Los expertos hablan de la inmigración en Chile como un “fenómeno” y no como un problema. Si antes los extranjeros que buscaban asentarse en el país provenían de Europa y Medio Oriente, hoy son nuestros vecinos latinoamericanos, quienes optar por venir a vivir a este país. Llegan en busca de mejores perspectivas de vida y no pocos lo hacen escapando de la inseguridad que dicen sentir en sus tierras. En Concepción, los más numerosos son los colombianos, seguidos de los peruanos y ecuatorianos.
Por Natalia Messer Molina.
El Chile del siglo XIX y XX recibió inmigrantes principalmente de Europa y Medio Oriente. Fueron alemanes, británicos, holandeses, croatas, suizos, franceses, árabes, entre otros, los que vieron en esta tierra una posibilidad de desarrollarse y crecer. Lo hicieron en una época donde la población nacional era inferior a la actual y también, en algunos casos, con el patrocinio de los gobiernos, como ocurrió en la presidencia de Manuel Montt con la colonización de alemanes que se asentaron en el sur de Chile.
Hoy, la huella de estos primeros inmigrantes se deja ver notoriamente en familias que aún conservan las tradiciones de sus antepasados, pero que ya se han mimetizado en el Chile actual.
Pero el paradigma cambió. Si hasta la década de los ’70, los inmigrantes llegaban de otros continentes, en el presente lo hacen vecinos latinoamericanos, provenientes de países fronterizos. La tendencia actual muestra que el 63 por ciento de los migrantes en el país son nacidos en Latinoamérica y el Caribe.
¿Pero quiénes son? A nivel nacional encabezan el listado los peruanos (33,3 %), le siguen argentinos (15 %), colombianos (13,8 %), bolivianos (7,4 %) y ecuatorianos (4,8 %). La población colombiana es la que más se ha desplazado por todo Chile. Son numerosos en el norte, pero también están presentes en zonas del centro y del sur. Sus razones para venir a nuestro país obedecen preferentemente a factores laborales, aunque en el caso de los colombianos y venezolanos, la inseguridad que, refieren, viven en sus naciones de origen los ha motivado a emigrar.
Según un documento sobre inmigración del Centro de Estudios Públicos (CEP) del 2013, se indica que en Chile la mayoría de los extranjeros se desempeña en oficios de asesoría doméstica (13,2 %), vendedores y demostradores de tiendas y almacenes (6,9 %), obreros de la construcción (2,9 %), camareros y taberneros (2,2 %), entre otros.
Los obstáculos que hay que saltar
Si bien Chile recibe a los nuevos inmigrantes ofreciéndoles una mejor situación económica y un ambiente de mayor seguridad que su suelo natal, en algunos casos también hay temas pendientes y obstáculos con los que se encuentran al arribar al país.
“No existe política migratoria en Chile”, dice el jefe del Departamento de Extranjería y Migración de la Gobernación Provincial de Concepción, Luis Navarro Rebolledo. La autoridad explica que lo que existe en el país es un decreto ley, dictado en 1975, y su reglamento, que fue más bien una disposición legal bastante punitiva, donde se daban más trabas que beneficios.
Uno de los temas que hasta hace poco complicaba a los extranjeros en Chile era conseguir un contrato de trabajo, porque se exigía al empleador pagar el pasaje de regreso a su país, compromiso que debía ser certificado ante un notario público. Esto provocaba que los empleadores desistieran de contratar migrantes. Pero eso ya cambió en marzo de 2015, porque se hizo una modificación al reglamento de extranjería. “Podemos decir que hoy entregamos una visa temporaria con un contrato de trabajo, para que puedan trabajar en cualquier lugar y con cualquier empleador”, señala Luis Navarro.
Hoy la visa temporaria es la más requerida en la Región del Biobío. Este documento se solicita especialmente por temas de trabajo y normalmente dura un año, con la posibilidad de ser prorrogada.
Otro obstáculo que logró revertirse fue la prestación de salud a extranjeros en proceso de legalizar su situación. Hasta abril pasado en los servicios de salud del país se les negaba la atención por no poseer un carnet de identidad. “Actualmente ya se formalizó un convenio entre los ministerios del Interior y de Salud para que los migrantes tuvieran acceso a la salud primaria y, también, si es un trabajador con visa en trámite pueda tratarse con Fonasa”, anuncia Navarro.
Pero a pesar de que estas trabas han encontrado una solución, aún quedan temas pendientes, como detalla el doctor en Sociología e investigador sobre temas de migración en Chile para la Universidad Alberto Hurtado, Nicolás Rojas Pedemonte, quien explica que la legalización de documentos para los extranjeros sigue siendo burocrática, especialmente para aquellos que son profesionales y que desean desarrollar su actividad en Chile.
El sociólogo actualmente realiza un estudio para el Servicio Jesuita Migrante (SJM), centrado en flujos migratorios colombianos y haitianos presentes en el país.
En una charla organizada por la Facultad de Gobierno de la Universidad del Desarrollo, en Concepción, sobre proyecciones de inmigrantes en la Región del Biobío, el investigador se refirió a este fenómeno que, dice, tiene características propias. Agrega que dista mucho de ser una problemática siquiera parecida a la que actualmente afecta a Europa, por causa de los miles de hombres, mujeres y niños que se desplazan hacia sus costas -provenientes la mayoría del Medio Oriente, África y Asia-, en busca de refugio por la situación bélica y de pobreza en sus naciones de origen, en lo que se ha llamado la mayor crisis migratoria de las últimas décadas. “La inmigración en Chile no es un problema social. No somos un país de migrantes como tal. Estamos transitando hacia ello”, expone.
El investigador aclara que es un fenómeno, porque a pesar de que Chile ha experimentado un aumento de la población inmigrante, ésta representa sólo un 2,5 por ciento de la población en el país. Esta cifra ni se acerca al 10 por ciento que alcanzan los países desarrollados.
La llegada de los colombianos a Chile
Concepción también está experimentando cambios en su población de inmigrantes. Desde hace cinco años los colombianos superaron en número a los peruanos, quienes por bastante tiempo lideraron el porcentaje de migrantes en la capital regional.
Los colombianos asentados en Concepción provienen en su mayoría del departamento del Valle del Cauca, integrado por 42 municipios, entre los que destacan Cali y Buenaventura. Esta última localidad corresponde a una de las zonas que concentra mayor cantidad de afrodescendientes de ese país. “Es un pueblo muy deprimido, donde las oportunidades no se le brindan a la población local”, explica el sociólogo Rojas. Tienen características propias, que los distinguen bastante de los chilenos, sostiene. Quizás por un factor geográfico y climático, son de prácticas más festivas.
“Nuestra sociedad es más pacata. Por ejemplo, si una colombiana se viste con menos ropa que las chilenas eso nos llama la atención, o si su trato es más cariñoso y alegre”, dice el investigador. Por eso, también, el choque cultural que se produce entre ellos y nosotros, que se da notoriamente en la zona norte de Chile, donde hay una gran cantidad de colombianos que realizan sus propias festividades y que, a veces, ocasionan un roce con los chilenos, que no están tan acostumbrados o no entienden las costumbres de estos inmigrantes.
Actualmente, la población colombiana en Chile totaliza unas 50 mil personas, lo que corresponde al 13.8 % de migrantes en el país. Hay que destacar, además, que Colombia tiene una gran población de ciudadanos emigrantes. Son cerca de 3 millones de colombianos los que se encuentran repartidos por todo el mundo. Sus razones: temas de trabajo, familia y seguridad. En cuanto a situaciones de conflicto, sólo Afganistán los supera con más desplazados por el mundo.
“La cantidad de colombianos emigrantes por el mundo corresponde a la misma población que tiene Uruguay. Son casi un país”, dice Nicolás Rojas.
Los nuevos penquistas
En la Región del Biobío, según datos aportados por el Departamento de Extranjería y Migración, los extranjeros llegan a 12.500. En la provincia de Concepción hay cerca de 6.500, a los que se suman otros mil que pertenecen a la “población flotante”, es decir, tripulantes, turistas, profesores y estudiantes de paso.
Colombianos, peruanos y argentinos son las principales nacionalidades que aquí llegan. En el último tiempo también se ha notado bastante la presencia de venezolanos, que por la situación política y económica de su país, ven en Chile un buen lugar para radicarse. Esto tal y como hicieron en el pasado los españoles, quienes a principio del siglo XX dejaron su nación, huyendo de la Guerra Civil.
Los nuevos penquistas tienen una edad que va desde los 15 hasta los 45 años. En cuanto al género, los hombres superan a las mujeres.
Según datos que maneja Nicolás Rojas -a partir de la encuesta Casen de 2013-, en la provincia de Concepción viven 866 colombianos, seguido por 706 peruanos. Las comunas con mayor cantidad de colombianos son Concepción (189), Tomé (149) y Los Ángeles (344), esta última cifra, y como explica Nicolás Rojas, se debe a que muchos inmigrantes de este país se encuentran realizando labores de campo en la capital de la provincia de Biobío. Aún así, estas cifras podrían aumentar, ya que se contabiliza sólo a las personas que respondieron la encuesta. Pero, de todas formas, representan la tendencia, que confirma Luis Navarro, quien asegura que desde hace aproximadamente cinco años los colombianos sobrepasaron en número a los peruanos en la provincia de Concepción.
El motoquero soñador
Generalmente, las historias de los inmigrantes sudamericanos en Chile tienen un origen común. Llegan motivados por familiares o por amigos que ya se encuentran asentados, con trabajo estable, en el país. Muchas veces ellos los reciben y ofrecen un techo en una primera etapa, o también los ayudan a emplearse.
Por eso la experiencia del colombiano Julio Garzón Vergara destaca entre las de sus pares. Arribó a nuestro país un 25 de noviembre de 2003 prácticamente con la manos vacías, sin conocer a nadie y sin tener idea alguna de lo que sucedería con su suerte en este lugar del que poco o nada sabía. “Llegué primero a Iquique con tan sólo 7 mil pesos chilenos”, cuenta. Lo hizo porque en Colombia ya no podía seguir viviendo: “Yo escapé de la violencia”, asegura.
Este oriundo de la costa norte colombiana (Montería) pasó antes por Ecuador, Perú y Bolivia. “En esos países me trataron muy bien, pero escogí Chile porque era lo que estaba más lejos geográficamente del mío”, dice. Estando en Iquique decidió que lo mejor era irse a Santiago, pues ahí podrían ayudarle con un trabajo y un sitio donde alojar. El problema es que no tenía dinero para el traslado. Gracias a la ayuda de un sacerdote, pudo pagar los pasajes que le permitieron pisar la capital chilena. “No tenía ni un peso, pero traía muchas esperanzas”, cuenta.
Cuando llegó al terminal de Santiago comenzó a pedir dinero en la calle. Le regalaron 100 pesos y con eso pudo llamar a la Vicaría de Pastoral Social del Arzobispado. Allí, le dijeron que podía alojarse en el Hogar de Cristo de Mapocho con Esperanza, y eso hizo por 11 días.
Cuenta que al ver su situación, y justo el día de su cumpleaños, lloró solo sentado en un banco de una plaza, pero que ese desahogo le dio fuerzas para seguir adelante. En Colombia tenía un taller mecánico para motocicletas, así es que comenzó a buscar empleo con la seguridad de su expertis en este oficio.
Entonces, las cosas cambiaron y una oportunidad apareció: “Encontré empleo en un taller de motos en Providencia. El dueño del taller me dio una especie de cambuche, así le decimos nosotros a las camas y ahí estuve”, recuerda.
A Concepción llegó en el 2004, por amor. Había conocido a una chilena por chat, que era oriunda de Talcahuano. La relación fue prosperando con el tiempo hasta que decidió radicarse en la Región del Biobío. Su suerte ya había cambiado, su trabajo, dado frutos y, por ello, pudo instalar su propio taller mecánico de motos, que se encuentra actualmente en calle Ejército, entre Caupolicán y Rengo. Su local se ha convertido, cuenta entre risas, en una especie de consulado para sus compatriotas. Allí, él mismo da orientación y apoyo a los recién llegados, aunque recalca que si hay uno que anda “en malos pasos”, lo detiene de inmediato, porque quiere cuidar la imagen de los colombianos que vienen a Chile.
Hoy puede decir con soltura que tiene una vida tranquila junto a su esposa e hijo, nacido en Chile. Además, cuenta que ya se siente parte del país, porque obtuvo la nacionalidad chilena, aunque también conserva la colombiana. De Concepción lo que más valora es la seguridad que le brinda el entorno.
“Chile es un paraíso comparado con Colombia, donde desaparecen a diario cientos de personas. Y Concepción es muy acogedor desde mi punto de vista. Pero veo que los vecinos de ustedes, como bolivianos, peruanos y argentinos, no son tan bien recibidos”, opina.
Arepas con sabor a Colombia
En el restaurante pub Latinos & Long Play, de Concepción, Eduard Alirio Montaña Orobio prepara arepas, una tradicional receta colombiana. Lo hace como si tuviese mucha expertis, pero ésta es la primera vez que se mete a una cocina. “Estas arepas son como las empanadas chilenas, pero la diferencia es que nosotros usamos harina de maíz”, explica. A pesar de que su vida ahora en Chile transcurrirá en el rubro gastronómico, su especialidad es muy específica: los tornos.
Es oriundo de Cali y llegó hace seis meses. Se vino a Concepción porque su pareja, también colombiana, tiene familiares aquí y decidió radicarse en este país. De hecho, actualmente vive con su novia y la hermana de ella en una casa que arriendan en calle Argentina, en Concepción.
Muchos de sus compatriotas viven en ese sector, comparten casas para abaratar costos o subarriendan piezas mientras lograr costear un lugar para ellos solos.
Eduard poco sabía de Chile, porque sus vínculos familiares y laborales siempre fueron con Estados Unidos y España. La mayoría de su familia, de hecho, vive en Norteamérica.
“Desde Colombia, viajamos siete días por tierra y llegamos a la frontera de Perú con Chile. Entramos por Arica”, cuenta. Luego eligieron a Santiago como destino, donde el panorama no fue del todo bueno: “Duramos un mes, repartí currículums y me fue mal. Tenía otra visión de Chile. Pensé que conseguiría trabajo fácil”, dice.
Tras ese fracaso, decidieron optar por Concepción. Así es como llegó al trabajo que hoy tiene en el restaurante. Su experiencia tiene de dulce y de agraz, reconoce. “Por un lado he sentido discriminación, especialmente en Santiago, donde la gente es muy grosera. Tienen prejuicios sobre la comunidad colombiana, porque ha habido compatriotas que han llegado a Chile a hacer cosas malas, pero no son la mayoría”, asegura. Se refiere a la asociación que se hace con algunos colombianos con el ejercicio de la prostitución y el narcotráfico.
También le ha llamado la atención que la gente lo mire por su color de piel. ¿Y es que nunca han visto a un negro aquí? se pregunta. Cuenta que incluso ha habido personas en Concepción que le han pedido fotografiarse con él. Sobre lo mismo, recuerda una situación que lo puso muy incómodo: “Un día caminando en el centro, un señor y una señora comenzaron a hablarme. La señora me miraba mucho. Ella decía, ¿es real? Lo decía como si ninguno hubiese visto antes a una persona de color”.
Pero no todo es malo. De la capital regional destaca, igual que Julio Garzón, su tranquilidad, pues en Cali dice: “Ni siquiera se puede sacar el celular en la calle para revisar una llamada o un mensaje. Si quieres sacar plata es lo mismo. Siempre está el peligro de que te asalten. Aquí puedes ir a un cajero y sacar dinero, allá esas máquinas están muy resguardadas”.
Sí extraña la amabilidad de la gente en su tierra, donde los extranjeros son tratados como un colombiano más, independiente de su raza. Pero tiene claro que su futuro no está en su país natal, y al parecer tampoco en Chile, porque su sueño es poder vivir a Estados Unidos, donde por su especialidad le pagan muy bien, y por horas.
El garzón que quiere ser periodista
La segunda mayor cantidad de inmigrantes en la Región son los peruanos. Se desenvuelven principalmente en el comercio y ahora con el boom de la gastronomía peruana, hay muchos jóvenes y adultos de ese país que están viendo en Chile una oportunidad para radicarse.
Tal es el caso de Kevin Amado Toribio, de 22 años. Este joven inmigrante llegó a Chile y a la Región del Biobío con muchos sueños desde la localidad de Trujillo, Perú.
Llegó un 9 de julio de 2013, dos días después de su cumpleaños. Lo hizo por dos razones fuertes: ayudar a su madre y a sus dos hermanos, de 12 y 5 años, y también tener cierta independencia y desarrollo profesional, estudiando en alguna universidad chilena la carrera de comunicación social. Aún con esperanza quiere ser periodista. “Creo que en un año más me pongo a estudiar”, planifica.
Actualmente, trabaja en el restaurante peruano Fina Estampa, como garzón. Trabaja casi seis días a la semana y tiene un sólo día entero de descanso, más el mediodía del domingo. Pero el esfuerzo, cree, vale la pena porque con el tiempo se obtendrán frutos.
A este trabajo llegó porque un primo lejano, que ya se encontraba en Chile, y al que ni siquiera conocía. Él lo ayudó a conseguir empleo.
Estando aquí, y con el dinero que ganaba, pudo durante un buen tiempo enviar ayuda a su familia, porque “la vida en Perú es bastante cara y allá la plata chilena es el doble de la moneda peruana”, dice.
Dejó Trujillo porque la vida no era tan tranquila, comparada con Concepción, donde hasta ahora no se ha sentido inseguro, pero sí cree que ofrece “muy pocas oportunidades”, especialmente para los jóvenes inmigrantes.
Su madre y dos hermanos llegaron hace muy poco a la capital regional (marzo de este año). Les pidió que se vinieran, porque los quería tener cerca y también porque el dinero no le estaba alcanzando para ahorrar para sus estudios.
Pero ahora, y con la ayuda de su madre, quien trabaja actualmente como asesora del hogar, el panorama cambió, y con otro ingreso se abren más posibilidades.
Asegura que no ha sentido la discriminación de parte de chilenos y lo que valora de su venida es que este país produjo un cambio en su personalidad: “Antes era demasiado tímido y cuando llegué aquí eso cambió, tengo varios amigos chilenos y acá trabajo con un norte, estudiar y convertirme un profesional, algo que en el Perú veía como bastante lejano”, confiesa.
De regresar a su tierra natal, sólo lo haría como turista. “El año pasado fui a Perú y no sentí la misma emoción que antes. Fue como un hola y luego ya me quería venir a Chile”, cuenta.
Por ahora, Concepción le ofrece un trabajo y, lo más importante, un ambiente seguro. Además, ahora con su familia estando aquí, aspira en el mediano plazo a darle la gran satisfacción a su madre de convertirse en profesional.