Durante el último tiempo me he estado haciendo adicto a las discusiones que sostienen los economistas argentinos sobre su compleja situación económica. En particular, al constatar la falta de conocimientos en esta área que demuestran sus gobernantes, comentaristas y público en general. Son buenos para el fútbol pero de economía, nada.
En esta fauna de personajes destaca la voz de Milei, Giacomini y Adorni, quienes, cada uno en su estilo, explican los beneficios que traería para Argentina adoptar los principios de la libertad económica. De hecho, expresan en forma recurrente que los países más libres del mundo son los más desarrollados económicamente, y mencionan a Chile como un buen ejemplo a seguir.
De ser cierta tal afirmación, resulta que Chile estaría caminando por la senda correcta, e iría por más.
Estas discusiones me llevan a reparar en los resultados del índice de Libertad Económica del Fraser Institute de Canadá. Tras tres años de rezago, nuestro país subió dos puestos en este ranking que fue elaborado con datos obtenidos durante el año 2017, y que ubicó a Chile con 7,89 puntos de 10, en el lugar número 13, junto a Dinamarca y Estonia.
Para llegar a este nivel, el referido instituto puso su atención en cinco variables: tamaño del gobierno, estructura legal y seguridad de la propiedad privada, estabilidad de la moneda, libertad para el comercio internacional y regulación crediticia, laboral y de los negocios.
Dentro de estos factores, la más baja es la variable estructura legal y seguridad de la propiedad privada, con 6,44 puntos. Si bien esta aumentó un 0,2 % respecto del ranking anterior, movido por el fortalecimiento de la independencia del Poder Judicial, retrocedió en imparcialidad de las Cortes Judiciales, protección a los derechos de propiedad, confiabilidad en las policías y costo de la delincuencia. Estos son hechos de los que debería tomar nota el presente gobierno y los que vengan.
Otro factor que se encuentra al debe es el concerniente a la regulación crediticia, laboral y de negocios, que se vio afectado por problemas asociados a la exigencia de nuevos requerimientos administrativos, dificultades para empezar negocios y, particularmente, por el alto costo del cumplimiento de impuestos. Respecto de esto último, qué decir, sino que es consecuencia del continuo cambio de normas tributarias que solo traen confusión tanto a los contribuyentes como al propio ente fiscalizador.
Acorde con lo antes expuesto, seríamos más libres económicamente. Con todo, y tras décadas ocupando altas posiciones de libertad en este ranking, válido es preguntarse por qué aún no tenemos los ingresos per cápita por paridad de compra que ostentan los primeros doce de la lista. ¿Será que somos la excepción a la regla? Creo que la libertad por sí sola no basta. Es necesario que el Estado intervenga en forma fuerte, pero no otorgando subsidios, sino que haciendo lo que con éxito logró Corea del Sur en los ‘70 al industrializarse.