Hombres y mujeres nos encogemos de hombros por igual frente al concepto andropausia. La palabra, que deriva del griego andros -hombre- y paucin -pausa- es la versión masculina de la alteración hormonal de la mujer. Como en ellas, la calidad de vida del varón cambia radicalmente La única diferencia es que no les ocurre a todos los hombres y quienes la experimentan la sienten de distinta manera.
Sergio Arteaga, (68),viudo y padre de 5 hijos, nunca había escuchado hablar de andropausia, hasta que una endocrinóloga se la diagnosticó y en pocas palabras le dijo que esto era muy similar a la menopausia, pero llevado a los hombres.
Era un hombre muy activo. Se levantaba a las 5 y media de la mañana para desayunar y leer el diario tranquilamente. Su vida sexual era normal, pero cuando cumplió 50 años algo extraño comenzó a ocurrirle. “El sexo dejó de interesarme. Fue algo gradual eso sí. Incluso podía pasar una señorita buenamoza frente a mí o verla por televisión y ni me daba cuenta. Ahí supe que algo me estaba pasando”, recuerda.
Como tenía confianza con su señora, juntos se reían de la situación. “Siempre le dije a mi mujer que iba a tener marido para rato, pero cuando pasaban días y no teníamos relaciones, porque en mí no había ni una posibilidad de hacerlo, bromeábamos con que me pidiera la nulidad o que hasta aquí no más llegamos. Ella nunca me reclamó eso sí”.
Empezó a analizar y a buscar causas a su repentino decaimiento. “Era cierto que estaba muy exigido en el trabajo. Era contador en una refinería de petróleo. Me sentía algo cansado, pero en otras épocas también lo estuve y no por eso se había afectado mi vida íntima”. Por eso consultó con un médico.
El profesional le hizo una serie de preguntas y como se dio cuenta que lo que le ocurría no estaba relacionado con una depresión o un simple estrés lo derivó a una endocrinóloga.
Ella le tomó un examen para determinar sus niveles hormonales y ahí estaba la respuesta. “Tenía la testosterona por el suelo. La doctora me explicó que por eso había perdido el apetito sexual y la erección”.
El siguiente paso fue detectar qué había causado la disminución hormonal y resultó que la hipófisis, glándula encargada de la secreción de la testosterona -entre otras funciones- estaba inflamada. La especialista le comentó que esos eran los síntomas de la andropausia. Le recetó unos medicamentos y a las tres semanas de tomar sagradamente su rendimiento sexual y vitalidad volvieron a la normalidad. Hoy, a pesar de su viudez, admite que no deja pasar la oportunidad de admirar la belleza femenina. “Es que todavía me pasan cosas con las mujeres”, sonríe con picardía.
Testosterona, la hormona vital
El urólogo Omar Gallegos R ha recibido varios pacientes “andropáusicos” en su consulta. “Algunos me dicen que vienen por dolores testiculares o prostáticos. Muchos de ellos llegan arrastrando los pies, vestidos con ropas oscuras, muy cabizbajos, pero sólo al final confiesan la verdadera razón de su visita: están preocupados porque perdieron el deseo sexual y la erección. Cuando vienen con sus señoras son ellas las que, algo ansiosas, incitan al marido a decir que la razón de la consulta es que no están respondiendo sexualmente”.
Su explicación demuestra la vergüenza que existe en los hombres que comienzan a vivir los síntomas de la andropausia. Reconoce que incluso entre sus colegas aún no está internalizado su diagnóstico. Sin embargo, cuando ha derivado los casos a los endocrinólogos, sus pacientes han vuelto a la consulta manifestando un cambio radical en su calidad de vida.
Si bien desde la antigüedad se sabe que los hombres van perdiendo “vitalidad” con los años -manifestada por una disminución de la capacidad intelectual, física y sexual- sólo en las últimas 4 décadas la literatura médica comenzó a hablar de andropausia.
En 1889, Charles Brown Sequard, un fisiólogo francés de 72 años, comunicó que la autoinyección de extractos de testículos de animales (cuyes y perros) le restauraban la vitalidad sexual en pocos meses. Fue lo que se conoció como el “elixir Brown Sequard”. Posteriormente, se demostró que su método era inefectivo y que sólo había actuado como placebo. Sin embargo, la medicina lo reconoce como el primer científico en insinuar que parte de los síntomas del envejecimiento de los hombres podría deberse a la declinación de la actividad gonadal por disminución de la producción de alguna sustancia vital. Nadie todavía hablaba de testosterona.
En 1939, Leopold Ruzsicka recibió el Premio Nobel de Química por descubrir la Testosterona y la Androstenediona, ambas hormonas del testículo. A partir de ese momento se comenzó a medir los niveles de estas hormonas en los laboratorios clínicos con exámenes que permiten estudiar biológica y epidemiológicamente la relación entre los síntomas que los hombres experimentan con el paso de los años.
Causas y diagnóstico
Héctor Gajardo, endocrinólogo y miembro de la Sociedad Chilena de Endocrinología y Diabetes, explica que la Andropausia es el declinar de la secreción de la testosterona debido a factores propios del envejecimiento. Se considera un fenómeno fisiológico común a cierta edad y no una patología. Agrega que este trastorno no es raro, ya que lo presenta el 50% de los hombres mayores de 50 años.
Científicamente, la andropausia se define como Deficiencia de Andrógenos en el Hombre Adulto, (ADAM por sus siglas en inglés Androgen Deficiency of the Adult Male).
“Los principales síntomas son disminución del deseo y de la potencia sexual, decaimiento y fatiga muscular. Se diferencia de la menopausia en que el hombre rara vez presenta bochornos, salvo en los casos de término brusco de la producción de testosterona, como ocurre, por ejemplo, tras la extirpación quirúrgica de los testículos”, explica el especialista.
Otros síntomas que también aparecen son la disminución de la altura. Los hombres se ponen quejumbrosos, pierden el interés por su trabajo o por sus hobbies, tienen trastornos del sueño y tienden a estar deprimidos. Pero, son los exámenes clínicos los que realmente identifican la presencia de ADAM. Estos estudios consisten en un examen físico para determinar la disminución del vello corporal y barba, de la masa muscular, de la talla y el aumento del tejido adiposo y en algunos casos la disminución del tamaño testicular.
Los test de laboratorio comprenden hemogramas, densitometría ósea y determinaciones hormonales. Las últimas son la más importantes, porque las alteraciones hormonales están directamente ligadas al envejecimiento. Por año de vida se tiene una disminución de testosterona libre del 1.2%; de testosterona ligada a la albúmina del 1%, de la testosterona total del 0.4% y de la dihidroepiandrosterona del 3%, que son las testosteronas biológicamente activas. Con la longevidad actual no es extraño pensar que cada vez será más frecuente detectar pacientes con ADAM.
Tratamiento y recomendaciones
El endocrinólogo Juan Donoso explica que para programar el tratamiento del ADAM hay que considerar que los pacientes no sólo pueden tener andropausia como causa de perturbación de su salud. “Hay que evaluar el resto de los sistemas del organismo, incluso el aspecto psicológico. Sólo si se ha demostrado disminución gonadal el tratamiento indicado es el reemplazo hormonal”.
El médico agrega que debe tomarse en cuenta que la terapia implica suministrar testosterona en el organismo y que su acción tiene algunas complicaciones en los pacientes con crecimiento prostático, cáncer de próstata e hipertensión.
“En Chile se usan los mismos tratamientos con testosterona que existen en otras partes del mundo”, puntualiza Donoso. Hay diferentes formas de administración y distintos compuestos. Están los inyectables que se aplican cada 3 semanas y otros cada 3 ó 6 meses; los parches cutáneos y el gel de uso diario. “El método más usado es el inyectable, porque los otros tienen el inconveniente del uso diario y la eventual contaminación de la pareja, porque se trata de una hormona que en la mujer provoca efectos secundarios”.
Si bien para la versión masculina de la menopausia existe tratamiento, los médicos son enfáticos al advertir que éste no recupera la función deteriorada, sino sólo que sustituye la capacidad perdida. Es decir, la terapia consigue mejorar la calidad de vida del paciente.