Desde 2020, el especialista ha insistido en que estamos viviendo dos pandemias: la del Covid y la de salud mental, que hoy estaría afectando a más de 5 millones de chilenos. Reprueba el actuar del gobierno que -diceno ha logrado conectar con el sufrimiento de las personas, y les exige poner el cuidado en el centro de las políticas públicas. “No han entendido que tan importante como frenar los contagios es abordar la angustia y el dolor de nuestro país”, recalca.
Por Cyntia Font de la Vall P.
A principios de abril se dieron a conocer los resultados de una investigación del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGLobal), que advertía que -tras la pandemia de Covid 19- se generaría “una crisis global sin precedentes” en relación con la salud mental de la población.
El negativo escenario estaría provocado por la gran afectación que esta crisis sanitaria ha causado en todo el mundo, donde millones de personas han visto trastocadas sus rutinas y dinámicas familiares, postergados sus objetivos personales, y han sufrido incertidumbre laboral e inestabilidad económica.
En Chile, el panorama es aún peor, pues a los efectos psicológicos que estaría provocando la pandemia se sumarían la alta prevalencia de problemáticas de salud mental experimentada desde hace varios años por la población, y el exceso de estrés al que ha estado sometida desde el 18/O.
Así lo demuestra el informe denominado Un Año de Covid-19, elaborado por la consultora Ipsos para el Foro Económico Mundial, que tras realizar una medición en 30 países determinó que en promedio un 45% de las personas siente que su salud mental ha empeorado en el último año. En Chile, en tanto, la cifra asciende a 56%, ubicándonos como el segundo país del mundo con la salud mental más deteriorada desde el inicio de la pandemia.
Sobre la posibilidad de que esto efectivamente se transforme en una segunda pandemia, de cómo ha afectado la crisis sanitaria la salud mental de los chilenos y de qué medidas urge tomar para revertir este nefasto escenario, nos habla el psiquiatra Alberto Larraín, académico de la Universidad Autónoma y director ejecutivo de la Fundación ProCultura.
-Se dice que la salud mental de los chilenos ya era mala antes de la pandemia. ¿Cuán mala era realmente?
-“Chile venía viviendo una crisis en este ámbito desde antes del Covid y del estallido social. Teníamos un 23% de la carga de dienfermedades, es decir, uno de cada 4 chilenos tenía un problema de salud mental, y solo un 20% de ellos accedía a ayuda profesional. O sea, de 3.8 millones de personas que tenían enfermedades mentales, menos de un millón recibía algún tipo de atención, y los otros 3 millones quedaban sin ningún tipo de cobertura.
Esto porque, a pesar de ser la primera condición en términos de cantidad de enfermedades, nuestra área recibe uno de los presupuestos más bajos de todo el país: 2,2% del presupuesto total de salud”.
-¿Esas cifras han experimentado alguna variación en este año de pandemia?
-“La de enfermos, sí. La Organización Mundial de la Salud proyectó un incremento del 30% de las enfermedades mentales. Eso significaría que hoy en Chile tenemos cerca de 5 millones y medio de personas que necesitan atención y, al contrario de lo que pudiera esperarse, contamos con una cobertura más baja que la que teníamos antes, porque parte de las atenciones han ido desapareciendo, algo que urge revertir.
En cuanto al presupuesto, el año pasado participé de una mesa presidencial que organizó el Gobierno, donde logramos incrementar en 18 mil millones los fondos para salud mental, cifra que igual está muy por debajo de los recursos que se requieren. De hecho, la OMS establece como mínimo de presupuesto para este ítem un 5% del total de salud, y Chile gasta menos de la mitad de eso”
Una sociedad que ningunea el dolor
-Hace años que venimos liderando los rankings de enfermedades mentales en el mundo. ¿Qué es lo que está enfermando a los chilenos?
-“El modelo de vida. Somos uno de los países más inequitativos del mundo y, además, nuestra red de protección social es muy precaria. En Estados Unidos, Canadá o los países nórdicos, por ejemplo, parte de las prestaciones sociales están homogeneizadas y juegan un rol fundamental en el cuidado de la población. En Chile, en cambio, las prestaciones de salud, educación o protección social están más bien privatizadas y, en general, las del sistema público son de menor calidad que las privadas”.
A eso se suma -dice el psiquiatra- el habernos convertido en una sociedad exitista, basada en la competencia y en el tener, que “ningunea” continuamente el dolor propio y el del otro. “Nos hemos ido deshumanizando, y hoy somos una sociedad que minimiza la fragilidad, y también la diferencia. Entonces, como sabes que te van a mirar mal si eres distinto o te permites mostrar tus emociones, las escondes, y eso te va enfermando. Ese es el modelo de país que hemos ido construyendo y que nos tiene como estamos”.
-¿Y cómo se puede cambiar ese paradigma?
-“Poniendo de una vez por todas a las personas y su cuidado en el centro. Urge destinar más recursos a esta área e incluir los servicios de salud mental como esenciales. Hay que entender que la crisis más grave que está sufriendo el país en estos momentos es la de salud mental, y tomarle el peso a lo que eso significa, porque hablamos de millones de personas que están al límite”.
Agrega que es fundamental implementar acciones que vayan en auxilio de esa población, pues se está viendo que el costo emocional de no apoyarla es muy alto. Sin embargo, dice, si la situación continúa el costo económico va a ser incalculable. “Si el dolor que la gente está sintiendo no es suficiente para conmoverlos, por lo menos que la proyección del costo económico que esto va a significar a largo plazo los convenza de implementar programas que atiendan su salud mental”.
-¿Ha hecho llegar estas recomendaciones, o esta voz de alerta sobre la crisis de salud mental a las autoridades?
-“Cuando se formó la mesa presidencial en 2020 recomendamos muchas cosas, pero es muy poco lo que se ha implementado. Por ejemplo, sugerimos generar una campaña comunicacional que le enseñara a las personas cómo autocuidarse, pero no se hizo. También sería necesario que, al igual que en otros países, realizáramos un acto simbólico en el que recordáramos a quienes han fallecido, de modo que las familias se sintieran acompañadas en su dolor, y pudiéramos evitar que cayeran en un duelo patológico que les genere enfermedades”.
Añade que el gobierno no se ha tomado en serio la crisis de salud mental que tiene entre manos, aun cuando la OMS ha insistido en que -además de preocuparse de parar la infección-, hay que ocuparse del bienestar de la población.
”Con el agua hasta el cuello”
-¿Cuánto tienen que ver las medidas implementadas por el gobierno con el agravamiento de la crisis de salud mental?
-“Mucho, porque estamos en plena pandemia, con 5 millones de chilenos que ya no dan más, y esa realidad aún no logra impactar las políticas públicas. Las autoridades siguen tomando decisiones que no tienen a las personas en el centro, y no dimensionan que estamos con el agua hasta el cuello, que el país está reventado, y que nunca habíamos estado peor en cuanto a salud mental.
Es como que no lograran entrar en sintonía con el sufrimiento de las personas, no han entendido que tan importante como frenar los contagios es abordar la angustia y el dolor de nuestro país”.
Alberto Larraín enfatiza que las autoridades tampoco han logrado conectar con la realidad de los chilenos, una afirmación que sustenta en la criticada medida de querer que los niños salgan a jugar a las 6 de la mañana. “La desconexión nace de que las elites políticas toman decisiones sobre cosas que no conocen, porque no las viven. Entonces surgen medidas que no se hacen pensando en el bienestar de la gente, sino solo desde la idea de seguir funcionando”.
Añade que también habría un doble discurso que la población advierte. “Mantenemos los malls abiertos, pero no se puede ir a los parques. Te dicen que es importante respetar las cuarentenas, pero hay ciertos rubros que las puedan incumplir. Ergo, las cuarentenas no deben ser tan importantes. Así que la gente rompe la norma, porque no le hace sentido desde las acciones que el gobierno toma”.
Dos pandemias simultáneas
Los estudios sobre salud mental en Chile fijan desde principios de los 2000 a las patologías mentales como la primera causa de emisión de licencias médicas en el país, cifra que oscilaba entre el 30 y el 40% del total de documentos emitidos. Sin embargo, desde el inicio de la pandemia de Covid-19, la cantidad se elevó por sobre el 50%, tal como lo confirma Alberto Larraín. “La pandemia está afectando mucho a toda la población. Quienes tenían enfermedades mentales se han descompensado, porque el estrés empeora sus cuadros; han aumentado los trastornos ansiosos y trastornos del ánimo, como las depresiones, y también el consumo de drogas. Además, la evidencia muestra, aunque no está estudiado todavía, que hay un aumento de la violencia intrafamiliar”.
-¿Entonces es el estrés por la pandemia lo que detonó la crisis que estamos viviendo?
-“Es todo lo que conlleva esta situación. Tienes la soledad, los problemas económicos, el encierro, la preocupación y la incertidumbre de no saber qué va a pasar mañana, lo que te deja sin posibilidad de proyectarte. Todo eso genera mucha angustia. Las familias tienen en casa a los niños, que están aburridos; tienen el teletrabajo, que no les permite desconectarse; está la multiplicidad de roles, que los agota… Son muchas cosas. Por eso, la OMS ha sido súper enfática en transmitirle a los países que esto no es solo una pandemia, son dos: la del Covid y la de la salud mental”.
-¿Hay grupos que lo están pasando peor en cuanto a salud mental, producto de la pandemia?
-“Sí, las mujeres. Algunas al estar en sus casas sin poder salir están siendo víctimas de violencia intrafamiliar, y casi todas se ven sobre exigidas al tener que asumir una multiplicidad de roles: cuidar a los niños, hacer las tareas de la casa, cumplir con el teletrabajo”.
Su afirmación es corroborada por los resultados de una encuesta de Naciones Unidas, que arrojó que el 66% de las mujeres presenta estrés por la pandemia, versus un 34% de los hombres. “O sea, el tener que cumplir con tantos roles está provocando que en el día a día las mujeres estén empeorando su salud mental”.
También los niños estarían viviendo momentos complejos. Así se desprende de un tweet publicado por Larraín hace unas semanas: “Un niño o niña de 5 años ha pasado el 30% de su vida en encierro (estallido social + COVID)”, una situación que generaría “costos sin precedentes”.
-¿Qué podría provocar en un niño este aislamiento prolongado?
-“Aún no lo sabemos y, de hecho, va a depender de la realidad que esté viviendo cada uno. Si tenemos a un niño que perdió el año escolar en 2020, que está solo durante el día y que su familia vive problemas económicos claramente no está viviendo la misma pandemia que otro que tiene a sus padres al lado, que le ayudan con las tareas, lo acompañan y juegan con él.
Sin embargo, en general, tiendo a pensar que un buen acompañamiento puede generar una buena incorporación biográfica de este proceso en el niño. La pregunta es si lo estamos logrando”.
Sobre qué tipo de iniciativas podrían implementarse para conseguir que el niño transite por este periodo de la mejor manera, el especialista señala que la idea es generar espacios que alivien su estrés emocional. “Por ejemplo, es súper necesario generar una franja horaria adecuada para que salgan a jugar, o flexibilizar el horario de clases, tanto para los niños pequeños como para los escolares más grandes. Hace tiempo vengo sugiriendo que haya 4 semanas de clases por una de vacaciones. Eso sería un alivio para los niños, pero también para los profesores, que están muy sobrecargados, y para las familias, que tienen que estudiar con los niños además de teletrabajar o preocuparse de problemas económicos. Al crear una medida, el espíritu debe ser buscar el bienestar de las personas por encima de mantener la productividad”.
-Y en casa, ¿cómo pueden los padres ayudar a sus hijos?
-“No presionándolos, y haciendo algunas concesiones. Tenemos que pensar cómo queremos que ellos recuerden este periodo, y creo que todos queremos que se queden con el mejor recuerdo posible. Así, si el niño un día no quiere encender la cámara para la clase, que no lo haga; si nos pide jugar en línea con amigos hasta más tarde, o almorzar alguna vez en su pieza, dejémoslo.
La idea es que al menos nosotros les alivianemos el encierro, ya que en todo lo que va de pandemia el gobierno no ha sacado ninguna medida centrada en la infancia, salvo lo de la franja de las 6 de la mañana, que una vez más demuestra que las decisiones no se toman desde el conocimiento real de la población”.
El psiquiatra hace hincapié en que otro grupo etario muy afectado por la pandemia son los adultos mayores, a quienes -en su opinión- se ha infantilizado y fragilizado. “Se puso el foco en que había que protegerlos a cualquier costo, pero ellos tienen mucho que aportar a este proceso desde su experiencia, y tiendo a pensar que pueden cuidarse bastante bien. Creo que lo importante es preocuparse de acompañarlos, estimular su autonomía y permitirles incorporarse a las dinámicas actuales, porque el gran problema que han tenido es que perdieron sus rutinas. Eso les genera ciertos niveles de angustia y soledad, que la familia puede ayudar a reducir, acompañándolos”.
Validar las emociones
-Usted decía que son millones los chilenos que hoy no tienen acceso a una atención de salud mental, ¿cómo pueden ellos individualmente gestionar su pena, su soledad o su rabia?
-“Lo primero es conectarse con lo que están sintiendo y tratar de ponerlo en palabras, algo que no es fácil, porque a los chilenos nos cuesta reconocer nuestras emociones, las minimizamos o nos sentimos culpables por sentirlas. Entonces, lo primero es validar lo que siento y, en función de eso, definir lo que voy a hacer”.
-Y si vemos a un amigo o familiar que lo está pasando mal, ¿cómo deberíamos ayudarlo: lloramos con él o tratamos de animarlo diciéndole que “no es para tanto”?
-“Muchas veces creemos que si alguien tiene trabajo, no le falta el alimento y su familia está sana, no tiene derecho a sentirse mal, o a decir que está triste o enojado con lo que está pasando. Pero el dolor es personal y, aunque no te falte para comer, tienes todo el derecho de sentir pena o rabia. Es tu vida. Son tus sentimientos, y no tienes por qué justificarlos o sentir lo que otros esperarían que sintieras.
Por ello, sostiene, junto con validar las emociones -propias y ajenas- hay que aprender a acompañar al otro. “Si alguien me dice que está sufriendo, yo no tengo por qué dudar de su dolor. Lo que debo hacer es acogerlo. Hay una frase muy bonita de Cortázar que dice ‘Si te caes, te levanto, y si no, me acuesto contigo’. Eso grafica muy bien lo que hay que hacer ante alguien que sufre, entendiendo que cada uno requiere que se le acompañe desde lo que necesita. No puedo forzarte a levantarte si no quieres hacerlo, pero puedo recostarme contigo en el piso y acompañarte. Eso es lo que debemos hacer”.