Por Viviana Vejar,
profesora investigadora de Faro UDD.
El Black Friday es un evento que comenzó en Estados Unidos a mediados de los 50, por una simple casualidad. Según el medio Telegraph, el sábado siguiente al día de Acción de Gracias tendría lugar un partido de fútbol americano, en el que se enfrentarían el ejército y la marina. Como nadie quería perderse el partido, la gente salió en masa a hacer sus compras el viernes anterior, por lo que ningún policía pudo llegar temprano a sus casas ese día. Para las personas, ese fue un día ajetreado, pero para los policías fue un viernes negro, debido a la imposibilidad de descansar para asistir al gran evento deportivo que tendría lugar el día siguiente, ya que tuvieron que extender su jornada laboral y sus turnos, con el propósito de controlar a quienes llenaban los negocios, y el tráfico que colapsaba en las calles.
Fue tal la cantidad de ventas y el éxito comercial en aquella oportunidad que, poco a poco ese día comenzó a transformarse en una institución, donde cada año el comercio minorista protagoniza la escena mientras hace rebajas para atraer a los potenciales consumidores. Estos últimos comenzaron a considerar los descuentos como una oportunidad para adelantar los regalos de Navidad a precios atractivos para el bolsillo.
En 1975, el periódico The New York Times publicó un artículo en el que se recordaba el evento del caos en el tráfico causado por las ventas de ese viernes previo al partido y, a partir de allí, comenzó a usarse culturalmente la expresión Black Friday, para hacer referencia a las compras masivas de aquel fin de semana.
“El escenario macroeconómico que se avecina no es muy halagüeño. No cabe duda de que la inflación anual, si bien se ha ido ‘desinflando’, terminará en dos dígitos de todas maneras. Tanto el Black Friday como el Cyber Monday son excelentes oportunidades dadas por el mercado para capear los efectos negativos de la pérdida del poder adquisitivo, siempre y cuando las compras se hagan al contado o en cuotas sin interés”.
Black-Friday Global es el sitio oficial del evento donde se puede encontrar datos estadísticos e información bastante precisa para cada país que participa de esta fecha. El sitio señala que el 32% de los encuestados chilenos sabe de antemano lo que adquirirá, y que comprará en promedio 3,4 productos. El gasto ronda los $172.856 -unos 189 dólares-, cifra bastante alta comparada con países como Brasil (USD$82), Rusia (USD$136) o Turquía (USD$81). En cambio, si se compara a Chile con países más desarrollados, el gasto es menor. En Estados Unidos los consumidores esperan gastar unos USD$485, los canadienses, USD$430 y los británicos, alrededor de USD$397.
Sin embargo, aunque las críticas del Black Friday y de fechas similares, como el Cyber Monday, generalmente se centran en el desenfreno del consumo, es interesante darle la vuelta al análisis para estudiarlo desde otra perspectiva: la del ahorro, porque no todo es ventas y gasto. Esta es una oportunidad perfecta para hacer las compras navideñas o de bienes durables o semidurables, como electrodomésticos, aparatos electrónicos, ropa y calzado, y por qué no, también para adelantar algunos regalos de cumpleaños de familiares y amigos cercanos. Se estima que el chileno podrá ahorrar cerca de $187.261 (USD$205), dado que las rebajas rondan en promedio un 54% de descuento.
El escenario macroeconómico que se avecina no es muy halagüeño. No cabe duda que la inflación anual, si bien se ha ido “desinflando”, terminará en dos dígitos de todas maneras. Tanto el Black Friday como el Cyber Monday son excelentes oportunidades dadas por el mercado para capear los efectos negativos de la pérdida del poder adquisitivo, siempre y cuando las compras se hagan al contado o en cuotas sin interés. El abuso del crédito puede significar que, a la larga, se profundice el problema, ya que nos encontraremos sufriendo de los efectos colaterales de la recesión mundial y, además, asumiendo deudas con altas tasas de interés, sobre todo si es que los préstamos deben ser repactados una y otra vez.
Parte fundamental del buen funcionamiento de la economía viene dada por los hábitos y patrones de consumo, del buen uso del crédito y de la propensión marginal al ahorro. Muchos de los más aclamados economistas modernos, siguiendo la tradición keynesiana, consideran que el ahorro es perjudicial para la economía. Argumentan que “la rueda del dinero debe seguir girando”. Nada más alejado de la verdad, pues lo que verdaderamente robustece a la economía es la capacidad de ahorro de los ciudadanos, ya que constituyen fondos reales que en el largo plazo serán inyectados con mayor eficiencia en distintos proyectos de mejor valor. Piense usted: ¿no se le hace más fácil gastar en forma desproporcionada e ineficiente cuando hace uso del dinero plástico que cuando lo hace en efectivo o en una sola cuota? Es imprescindible que el consumidor chileno comience a desarrollar una mentalidad económica de largo plazo para sacarle provecho al mercado y al sistema financiero, y no al revés. Y recordar que la pista de tráfico de la economía tiene dos carriles igualmente importantes: el del consumo y el del ahorro.