Regiones, provincias, ciudades e incluso poblados se pelean por ser la “Puerta de entrada a la Patagonia”. En Chile o en Argentina, el sólo uso de este término con fines turísticos no deja de causar polémica y acalorados debates que a los habitantes de Chaitén poco les importa.
Allí, en medio de un valle que desciende entre encajonados bosques milenarios, llevan décadas siendo una especie de “visagra” de una gigantesca puerta que une Argentina, Aysén y Chiloé.
En Chaitén se respira naturaleza. Ya sea viajando en los atractivos vuelos que ofrece todos los días Patagonia Airlines; por vía marítima, desde Puerto Montt o Quellón o bien por tierra cruzando desde Argentina, en la capital de Palena todo huele a aventura.
Ludgardo Aravena, uno de los operadores turísticos más importantes de la zona, explica que “Chaitén es el punto de partida para un sinfín de panoramas”. Y tiene razón, pues los destinos posibles se multiplican en todas las direcciones cardinales. Al Norte Pumalín, al Este Futaleufú, al Oeste Chiloé y al Sur una Carretera Austral que tiene aún 990 kilómetros más de desafíos hasta el final allá por Villa O´Higgins.
Pero no hay que ir tan lejos como para encontrar aventuras en Chaitén. A poco más de 40 kilómetros al sur se encuentra el Lago Yelcho, un lugar ideal para los amantes de la pesca y las excursiones al aire libre. En el camino se pasa por un puente colgante de gran belleza; emplazado en la desembocadura del lago y un poco más allá los imponentes ventisqueros Yelcho y El Amarillo (hacia el norte). Imperdible también es una visita a la playa Santa Bárbara, a los lagos Blanco y Negro y a la hermosa cascada Chai Chai.
Pero los casi 4 mil milímetros de agua que caen al año en Chaitén son cosa seria. Aquí llueve todo el año. “De otra manera no sería todo tan bonito”, dicen sus habitantes. Lo cierto es que en verano, a pesar del agua, las cosas pueden ponerse muy calientes. Si no que lo digan quienes viajan a Futa (así le dicen a Futaleufú) para practicar rafting o pescar durante los meses estivales. El resto del año, manda San Isidro y en los cerros, la nieve.
Las tierras de Tompkins
Chaitén es la ciudad de la lluvia, del viento, de la pesca, de los leones, del turismo y también de Tompkins. Es que ni los 35 lodge de pesca ubicados en la zona, ni el magnífico Lago Yelcho o “La Meca” del rafting, Futaleufú, han logrado quitarle protagonismo al omnipresente Douglas Tompkins y a su Parque Pumalín.
“Existe mucha envidia por todo lo que ha hecho en la zona”, reflexiona Orlando San Martín uno de los tantos “nortinos” que llegó hasta estas tierras buscando mejores oportunidades. Ahora, dedicado al turismo, defiende a brazo partido al norteamericano quien “ha tratado a sus trabajadores con una dignidad y un respeto nunca antes visto”. Como sea, el parque tiene una oficina en la ciudad y las obras emprendidas por Tompkins se pueden ver no sólo en Pumalín, sino en una serie de paraderos, escuelas y otras que los lugareños atribuyen al gran benefactor norteamericano. Más allá de estas anécdotas, a los turistas les importa la naturaleza. Al fin y al cabo a eso llegan hasta tan lejos. Y para partir conociendo Pumalín lo mejor es viajar 60 kilómetros al norte de Chaitén hasta Caleta Gonzalo, desde donde es posible visitar el gigantesco terreno adquirido y administrado por Tompkins.
Tierra de contrastes
Hace pocos años la Provincia de Palena fue declarada Zona Franca. Por ello en Chaitén, igual que en Iquique, Coyhaique o Punta Arenas, abundan los 4×4 con patentes rojas importados directamente desde Japón. Vendidos a precios que en el resto del país parecen irrisorios, los vehículos son sólo una muestra de algunos de los beneficios conseguidos por sus habitantes luego de varias décadas de dura colonización. Sin duda, el desarrollo económico ha crecido bastante en la zona. Y en ello han tenido buena cuota de responsabilidad la industria salmonera, presente en todo el mar interior de Chiloé, y el turismo. Pero Chaitén es también una ciudad de empleados públicos, muchos de los cuales han llegado para quedarse sólo unos años, aunque al final se radican para siempre. “Se han quedado los que han aguantado los tiempos difíciles”, dice casi a coro un grupo de chaiteninos que juegan truco en el Hotel Los Coihues, que por su construcción en madera y piedras bien vale la pena una visita.
“Muchos llegamos desde otros lados, y pasamos sacrificios incontables, los tiempos eran otros, no había televisión por cable, los teléfonos eran escasos, también los vuelos, en fin, todo era más duro que ahora”, recuerdan.
Y aunque los tiempos han cambiado y los modernos todoterreno se hayan apoderado de los caminos, en Chaitén todavía se pueden ver arrieros bajando con pierneras desde los cerros, acompañados por perros “leoneros”, que espantan al puma, que por aquí se conoce como león. Historias, paisajes y hasta polémicas en un rincón de Chile que se ganó con honores uno de los pocos cupos disponibles para el nombre de Puerta de La Patagonia.