una mucama de 32 años. “¿Acaso no sabes quien soy yo…?” -le reprochó a la mujer- en medio de forcejeos para reducirla y minar su voluntad.
La respuesta la tuvo horas después. Ya estaba en el aeropuerto rumbo a París cuando fue sacado del vuelo de Air France por oficiales de la autoridad portuaria de Nueva York y Nueva Jersey. Los detectives de Manhattan se encargaron de él y ahora será enjuiciado en suelo norteamericano. El mismo abogado defensor de Michael Jackson, cuando fue acusado de pedofilia, lo defenderá. Hasta ahí le llegó su carrera política dicen sus detractores.
Por él quisimos saber cómo actúan nuestros acosadores criollos de antes y después de la ley promulgada en 2005. En deuda quedamos con nuestros lectores, pero las amenazas de un abogado impidieron desempolvar una historia ocurrida en Concepción a comienzos del 2000, que entremezcla sexo, poder y política. Una de las víctimas ocupa hoy un cargo público y el acosador se defiende en el sur de ataques mapuches.
En nuestras indagaciones, comprobamos a través de investigadores y responsables de aplicar la ley de acoso laboral en el Trabajo, que los manilargos o abusadores de su poder con subordinadas o entre pares es transversal en las relaciones de trabajo: Ocurre en intendencias, universidades, bancos, empresas, hospitales y también entre nuestros legisladores.
De la buenamoza diputada Clemira Pacheco Rivas (PS, 50) por ejemplo, se dice que “es gusto de momios”, que su pelo negro ensortijado y su pasado revolucionario enloquece en Valparaíso y que a más de alguno -con piscolas de más- ha puesto en su lugar. Lo mismo hizo una joven penquista con un compañero de Universidad hace poco en Concepción. El sujeto aprovechó un viaje en ascensor para toquetearla cuando quedaron a solas. Ella lo siguió a la sala, indagó de quien se trataba, buscó un guardia y de la misma universidad llamaron a la PDI. Quedó con medidas cautelares.
O, como aconteció con un rector de Arica. Ante las evidencias y precisiones de su víctima de cómo se había desarrollado el acoso en su oficina, reaccionó de manera violenta ante la policía y quiso golpear a la joven secretaria. Durante la investigación, el académico había intentado desvirtuar la acusación invocando una relación consentida, que eran amantes desde hace seis meses y que ahora lo denunciaba porque había sido sorprendida por el marido. Las pruebas en contrario pesaron más y debió dejar el cargo, a pesar de que, para hacer creíble su historia, el hombre describió a los detectives hasta la ropa interior que la mujer guardaba en su closet.
Sin temor a perder la pega las parlamentarias pueden defenderse, alzar la voz, mostrar su carácter. Lo mismo la universitaria ABC1 y otras mujeres que han incursionado en política. Una de ellas cuenta en off que un diputado murió pidiéndole perdón tras intentar sobrepasarse. Pero ¿qué ocurre con las mujeres del nivel administrativo o técnico con escasas o ninguna posibilidad de defensa si, además, el marido o la pareja es el primero en dudar de la agresión del jefe?
“Existe este poder mal entendido de abusar del temor reverencial que tienen las mujeres al que manda, al empleador, para cometer ilícitos de acoso sexual que pueden traducirse en abuso sexual, un delito penal”, dice el Director Regional del Trabajo, Rodrigo Reyes Cortez, quien coincide con el comisario de la Brigada de Delitos Sexuales de la PDI en Concepción, Claudio González Gavilán, en que después de lo de Strauss-Kahn “hay varios señores súper atentos a no cometer algún error…”
En la zona -y porque no se denuncia- la lista negra de acosadores es larga. Lo admite el detective y lo ratifica la autoridad del Trabajo: “No manejamos cuántos casos son, pero estamos ciertos y claros de que el acoso sexual es una realidad en las empresas que ha sido difícil de erradicar”.
En empresas y en instituciones públicas también. Campeones para estirar sus manazas serían los “personajes de delantal blanco” en hospitales. Sumarios de por medio se exponen, internamente, como cualquier funcionario, a sanciones contempladas en el Código de buenas prácticas laborales, vigente desde la administración de Michelle Bachelet que van desde la censura hasta la desvinculación. Y “aquí pasa pero no lo hacen público”, alerta una fuente de lo que ocurre en Salud.

Degradante y ofensiva

Pamela Farías, Encargada de Género de la Dirección Nacional del Trabajo, asegura en una publicación que el 98% de los casos de acoso sexual en el país afecta a mujeres. Entre 2000 y 2003 hubo 100 casos y en los últimos 10 años, entre 60 a 70, “una cifra ínfima con los tal vez miles que no se denunciaron por miedo o por el simple y paradójico hecho de que hay una tendencia en las mismas mujeres a culpabilizarse por lo sucedido”.
El acoso sexual es -según esta investigadora- una de las experiencias más degradantes y ofensiva que una trabajadora pueda sufrir, y así lo ratifica una de nuestras entrevistadas. Ximena llamaremos a esta secretaria de 27 años, quien en 1998 trabajaba en una repartición pública y por entonces era madre de una niña pequeña. Le gustaba usar minifalda, pero “no por eso iba a andar ofreciéndome…”, se defiende.
En menos de un año de haber sido víctima de esta “experiencia degradante” por un superior y de que la cambiaran de funciones, le llegó su finiquito. Su caso nunca se investigó. “Me arrepentí de haber hablado, pero uno de los mandos medios me alentó a que dijera qué había sucedido y yo, pensando en que iba a ser para mejor, le conté. Estaba asustada”.
¿Y qué contó? Que un tipo cincuentón la llamó a su oficina, cerró la puerta y “trató de forzarme para darme un beso, me asusté y salí corriendo”.
Seis meses, calcula, habían pasado desde las primeras insinuaciones, de llamados a la oficina para hablarle del tiempo o de las nubes, de lo bien que le sentaba la falda corta y mil cosas halagüeñas. “A mí me advirtieron que era picado de la araña, un abusador de su poder con quienes eran sus suches, ya habían pasado cosas con otras niñas y nadie hizo nada”, dice.
En la época, esta secretaria de Relaciones Públicas debía llevar al funcionario en cuestión hasta el más mínimo papel que saldría de esa oficina para ser visado. “Necesitaba mi trabajo, nunca pensé que me echarían, pero era la palabra de él contra la mía…”, relata, todavía dolida.
Ximena no fue la única desvinculada en Concepción al menos, en este “laissez faire et laissez passer”, en versión chilensis de hacerse el leso o mirar para el lado cuando empresarios o directivos respaldados por el poder hacen de las suyas. El mismo acosador laboral de Ximena volvió a actuar, tiempo después, en otras reparticiones. Por entonces no existía la ley laboral y, como coinciden las afectadas “era la palabra suya contra la mía”.

Mensajes subidos de tono, la mejor prueba

Casi con “copy” a las autoridades del Trabajo están llegando hoy los mensajes subidos de tonos de los acosadores sexuales en sus sitios de trabajo, y que están siendo informados a la autoridad. Y aunque sean 23 casos los denunciados y tramitados entre 2009 y 2011 en la zona -ínfimo en relación a la fuerza laboral de la mujer- son un indicio de que ellas se están atreviendo a alzar la voz.
“A nuestro poder han llegado unos (correos) que son irrepetibles”, dice el abogado Rodrigo Reyes. Y deja en claro que el acoso sexual puede ser vertical (entre jefe y subordinada), horizontal -entre pares o entre ambos sexos- pero el de mayor ocurrencia es entre hombre y mujer.
-¿Están más osados los acosadores?
-Por correo electrónico envía invitaciones a comer, a salir y luego éstas empiezan a subir de tono, de que se quiere acostar con ella hasta que llega el momento de la encerrona en el pasillo, el toqueteo o a agarrarle las manos. Todo eso se puede considerar como acoso sexual -no tiene que ser consentido para ser delito laboral- y nos ha servido como medios de pruebas.
– ¿Y 20 años atrás?
-La evidencia era menos clara. Llamaban a la oficina o la apretaban y encajonaban en algún rincón, luego salían y no pasaba nada. Ahora queda más patente.
-¿Hay cifras negras?
– Claramente existe una cifra negra en que las mujeres no denuncian por temor a perder su trabajo, y que trae consigo consecuencias graves: depresión, renuncias, problemas sociales y discriminación. Si ella denuncia lo ocurrido a sus compañeras, ellas mismas se encargan de decirle: “Oye no digas, quédate callada” y van guardando acoso y denuncias.
-¿A quién puede recurrir la afectada?
El acoso laboral está regulado en el Código del Trabajo y tiene diferentes procedimientos: a través de la Inspección del Trabajo y de la empresa. Está en el reglamento interno de cada empresa cómo hacer el procedimiento de investigación y las medidas necesarias para evitar este acoso. Incluso puede despedir al acosador sin derecho a indemnización; tomar medidas como el alejamiento del lugar de trabajo del acosador o separación de los puestos de trabajo si ambos trabajan directamente.
-¿Qué está haciendo esta dirección al respecto?
“Trabajando con el Sernam para promover los derechos laborales y la igualdad de género. Si la mujer denuncia ante la Inspección del Trabajo, se realiza un proceso de fiscalización y si por este proceso la despiden, ella puede alegar la indemnidad. Puede solicitar la indemnización de años de servicio más una indemnización de tres a 11 remuneraciones a la empresa. Es el parámetro, pero lo determina el tribunal. Aparte, el Trabajo multa a la empresa por la práctica del despido o por si encontramos una infracción que cursar a la empresa”.

En todas las entidades existe una mujer acosada

Si no existen medios de pruebas tangibles en un caso de acoso laboral, todo lo demás se transforma en dimes y diretes, advierte el jefe de la Brigada de Delitos Sexuales de la PDI en Concepción, comisario Claudio González Gavilán, quien admite que “es complejo” demostrar el delito en una relación de poder-dependencia si la mujer no denuncia por temor a perder su trabajo y tampoco presenta evidencias.
-En otras palabras ¿los acosadores en Chile están pasando “piolitas”?
-No. Con los que están siendo denunciados, se llega a un resultado. Por eso la importancia de “A levantar tu voz” como dice la campaña Sernam/PDI. No sólo hay que descansar en las instituciones llamando al 134; nos basta que una persona se haga eco de esa mujer que está siendo víctima de un abuso sexual y ya tenemos un testigo. No se trata solamente de sensibilizar a la mujer; la campaña también está dirigida al entorno para que el que está al lado sepa que no es normal esa situación. En la medida que todos cooperemos y rememos para el mismo lado, esto va a ir desapareciendo de a poco.
-¿Cifras negras?
-Hay una lista negra que es muy larga. Es gigante. Nadie se quiere ver declarando ante la policía y después ante la fiscalía. Lo toman como algo “casi normal” que un hombre pueda abusar sexualmente a una mujer en la calle mediante los agarrones y pasan totalmente desapercibidos. La mujer como que lo asume y no está bien eso. No denuncian o por miedo o por sentirse intimidadas por alguna autoridad. Hay que llamar al 134.
-¿Hay solidaridad entre hombres para protegerse y/o cambiar o disfrazar las versiones si son denunciados?
-Es muy complejo en cualquier acción legal ser “compadre” para mentir ante la policía o los tribunales. Independiente de la amistad o el compadrazgo que pueda existir, si se evidencia en algún minuto que estoy mintiendo porque soy buena onda y amigo de mi compadre, la pena llega igual. De simple testigo pasa a ser cómplice o encubridor, pero para que exista investigación debe haber denuncia; estando en la lista negra no se llega a ningún lado y sabemos que en todas las entidades existe una mujer acosada.

O’Higgins 680, 4° piso, Oficina 401, Concepción, Región del Biobío, Chile.
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