CARTA A UN DESCONOCIDO AMIGO O AMIGA TRANS

/ 20 de Julio de 2018
María Angélica Blanco Periodista y escritora.

En estos días me cuesta mucho escribirte amigo o amiga trans. No sé cómo llamarte, pues ustedes han vetado la “o” y la “a”, y los plurales que finalicen con dichas vocales. 

Trato de ponerme en su situación y me da la impresión de estar entrando a un espacio desconocido y desgarrador. ¿Por qué digo desgarrador? Porque la identidad de género se refiere al sentido interno que una persona tiene de ser hombre o mujer.

Si tú, joven trans, te sientes atrapado en un cuerpo viril que percibes que no te corresponde, y te das cuenta que no encajas ni en actitudes ni en estereotipos con tus pares del sexo masculino, debes estar viviendo un calvario, buscando desesperadamente encontrar, al fin, tu identidad. ¿Tu gran secreto es sentir como mujer?

Y tú, amiga trans, dotada de pechos y vagina, la verdad es que me intrigas, pues intuyo que no estás cómoda dentro de tu grupo de pertenencia. ¿Estás desorientada, hurgando dentro de ti, cuestionándote, haciéndote preguntas de por qué aún no sabes quién eres? ¿Quisieras cambiar de apariencia cada vez que te miras al espejo?

A veces me pregunto si asistimos a las postrimerías de la definición de sexo masculino y femenino, o si existe un tercer sexo, que habla una jerga casi incomprensible, que incluye usar las palabras elles o les para no utilizar el la, lo y el ellos o ellas. Así, aparentemente, lo está requiriendo este nuevo movimiento, la verba colectiva, las leyes y hasta los trámites para cambiar su sexo registral en el carnet de identidad.

Amigas trans y amigos trans, si aún son niños y advierten que están creciendo dentro de un cuerpo que no sienten como suyo, y tienen inclinaciones muy distintas a las que sus padres esperan de ustedes, no callen, no se torturen en silencio. Hablen con ellos o con algún adulto de su confianza para que los guíe en el difícil camino de encontrar su propia identidad. Me es difícil entenderlos, pero les escribo con muchísimo amor.

Les confieso sentirme afortunada, pues desde pequeña asumí mi cuerpo, mis pensamientos y mis sensaciones más íntimas valorando mi condición femenina. Adoraba leer libros románticos, me identificaba plenamente con las penurias y alegrías de las heroínas, anhelando ser como ellas. Hurgaba en el clóset de mi mamá y me fascinaba ponerme zapatos de taco alto, collares, pañuelos y accesorios, siempre ansiando que llegara el día en que tuviera la edad en que los pudiera estrenar. Recuerdo haber sentido envidia por mis primas quinceañeras que escribían en sus diarios de vida, dibujaban corazones, les ponían llave y me los ocultaban riéndose de mis rogativas para leerlos, llamándome mocosa agrandada.

Pienso en Daniela Vega, nuestra gran referente trans, que ha dado una difícil y exitosa batalla al lograr que se le trate y respete como lo que siempre supo que fue: una mujer fantástica.

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