Prof. Andrés Medina A. Licenciatura en Historia UCSC.
Septiembre es para Chile históricamente fundamental. Más allá de la reconocida conformación de la Primera Junta Nacional de Gobierno, son muchos los eventos significativos ocurridos a lo largo de nuestra historia en ese insigne mes, entre los que ciertamente sobresale la guerra civil de 1891, conflicto que puso fin al gobierno de Balmaceda y que dio inicio a una nueva etapa de la evolución política de nuestro país, el régimen parlamentario.
Fue la mañana del 19 de septiembre de 1891, cuando José Manuel Balmaceda Fernández, un día después del término de su mandato presidencial, decidió quitarse la vida. Una muerte que significó el fin del régimen presidencialista, y que lo transformó a él en el último representante de la herencia portaliana, sistema político que posicionó a Chile en el pináculo del republicanismo americano.
Balmaceda fue el hijo primogénito de una de las más antiguas familias de la aristocracia criolla. Contrajo matrimonio con la penquista Emilia Toro Herrera, distinguida tataranieta del presidente de la Primera Junta de Gobierno, don Mateo de Toro y Zambrano. De este enlace resulta interesante comentar que su suegra, doña Emilia Herrera de Toro, era conocida como la “argentina”, dados sus reiterados actos de hospitalidad hacia exiliados trasandinos que huían de la persecución política. De hecho, fue justamente esa cercanía de su suegra con políticos rioplatenses de alta figuración lo que habría llevado al gobierno chileno a enviar a Balmaceda a Buenos Aires al inicio de la guerra del Pacífico, con el fin de obtener la neutralidad argentina en el conflicto.
La formación cultural de Balmaceda estuvo fuertemente influida por la corriente liberal europea. Y si bien no era un ideólogo, se convirtió en un importante orador político liberal, que apoyaba la libertad religiosa, las garantías individuales, la eliminación de la influencia del poder ejecutivo en las elecciones y la reforma de la Constitución de 1833.
No obstante, las paradojas que revela el ejercicio de la política nos muestran a un Balmaceda liberal, de fuerte liderazgo en su bando que, sin embargo, terminó muriendo en defensa de las atribuciones del poder ejecutivo.
A lo largo de su trayectoria política, fue diputado por cinco periodos, senador y ministro del Interior en el gobierno de Domingo Santa María, para luego, en 1886, asumir como Presidente de la República.
Balmaceda ha sido considerado, con justicia, el mayor constructor del siglo XIX. A la fuerte inversión que hizo en mejorar la educación se sumaron recursos para nuevos caminos, puentes, edificios educacionales, hospitales, puertos, extensiones ferroviarias, telégrafos y hasta teléfonos, obras que dan muestra de su afán por dotar al país de la infraestructura necesaria para apoyar la futura industrialización, que vendría a reemplazar la explotación del salitre que, en ese entonces, sostenía la economía nacional.
“Para algunos, fue un visionario gestor de obras fundamentales para el desarrollo de Chile. Para otros, un arbitrario dictador… Sin embargo, con aciertos y errores, su visión y férreo carácter cimentaron los pilares que han permitido dar vida a proyectos que hoy benefician a toda la población”.
Entre las obras públicas impulsadas en su gobierno destaca la construcción del viaducto del Malleco, colosal obra que -abriendo la conectividad terrestre- permitía la integración económica de La Araucanía desde Concepción, y que el mismo Balmaceda viajó a inaugurar en 1890.
Su gestión también estuvo marcada por la defensa de la soberanía nacional, que lo impulsó a rechazar cualquier monopolio económico extranjero que cuestionara la propiedad del Estado sobre las riquezas nacionales, aunque eso no significaba impedir las inversiones extranjeras para la explotación de recursos naturales, las que fueron aceptadas con la condición de que se respetara la soberanía de Chile. En este ámbito, otro hito trascendente fue la compra e integración a nuestro territorio de la Isla de Pascua, posesión que nos brindó una proyección al océano Pacífico, beneficiándonos estratégicamente para abrirnos al comercio mundial.
En nuestra región, ciertamente, destaca la colocación de la primera piedra del dique seco de Talcahuano, en diciembre de 1890, pocos días antes de iniciarse la guerra civil que golpearía trágicamente al país. De hecho, como antecedente precursor de este conflicto, el viaje de Balmaceda a nuestra zona estuvo marcado por manifestaciones de todos los grupos políticos contra el presidente que -consideraban- estaba preparando una dictadura.
Con todo, Balmaceda fue un político ante el que nadie queda indiferente. Para algunos, fue un visionario gestor de obras fundamentales para el desarrollo de Chile. Para otros, un arbitrario dictador dispuesto a pasar por sobre la institucionalidad. Sin embargo, con sus aciertos y errores, su visión, sensibilidad y férreo carácter cimentaron los pilares que han permitido dar vida a proyectos que hoy benefician a toda la población.