Los científicos proponen la innovación como puerta de entrada para el desarrollo económico de la Región y del país. Invertir en ciencia propiciaría el tan anhelado despegue, y permitiría transitar desde la dependencia de materias primas, a comenzar a exportar “conocimiento”.
Por Erika Allendes Rojas.
La situación es clara: renunciaron dos presidentes de la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (Conicyt) en menos de tres meses, y por más de una década ha habido desmotivación de parte de una comunidad científica que acusa que el Estado ha elegido la ignorancia. El diagnóstico habla de descontento, causado por el poco interés de los gobiernos por un área que aporta y hace bien “la pega”, y los investigadores reiteran el llamado a mostrar mayor compromiso con su trabajo, puesto que tienen mucho que ofrecer al país a través de sus proyectos.Desde hace más de una década la inversión en ciencia, tecnología e innovación se estancó. Sin duda, es la asignatura pendiente del Estado chileno, que pareciera aún no entender la relevancia que estos avances y descubrimientos significan. Sin embargo, es por todos sabido, y ampliamente comentado, que ésta es la ruta correcta, ya que la innovación propiciaría un giro en la economía, encaminándola a exportar no sólo materias primas sino, más bien, productos con I+D.
Para avanzar, el primer paso es reconocer los esfuerzos que cada día realizan los distintos investigadores para desarrollar sus proyectos, y hacerse cargo de una realidad chilena en la que el gasto del Estado en ciencia y tecnología es de un poco más de $ 558 mil millones de inversión anual, un 79 % de la cual va a la educación superior. En los últimos años, de 134 publicaciones (papers) por millón de habitantes, se aumentó a 400, es decir, 1,3 papers por investigador, posicionándose, así, Chile dentro de los países que más publicaciones tiene, en el número 26 del mundo.
Aun cuando se reconoce un avance en inversión -puesto que en 2007 se destinada un 0,24 % del PIB a I+D, lo que se aumentó al 0,4 % en 2015- no es suficiente, porque Chile sigue estando bastante más bajo del promedio que establece la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde), de 2,4 % del PIB.
Avanzar en ciencia es creer en Chile y en sus investigadores; por eso los recientes reclamos, con marchas incluidas de la comunidad científica en Concepción y Santiago han contribuido a visualizar su realidad en el país, situación que se ha visto marcada por fuertes críticas al rol de Conicyt, por la renuncia de dos de sus presidentes, y el tardío envío del proyecto de ley para la creación de un Ministerio de Ciencia y Tecnología. Los científicos auguran que la puesta en marcha del Ministerio de Ciencia no será este año, pero reconocen que la propuesta es en sí un avance.
Los propios investigadores reconocen que el camino que han debido recorrer para llegar a esta instancia ha sido duro, porque no siempre obtienen financiamiento para sus iniciativas, lo que conlleva privarse de los constantes y necesarios “ensayos y errores” por falta de recursos.
¿Cómo se investiga en el Biobío?
El 0,4 % del PIB chileno se reparte en distintos fondos que propician la investigación en el ámbito nacional y regional. Conicyt, dependiente del Ministerio de Educación, es la entidad que más recursos capta, dineros con los que invierte en más de 4 mil proyectos de investigación, unos 3 mil Fondecyt e, incluso, financia 42 centros de investigación en el país.
En el Biobío, el Centro de Investigación de Polímeros Avanzados (Cipa) sobrevive con fondos de Conicyt y del Gobierno Regional, siendo el único centro de investigación regional que en su totalidad se financia con fondos de ambas entidades.
Claudio Toro es el director ejecutivo del Cipa, entidad que cuenta con aproximadamente 45 colaboradores, cuyas funciones se distribuyen en investigación, transferencia tecnológica, gestión y vinculación con el medio.
“Nuestras investigaciones apuntan a desarrollar tecnologías (basadas en polímeros) que entreguen soporte a las empresas, y que también contribuyan a mejorar actividades productivas relevantes en la Región, tales como la agroindustria, el área médica, la industria primaria y secundaria de la madera, la construcción y el medio ambiente”, señala.
A esto se suma la labor de las casas de estudios penquistas. Las universidades de Concepción (UdeC), Católica de la Santísima Concepción (UCSC), Federico Santa María (USM) y Bío-Bío (UBB) cuentan con centros de investigación en los que trabajan profesionales capacitados.
Ejemplo de ello es el Centro para la Instrumentación Astronómica (Cepia), del Departamento de Astronomía de la UdeC, dirigido por Rodrigo Reeves. El docente postuló a un proyecto Quimal de Conicyt, con el que obtuvo más de 180 millones de pesos.
Reeves critica la baja inversión que captan, pues cree que se podría avanzar de manera más rápida en la innovación si los recursos fueran mayores. “La falta de fondos afecta en no poder desarrollar las tareas más rápido. O sea, uno igual puede avanzar, pero más lento, porque un año pide recursos para hacer ciertas cosas y al siguiente debe postular a más fondos para otra, en vez de comenzar con una gran suma de dinero e implementar un laboratorio grande, donde también participen más estudiantes”, explica.
Dos tercios del fondo Quimal fueron destinados al equipamiento de un laboratorio instalado en las nuevas dependencias de la carrera, y en la adquisición de equipos e inversión en tecnologías para emprender los primeros proyectos de instrumentación radio astronómica. La radioastronomía es una rama de la astronomía que estudia el universo y los cuerpos celestes mediante emisiones de radio, para lo cual debe usar grandes antenas o grupos de éstas que trabajen en paralelo.
El otro tercio, en tanto, se usó para desarrollar instrumentación astronómica en tecnología aplicada.
El planteamiento que tienen en el Cepia es que deben acercarse a los observatorios que están emplazados en el norte del país, como Alma, y demostrar que los científicos chilenos también pueden colaborar con ellos en lo que respecta a la instrumentación astronómica, es decir, en desarrollar elementos que se instalen en los observatorios y complementen el trabajo que se realiza, o crear repuestos para estos mismos, pensando en un alto nivel de tecnología.
“Lo positivo es que van a empezar a llegar estudiantes que se educarán con esta alta tecnología, y no necesariamente se irán al ámbito astronómico a trabajar, sino que van a salir con sus ideas propias y van a decir ‘yo sé manejar las tecnologías de esta forma, y voy abrir una empresa que haga robots o máquinas’. Eso es lo que falta en Chile, innovación de alta tecnología”, precisa Rodrigo Reeves.
La Universidad de Concepción aloja a distintos centros de investigación que apuntan a áreas que van desde la biología hasta la oceanografía, el área forestal o el área química. Con esto es la casa de estudios que más invierte en innovación, pero no es la única.
La Universidad del Bío-Bío en tanto, también destaca regionalmente en la adjudicación de fondos. Mario Ramos, director general de Investigación, Desarrollo e Innovación de la UBB, comenta que pueden realizar un balance positivo respecto de la adjudicación de fondos en 2015. “Aunque creemos que se han reducido muchísimo las posibilidades de adjudicarse proyectos porque, a pesar de que presentamos muy buenos proyectos, los fondos no alcanzan para financiarlos todos”, afirma.
La UBB cuenta con cerca de 460 académicos, de los cuales 200, aproximadamente, realizan investigación sistemáticamente. “El problema es la inversión. En otros países una parte viene del sector público y otra del sector privado. En el caso chileno ambas inversiones son bajas, lo que produce un círculo vicioso, pues las empresas productoras de recursos naturales no invierten en ciencia y tecnología, porque su negocio son los commodities. Por otra parte, el Estado tampoco invierte lo suficiente para romper ese círculo vicioso de la producción de materias primas. Así es que ahí estamos, estancados”, enfatiza.
Una postura semejante tiene Víctor Valdebenito, encargado de Transferencia Tecnológica de la Universidad Federico Santa María, sede Concepción, quien también cree que se podrían realizar más avances si hubiera mayor financiamiento.
“En la Región se hacen esfuerzos importantes, hay universidades que son muy poderosas a nivel de Fondef y Conicyt. Nosotros, en la USM, y en esta sede específicamente, estamos recién empezando a adjudicarnos Fondef, y el año pasado obtuvimos unos Conicyt. Somos una universidad bastante pequeña, no nos podríamos comparar con otras de la Región que se adjudican gran cantidad de fondos y tienen muchos investigadores, aunque de todos modos hacemos cosas, y bastante con los escasos recursos que nos entregan”, explica Valdebenito.
También aportan al financiamiento en innovación entidades como Corfo e Innova Bío Bío, que son parte del Comité de Desarrollo Productivo del Biobío, instituciones que apoyan diferentes iniciativas por medio de sus líneas de financiamiento a proyectos innovadores.
El proyecto de ley que envió hace casi un mes la Presidenta de la República al Congreso podría ordenar el panorama y entregar un mayor financiamiento para realizar investigación. Con esto, el país podría avanzar también en materia legislativa y beneficiar así la totalidad de los proyectos que se realizan, pues a mayor investigación se generaría un mayor grado de innovación.
Ministerio de Ciencia
El 18 de enero de este año, mediante cadena nacional, la Presidenta de la República, Michelle Bachelet, anunció el envío del proyecto de ley que crearía el Ministerio de Ciencia. Y es que luego del trabajo de un año del Consejo Nacional de Innovación para el Desarrollo, conformado por cerca de 30 investigadores, se identificaron los principales desafíos y oportunidades que posee Chile para desarrollarse en I+D. En la ocasión, la Mandataria aprovechó la instancia para reconocer que no se puede seguir dependiendo de materias primas si se quiere ser un país desarrollado.Al respecto, el director general de Investigación, Desarrollo e Innovación de la UBB, Mario Ramos, señala que “al crear un Ministerio, se le da a la ciencia y a la tecnología la relevancia política que debe tener para poder instalar políticas públicas, negociar presupuestos y, además, culturalmente, validar a la ciencia como un aspecto relevante para el país”.
En tanto, Víctor Valdebenito dice que es necesario contar con un Ministerio de Ciencia como se les había prometido. “Si no me equivoco, de los países que conforman la Ocde, ya hay 23 que tienen un Ministerio de Ciencia, y nosotros nos estamos quedando atrás. A esto se suma que de este grupo somos el que menos invierte en ciencia y tecnología, lo que no nos ayuda mucho a cambiar nuesta matriz económica”.
Valdebenito estima que Chile tiene un problema importante con el bajo precio del cobre y del acero. “Los commodities siguen bajos, pero ¿cómo lo solucionamos? Lo podemos hacer, específicamente, a través de la ciencia, pues es lo logrado con investigación lo que ayuda a innovar, a crear y a disminuir los costos”.
Claudio Toro, director ejecutivo del Cipa, por su parte, cree que el Ministerio de Ciencia también contribuiría a la inserción de capital humano altamente especializado. “Ciertamente le daría a la ciencia la institucionalidad que tanto hemos reclamado; no obstante, el tema del financiamiento no garantiza que el conocimiento generado se transforme en nuevas innovaciones que generen valor”, acota.
El objetivo del Ministerio de Ciencia sería fortalecer y ampliar las capacidades de investigación, de desarrollo e innovación tecnológica, así como también orientar y apoyar la formación de investigadores, procurar su adecuada inserción en el sistema, tanto en la academia como en el Estado y en el sector productivo. A ello se suma la posibilidad de estrechar lazos científico-tecnológicos, con el fin de definir los desafíos y oportunidades nacionales y regionales.
Mucho se ha debatido también respecto de las dos ideas propuestas por el Ejecutivo: crear un Ministerio de Ciencia y Tecnología que trabaje con el Ministerio de Economía, entidad que tiene a cargo instituciones como Corfo y, además, crear una subsecretaria de Innovación perteneciente al Ministerio de Economía, o bien crear un Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, que agruparía a Conicyt y Corfo, con la figura de Comité de Desarrollo.
Rodrigo Reeves y Víctor Valdebenito coinciden en que se debería crear un Ministerio de Ciencia y Tecnología, en el que los temas de innovación tecnológica sigan a cargo de Corfo, por medio del Ministerio de Economía. “Creo que traspasar Corfo que, en este caso, apunta al Fomento de la Producción, desde el Ministerio de Economía a un potencial Ministerio de Ciencia y Tecnología es mezclar un poco las cosas. La pequeña y mediana empresa, y la industria deben tener su propio nicho desde donde puedan acercarse al Gobierno para promover sus emprendimientos, que no necesariamente tendrán alta tecnología”, detalla Reeves.
En tanto, la visión que tiene Mario Ramos al respecto apunta a la creación de un solo Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, que reúna en una sola cartera de Gobierno la actividad científica (especialmente Conicyt) y las agencias vinculadas a la innovación, como Corfo, con el fin de que la cadena de valor entre ciencia, tecnología e innovación se haga coordinadamente.
Estrategia regional
Pero no sólo el Estado estaría en deuda con los investigadores, pues el sector privado tampoco se ha preocupado mayormente de financiar proyectos científicos. Así queda demostrado en el Informe de resultados: Investigación y Desarrollo en las empresas chilenas, noviembre 2015, del Ministerio de Economía. Éste señala que “un 5 % de las empresas cuenta con desarrollo experimental, entendiéndose éste como la creación de nuevas aplicaciones; el 1,3 % contrata personal calificado con fines de investigación, y tan sólo el 1 % cuenta con un laboratorio o departamento de investigación”. Es decir, las potenciales empresas ejecutoras de I+D, con foco en innovación, son pocas y muchas menos las que cuentan con una estructura organizacional que aloje estas actividades.Lo que proponen los investigadores es sumar innovación a la industria para complementar la producción de materias primas. “Pareciera que la industria no reacciona a que se está generando un recurso humano de alto nivel tecnológico, por eso avanzan a un nivel más lento, les cuesta absorber estos cambios. La industria se va a dar cuenta, en algún momento, de que es menos competitiva que el resto, cosa que pueden revertir si se suben al carro de la tecnología, si no esto se acabó”, afirma enfáticamente Rodrigo Reeves.
Agrega que “se necesita que la gente que tiene conocimiento especializado aparezca con nuevas ideas sobre el uso de las materias primas, con el fin de generar nuevos productos. Alguien que diga ‘vamos a usar la madera desde un punto de vista nuevo, o el acero de Huachipato, y así generar productos hechos acá. Son los nuevos graduados los que tienen esta tarea. Estamos viviendo un proceso de transformación”.
En tanto, Mario Ramos, detalla que, junto a otros académicos de la Región, representantes de distintas casas de estudios, participó de la elaboración de la Estrategia Regional de Desarrollo Biobío 2015-2030, donde establecieron como ejes centrales a la innovación, el fomento productivo, la diversificación y la vinculación de la universidad con la empresa, pero, sobre todo, la canalización de la inversión para generar nuevas oportunidades, nuevos emprendimientos del área tecnológica, que permitan romper la dependencia de los recursos naturales y generar mayor valor agregado. “La idea es, por ejemplo, en el caso forestal, que a través de empresas, de emprendimientos, de Pymes, se puedan generar productos con mayor valor agregado, diseños, construcción en madera y otros negocios que puedan ser viables, incluso para exportar”.
Añade que en países como Finlandia, Suecia o Canadá la industria forestal produce materias primas, pero también existe una muy importante industria vinculada al tema de la construcción, específicamente para exportación. “Aprovechar los recursos forestales sería una buena opción para, por ejemplo, paliar el déficit habitacional que hay en el mundo entero, y por qué no pensar que desde nuestra Región podamos exportar viviendas”, comenta el Director general de Investigación, Desarrollo e Innovación de la UBB.
“Creo que el gran desafío es valorar el conocimiento como una herramienta para innovar. Desde el mundo de la investigación debemos incentivar la gestión del conocimiento hacia la creación de valor”, acota Claudio Toro.
Víctor Valdebenito también apunta a la sofisticación de la matriz económica, lo que se conseguiría por medio de la ciencia. “Se debe aumentar la inversión en ciencia, en innovación, en una forma macro. A nivel regional, si yo proyecto un Ministerio de Ciencia y Tecnología, imagino que eso generaría la creación de seremis de Ciencia y Tecnología, que ayudarían a que cada Región tuviese un perfil de desarrollo acorde con sus recursos en esta área”.
Casos regionales
Esfuerzos se hacen. En la Región existen varios microempresarios que apostaron por la innovación. El camino para consolidar sus emprendimientos ha sido largo y difícil, pero han demostrado que sí se puede vivir de sus inventos.
Ángelo Cares, CEO de Initt, empresa regional dedicada al desarrollo de proyectos tecnológicos que incluyen software y hardware, está apostando fuertemente por la creación de sistemas que incluyen tecnología en la “nube” y, recientemente, sensores, para lo que está trabajando en alianza con Xelion, otra compañía de la zona, dedicada a la innovación en hardware. Sus sistemas permiten monitorear desde la temperatura hasta el estado del agua, o las emisiones de gases en la industria.
La tecnología que desarrollan apunta a acelerar los procesos, disminuir los riesgos y solucionar los problemas que se presentan hoy en las industrias y las ciudades. De hecho, su tecnología está siendo usada por grandes empresas regionales dedicadas al ámbito forestal y termoeléctrico, entre otros.
Su idea es simplificar los procesos y ofrecer a las industrias soluciones tecnológicas hechas en la Región. Tienen una vasta experiencia en el desarrollo de estas herramientas, incluso, a principios del año pasado, con su aplicación ISS aLive ganaron la Hackathon -encuentro de programadores para desarrollar colaborativamente softwares- de la Nasa, Space Apps, cuyo objetivo fue mostrar en tiempo real qué ocurre en la Estación Espacial Internacional, un diseño basado en un sistema de telemetría.
Initt opera en Concepción, Santiago y Viena. De hecho, para Austria desarrollaron aplicaciones orientadas al turismo, para lo que cuenta con un equipo de siete personas, destinado a desarrollar este tipo de tecnología.
Al respecto, Ángelo Cares dice que “a través de la tecnología se pueden hacer procesos más eficientes y menos costosos, lo que ayuda a amortizar la variabilidad que tiene el mercado. Ésta es la apuesta que nosotros estamos desarrollando en particular para la minería, donde estamos ‘sensorizando’ cuán eficientes son los sistemas de abatimiento, que ayudan a disminuir la cantidad de polución del ambiente. Esto implica estar en tiempo real midiendo los sistemas, realizando ajustes y evitando los problemas futuros”.
Reconoce que innovar no es una tarea fácil, pero cree que es el camino indicado para renovar la economía regional, más allá de sólo dedicarse a producir materias primas. “Debemos generar también conocimiento, tecnología y ciencia”.
No muy distintos son los casos de Karla Mesina, Ana María Cubillos y María Paz Godoy, quienes también apostaron por la innovación a la hora de generar su emprendimiento, llegando hasta los consumidores con un producto distinto. Fue así que crearon la Cervecería Trawun, cuya cerveza está dirigida a quienes no pueden consumir alimentos con gluten.
La innovación de este producto se basa en que la malta no se hace con cebada, sino de quinoa. Para elaborarla postularon a un proyecto de Corfo, perteneciente al Programa Regional de Apoyo al Emprendimiento, Prae Biobío. Se lo adjudicaron en diciembre de 2014, y con él instalaron su primera planta de producción, que alcanzaba los 400 litros de cerveza mensuales. Pero, además, a mediados de 2015, comenzaron a trabajar con la incubadora Like Me, insitución privada -con sede en Santiago- que agrupa a mujeres emprendedoras, obteniendo el Subsidio Semilla de Asignación Flexible para el Apoyo de Emprendimientos de Desarrollo, de Corfo, con lo que se adjudicaron $ 10 millones más.
Su propuesta se basa en una cerveza basada en la quinoa, proceso de producción que si bien es similar al de elaboración de la cerveza tradicional, demora bastante más, entre un mes y medio y dos meses, pues se debe esperar su fermentación para obtener este producto gourmet que ya comienza a generar ganancias. “Hay que tener paciencia, porque son uno o dos años de sacrificio que tienen su fruto”, dice Karla Mesina.
Hoy, su objetivo es consolidar las ventas; por ello invirtieron en una nueva planta, con la que aumentaron su producción de cerveza a 5 mil litros mensuales. “Nuestros productos los vendemos principalmente vía online, por medio de nuestra página de Facebook, donde publicamos todos los datos. Además, distribuimos en algunos locales como Uncle Fletch, del Barrio Bellavista, en Santiago, y estamos ad portas de llegar a tres locales más”. En la Región, su cerveza se vende en lugares como el SPA Camino del Agua, y prontamente iniciarán su venta en pubs de Concepción y San Pedro de la Paz.