Hay que sacarse de la cabeza que a contar del 2018 Chile se va a gobernar tal cual como se ha venido haciendo desde 1990, manifiesta el senador RN y, por lo mismo, asegura que no hay cabida para mandatarios autoritarios y que piensan que pueden imponer su voluntad a rajatabla. “La gobernabilidad de nuestro país será particularmente compleja, y uno no puede suponer que si están cambiando tantas piezas en el tablero, el juego vaya a ser el mismo”, enfatiza.
Lo cuenta en el libro y lo repite en sus presentaciones: el nombre de su última publicación -La Salida, cómo derrotar a la Nueva Mayoría en 2017- surgió tras el Encuentro Nacional de la Empresa (Enade) del año pasado, al que fue invitado como panelista y donde “Don Francisco” oficiaba como moderador.
A Allamand lo acompañaban en la testera Bárbara Figueroa, Carolina Tohá y Alfonso Swett.
A todos ellos, Mario Kreutzberger les preguntó su opinión sobre cómo “salir” del ambiente de desconfianza imperante en el país. Cada uno de ellos entregó ideas en torno al tema que cerraba el Enade 2015. Pero en Andrés Allamand esa inquietud siguió dando vueltas por varios días más.
“Consideré que había que preguntarse reflexivamente qué se había hecho mal en estos últimos años.
Cuando terminó el gobierno del expresidente Piñera, el 80 por ciento de los chilenos creía que el país iba por buen camino, y sólo un 20 pensaba que transitábamos por un rumbo equivocado. Tres años más tarde, esto cambió a la inversa. Hoy un 80 por ciento considera que el país va por un mal camino, que en algún momento nos desrrielamos y solamente un 20 cree que las cosas están bien. Qué no había funcionado durante el gobierno de La Nueva Mayoría: ¿había sido esto sólo un problema de desprolijidad, de improvisación o había algo más de fondo? Ante esos cuestionamientos, y con una elección presidencial a la vuelta de la esquina, debíamos pensar en qué tipo de gobierno necesitaba el país hacia adelante”.
Con todos esos elementos, el senador RN decidió llevar este análisis al papel para transformarlo en un libro donde no sólo desarrolló un diagnóstico en torno a los errores y faltas del actual gobierno, sino que también incluyó una crítica -o autocrítica, como le gusta decir- al desempeño de la derecha mientras ocupó La Moneda, para finalizar con una propuesta de lo que Chile necesita, según él, para salir del atolladero en que se encuentra.
La salida, según Andrés Allamand pasa por convocar, generar acuerdos amplios, trabajar unidos y establecer prioridades, una advertencia que, asegura, va para todos lados, pues los tiempos que vienen serán complejos y las cosas no se podrán seguir haciendo como se realizaron hasta ahora.
-¿Cómo recibieron en su sector las críticas que en su libro usted hace a la derecha?
Yo no formulo una crítica, sino que una autocrítica, porque para bien o para mal, he sido un protagonista de la acción de la centroderecha desde 1990 hasta hoy. En mi libro simplemente digo que tras llegar al gobierno en el 2010, hubo cosas que hicimos bien, como el esfuerzo de la reconstrucción, mantener el crecimiento y generar empleo. Pero también establezco que desde el punto de vista político no fuimos capaces de transmitir lo que hoy se denomina un relato, una visión, y que ésa es la razón que explica que un gobierno que tuvo buenos resultados socioeconómicos, por nombrarlos de alguna manera, haya tenido tan malos resultados políticos.
-¿Todos estuvieron de acuerdo con esta especie de mea culpa?
Yo me quedo fundamentalmente con las opiniones de las personas con las que uno interactúa. Se ha dicho que en el círculo del expresidente Piñera este libro fue mal recibido, pero eso es completamente falso. Este tema lo hablé con él, y lo que hay en La Salida es un análisis ampliamente compartido por la centroderecha.
-¿Qué le dijo el expresidente Piñera?
Eso en realidad corresponde que se lo pregunte a él. Lo que yo le puedo responder es que tengo una relación muy directa con todos los dirigentes de mi sector, y que estoy convencido que hay una gran coincidencia con mi diagnóstico. Pero también debo decir que si uno hace una crítica fuerte, como la que yo hago en La Salida hacia el actual gobierno, sería muy inconsecuente sólo mirar la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Y por eso expresé claramente que para que la centroderecha vuelva a gobernar tiene que perseverar en aquellas cosas que hizo bien y corregir las que hizo mal.
-Usted sostiene que la derecha tiene que reinventarse si quiere volver a La Moneda. ¿Hacia dónde debería conducir ese proceso?
Para responder a esa interrogante hay que preguntarse qué gobierno debería tener Chile a contar del 2018. ¿Uno parecido al que tenemos o uno distinto? Yo considero que necesitamos un gobierno muy diferente, porque el cúmulo de problemas que enfrentará la próxima administración sólo será comparable al los que existía en los ‘90, cuando había que dejar atrás la dictadura militar y transitar a la democracia. Lo que el país necesitará es un gobierno capaz de lograr consensos, acuerdos amplios y realizar esfuerzos de convergencia para progresar. La retroexcavadora quedó establecida como el mayor desatino que uno puede imaginar y quedó demostrado que cuando generamos ambientes de enfrentamiento o cuando se enfatizan las diferencias no nos va bien.
A aquello se suma que Chile hoy está fragmentado políticamente. Dejó de ser un país a dos mitades (derecha e izquierda), sino que a lo menos tiene hoy cuatro esquinas o cuatro corrientes políticas principales y que, además, tenemos un serio problema de desafección con la política y de enorme rechazo a todas las instituciones. Entonces, si alguien cree que el próximo gobierno, que va a tener que enfrentar una montaña de dificultades en una ambiente de rechazo a la actividad política, de distancia respecto de las instituciones y con una gran fragmentación, va a pretender gobernar como si aquí no hubiera pasado nada está totalmente ciego.
-¿Por qué si usted tiene tan claro el panorama y los desafíos de gobernabilidad para el país, su nombre no aparece aún entre los “presidenciables” de su partido?
Porque soy, entre comillas, el principal culpable de esto. Fui candidato presidencial en la última elección, perdí por un uno por ciento de los votos a nivel nacional, y el verdadero revés lo tuve en tres comunas del barrio alto de Santiago, donde logré un apoyo muy bajo; luego asumí como senador y desde el primer día señalé que mi aporte estaría en hacer una tarea eficaz de oposición para que el país encontrara una salida. Hoy hay una enormidad de lienzas para el trompo presidencial en la centroderecha y a mí no me interesa ser una más. Creo que actualmente la persona que se perfila con mayor fuerza como una carta ganadora es Sebastián Piñera y, en consecuencia, no sería razonable establecer una competencia porque sí. A mí lo que me interesa es que la centroderecha vuelva a gobernar, creo que tenemos la mejor opción y que la primaria es la forma para elegir un candidato.
-Cuando se le criticaba por su carácter o se le enrostraba su escasa popularidad, el expresidente Piñera respondía que no era “monedita de oro para caerle bien a todos”. ¿Piensa que la personalidad del exmandatario ayudaría a convocar las voluntades que según usted Chile necesitará?
Lo reitero. Quien sea el próximo Presidente de Chile va a tener que gobernar de esta forma. Estoy convencido que habrá, a lo menos, cuatro candidaturas presidenciales principales, y de ellas, las que pasen a segunda vuelta, con suerte superarán el 30 por ciento de los votos, por lo tanto, esta segunda vuelta será cabeza a cabeza, la más disputada desde los años ‘90. Ante ese panorama, los candidatos deberán establecer puentes de comunicación, cordones umbilicales, correas transportadoras, como usted quiera llamarles, porque será necesario generar mayorías en el Parlamento para poder gobernar. Por lo mismo, los futuros presidentes no serán superhéroes. Ya sea Piñera, Lagos, Guillier o el que aparezca, todos tendrán que gobernar de manera diferente porque ninguno se va a acercar desde el punto de vista de la representación parlamentaria a tener una mayoría.
Lo que no se puede tener es la actitud de la Presidenta Bachelet, que tiene 80 por ciento de rechazo y sigue tal cual. Aquí se necesita a alguien que sea capaz de corregir, de conversar con todos, de entenderse, de generar compromisos. Se requiere alguien que convoque, no uno que divida y, por eso, caracteres como los de los expresidentes Lagos y Piñera tendrán que amoldarse a esas circunstancias. Deberá haber equipos distintos de los que hemos visto hasta ahora, quizás ya no nos encontraremos con gabinetes unicolores, sino que tendremos fórmulas políticas que hoy no se avizoran.
-Candidatos con menos experiencia política, como Alejandro Guillier, por ejemplo, ¿podrían hacer un buen papel en este nuevo escenario?
El gobierno que viene tiene que ser de colaboración, de coalición, de integración, y eso lo puede lograr una persona con o sin experiencia política. Tiene que ver con la actitud que tenga. No va a haber espacio para presidentes autoritarios, que creen que se las saben todas y que piensan que pueden imponer su voluntad a rajatabla. Chile no está para eso. Los presidentes aislados, rodeados por un coro de aplaudidores, como los que siempre se instalan en los segundos pisos, no van más.
Las nuevas fuerzas
-Usted habla de que el Chile de hoy requiere nuevos alineamientos. A la hora de buscar aliados ¿sigue mirando a la Democracia Cristiana, por ejemplo?
Efectivamente, desde los ‘90 he sido partidario de un entendimiento entre la centroderecha y la Democracia Cristiana, porque por lo demás es lo que ocurre en la mayoría de los países que tienen un sistema de partidos similares al nuestro. Algunos me dicen que esto es una ingenuidad de mi parte, pero yo lo que veo es que, objetivamente hablando, la DC ha estado particularmente incómoda con este gobierno. Yo me pregunto, con nombre y apellido, ¿qué tiene que hacer Jorge Burgos en la Nueva Mayoría? ¿Van a estar dispuestos los demócrata cristianos a sumarse a una candidatura de Isabel Allende o de Alejandro Guillier? O ¿qué tiene que hacer la DC en una primaria con un candidato que representa al Partido Comunista?, simplemente creo que esa combinación llegó a su punto de término.
-¿Qué tendrían ustedes para ofrecerles a los demócrata cristianos?
Para empezar hay que tener claro que en Chile habrá un nuevo alineamiento. El país ya no se gobernará a dos mitades sino que se configurarán, al menos, cuatro fuerzas políticas principales. Una de ellas plantea un giro profundo y mucho más radical hacia la izquierda. Luego viene la Nueva Mayoría y a continuación un espacio político menos estructurado, donde se inscribe alguien como Andrés Velasco, pero también los DC críticos de la Nueva Mayoría e incluso Amplitud. La cuarta esquina sería la centroderecha. Entonces no se trata de que a la DC se le tenga que ofrecer algo, sino que estas cuatro fuerzas políticas tendrán que establecer ciertos compromisos. No estoy diciendo que se vaya a conformar un gobierno. Tal vez haya mecanismos de colaboración, pero lo que sí hay que hacer es sacarse de la cabeza que a contar del 2018, Chile se va a gobernar tal cual como se ha venido gobernando desde 1990, porque no es lo mismo gobernar un país a dos mitades que hacerlo a cuatro cuartos. Y por lo tanto, aun cuando la gente no lo visualice, cabe de cajón que va a haber nuevos entendimientos, nuevos compromisos y nuevos acuerdos. La gobernabilidad de Chile a contar del 2018 será particularmente compleja, y uno no puede suponer que si están cambiando tantas piezas en el tablero, el juego vaya a ser el mismo. Ése es mi planteamiento, yo no tendría ningún inconveniente para establecer compromisos con la DC o sectores de centro que no se sienten identificados con el giro a la izquierda de la Nueva Mayoría. El tiempo lo dirá.
-¿Cuál debería ser el perfil de un Presidente de la República para gobernar a este Chile tan complejo?
Creo que el conocimiento del país, del Congreso y de las fuerzas políticas será particularmente importante. Primero tiene que ser un Presidente que a diferencia de lo que ha ocurrido con el actual gobierno, tenga absolutamente los pies sobre la tierra. Un Mandatario que asuma que tiene un período de sólo cuatro años y que por eso debe revisar ordenadamente sus prioridades. Yo fui muy amigo de Edgardo Boeninger, el gran consejero político del expresidente Patricio Aylwin. Recuerdo que un día le pregunté cuál fue el mejor consejo que le había dado al presidente Aylwin. Él respondió: ‘le dije que un buen Presidente es aquel que hace pocas cosas bien y no muchas cosas mal’. Quien dirija a Chile desde el 2018 deberá asumir que tiene un país con serios problemas de gobernabilidad política, con una situación económica de restricciones severas y con una obligación de priorizar. Me explico, la gran promesa de este gobierno fue educación gratuita y de calidad para todos y en todos los niveles. Se supone que el 2020 la educación universitaria sería gratuita hasta para las familias de mayores ingresos. Ya está claro que no hay ninguna posibilidad de cumplirla. Por eso a partir del próximo año se deberán establecer prioridades y quien sea Presidente de la República deberá ser capaz de pararse frente al país y decir: ‘no podemos hacer todas las cosas al mismo tiempo, vamos a tener que priorizar y el orden correcto es éste’. Lo que no da para más es seguir inflamando expectativas y engañando a las personas con promesas que no se pueden cumplir.
Renovación valórica
-En uno de los capítulos de su libro usted manifiesta que la derecha necesita una actualización ideológica. Dice: “Cada vez que aparecen temas valóricos, la derecha refleja un altísimo grado de intolerancia”. Eso, según usted debería cambiar, pero ¿se lograrán cambiar valores que para su sector son tan importantes?
Tiene que cambiar. Déjeme darle mi propia experiencia. Yo en el 2010 fui el autor del Acuerdo de Vida en Común -que luego se llamó Acuerdo de Vida en Pareja y terminó aprobándose como Acuerdo de Unión Civil- donde planteé que los países tienen todo el derecho, si así lo estimasen mayoritariamente, de preservar el matrimonio para un hombre y para una mujer, pero que para tomar esa decisión tienen la obligación política de establecer una institución que valide la vida en común de las personas del mismo o de diferente sexo. Cuando propuse esto, recibí una andanada de descalificaciones de la centroderecha. De hecho, hasta el final, el proyecto que se transformó en ley el 2014, fue casi unánimemente rechazado por todos los parlamentarios de mi sector. Algo que para mí era incomprensible, porque estaban en contra del matrimonio igualitario y también de la unión civil, es decir, no estaban dispuestos a abrirse a ninguna solución para la vida en común de las personas que se aman y que son del mismo sexo. Para mí eso habla de una centroderecha que no es capaz de abrirse, pero también quiero decir que si hoy se repitiera la votación del Acuerdo de Unión Civil, creo que una gran mayoría de los parlamentarios de mi sector votaría a favor.
-¿Usted apoyará el proyecto de Matrimonio Igualitario que ya comprometió para su gobierno la Presidenta Bachelet?
No, no lo voy a apoyar, precisamente porque mi convicción es que es legítimo que un país resuelva que una institución como el matrimonio se preserve para un hombre y una mujer, en el entendido que exista una institución equivalente para las personas del mismo sexo, que ahora en Chile existe. No estoy diciendo nada distinto de lo que tiene Alemania y de lo que tuvo Francia hasta hace un par de años.
-Y en el proyecto de aborto en tres causales ¿votará a favor?
Yo soy contrario al aborto y, por lo tanto, voy a rechazar el proyecto. Creo además que ese proyecto tiene un cierto contrabando, porque cuando está en peligro la vida de la madre, los médicos pueden realizar todas las intervenciones, cualquiera sea su naturaleza para salvar a esa madre. De manera que esa causal está metida donde no corresponde. Y no estoy de acuerdo con las otras dos causales.
-¿Hacia dónde iría entonces esa renovación valórica que usted propone para la derecha?
Nosotros ya hemos planteado una diferencia clara en términos de lo que son las uniones civiles, yo considero que en una coalición amplia de centroderecha puede haber personas, como yo, contrarios al aborto, pero no creo que haya que estigmatizar, por ejemplo, a personas que creen que el aborto en el caso de la violación se justifica, por lo tanto ahí es donde estoy planteando una apertura, en una coalición donde coexistan visiones particulares, y no se margine a ninguno por tener una opinión u otra.
¿Y las regiones?
-Dentro de la propuesta que usted desarrolla en la tercera parte del libro, ¿dónde quedan las regiones?
Las regiones son muy importantes, pero también le agregaría dónde quedan los municipios, porque la verdadera descentralización tiene que ver con las regiones, pero simultáneamente con los municipios. En este gobierno en materia de regionalización se está haciendo una gran venta de humo, porque se está buscando elegir a un gobernador regional sin facultades. La ruta lógica que hace cualquier país para descentralizar en serio es definir facultades y atribuciones, luego traspasar esas facultades, atribuciones y recursos a las autoridades, darles rodaje y, finalmente, elegir las autoridades. Aquí lo hacemos todo al revés, queremos primero elegir autoridades para generar el máximo de expectativas y arreglar la carga en el camino. Eso es generar ingobernabilidad y sembrar ilusiones.
Junto con eso, a las municipalidades se les quiere quitar una de sus tareas más importantes, como es la gestión de la educación pública. Finlandia, Noruega, Bélgica y Holanda, por mencionar algunos de los países que supuestamente son el espejo en que Chile debe mirarse en esta materia, gestionan la educación a través de los municipios. Y qué pretende hacer este gobierno, quitársela y entregársela a funcionarios del Ministerio de Educación.
-¿Qué deberían esperar las regiones de un nuevo gobierno?
Traspaso efectivo de atribuciones y de recursos a las autoridades regionales, y un fortalecimiento y no un debilitamiento de la gestión de los municipios. Es un tremendo contrasentido decir que se quiere descentralizar y transformar a los municipios solamente en entes a cargo del aseo y del ornato de una comuna.
-¿A quién le entregará la banda presidencial Michelle Bachelet?
Está por verse. Espero que se la entregue a una persona que represente un cambio en la actual orientación del país, y creo que la persona que está más perfilada en este minuto para ello es el expresidente Piñera.