Paulina Spaudo Valenzuela
Psicóloga Clínica Infanto-Juvenil
Perito Forense Infanto-Juvenil
Terapeuta de Juego orientado al Trauma
Académica USS.
Han pasado algunos días desde que fui invitada a realizar un taller para los trabajadores de una empresa local. El objetivo era sensibilizar a los directivos sobre la importancia de comprender el rol parental y la compatibilidad que debería existir entre las demandas familiares y los desafíos laborales de cada trabajador.
Me preguntaba en ese momento ¿por qué era necesario sensibilizar a los empresarios, considerando que muchos de ellos también cumplen un rol parental y se ven tanto o más exigidos por sus responsabilidades? Y es que, al parecer, comprender la importancia de conciliar los ámbitos de la familia y el trabajo se ha vuelto una necesidad más presente y requerida en esos espacios, siendo un desafío lograr un estado de bienestar integral en las personas, como un recurso protector hacia sí mismos y su entorno.
Desde que la mujer decidió incorporarse al trabajo remunerado, se comenzó a generar un “vacío” en los hogares, intuyéndose un posible descuido de los niños, niñas, adolescentes y adultos mayores. Complejo escenario pensando que, por una parte, se lograba un anhelo esperado para la mujer y, por otra, se proyectaba un desajuste o desequilibrio en la familia por la pérdida de rutinas donde ellas, en su rol de madres, esposas o hijas tenían total protagonismo.
Es desde ese momento que se comienzan a recibir múltiples quejas a raíz de este desajuste que impactaba preferentemente a la infancia, y que no ha podido ser cubierto en su totalidad por el apoyo del padre o de terceros, quienes, si bien intentan integrarse a las labores del hogar, aún y según lo refieren las investigaciones, no alcanzar a completar ese rol que desarrollan las mujeres.
Según datos de Comunidad Mujer (2017), tomados de la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo, en Chile somos las principales cuidadoras de niños, niñas y adolescentes. Específicamente en cuanto al cuidado de pequeños de 0 a cuatro años, si bien el 90% de hombres y mujeres dedica algo de su tiempo a estas labores, ocupamos el doble de tiempo que los hombres, existiendo además diferencias respecto a las tareas específicas de cuidado.
También, estamos más involucradas con funciones como acostar, asear o alimentar, mientras que jugar es una de las actividades a la que los hombres le dedican más tiempo. Esos resultados permiten inferir que las mujeres siguen siendo recargadas y, por ende, requieren de políticas que les permitan descomprimir esta tensión por sobrecarga de tareas.
¿Qué se puede hacer? Según refirió en esa actividad la directora de SerMas Consultores, es un compromiso del Estado y del mundo empresarial impulsar e implementar prácticas laborales que promuevan la conciliación de familia y trabajo, para impactar en el bienestar y la satisfacción de los trabajadores y de los miembros de sus familias. Certificaciones como la Norma Ch3262, sobre Gestión de igualdad de género y conciliación de la vida laboral, familiar y personal, han posibilitado que las organizaciones instalen en sus políticas internas prácticas pensadas en las familias, para que sus trabajadores equilibren las demandas con sus necesidades, atendiendo a su núcleo familiar y a su entorno laboral de manera eficiente y eficaz.
Con mucho agrado me percaté que la actividad realizada en esta empresa no les fue completamente ajena, ya que habían iniciado la implementación de políticas que favorecían el ejercicio de la parentalidad con ciertas flexibilidades que, finalmente, se traducían en el bienestar psicológico de sus trabajadores.
Recuerdo que dentro de las iniciativas citaban poder retirarse el viernes más temprano y dedicarles esa tarde a sus hijos. También, que algunos padres habían accedido a más días en el periodo post nacimiento de sus hijos, y que habían vivido esas experiencias como satisfactorias, o que en ocasiones podían realizar una jornada de trabajo online cuando un hijo estaba enfermo. Todas decisiones que reflejaban un esfuerzo alineado con la actual tendencia país, que propone incorporar cada año mayor cantidad de normativas o beneficios que permitan a sus trabajadores cumplir con mayor holgura su rol de paternidad y maternidad, con el respaldo de su empresa y del Estado.
Fue muy satisfactorio observar al menos en esta experiencia que nuestro país camina hacia la comprensión de los requerimientos de miles de padres y madres, ampliando normativas y beneficios para lograr una mayor equidad de género. Es de esperar que estas incidan favorablemente en las próximas mediciones de salud mental infantil y adulta, dado que este es un indicador sustantivo que da cuenta del sentir de muchos padres y madres que aún asocian a la parentalidad con un malestar y no con un bienestar.