Actualmente existen varias alternativas en la capital regional, para todas las edades y gustos literarios. Uno de los mayores atractivos de estos encuentros es que permiten intercambiar ideas y enriquecer puntos de vista al oír a otros. En un tiempo donde las conversaciones en el mundo virtual se transforman en descalificaciones y peleas, acá, un libro une a un grupo y hace reflexionar a sus integrantes desde el respeto y la consideración hacia la opinión de los demás.
Por Natalia Messer
¿Qué mejor que leer un buen libro y poder comentar sus ideas dentro de un grupo? Parece una experiencia enriquecedora, pues una reflexión en torno a una obra literaria no va a ser igual a la de otra persona que navegó por esas mismas páginas. No todos interpretamos de la misma forma. Los clubes de lectura refuerzan esa rica identidad colectiva y recuerdan una práctica de antaño.
En España, por ejemplo, las tertulias serían, según algunos estudiosos, el preludio de los clubes de lectura. Se trata de un fenómeno cultural que se remonta al siglo XVI, y que tendría origen en las llamadas academias literarias del Siglo de Oro, época histórica donde, por cierto, florecieron en exceso las artes y las letras españolas.
En Chile “no hay un registro pormenorizado sobre este tipo de instancias”, cuenta Boris Márquez Ochoa, historiador y director de la Biblioteca Municipal de Concepción. Sin embargo, hoy en día es bastante común encontrarse con talleres literarios y agrupaciones de interés similar que comparten el gusto y la pasión por la cultura, las artes y los libros.
Los clubes de lectura son verdaderas instancias de diálogo, porque no se trata sólo de leer a Aristóteles, Dickens, Tolstoi o a Saramago, entre otra infinidad de autores. Es más bien un espacio para debatir, compartir ideas, reflexiones que a veces escapan a lo literario y, lo más importante, generar lazos de amistad.
En Concepción, desde hace algunos años existen atractivas opciones de clubes de lectura. Los encuentros, que siempre son gratuitos, se realizan, por lo general, una vez a la semana o bien mensualmente. Sus participantes son un verdadero arcoíris: muy diversos en edades, profesiones y gustos.
Los cófrades de la UDD
La Cofradía de Lectores de la Universidad del Desarrollo se fundó en marzo de 2015 y actualmente registra cerca de 20 “cófrades” activos. El grupo se reúne cada miércoles, a eso de las 19:40 horas, en el quinto piso del edificio de la salud de la UDD.
“La idea es acercar la literatura a la experiencia vital”, dice Ana María Gutiérrez Suárez, profesora de literatura y guía de la Cofradía de Lectores del plantel.
Y aunque cuesta entender el alcance de esa declaración, Ana María lo explica con un ejemplo clarísimo que permite comprender cómo los libros pueden también servir de modelo para tomar opciones o decisiones en la vida diaria, incluso aquellos textos de larga antigüedad.
“Ovidio, escritor nacido en el siglo I a.C., en El arte de amar y en Remedia amoris aborda cómo encontrar el amor y, de qué manera, si este termina, poder sanar un corazón herido (…) ¿Quién no se ha enamorado alguna vez? Y, en tal caso, ¿quién no ha vivido el desamor? Los consejos de Ovidio frente a estos temas son universales y atemporales; por tanto, pueden aplicarse hasta el día de hoy”, explica Ana María Gutiérrez.
La cofradía de la UDD está abierta a todo público, tanto para lectores avezados como para principiantes. La clave está en compartir e intercambiar puntos de vista, acerca de casi todo. No siempre las conversaciones se limitan a los libros recomendados o a los contenidos de la clase. También se mencionan películas y obras de arte. Las referencias van desde el Quijote y Violeta Parra hasta Bob Dylan.
“Empecé a leer tardíamente, porque no fui una lectora precoz, ya que en nuestro colegio nos separaban a temprana edad, y yo me fui por el lado científico (…) Me encanté con la literatura. Este grupo es una fuente inagotable de conocimiento”, opina Isaura Neira, quien partió desde los inicios en esta cofradía.
Dentro del grupo llaman la atención las distintas edades y actividades de los participantes. Isaura, por ejemplo, tiene 80 años y es odontóloga de profesión.
“Cada uno, incluyéndome, aprende de los conocimientos y experiencias de los otros participantes. Como todos los asistentes provienen de áreas disímiles y, por ende, sus sensibilidades y apreciaciones son variadas, se genera un intercambio de ideas muy interesante”, agrega la profesora Gutiérrez.
En esta cofradía se leen novelas, cuentos, teatro, poesía y ensayos. Cada uno de los textos es seleccionado de acuerdo con el tema tratado y se prepara con una semana de anticipación para luego ser discutido en clases.
“Durante estos años hemos analizado la obra de poetas sufís, relatos mitológicos, fragmentos bíblicos, novelas de grandes escritores rusos, franceses, alemanes, ingleses, cuentos de Horacio Quiroga, Djuna Barnes, poemas de Safo, Rojas, Mistral, piezas teatrales de Ibsen, Sartre, Sand, incluso canciones de Violeta Parra, entre tantos otros autores”, explica Ana María Gutiérrez.
Entre miles de libros
En la Biblioteca Municipal de Concepción, hace poco más de un año, comenzó a funcionar un club de lectura. Sus integrantes también son diversos en edades y profesiones.
“El objetivo es entregar una alternativa de fomento al lector y un espacio lúdico para las personas aficionadas a la lectura”, dice el historiador Boris Márquez.
En Chile, los índices de lectoría no son altos. Según un estudio global GfK: frecuencia en la lectura de libros, que llevó a cabo una empresa alemana de investigación en 2017, se concluyó que nuestro país está muy por debajo del promedio mundial. Es decir -y como señalan los resultados- a nivel global un 59 % dice leer al menos una vez a la semana versus el 40 % de la población chilena.
Estas cifras, eso sí, no se condicen mucho con la realidad de la Biblioteca Municipal de Concepción. “Aquí ha sido progresivo el aumento de lectores en el tiempo. Hemos realizado muchas actividades de difusión y también estamos apoyando algunos eventos para que lleguen más”, dice Alfonso Ramírez, guía del Club de Lectura y gestor cultural de la Biblioteca Municipal.
El día que visitamos este club de lectura llegaron aproximadamente 15 personas. El tema de esa jornada fueron los cómics o historietas; por tanto, la actividad fue mucho más distendida y hasta había materiales para hacer manualidades. Risas, citas, papeles y mucha referencia literaria fueron los protagonistas del encuentro.
“Nos estamos preparando para un conversatorio de cómics. Casi siempre asistimos a exposiciones, lanzamientos de libros, si se puede… A veces, incluso, nos invitan especialmente a nosotros”, agrega Alfonso Ramírez.
Uno de los participantes, Mario Godoy, quien asiste desde la génesis del grupo, se toma su tiempo para hablar sobre la obra y legado de la poetisa y Premio Nobel de Literatura Gabriela Mistral, con motivo de los 130 años de su nacimiento (1889). Todos los lectores escuchan con mucho respeto y, al final del coloquio, agradecen la cantidad de datos aportados por Mario.
“Yo siempre venía a la biblioteca a leer. Un día, Alfonso me invitó al club, y como me gustan las humanidades acepté. Valoro mucho la amistad que se forja dentro del grupo. Son todos muy simpáticos y aprendemos de los demás. Siempre estamos tomando temas y hablamos desde poetisas latinoamericanas, hasta de ciencia ficción o historietas”, cuenta Mario.
“Este es un espacio en común, por un interés propio que es leer, pero donde también se aprenden cosas nuevas. Por ejemplo, yo no sabía que la fuente de la inspiración de los cómics radica en Bélgica”, agrega Patricio Gajardo, periodista de profesión y otro asiduo participante del club.
El grupo también se ha convertido en un espacio llamativo para los extranjeros o personas que no tienen como lengua materna el español. “Vienen aquí para practicar el lenguaje”, indica Alfonso Ramírez.
Una rueda de lectores
La Comunidad de Literatura Juvenil (CLJ) partió hace más o menos un año y medio. La cantidad de participantes va rotando todos los meses, pero se estima entre 15 a 20 personas. Eso sí, siempre aparecen caras nuevas.
Funciona por temática y sus reuniones son mensuales. “Todos los meses vamos cambiando. Intentamos leer lo más variado que se pueda y abarcar todo tipo de literatura. Por ejemplo, en octubre pasado leímos el género de terror, suspenso y thriller. Recientemente en marzo, nuestra elección fueron escritoras, en honor al mes de la mujer”, cuenta Paulina Gacitúa Lincuñir, representante de la CLJ.
El punto de encuentro de esta comunidad es la Librería Qué Leo, ubicada en Paicaví 128, en Concepción. Cada mes el grupo se reúne en una especie de rueda o círculo y, por turnos, van contando pequeñas reseñas del libro que leyeron. Se comenta si la obra gustó o desagradó y, además, se le asigna un puntaje que va de 0 a 5.
“La idea es que se genere una conversación y las personas que leyeron ese libro puedan comentar su punto de vista, porque cada uno es libre de expresarse (…) Sabemos bien lo que es leer un libro y no tener con quién comentarlo”, agrega Paulina.
Esa libertad de expresión es la clave de esta comunidad, aunque también aplica para el resto de los clubes de lectura que operan por todo Concepción y el mundo, porque, como señala Paulina: “se trata de un espacio para conversar, donde todas las opiniones son respetadas, lo que es un incentivo para que sigan leyendo, participando e invitando a más gente”.
Los asistentes, quienes también son de diferentes edades (desde adolescentes hasta adultos mayores), no deben pagar para ser parte de este club.
Para participar hay que estar atentos a las redes sociales de la comunidad, donde siempre se publica la fecha, hora y lugar de encuentro. No es necesario haber leído alguna obra, sino más bien ir con buena disposición y ganas de participar.
Desde el mirador
En el Mall Mirador Bío Bío, específicamente en la Biblioteca Viva, también se conformó un club de lectura hace cuatro años. La iniciativa surgió ante la constante pregunta que hacían los usuarios: ¿por qué la biblioteca no tiene un club de lectura?
Se presentó la idea, se aprobó y el resultado hasta ahora ha sido de lo más exitoso. Hoy, el club está conformado por cerca de 12 personas, quienes asisten dos sábados al mes durante casi todo el año (exceptuando enero y febrero por motivos de vacaciones).
La mayoría de los lectores son profesionales. Hay profesores, periodistas e ingenieros. Las edades fluctúan entre los 20 y 30 años. El grupo está a cargo de la periodista Monserrat Quezada.
“El club es muy democrático. Se elige una temática y autor. La mayoría del contenido se extrae de la biblioteca. El año pasado, por ejemplo, leyeron a José Saramago, porque contamos con muchos libros de ese escritor”, explica Nathalie Labbé, subdirectora de Biblioteca Viva, Mall Mirador Bío Bío.
El club tiene una especie de pecera, donde se dejan papeles con propuestas de temas y autores. Luego, la monitora y los asistentes discuten las ideas para finalmente llegar a un consenso.
Dentro del grupo se ha revisado vasta literatura del siglo XX, así como también autores nacionales y géneros como ciencia ficción y romance, entre otros. Los asistentes, incluso, y si se animan, pueden leer sus pasajes favoritos de la obra leída.
“Son muy amigos entre ellos. En diciembre, para la Navidad, hacen intercambio de regalos, que son casi siempre libros(…) La gente que viene es muy estable y se compromete. Ese es un valor bueno en la sociedad, porque se revitalizan las ganas de compartir”, cuenta Nathalie.
La instancia es gratuita y no se necesita ser erudito en libros para ser parte de ella, así como también del resto de los clubes mencionados en este reportaje. Estos espacios alientan el diálogo, la conversación profunda, la meditación de las ideas, frente a un mundo que cada día avanza más rápido, donde pocos oyen, pues prefieren opinar, rebatir o descalificar antes de terminar de oír las opiniones de los otros.
La célebre frase del filósofo Aristóteles, que dice: “El ser humano es un ser social por naturaleza”, se aplica casi a la perfección en esta práctica de antaño que refuerza una característica social innata, es decir, la necesidad del otro para sobrevivir.