Por más de 24 años, el Calaucán formó decenas de bailarines y profesores que hoy lucen su talento en Santiago y en el extranjero. Tal trayectoria culminó en enero cuando cerró sus puertas por no contar con el financiamiento mínimo para continuar. Una señal que pone en tela de juicio la tendencia a la autogestión en los artistas, las políticas culturales del gobierno y el compromiso de la empresa privada con el arte creado en la comunidad a la que pertenecen.
3 millones de pesos mensuales necesitaba el Centro de Danza Calaucán de Concepción para continuar con su trabajo de formación, difusión y creación. 3 millones de pesos que sus directoras no pudieron conseguir ni de fondos estatales ni privados. 3 millones de pesos mensuales les habría permitido seguir entregando a la ciudad y al país profesores, bailarines y montajes de primera calidad. La falta de 3 millones de pesos mensuales significó el cierre de una institución que durante 24 años se dedicó a hacer de la expresión corporal una gala de talento y belleza. Los esfuerzos personales de las directoras Viviana Campos, Mariela Raglianti y Paola Aste -lo que se ha dado en llamar autogestión- no fueron suficientes para contar con el financiamiento mínimo para sobrevivir.
El cierre del Espacio Calaucán, como también se le conoció, deja en el pasado una trayectoria que se inicia en 1983, cuando Joan Turner y Manuela Bunster junto a la actriz Cecilia Godoy, comenzaron a practicar y difundir la danza en las calles de distintos barrios de la ciudad, iniciativa a la que luego sumaron la creación de montajes. El grupo se llamó “Proposiciones” y era formado por universitarias. A él se incorporaron más tarde las penquistas Paulina Campos, Mariela Raglianti y Paola Aste, trío que se hizo cargo del proyecto cuando Joan y Manuela se quedan en Santiago para fundar, junto al destacado coreógrafo Patricio Bunster, el Centro Espiral. Ello permitió el ir y venir de verdaderas eminencias de la danza desde la capital y el extranjero hacia Concepción para dictar cursos de arte corporal. Al poco tiempo Calaucán se convirtió en un polo de desarrollo sociocultural bajo la estética y rigurosidad de la danza, pero siempre bajo la sombra de la precariedad y el escaso presupuesto.
Golpeando puertas
Con la llegada de la democracia, se abre una posibilidad para mantener en Concepción la danza calaucana. En 1993 el municipio penquista, mediante un presupuesto destinado a proyectos concursables, comenzó a entregar fondos para iniciativas culturales. Calaucán postuló a un financiamiento para realizar talleres de danza gratuitos a jóvenes de la educación municipalizada. La iniciativa fue un éxito y desde entonces se convirtió en una institución de carácter sociocultural. En esa oportunidad recibieron 4 millones de pesos. Desde entonces y todos los años audicionaban 120 jóvenes que querían tomar los cursos gratuitos. “Llegamos a tener 80 alumnos en un momento y así como aumentaban los becados íbamos postulando a más recursos. El municipio llegó a entregarnos 24 millones de pesos”, recuerdan.
Pero junto con la escuela de danza financiada por el municipio penquista, el Calaucán desarrolló labores de difusión y creación. “Teníamos que autogestionar otros recursos para mantener estas áreas”, afirma Paulina. El primer paso fue golpear las puertas de la empresa privada. Las circunstancias parecían favorables ya que en el ’90 se aprobó la Ley de Donaciones Culturales, más conocida como Ley Valdés. “Tuvimos muy malos resultados con las empresas. Recibían nuestras carpetas, esperábamos mucho y finalmente nos decían que se resolvía todo en Santiago y que en realidad no podían apoyarnos”, afirman.
Consideraron las negativas y decidieron no volver a intentarlo. Al contrario, insistieron en sobrevivir mediante la autogestión. Consiguen un contacto con la Comunidad Flamenca de Bélgica, de quienes reciben 20 millones de pesos. Con el dinero arrendaron una bodega ubicada en Aníbal Pinto 1590 y con la colaboración voluntaria de arquitectos e ingenieros amigos remodelaron el lugar hasta convertirlo en uno de los mejores recintos para la práctica de la danza del país.
El principio del fin
Acomodadas en el nuevo espacio y con apoyo municipal para la escuela de danza, les restaba contar con el suficiente respaldo para las otras áreas del Calaucán. Entonces comienza la época de reiteradas postulaciones al Fondart en sus versiones nacional y regional. Sus proyectos son adjudicados en varias oportunidades permitiéndoles crear obras, montajes y actividades de difusión a través de la Compañía de Danza Calaucán.
En el 2001 abren la escuela de danza a todo público y coincidiendo con la asunción de Jacqueline Van Rysselberghe en la alcaldía penquista, el fondo municipal que recibían comenzó a disminuir hasta llegar al 2007 a sólo 8 millones de pesos, a pesar que la cantidad de becados se incrementó.
La alcaldesa de Concepción pudo haber explicado la razón de esta reducción de recursos. Sin embargo no accedió a la entrevista ni autorizó a la Directora de Comunicaciones y ex Encargada del Departamento de Cultura, Cecilia Soto, a entregar una versión oficial.
La inestable situación financiera del Calaucán comenzó a dar señales de alerta ya en el 2006. Campos y Aste admiten que muchas veces trabajaron por amor al arte y gracias al apoyo de amigos y algunas instituciones. Los recursos conseguidos apenas alcanzaban a cubrir los costos que implicaba mantener el Centro de Danza Calaucán.
Ese año postularon al Fondo Bicentenario, una nueva línea que abrió el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes para entregar fondos a proyectos culturales de excelencia. Calaucán con su propuesta solicitaba un financiamiento por 2 años que les permitiría la contratación de profesionales en administración y gestión cultural para capacitar un equipo propio. No fueron seleccionadas. El año pasado repostularon con un proyecto reformulado de acuerdo con las observaciones y sugerencias de la anterior evaluación. Esta vez la respuesta fue devastadora. “La comisión nos responde que no le dan credibilidad a nuestra propuesta y nos recomiendan que contratemos una empresa externa. Ahora, en ninguna ciudad del país, ni en Santiago existe una empresa que sea capaz de asesorarnos en las líneas de gestión que implica el Calaucán, tanto en difusión, formación como creación”, sostiene Paulina Campos.
Las artistas quedaron con la sensación de que el proyecto no fue leído o al menos no comprendido. “Una respuesta de esa envergadura ignora la trayectoria, la capacidad y el talento que hemos demostrado en estos 24 años”, reclama Paola Aste.
Puro talento
Lo cierto es que la labor del Centro de Danza Calaucán siempre se fundamentó en el profesionalismo de sus integrantes. Paola reconoce que jamás utilizaron el apellido Aste para conseguir un “pituto” ni tampoco aprovecharon la red de contactos familiares ni políticos para conseguir el financiamiento que requerían.
“El rechazo del proyecto Bicentenario nos dejó muy frustradas y con una sensación de vacío. Nos preguntamos qué clase de cultura es la que se quiere para el país”.
Para ellas, la respuesta está “en la explotación del consumismo y en el neoliberalismo mercantil que se ha impuesto en la sociedad”. Creen que la televisión difunde el amor por el espectáculo, “pero no el aprecio por la sensibilidad o la estética”.
Lucy Neira, Directora del Consejo Regional de la Cultura y las Artes, región del Bío Bío, comparte cierto aspecto de la crítica lanzada por las calaucanas, pero junto con reconocer su talento y trayectoria, defiende la conveniencia de la autogestión. “Ellas son bailarinas, son creadoras, no administradoras. Pero la realidad es que hay una tendencia a que el creador también sea su propio gestor”, afirma.
Arte para todos
Del documento Chile Quiere Más Cultura, una suerte de carta gand diseñada por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA) como un camino a seguir desde el 2005 al 2010, emanan las políticas culturales del país. Tanto a nivel nacional como en regiones, la estrategia apunta a formar nuevas audiencias, llevar la cultura y el arte a los rincones más alejados del territorio e incentivar la creación mediante el financiamiento a los artistas y sus creaciones.
Las herramientas que materializan estos esfuerzos son los distintos fondos concursables, entre ellos el Fondart y el Fondo Bicentenario. Los proyectos presentados en ambos casos son evaluados por respectivas comisiones formadas por artistas y gestores culturales de dilatada trayectoria que a la vez son pares de quienes postulan.
Lucy Neira lamenta que Calaucán no se adjudicara un fondo Bicentenario. Confiesa que le molesta pensar que en el nivel central se crea que en las regiones no hay artistas con talento. Su desilusión radica en que las regiones se merecen al menos contar con un Bicentenario y que no es posible que 11 proyectos santiaguinos hayan acaparado gran parte de los fondos.
“Algo pasa con la evaluación de los proyectos. ¡No comprendo cómo a la Corporación Cultural de la Universidad de Concepción se le adjudican 200 millones de pesos y al Centro de Danza Calaucán, con la trayectoria que tiene no obtiene 3 millones de pesos!”, comenta. Asegura que esta situación la inquieta, porque tiene que ver con una dimensión artística, no de política cultural.
Apoyo empresarial
Otra arista que reconoce Lucy Neira es el escaso compromiso de los privados en el ámbito cultural y con el arte creado en las localidades donde están instalados. Sin embargo, anuncia que la Ley Valdés será modificada para motivar al empresario local a donar recursos para iniciativas regionales. “Con la Ley Valdés la empresa privada obtiene un beneficio tributario, pero además entrega a la comunidad un intangible. Ya es hora de que crean en él y que confíen en nuestros artistas para no lamentar pérdidas como la del Calaucán”, enfatiza.
Confiesa que los directores regionales del CNCA siempre llegan a Valparaíso a discutir el problema del centralismo en las decisiones que inciden en la entrega de recursos a proyectos locales. Pero, advierte que este año se van a regionalizar diferentes líneas en las áreas de apoyo a la difusión, creación, infraestructura y ciudadanía, las que a partir de 2008 serán decididas localmente.
Con el cierre del Calaucán Concepción pierde un valioso hito que hizo de esta parte del sur un centro formador de promisorios talentos. El cierre del Calaucán convierte a las políticas culturales de los gobiernos de la Concertación en un mero discurso que promete fomentar la creación y llevar el arte a todo el país. El cierre del Calaucán pone de manifiesto la necesidad de una responsabilidad social empresaria vinculada con el desarrollo de las artes. El cierre del Calaucán debilita la imagen de Concepción como ciudad cultural.
Danza rota
Con la ida de los precursores a Santiago, las bailarinas que quedaron en Concepción formaron el grupo de danza Calaucán. Ellas desarrollaron la disciplina en un taller conocido como Pucalán que funcionó en distintos recintos arrendados “con el dinero que reuníamos bailando en las calles”, reconoce Paola Aste. La Directora Artística de Calaucán recuerda que fue una época dura en la que ensayaban en gimnasios que no eran apropiados para la danza.
El taller Pucalán era un espacio compartido entre el grupo de danza Calaucán y la Compañía de Teatro Urbano Experimental. Arrendaban un lugar en calle Freire y se mantenían mediante la autogestión. Paola Aste parte a Santiago y Calaucán se mantiene con Alejandra Ochoa, Viviana Campos y Mariela Raglianti. Aste no abandona el grupo y viaja constantemente para continuar la etapa de formación con sus colegas.
Como un sino del destino, el Pucalán existió entre 1983 y 1990. “Tuvimos que cerrar el taller y entregar ese espacio porque estábamos en la misma situación que ahora, sin un financiamiento estable”, comenta Viviana Campos, Directora General de Calaucán. Y es que en el ’90 la insuficiencia económica y las paupérrimas condiciones en las que ensayaban terminó por colapsar sus ánimos. Más tarde todas son acogidas por el Instituto Chileno Británico de Cultura, institución que les permite ensayar en sus instalaciones. Así logran dejar atrás los ensayos en gimnasios sucios y malolientes, con goteras y donde en invierno tenían que practicar descalzas, pero con abrigo, gorro y bufanda para resistir el frío que se colaba por ventanas y rendijas.
Desde 1992, el Centro de Danza Calaucán se ha destacado por la creación y montajes de obras que han contado con financiamiento Fondart. Ese año organizaron el Primer Festival de Danza de Concepción. Más tarde en forma independiente hicieron un proyecto en conjunto con el canal Azul Televisión llamado Íconos Urbanos (1998), que permitió mostrar la ciudad a través de la danza.
Continuaron con Sobre Mesa (Fondart 2000), obra en la que describen la historia de la familia chilena desde la década del ’50 hasta los ’90. Con Gentil Aurora Oscura (Fondart 2001) recogen la historia de la zona del carbón. En Disecta Membra (Fondart 2003) plantean una mirada de la sociedad durante el régimen militar. Con OrejaOjo de radioteatro (Fondart 2004) evocan la sensibilidad de la época del radioteatro en Chile y con Selk’nam (Fondart 2006) rescatan la cultura del pueblo patagónico exterminado a comienzos del siglo XX.
Con fondos regionales del Fondart, el Centro de Danza Calaucán realizó innumerables cursos de formación, capacitaciones, diplomados de metodología para la danza e itinerancia de sus obras en distintas comunas de la región.
Con fondos del Gobierno Regional del Bío Bío, el 2007 realizaron una itinerancia de la obra Selk’nam en liceos y escuelas municipalizadas