Una gota en el océano, un granito de arena. Una acción por la salud del planeta puede parecer insignificante y sin sentido. Pero esa es la consigna hoy. Todo suma. Los efectos de la crisis climática son tan evidentes que no se puede dejar solo en las manos de la autoridad, de los gobiernos y de los científicos la tarea de contribuir. La sociedad civil tiene el poder de actuar, de cambiar, de impulsar, y en el marco de la COP25 hay un mundo por rehacer.
Por Loreto Vial
El cambio climático es por estos días un temazo que cubre las noticias, las redes sociales y genera movimientos ciudadanos como nunca. Estamos en una crisis, dicen los científicos, y no se puede dejar pasar un minuto o la oportunidad para generar acciones que den un respiro al planeta. La próxima COP25 (Conferencia de las Partes) va a ser un tremendo empujón para que en el país cambiemos el switch de nuestro comportamiento precario y hasta inconsciente en cuanto a prácticas ambientales.
Si bien en los años 70 ya se tenía nociones del calentamiento global generado por los gases que resultaban del excesivo desarrollo industrial y urbano, fue en 1992 cuando surgió la Convención Marco de Naciones Unidas, al alero de la ONU. Curiosamente, se estableció en la Cumbre de la Tierra, que se llevó a cabo en el mismo país que hoy vive su peor tragedia ecológica. Sí, en Brasil.
En esa cita se fundó la COP, como una reunión anual ejecutiva y representativa, destinada a crear conciencia sobre el cambio climático. A la larga ha precisado su acción en frenar los gases de efecto invernadero y evitar que la Tierra aumente su temperatura en más de 1,5 grados. En las COP participan los más connotados científicos, jefes de Estado, ministros y organizaciones no gubernamentales. Es como un “mundial ambientalista”, donde los países toman acuerdos, discuten y también sacan las garras. De hecho, hay “acuerdos” que han fracasado, otros que no fueron implementados y que en cada nueva cita se intentan reactivar.
Este año es el turno de Chile. Los que saben de organización dicen que es el desafío más importante desde el Mundial de Fútbol del 62. Si en 2019 todavía se habla de la hazaña del tercer lugar del equipo nacional -como si fuera ayer-, es de esperar que esta conferencia ponga en primera línea por harto tiempo la conversación del patrimonio ambiental. La gente puede y quiere hacerlo, y de eso hay varios ejemplos.
Ellas son la mente
Alejandra Stehr y Laura Farías son científicas. Las une el estudio y la Universidad de Concepción donde son connotadas facultativas. Doctoras, ambas, la primera es directora del Centro Eula y, la segunda, académica del Departamento de Oceanografía. Las dos fueron elegidas junto a otros seis científicos chilenos para liderar las mesas de trabajo de la COP25. Ellas más otro académico de la Universidad Austral son los únicos investigadores de regiones de esa nómina.Laura Farías, oceanógrafa, explica que el papel de la ciencia es fundamental para la toma de decisiones en una cita como esta, pues su rol es entregar pruebas que expliquen cuánto porcentaje es atribuible al Cambio Climático en los procesos estudiados, por ejemplo, la megasequía. “Pienso que la COP es un buen catalizador que ha permitido que la ciencia levante evidencias e insumos para las distintas mesas y que se conecte con tomadores de decisiones”, puntualiza. La mesa que ella lidera es la de los Océanos. Sostiene con preocupación que la mayoría de las personas no repara que el océano no es una fuente infinita de servicios. “Si bien absorbe el calor excedente y captura el CO2 producido por el hombre, este se está calentando, acidificando y perdiendo biodiversidad. Entonces, tenemos que poner en valor al océano y protegerlo. ¿Cómo? evitando que contaminantes no tratados lleguen a las costas, conservando, deteniendo la sobreexplotación de recursos pesqueros y valorando los diversos ecosistemas”, sentencia. Agrega que también se pueden hacer acciones día a día, limpiando playas, exigiendo pesquerías certificadas y consumiendo productos locales.
“Cuando doy clases o dicto alguna charla sobre el tema, las inicio siempre visualizando el planeta azul. De hecho me imagino todos los servicios que el océano hace por la humanidad. Un trabajo silencioso y de millones de años. No obstante en los 50 últimos, la modificación del hombre ha sido tal, que el océano está enfermando”, sostiene.
A cargo de la mesa de Agua está la doctora en Ciencias Ambientales Alejandra Stehr. Y argumenta que desde hace ya mucho tiempo se está trabajando en levantar información de cómo se está usando este recurso, cómo esto se relaciona con el cambio climático, también la situación de los hielos, y cómo se involucra en la disponibilidad de agua.
“Es información importante para discutir los planes de adaptación a nivel nacional, en temas de escasez hídrica, inundaciones y otros fenómenos extremos que está ocasionando el Cambio Climático. La crisis del clima no solo provoca falta de agua, sino que produce que las precipitaciones se manifiesten en forma mucho más concentrada en lugares en que la lluvia no era frecuente”, señala.
Y la misión de Alejandra Stehr y de los otros investigadores es aglutinar esa información para dar consistencia a los planes que trabaja hoy el Gobierno. Pero no solo eso. Además, el propósito de las mesas es levantar ideas y diseñar el compromiso mundial que se generará en la COP para este año.
“Nosotros generamos información para entregarla al ministerio de Ciencia. Luego esta pasa al ministerio del Medio Ambiente y, sucesivamente, al de Relaciones Exteriores, donde están trabajando políticamente la cita”, sentencia la directora del Eula. La expectativa es que decante en un compromiso efectivo. Es hora de actuar, dice el eslogan de la COP, porque los datos son dramáticos.
“Hay una disminución en los caudales y de las precipitaciones. Hay aumento de las temperaturas, y baja de la cantidad de nieve que se acumula como reserva del agua del verano. Esto es algo que nosotros, en el Centro Eula y en la Universidad de Concepción, venimos transmitiendo hace varios años. Mi tesis doctoral es de 2003 y es de esto mismo”, comenta.
Hay muchas ideas, pero enfatiza que hay que tener cuidado. Que no se trata de ser creativos y seguir una sin el debido respaldo. “Se habla mucho del proyecto carreteras hídricas, pero no es llegar y tomar una decisión. Para eso hay que estar informados, y con una buena información. Por ejemplo, está la idea de sacar agua del Biobío para llevar al norte… Así estamos pensando solo en los beneficios del norte y no en las repercusiones que va a tener en la cuenca del Biobío. Muchas veces se habla de que el agua se pierde en el mar, y eso es totalmente falso. Por algo existe un ciclo hidrológico y naturalmente el agua llega al mar con sedimentos, con nutrientes que son muy importantes para el Golfo de Arauco. Está relacionado con las características de sus pesquerías y la productividad”, comenta la académica.
Reflexiona que en Chile estamos al debe. Si bien en estos últimos años se ha mejorado mucho la información disponible, aún estamos muy bajo en los estándares internacionales para tomar decisiones.
“He escrito un documento que habla justamente de que en las decisiones deben considerarse todos los aspectos. No se puede tomar una determinación aquí en Biobío y replicarla en la cuenca del Aconcagua o el Maule. Todas las cuencas son distintas y tienen características meteorológicas diferentes. No podemos aplicar una decisión exclusiva para todo Chile. Queremos mostrar como científicos, qué se hace en otros lados del mundo, que hay soluciones disponibles y así empezar esa discusión”, explica.
Alejandra Stehr indica que todo lo que hacemos genera un impacto ambiental y, por lo mismo, debemos encontrar la forma sustentable, que genere el menor impacto y que nos ayude a crecer como país y sociedad. “Es una gran ventaja que tengamos la COP acá. Lo hemos puesto como noticia de primera plana. Eso ha hecho que la ciudadanía tome conciencia”, agrega.
Aunque aún no hay una normativa, sí se está discutiendo una Ley de Cambio Climático, también se habla de la importancia de los bosques nativos versus las plantaciones, de la situación del mar y de las partículas del aire. Tenemos que buscar un equilibrio que nos permita el desarrollo sustentable para llegar a las metas que nos hemos puesto como país de carbono neutralidad en 2050 y que esto, a su vez, no influya en la disponibilidad de agua.
“Vamos a aportar nuestro granito de arena como Chile, pero tiene que ser un compromiso global. Si se pone de acuerdo el mundo en general, sí se puede tener impactos positivos”, asegura.
¿Qué dice el público?
En una encuesta solicitada por el ministerio del Medio Ambiente, se les consultó a las personas si creían que el cambio climático estaba sucediendo. Los resultados mostraron que un 84 % creía que el cambio climático estaba ocurriendo u ocurrirá en algún momento en el futuro, mientras 11 % pensaba lo contrario. También se preguntó por las causas del cambio climático. Un 51 % de los encuestados respondió que se debía a la actividad humana; un 38 %, que era por una combinación de la actividad humana y de los procesos naturales del planeta. Es decir, que el chileno cree en un Cambio Climático antrópico (por causa humana) y, a veces, piensa que todos los fenómenos meteorológicos anómalos son producto de este, sin tener evidencias que así sea.
La doctora Laura Farías dice que cree que la juventud es sensible a problemas medioambientales, especialmente los que trabajan en ciertas áreas de ciencias de la tierra. “Es interesante que el Cambio Climático se estudie interdisciplinariamente, porque compromete a las ciencias políticas, sociales y tantas otras. En cambio, muchas personas mayores no han tenido acceso a estudiar materias ecológicas o de sustentabilidad y, por lo tanto, creen que el problema es ajeno a ellos”, asegura. Agrega que también los jóvenes se cuestionan más el modelo económico imperante y el consumo, que es una de las causas de magnificación de cambios climáticos.
Ingenio al sol
Parecía una nave espacial. Todos querían una selfie con ese diseño que crearon jóvenes ingenieros y que exhibieron en más de una oportunidad en Concepción y en otras ciudades. Donde pasó dejó aplausos, asombro y la pregunta si era posible que algún día nos podamos mover a bordo de un auto solar.
Rodrigo Riveros es ingeniero civil aeroespacial y parte de la Corporación Equipo Solar, que diseñó el auto sostenible que hizo una emblemática travesía desde Punta Arenas a la capital. Es también uno de los líderes ciudadanos de la COP 25. Dentro de su tarea como embajador alienta a otras personas con iniciativas ciudadanas que contribuyen a generar proyectos que impacten positivamente el ambiente.
Si bien el auto solar fue la punta de lanza, Rodrigo y sus cinco partners: Katherine Navarro, fonoaudióloga; Gabriel Martínez, ingeniero civil mecánico; Camila Ferrada, socióloga; Francisco Moraga, sociólogo y Patricia Fernández, trabajadora social, decidieron ocupar los conocimientos y volcarlos en un emprendimiento donde logran que niños realicen un proyecto y generen un auto eléctrico.
“Estaba en el último año de carrera cuando me incorporé al equipo de auto solar de la UdeC. En 2015 junto a otros compañeros comenzamos a trabajar en la expansión del proyecto”, recuerda. Incorporaron personas de diferentes áreas: periodismo, kinesiología, de diseño industrial para cumplir con otras tareas que no podían cubrir como ingenieros. Algo muy importante fue el área de comunicación y marketing.
“Más que un auto solar de carrera, la idea era generar un proyecto ecológico y autosustentable. Nos dimos cuenta que todo apuntaba hacia la ecomovilidad y a moverse sin contaminar. Ese era el foco principal. Nos consolidamos el 2013, pero empezamos a funcionar formalmente en el 2016 como Corporación Equipo Solar”, recordó.
Luego de eso comenzaron a comunicar por qué estaban haciendo un auto solar, más que por tenerlo de chiche y contar a qué velocidad se desplazaba. “Cuando hicimos el viaje desde el sur a Santiago para demostrar que el auto funcionaba, pensamos: no estamos impactando. Así es que nos decidimos por educar y transmitir la importancia de la ecomovilidad”, afirma.
Rodrigo explica que a partir de este equipo humano han salido distintas iniciativas de sostenibilidad: filtros para estufas, seguimiento para optimizar flotas, accesorios que permiten el ahorro de combustible a través de la aerodinámica y los talleres con estudiantes. Actualmente están trabajando en las comunas de Arauco, Concepción San Pedro de la Paz, Talcahuano. También en Hualqui, Chiguayante y Coronel, esencialmente con escuelas públicas.
En sus talleres entregan a los niños herramientas de autogestión de proyectos. Les muestran cómo desarrollar una carta Gantt, un Canvas y cómo guiar un proyecto desde las tres áreas principales: técnica, comunicación y gestión propiamente tal. “Generamos actividades lúdicas, didácticas y les damos un ambiente de confianza donde no somos profesores. Enseñamos con base en la experiencia. Todo esto lo llevamos hacia el proyecto de construir un auto eléctrico. Es el impulso que les damos a través de la educación para que ellos sean emprendedores”, enfatiza.
Lo que transmiten a los chicos es que para emprender es necesario complementar las habilidades como el trabajo en equipo, la resiliencia, la paciencia. Todo enmarcado dentro del producto final, que es un auto para una persona. “Al final de este proceso, hacemos un festival donde hay una carrera de eficiencia energética para la que cada colegio construye su propio auto. Compiten no por velocidad, sino en resistencia y eficiencia energética, por lo tanto, no gana el vehículo más rápido, sino el que con la misma energía logra dar la mayor cantidad de vueltas. El ganador es el equipo que utiliza mejor la energía a su favor”.
El joven ingeniero dice que al principio es un poco difícil cambiarles el switch. Su metodología al comienzo genera un poco de desorden, porque piensan que están en una especie de recreo. Cuando se dan cuenta que dentro de ese espacio de libertad tienen la capacidad de expresar su opinión y de colaborar al proyecto logran una confianza y se pueden desarrollar dentro de las áreas que les interesan.
“Hay personas que tienen muchas habilidades comunicacionales, son extrovertidos, líderes natos… Otros tienen más habilidades técnicas, manuales y entienden que si no ponen de su parte, el plan no funciona. Todos se sienten muy validados, entienden que aportando desde lo que a ellos les gusta complementan mucho al trabajo. En definitiva, saben que solos no pueden, porque siempre en la vida tendrán que estar con más gente”, indica.
Así, han ido instalando en los más pequeños el concepto de movilidad sustentable. “Creo que se hace que se visibilice más la crisis climática, que quizás en este punto puede ser incluso irreversible. La educación es el pilar, hay que informar a las personas sobre las acciones puntuales que pueden hacer respecto de la crisis y qué exigir sobre lo mismo. Si los estudiantes conocen las alternativas y comprenden que es posible moverse sin contaminar, hay que elegir irse por ese camino. Es decir, nosotros les mostramos que la construcción de un auto eléctrico no es difícil y que su mantención tampoco lo es. Cuando llegue el momento, ellos van a poder exigir regulaciones respecto del tema”, comenta.
Participar en el proyecto de construcción del auto ayuda a los estudiantes a visualizar la diferencia en las emisiones, saber cuál máquina es más costosa en su fabricación, entre otros aspectos. “Por muy buenas iniciativas que nazcan, si la gente no está educada en estos temas, va a haber mucha más resistencia al cambio. Creemos que con este desafío estamos llegando de una forma muy potente a las nuevas generaciones e internalizamos en ellos el concepto de experiencia. En temas complejos como la crisis climática esta es una forma directa y consciente de educar”, sostiene.
Espíritu Mapu
Adán Cariman camina todo el día en Los Ángeles. Aprendió hace rato a andar con una taza y su cuchara para tomar café y no utilizar plástico en esa acción tan cotidiana, sobre todo en el frío del invierno cordillerano. Es gásfiter y dice que su pega también es de lo más ecológica, porque cada gotera que repara es un dolor menos para lo que nosotros llamamos medio ambiente. Para él, la Mapu.Adán es lonco de una comunidad de 160 familias en Mulchén. Y desde hace años viene dando una lucha incansable por sensibilizar a su gente y a quienes están cerca de su comunidad sobre las energías renovables. Su proyecto más reconocido es el uso de paneles solares como energía base en las casas de su comunidad.
“Me siento orgulloso y con mucha humildad de ser reconocido como embajador y líder ciudadano, para que presenten proyectos por nuestra querida Mapu, Madre Tierra, que tanto está sufriendo. Cuando la tierra sufre, nosotros también sufrimos. No se trata de una lucha de nosotros en específico, sino de la aldea global, y tenemos identificados a quiénes están castigando a la tierra”, sentencia.
Adán habla con propiedad de la tecnología, de los smartphones, de las centrales a carbón, de los gases de efecto invernadero, de los bosques y de los grandes captadores de CO2. De nada nos sirve progresar, tener tanta tecnología disponible si optamos por fabricar energía barata y contaminante, replica.
“Estoy organizando un evento donde vamos a regalar árboles a la sociedad civil. Nada de charlas, palabras que como llegan se van. Entregaremos un árbol con un compromiso a cada familia para que lo cuide y lo haga crecer, porque en el bosque nativo está la esperanza de recuperar nuestra tierra enferma. Un árbol es un amigo, un regulador del clima. Creemos que los bosques mantienen y contribuirán a superar la crisis”, explica.
A sus 70 años, Adán comenta que siempre se interesó por la matriz energética chilena y que su preocupación comenzó desde cuando la esperanza era la hidroelectricidad. “Mi preocupación era totalmente atinada, porque así como iba la cosa llegaría un momento en que no tendríamos agua. En eso estamos”, dice.
Recalca que hay un equilibrio que no se puede quebrantar en la naturaleza. “Lo que nuestros antepasados nos enseñaron es que la Madre Tierra no conoce la misericordia. Su mandato es autorregularse, y si nuestra sociedad le está haciendo daño, va a eliminarla no más. Y vamos a pagar justos por pecadores”, anticipa.
De la misma forma lamenta lo que hemos depredado. “Fuimos negligentes. No supimos valorar y no sé cómo vamos a remediar eso. A toda mi gente la tengo involucrada en este tema, y cuando hablamos de lucha, lo hacemos porque somos los protectores de la tierra. Le pedimos a Dios que nos ayude cada vez que nos reunimos. El pueblo mapuche pocas veces se ha visto peleando por este tema, y la verdad es que esta es la madre de todas batallas”.
Se esmera, crea eventos, estudia y se propone muchos desafíos. Pero Cariman se siente solitario en esta tarea y pocas veces apoyado. “Soy maestro y prácticamente costeo todo lo que hago. Las empresas se olvidan. Reciben una RCA y hasta allí llega el trabajo con la comunidad. Ese es todo su compromiso. Pero vamos a seguir haciendo las cosas y enseñando que hay mucho por hacer. Eso le digo a la gente en los lugares donde trabajo. Son muchas las señales que hoy estamos recibiendo. Los científicos no hablan por hablar. La sequía es un hecho, y el Señor ha puesto a las personas más humildes para avergonzar a los sabios y poderosos. Greta Thunberg, que es una niñita con autismo, es capaz de convocar a millones por una causa. Yo digo lo mismo. Aunque sea de a poquito debo hacer notar lo que mi pueblo y la Mapu sienten. No se puede perder el tiempo porque ya estamos al borde de colapsar”, manifesta.
Un muro de voluntad
Fernando Espinoza es profesor de inglés pero coquetea con la construcción. Tanto que en una sala de clase del DUOC UC en Concepción surgió la idea de realizar un proyecto con ecoladrillos. El propósito es que los alumnos visualicen el plástico como algo más que basura.
Un ecoladrillo es una botella PET que se rellena con otros desechos plásticos de distinta categoría, ordenado en forma rigurosa para que alcance una densidad adecuada para construir. Los ecoladrillos se hicieron rápidamente populares entre los alumnos, se empezó a difundir entre los estudiantes y llegó a oídos de la mamá de uno de ellos que trabaja en un jardín infantil, en Pedro de Valdivia Bajo, que además tiene certificación ambiental.
“Reunir ladrillos tuvo un sentido, los estábamos haciendo pero no teníamos un para qué. La motivación es ahora la construcción de un muro de 30 metros lineales, en el que utilizarán aproximadamente tres mil ecoladrillos para ese establecimiento en Concepción”, destaca.
Este jardín funciona en un container, porque la empresa que debía remozarlo quebró. Tienen poco espacio de juego. Los niños se mueven en un sitio donde pasean los perros y sus desechos quedan ahí. Los ecoladrillos son una vía para resguardarlos de ese problema y brindarles mayor seguridad.
Paralelamente, entre los estudiantes de Construcción del DUOC UC se activó la idea de hacer un proyecto de investigación aplicada con los ecoladrillos. Se presentaron 72, de los cuales se seleccionaron ocho, entre ellos el de Espinoza. “El propósito es validar el ecoladrillo en construcciones habitacionales y, si es así, estaríamos contribuyendo al diseño y también a disminuir el valor de ciertas construcciones. Este material se puede usar como una suerte de poliestileno expandido. Se verá un muro y nadie sabrá qué hay dentro realmente. Estamos probando su resistencia, sus propiedades de aislación térmica y acústica, la transmitancia térmica y su resistencia a la tracción, para ver si confinado en hormigón puede resistir un sismo. Ganamos ese fondo para hacer las pruebas de laboratorio en la Universidad del Bío-Bío”.
A mediados de octubre tienen pronosticado cumplir los 3.000 ladrillos que implica la construcción del muro para el jardín. “Estamos en campaña de control de calidad y recolección. Nos sentimos muy contentos porque los jóvenes están entusiasmados y conectados con la temática ambiental. Estuvimos en el FIIS (Festival Internacional de Innovación Social), que es una de las muestras ligadas a la COP 25. Gracias a eventos como este, notamos que los jóvenes ya tienen incorporado un cambio en su discurso. El reciclaje no es moda, sino parte de una cultura. Ellos lo están enunciando en reuniones e impulsando como un propósito. Siento que tienen un papel preponderante en echar las cosas hacia adelante. Hay estudiantes en Chiloé que nos están llamando para aportar. También de colegios, sin que nosotros lo hayamos pedido, están ayudando. Es mucho el movimiento que ha generado”, añade Fernando.
Para este proyecto se utilizan botellas de medio y un litro, que son revisadas por los alumnos del DUOC UC para el control de calidad, midiendo la densidad y volumen. Son muy estrictos, pues se juegan el prestigio de su idea.
Esto demuestra que todos pueden generar un proyecto que impacte positivamente al ambiente. Hay entusiasmo, ganas de hacer cosas y si bien la COP25 es el encuentro donde se van a revisar las políticas y los compromisos de los países, en Chile la sociedad civil también puede hacer lo suyo. Es cosa de animarse, trazar un objetivo y las redes se van tejiendo muy rápido.