El caso se mantuvo por años sin resultados y bajo una constante crítica por los errores cometidos en la investigación. Sin embargo, de manera inesperada, una testigo anónima entregó la pista clave que permitió detener al autor confeso del homicidio, lo que, a su vez, también provocó la imputación por parricidio del viudo de Viviana Haeger, quien se supone sería el autor intelectual del asesinato. Pero pese a toda esta evidencia, aún no existe claridad de las razones de su muerte y de la participación de su marido.
Por Rodrigo Aguilera.
“Hija, me voy detenido”. Eso se leía en el mensaje de texto que Jaime Anguita Medel (58) alcanzó a enviar a Vivian Anguita Haeger, la mayor de sus dos hijas, que estaba radicada por estudios en Alemania.
El reloj marcaba las 4.30 de la madrugada del 8 de diciembre de 2015, y el viudo de la contadora Viviana Haeger Masse era detenido por funcionarios de la Brigada de Homicidios de la Policía de Investigaciones de Osorno.
Unas horas antes de su aprehensión, un extrabajador suyo, José Pérez Mancilla (49), había confesado ser el homicida de Viviana y lo había sindicado como el autor intelectual de ese asesinato.
Su madre, su hija menor y otro familiar acompañaban a Anguita en ese momento. Estaban en un departamento ubicado en el centro de Puerto Varas, que se había transformado en su residencia después de que dejaron la casa familiar del Parque Stocker de esa ciudad, en cuya buhardilla fue encontrada muerta Viviana Haeger, el 10 de agosto de 2010.
Muy temprano, los medios de comunicación ya daban cuenta de la noticia. Informaban sobre un vuelco en el homicidio de la contadora e, incluso, en sus ediciones online, algunos aseguraban erróneamente que Jaime Anguita estaba confeso de su participación en el crimen. Más tarde aclararon que el ingeniero civil no había pronunciado palabra al respecto, pues había decidido, como sucedía hasta el cierre de esta edición, guardar silencio.
La misteriosa mujer
El verdadero giro de la investigación de este caso ocurrió un mes antes de la detención del esposo de Haeger.
Sucedió de manera fortuita, cuando una exrea del penal Alto Bonito de Puerto Montt se encontró en la calle con el exfiscal y abogado de la familia de la víctima, Sergio Coronado. En la oportunidad la mujer le manifestó que como agradecimiento al trato digno que él, como persecutor de la fiscalía de Puerto Montt le había dado en una audiencia, estaba dispuesta a entregarle una información delicada que incluso podía poner en riesgo su vida si él daba a conocer su identidad.
Le indicó que durante su estada en la cárcel, una compañera le confesó que sabía quién había matado a Viviana Haeger, pero que estaba amenazada, por lo que no podía entregar ese dato a las autoridades.
Después de detallarle algunos nombres, la misteriosa informante se marchó ante la mirada atónita de Coronado. Nunca se volvió a saber de ella. El abogado dice que jamás revelará la identidad de su fuente.
Así, después de cinco años de investigación, durante los cuales la fiscalía de Puerto Varas acumuló 11 tomos y más de 4 mil fojas de declaraciones que hablaban de mutuos engaños entre la víctima y su esposo, de problemas de pareja, entre ellos una supuesta insatisfacción sexual de Haeger; de las reiteradas declaraciones de inocencia de Anguita, sumado a contradictorios informes de autopsia que habían convertido el caso en un verdadero puzzle, por primera vez aparecía una pista que conducía hacia los autores del crimen.
Los primeros pasos
Sergio Coronado le encomendó al exsubprefecto de la PDI, Yanko Olmedo, hoy integrante de su equipo investigador para el caso, que verificara los datos obtenidos. Olmedo fue parte de la brigada de la policía civil que participó de las primeras diligencias para dar con el paradero de Haeger cuando se presumía que estaba secuestrada. De hecho fue uno de los sancionados administrativamente por los errores cometidos en los procedimientos de aquella parte de la investigación.
Una vez chequeados los antecedentes entregados por la informante de Coronado, el profesional los puso en conocimiento del fiscal Nain Lamas los primeros días de noviembre.
Éste instruyó diligencias a los detectives de la Brigada de Homicidios de Osorno. Ellos habían quedado al frente de la investigación, luego de que sus pares de Puerto Montt fueran apartados de ésta por los errores en que incurrieron durante los primeros días de la indagación: el peor de ellos, no haber revisado la buhardilla donde fue hallado el cuerpo de Viviana Haeger, a pesar de que uno de sus efectivos aseguró al jefe regional de la PDI en Los Lagos que toda la casa había sido examinada: “Se lo doy firmado”, fue su respuesta ante la consulta de su superior.
En los planos de la casa de los Anguita-Haeger no estaba detallada la ubicación de aquella buhardilla, y por eso la policía no se enteró de que existía ese espacio en el segundo piso. Quien fuera mandatado para periciar ese sector del hogar sólo vio el final del techo y la muralla, y creyó, erróneamente, que esa área estaba revisada.
Los detectives de la PDI osornina comprobaron que el dato de Coronado llevaba a personas “reales”, el más importante, José Pérez, un exobrero de la construcción que había trabajado en distintas obras lideradas por Jaime Anguita.
A él se llegó tras entrevistar a la famosa rea de la cárcel puertomontina que aseguraba saber el nombre del culpable. Se trataba de Clara Ruiz Vera, la exesposa de José Pérez, con quien tuvo cuatro 4 hijos. Se habían separado hace aproximadamente 13 años después de varios episodios de violencia intrafamiliar. Ante la policía, la mujer, detenida por tráfico de drogas, ratificó la información que le había contado a la fuente del abogado Coronado: José Pérez era el asesino de Viviana Haeger.
Peso sobre los hombros
Con la identificación de José Pérez como sospechoso, la policía y la fiscalía idearon una estrategia de investigación antes de llegar a él.
Primero entrevistaron a su círculo cercano, para ir reuniendo antecedentes sobre su pasado y evidencia que pudieran contrastar. Así se supo que el 2010, después del asesinato de Viviana Haeger, el hombre apareció con algunas especies que coincidían con las que el viudo reportó como desaparecidas: una cámara filmadora y joyas pertenecientes a su mujer. También, que ese mismo año Pérez no tenía un trabajo estable y que sólo hacía “pololos”, porque su nueva pareja, Flor Villegas, estaba muy enferma y había sido sometida a una operación donde le sacaron uno de sus riñones. Él debía cuidarla.
El lunes 7 de diciembre, pasadas las 18 horas, una pareja de detectives llegó a la casa de José Pérez, ubicada en el sector Valle del Sol, de Puerto Montt. Los policías comenzaron a preguntarle por su vinculación con Anguita y si sabía del caso. Su primera respuesta fue que no tenía idea sobre ese tema. Luego lo interrogaron sobre las especies que se suponía había sustraído de la casa de Jaime Anguita. Reconoció que las tuvo, pero que no había estado en la casa de su exempleador, en el Parque Stocker. Con ese antecedente, lo trasladaron al cuartel de la PDI, ubicado en el sector La Paloma, en Puerto Montt, y le informaron al fiscal Nain Lamas lo que estaba pasando.
Cerca de las 19 horas el persecutor llegó al lugar. Con la autorización de Pérez y previa lectura de sus derechos, comenzó a interrogarlo.
Durante la conversación, José Pérez se quiebra y le dice al fiscal que lleva un peso sobre sus hombros, por lo que necesita contar la verdad. En su relato de los hechos asume su culpa. Confiesa que él fue quien mató a Viviana Haeger, pero aclara que actuó “bajo el interés de otro”, a cambio de dinero. Ese otro, dice, es Jaime Anguita. El interrogatorio se extendió durante seis horas. Finalizó cerca de la una de la madrugada del martes 8 de diciembre y quedó estampado en cuatro hojas. A esta declaración tuvo acceso Revista Nos.
En ella, Pérez cuenta sobre su relación con Anguita y cómo fue que llegó a cometer el homicidio. Señaló que lo conocía desde hace 20 años, que había trabajado con él en distintas obras, en diferentes empresas. “En todo ese tiempo me fui haciendo amigo de don Jaime y me empezó a tener harta confianza”. Ese vínculo hizo que Anguita le encargara varios “pololitos” en su domicilio particular.
Asegura que mientras trabajaba en la constructora Puerto Octay, donde el marido de Viviana era ingeniero jefe residente, éste le pidió que instalara una campana para su cocina a gas y reparara una cerámica de su casa del Parque Stocker. “Mientras trabajaba, un día don Jaime salió muy enojado y me dijo que siguiera con lo mío. Al entrar me doy cuenta que la señora Viviana estaba sentanda en el living llorando y tirándose el pelo, por lo que me acerqué y le llevé un vaso de agua. Ella se tomó unas pastillas y decía que don Jaime tenía otra mujer”. Añade que en otra oportunidad también los vio discutir por diferencias en la forma para hacer las “tazas” de los árboles del jardín. Finalmente se impuso la voluntad de Anguita. A lo que ella respondió, según consta en la declaración de Pérez: “Claro, para la otra lo que quiera”.
José Pérez dice que no recuerda la fecha exacta (dato que es vital para la investigación y que hoy busca determinar la fiscalía), pero que fue después de la operación de su mujer cuando Jaime Anguita lo llamó a su celular y le dijo que le tenía una “peguita”. Al día siguiente, fue a la constructora Puerto Octay, y sostuvieron una conversación dentro de una camioneta. En ese momento, Anguita le manifestó que “estaba harto de su señora… que le cargaba que doña Viviana llamara a su mamá o a su hermana, que vivían al lado, o que su mamá se fuera a meter a su casa, que estaba aburrido”. “Me pidió que fuera a su casa a matar a su mujer y que me llevara el cuerpo. Antes de responderle, le pregunté cómo iba a sacar el cuerpo, y él me dijo que yo viera cómo, pero que me pagaría cinco millones de pesos y que sabía que yo necesitaba dinero”. Confesó que: “Como estaba mal de plata y mi pareja estaba enferma, acepté su proposición”.
El ingeniero le indicó que luego que hiciera desaparecer el cuerpo, lo debía llamar por teléfono, “para despistar”, desde un centro de llamados que no tuviera cámaras. Pasados unos días del acuerdo, Pérez recibió la orden del día y hora en que debía asesinar a Viviana y del momento en que tenía que hacer el contacto para asegurar que la misión estaba cumplida.
El día del crimen
José Perez relató que el 29 de junio del año 2010, pasadas las 10 de la mañana, llegó a la casa de su expatrón con la excusa de que iba a buscar una herramienta. Al llegar a la parcela de los Anguita-Haeger tocó la puerta que daba al estacionamiento donde estaba el auto de Viviana con el motor encendido. “Ella me abrió la puerta, me saludó y me pregunto qué necesitaba, porque iba saliendo. En ese minuto inventé que buscaba una sierra para cortar fierro porque estaba haciendo unos trabajos en la parcela de al frente”. Su víctima le pidió que la esperara mientras buscaba las llaves de la bodega donde estaba la herramienta, apagó el motor de su auto y ambos ingresaron al cuarto. “Cuando ella levantó su brazo derecho para sacar la sierra, estando yo detrás, tomé su brazo y se lo doblé sujetándolo con mi mano derecha”. Con su otro brazo intentó taparle la boca, pero su víctima trató de morderlo. “Luego la apunté con dos dedos en su espalda simulando tener un arma y la obligué a entrar a la casa, diciéndole que si gritaba, disparaba”. Se dirigieron al dormitorio matrimonial que estaba en el segundo piso. Cuenta que en el trayecto, ella le pedía que la soltara, le aseguraba que le podía dar 500 mil pesos que en ese momento tenía en su poder y que si necesitaba más podía pedirle a su hermana que estaba al lado. “Pero yo le dije que iba a recibir más. Me preguntó quién me estaba pagando, y yo le dije que debía imaginárselo”.
Luego la botó boca abajo sobre la cama, con las rodillas en el suelo, “juntando sus brazos, sujetando con una sola mano las dos mangas de su chaqueta por detrás. Después tomé una bolsa plástica que contenía unos ovillos de lana, procedí a vaciarlos sobre la cama, y puse la bolsa en su cabeza, poniendo mi mano en su boca y nariz hasta asfixiarla”. Agrega que Viviana Haeger dejó de moverse poco a poco.
En su declaración, el homicida reconoció que la mujer no opuso resistencia, “porque era muy flaquita”, por lo que no fue necesario golpearla y que se dio cuenta que estaba muerta “principalmente porque dejó de respirar y porque se orinó en el piso”.
Tomó el cuerpo sin vida de Viviana Haeger y con la ayuda de un “choapino” la trasladó hasta la puerta del entretecho (la buhardilla donde la encontraron), que estaba en el mismo dormitorio. Él entró primero, la tomó por debajo de las axilas y fue caminando hacia atrás con mucho cuidado porque el lugar estaba oscuro. La dejó en ese espacio, salió y usó el choapino, que había quedado fuera de la puerta, para secar los restos de orina sobre el piso.
Acto seguido, tomó una filmadora que estaba sobre un mueble, una cámara fotográfica y una caja metálica de color rojo y los echó dentro de su mochila, para luego salir de la casa por la puerta que daba al estacionamiento.
“Siguiendo las instrucciones de Jaime Anguita, me trasladé hasta un centro de llamados cerca de la costanera de Puerto Montt”. Ahí lo atendió un joven a quien solicitó el llamado que le pasaron a una cabina. “Le dije a don Jaime lo que él me había pedido: que su señora estaba en peligro, luego de lo cual él me cortó, que era precisamente lo que me dijo que iba a hacer”.
Terminada su “tarea”, se dirigió a la casa que compartía con su hija Alejandra, la pareja de ésta, César, y Flor, su mujer enferma. “Revisé la mochila, abrí la caja metálica que tenía un anillo de oro, unas perlas como de fantasía y varios papeles. Ese mismo día boté la caja con las perlas y los papeles dejándome sólo el anillo y las cámaras, las que mantuve en mi poder por casi una semana. Recuerdo que esa noche casi no pude dormir porque se me venía a la mente la cara de doña Viviana”.
Transcurridos unos días, Pérez “pinchó” el teléfono del ingeniero. “Me devolvió el llamado, dijo que me presentara en la empresa porque me tenía una pega”. Al día siguiente se reunieron, nuevamente dentro de una camioneta. “Me pasó una bolsa de papel con billetes y me dijo que con eso me iba a arreglar, que cualquier cosa no me preocupara, que no contara nada, y que él tenía un buen abogado, y que todo se podía arreglar”. Le manifestó que se bajara rápidamente porque podían andar los “ratis”.
En su casa, solo en el baño, José Pérez contó el dinero y con sorpresa vio que sólo había 2 millones. ”Nunca le dije que escondí el cuerpo en el entretecho. La instrucción que tenía era hacer desaparecer el cuerpo, pero no tenía cómo, por lo que simplemente traté de engañarlo para que me pagara los 5 millones”. Esto nunca ocurrió, y cuando le reclamó por el resto del pago, Anguita lo amenazó. “Me dijo que me quedara callado y que mi vida a él le costaba el precio de una bala”. No habló más del tema, al menos con Anguita, porque José Pérez, abrumado por el remordimiento, le confesó a su yerno César, que había matado a Viviana Haeger, pero no le dijo que lo hizo por encargo. César no le creyó.
Con los dos millones el hombre compró artefactos y muebles para su hogar, los que después regaló a su hija Alejandra. “Sólo me quedé con una cocina de seis platos”.
Finalizó su declaración afirmando que “estaba arrepentido de haber matado a la señora Viviana. Ella siempre me trataba bien, sé que tengo que pagar por ello, pero prefiero que se sepa la verdad”.
Con esta confesión, el fiscal Nain Lamas llamó por teléfono a la jueza Ximena Bertín y le informó de la situación. Hablaron cerca de 25 minutos, luego de lo cual la magistrado autorizó que el obrero quedase detenido en la unidad policial y también extendió una orden de aprehensión para Jaime Anguita.
Surgen nuevas pruebas y más dudas
El día 11 de diciembre se desarrolló la audiencia de formalización de cargos en contra de los imputados. Allí, la jueza Bertín decidió la prisión preventiva para los dos detenidos, que posteriormente fueron trasladados a la cárcel de Alto Bonito. El mismo lugar desde donde salió el dato que permitió su captura.
En su argumentación durante la audiencia, el fiscal señaló que el crimen estuvo motivado por los celos de Jaime Anguita, debido a que Viviana Haeger tenía un amante. Si bien el abogado querellante había abrazado la misma hipótesis, después fue más cauto y dijo que había que despejar si el móvil habían sido los celos.
Un antecedente irrefutable para el querellante es la coincidencia entre la descripción que hace Pérez de los elementos que existían en la habitación donde mató a Viviana Haeger y las primeras fotografías de ese lugar que se hicieron tras la denuncia de la desaparición de la mujer.
Aunque este detalle fue pasado por alto por la policía y por los fiscales que estuvieron en el lugar, el testimonio de Pérez llevó a revisar esas fotografías. Ahí se pudo apreciar los ovillos de lana sobre la cama y una pequeña alfombra que se veía mojada, con la cual el homicida limpió la orina de Viviana Haeger.
También hay una duda que surgió luego de la reconstitución de escena durante la cual José Pérez repitió paso a paso el asesinato. Él jamás amarró las manos de su víctima, lo que no coincide con el resultado de la segunda autopsia, hecha por el SML de la Región Metropolitana, donde la profesional Pamela Bórquez, entre otras conclusiones, sostiene que: “Las muñecas fueron atadas con un elemento que luego fue retirado”. Misma información que se reitera en el informe de criminodinámica de la perito del Labocar de Carabineros, Vivian Bustos, que se dio a conocer el 2015. Ella explica que la muerte estaba asociada a una asfixia mecánica por sofocación, ratifica la participación de terceros, y señala que: “La amarra que pusieron en las manos de la víctima fue retirada violentamente antes de ser encontrada”. Para el querellante este dato es de suma importancia. Su teoría es que estas amarras que detallan los peritajes podrían haber sido hechas post mortem.
Lo que viene
Hasta el viernes 8 de enero, el abogado Jorge Vásquez era quien llevaba la defensa de Jaime Anguita. Ese día presentó su renuncia, aduciendo diferencias con su representando. Tras la decisión estaría la familia del ingeniero. Quedaron descontentos con la argumentación del profesional durante la formalización y los críticos comentarios que de ésta se hicieron en las redes sociales.
Previo a este hecho, el abogado Vásquez había señalado que su defendido reiteraba su inocencia y no daba crédito a las acusaciones de José Pérez, indicando que éste era un mentiroso porque era conocido en su ambiente familiar por magnificar situaciones. Así también, aseguró que la cámara filmadora que se incautó desde la casa de Pérez no era la misma que pertenecía a la familia Anguita-Haeger. Otro de sus argumentos había sido que no existían pruebas de llamadas telefónicas entre ambas personas previo al crimen, como buscan probar los acusadores, y que más allá de una relación de trabajo no existió ningún grado de cercanía entre el viudo y quien lo intentaba involucrar en el delito.
El abogado de José Pérez, Carlos Jiménez, tiene clara su estrategia de defensa. Ha dicho que sólo buscará que se le aplique una condena con la menor pena posible. Según él se podrían reconocer a priori dos atenuantes, como su colaboración con la investigación y el tiempo transcurrido entre el delito y la formalización, lo que calificaría como media prescripción.
Por su parte la fiscalía y el querellante se abocarán a buscar pruebas que inculpen a Jaime Anguita. Hasta el momento hay certeza que la última comunicación telefónica entre él y quien lo acusa se produjo en abril del año 2010, pero tienen que probar que existió un contacto previo al crimen.
Tanto el querellante como el fiscal solicitaron que se realice un nuevo levantamiento sobre los números celulares que usaron ambos imputados en esa fecha, incluido el que Anguita utilizaba en la constructora.
Junto a esto ya está en marcha una pericia de carácter económico para analizar la cuenta corriente de Jaime Anguita y también de la constructora donde éste trabajaba, para tener claridad de donde salió el dinero que supuestamente pagó a su “sicario”.
El abogado de la familia Haeger-Masse además quiere que se investiguen las declaraciones de Anguita, tras conocerse los resultados del informe de la perito Vivian Bustos, en las que afirmó que estaba amenazado, que el objetivo de ese día pudo haber sido él y que había sido seguido por vehículos sospechosos, todo lo cual, dijo, lo sabía su mujer. Según Coronado, es extraño que el viudo entregase esa información a más de cuatro años del crimen.
El fiscal Lamas señaló que aquí se cerraba una etapa de la investigación, pero se abría otra igual de compleja.
Tras decretarse la prisión preventiva, la jueza del Tribunal de Garantía de Puerto Varas dio ocho meses como plazo de investigación. Dependiendo del avance de las diligencias esos tiempos se pueden acortar o ampliar. Por ahora la proyección del caso indica que éste podría resolverse en un juicio oral durante el primer semestre del año 2017. En su primera etapa, porque nadie duda que independiente del primer resultado existirá una apelación sobre la sentencia de uno de los puzzles policiales más bullados de la última década.