Aristóteles Presidente

/ 28 de Noviembre de 2013

mablanco2

Escribo esta columna mucho antes de las elecciones. No sé a ciencia cierta quién se terciará la banda presidencial, si se obtuvo mayoría absoluta o seremos convocados a una segunda vuelta en este proceso que tuvo mucho de circo romano. Hubo gladiadores que quedaron tendidos  en el camino, otros que resultaron con heridas expuestas o sucumbieron en las arenas del Coliseo. A pesar de sus yelmos y corazas, los combatientes sortearon filudas embestidas de lanzas, estocadas y cuchillos. Nueve contendores se jugaron el todo por el todo en su lucha por el poder y, nuevamente, se hizo carne la cita de Maquiavelo: “El fin justifica los medios”.
Si hubiera competido Aristóteles, discípulo de Platón y maestro de Alejandro Magno, yo le habría dado mi voto a ojos cerrados. ¿Por qué a ningún científico se le ha ocurrido clonarlo? El escenario político del planeta sería diametralmente distinto si se aplicaran sus propuestas con el debido rigor y respeto.
En  su tratado “Política”, el filósofo griego plantea conceptos que hoy parecen estar en franca extinción, como “ética”, “virtud” y “bien supremo”. No es mi ánimo enlodar a la totalidad de la clase política chilena, en la que destacan figuras que basan su accionar en principios valóricos y en su propia solvencia moral. Pero, no hay peor ciego que el que no quiere ver. En las encuestas, la ciudadanía sitúa a los políticos en los últimos escaños, cuestionando su probidad, credibilidad, transparencia y tráfico de influencias.
La política fue definida por los griegos como “el arte de gobernar”. Para Aristóteles, que eligió la democracia como el sistema de gobierno más justo, el poder debía ser administrado en el Senado por un reducido cónclave de “sabios”, reconocidos por su condición de “honorables”.
El pueblo estaría representado por una Asamblea. Si ésta institución nos causa sarpullido, ojo, porque la idea es tan vieja como el hilo negro. Fue concebida el año 322 antes de Cristo. En ella, los atenienses participarían en las decisiones de mayor importancia de la “polis”.
El primer objetivo del Estado debía ser “proveer la prosperidad material y la vida virtuosa y feliz de los ciudadanos”. Aristóteles consideró la justicia como “bien supremo” y “virtud” rectora del ordenamiento social. Su legado contempla un modelo de Ciudad-Estado ideal, que se asienta también en la educación y las leyes. Sin duda, la gran trascendencia de su proyecto político fue sentar la base de la gobernabilidad en la ética como principio inmutable. Debiéramos leer a Aristóteles. Quienes nos han de gobernar: políticos, empresarios, intelectuales, dirigentes sindicales, funcionarios públicos, líderes estudiantiles, rectores, maestros denle una miradita a las teorías de un sabio que está por sobre el sistema de flotación de nuestra bochornosa falta de ética. Porque en este país cada quien quiere sacar la mejor tajada de la torta.

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