Hace ya varias décadas se instaló el concepto de food design, que se define como “el proceso de diseño que aporta innovación de una forma deliberada a cualquier asunto que tenga que ver con la comida y el comer” (International Food Service Society, PhD. Francesca Zampollo).
Está presente en el diseño de productos comestibles, en el diseño con alimentos, en el diseño de espacios y eventos gastronómicos, de servicios, de insumos para alimentos y, más recientemente, en el critical food design, que plantea el desafío de despertar la conciencia, fomentar el debate y la reflexión sobre nuestras costumbres y valores éticos respecto de los alimentos.
Hoy podemos ver que aparecen cada vez más programas de especialización profesional en esta área, no solo en Europa, sino también en Latinoamérica. Todo esto en un contexto de nuevas demandas de los consumidores y la aceleración de tendencias con un explosivo crecimiento de la industria de alimentos.
Según Euromonitor Internacional, las ventas vía delivery de la industria de restaurantes y locales de comida aumentaron en el país un 63,4 % en cinco años, porcentaje mayor al que experimentaron las ventas delivery en Latinoamérica durante el mismo período (51,5%). Asimismo, según el Informe Coop 2020, el comercio electrónico es el segundo canal con mayor expansión con ventas, que alcanzó cerca de 180 millones de euros en 2020.
A esto se suma que los consumidores son cada vez mas conscientes respecto a la importancia de la alimentación como fuente de bienestar y salud, y también, como una experiencia que va más allá de solo nutrir nuestro cuerpo. Así, la alimentación se ha convertido en un sector estratégico y particularmente visible durante el confinamiento, un sector que supo adaptarse a la nueva realidad, “aproximadamente 4 de cada 10 empresas de la industria de la alimentación logró mantener el 100 % de su actividad” (Seminario Food Trends), indudablemente, impulsado por el cambio de hábitos, ya que la pandemia potenció la preocupación por lo que comemos, dónde lo adquirimos y de dónde viene (trazabilidad).
Gracias al diseño podemos disfrutar con las exquisitas propuestas de nuevos alimentos y formas de consumo, y la gráfica presente en los envases, a lo cual se suma hoy el gran desafío de incorporar los conceptos de sostenibilidad y tecnología al diseño estratégico de los productos.
La sostenibilidad nos mueve hacia un gran cambio, tanto en el aspecto de regulación legal, por ejemplo, con las restricciones al plástico de un solo uso, a la economía circular y a la materialidad de los envases, donde nos encontramos con nuevos recursos, como los biomateriales, y la relevancia que está adquiriendo la justicia alimentaria, el adiós a la pérdida de alimentos y la revalorización del producto local, cuidando toda la cadena productiva de los alimentos, ya que tiene un impacto sobre el planeta, tal como lo establecen los Objetivos de Desarrollo Sostenible, propuestos por la ONU.
Por otra parte, la tecnología nos impulsa hacia el foodtech, que es la aplicación de la tecnología a los ámbitos de la alimentación (biotecnología, inteligencia artificial y robótica), como se observa en las llamadas “nuevas proteínas”, los súper alimentos, la deconstrucción de los alimentos y la personalización de comida 3D, tendencia que ofrecerá recursos nuevos y válidos para mejorar productos y sistemas de procesamiento. Además, la influencia en la relación y decisión al momento de comprar, con las pantallas alimenticias, la degustación digital, los influencers, los sistemas de compra online y el delivery con electromovilidad.
Según The Future of Food 2021, al 2030 se proyecta que la elección del consumidor dependerá de datos bioquímicos personales. Es decir, el acceso que tendrá a análisis de datos les permitirá saber qué es lo mejor para su organismo y, considerando lo anterior, surge entonces el desafío para los productores, servicios y diseñadores de crear nuevos productos y experiencias a la medida de los consumidores para satisfacer sus demandas.
Todo lo anterior es un terreno fértil y un tránsito que seguir para los diseñadores, abordando proyectos con carácter interdisciplinar que involucren, por ejemplo, la agricultura tecnológica, el foodtech y el I+D, haciéndose cada vez más cierto lo que postula Tim Ingold: “El diseño es una herramienta para dar forma al futuro en el que queremos vivir”.