Siempre resalta que la vida promedio de un ser humano tiene 750 mil horas y que nadie nos enseña a vivir. De acuerdo a ello, todo sería una eterna improvisación que, en su caso, resultó bastante bien. Hace casi 40 años, Alejandro González Legrand confió en sus talentos, y de sus comienzos trabajando como diseñador y matricero en Arica para la firma Citroen, hoy es -indiscutidamente- el humorista más destacado del país. Con un presente que por estos días lo exhibe en el cine, el teatro y la televisión, asegura que aún disfruta lo que hace y que vive “la juventud de su vejez”.
Conseguir una charla con Alejandro González Legrand (60) fue casi una hazaña. Entre la promoción de “Lokas” -la película en que encarna a un abuelo homosexual-, los ensayos para su programa en TVN “Con el Coco en el diván” y su actual obra “Los coquitos dicen”, casi no tenía respiro. Precisamente en esta última (que volvería al sur y a Concepción a fines de este año), reflexiona y se ríe sobre los tópicos que le preocupan e interesan en su actual etapa de vida: la comunicación entre las personas, la familia, el uso de un tiempo siempre limitado y lo “tonto grave” que seríamos los chilenos.
Justamente, aplicando consecuencia de su propia medicina, es que desahoga y transforma en humor sus propios problemas: el año pasado y tras casi diez años de juicio, su hijo Matías (29, publicista y actor) fue condenado a 301 días de reclusión nocturna por conducta reincidente en manejo bajo los efectos del alcohol durante los años 1998 y 1999. Ahora, en el escenario, padre e hijo entregan su versión de lo ocurrido, mediante el uso de monólogos desarrollados al más puro estilo gringo stand up comedy. El primer turno es de Matías, quien sorprende al público con un correcto uso el ritmo y una manifiesta presencia de la escuela de su padre. Tras durar lo preciso y sentir la aprobación del respetable, hace ingreso el maestro:
Pucha, gracias por escuchar a este weon- señala Coco Legrand, provocando las inmediatas carcajadas del respetable. Es su clásico e inconfundible estilo, ese donde se ríe tanto de sí mismo como de la sociedad en su conjunto.
-Tu hijo ya había participado en una obra tuya “Hasta aquí nomás llegamos” ¿cómo evalúas la experiencia de compartir el escenario con él?
-Más que café-concert, lo que estamos haciendo ahora es un stand up comedy, y él funciona contando parte de su vida, la cual tiene mucha verdad, pero también mucha fantasía, está hecha para el espectáculo, escrita por él. Me pareció bastante bien y lo apoyé. Y por el otro lado estoy yo, que verso y hablo sobre la percepción de un tipo que ya está a nivel de escombro, viejo y que percibe la vida de otra forma… y eso es el espectáculo. Y ha gustado.
-¿No pensaste en hacer una escena de diálogo entre tú y Matías?
-Eso me lo ha preguntado bastante gente, varias veces, lo que también me ha hecho pensar que tal vez podríamos hacer una variación, y a lo mejor terminar los dos. Pero eso se daría porque el público lo espera así. Esto fue construido simplemente como dos personas que se paran a contar parte de su vida. Pero bueno, al público no hay que llevarle la contra.
Regresamos a un instante de la obra. En medio de su rutina, el Coco recuerda una cumbre de presidentes latinoamericanos en la que estuvo presente. El público ríe a carcajadas mientras comienza a pasar revista a cada uno de los mandatarios, hasta que se detiene en el Presidente venezolano Hugo Chávez, a quien describe como “el primer Presidente zambo de Latinoamérica: mitad negro, mitad conchesumadre”, las risas continúan hasta que el humorista se da cuenta que alguien del público graba la función con celular. “¿Oye tú, piensas grabar toda la función? Afuera te van a quitar eso”, lo increpa. El resto de la audiencia espera la talla o el chiste seguido, pero no ocurre así.
-Aunque en tu programa “La hora del Coco” te presentas como un ser maduro que reacciona al avance tecnológico y pareciera no entenderlo, en el teatro te pusiste furioso cuando sorprendiste a un espectador grabando tu rutina ¿Te dio susto pensar qué pasaría si lo subían a la web?
-No, no, ningún susto, nosotros para poder dar un espectáculo, obviamente tenemos que presentarlo en imitación… y yo estoy haciendo la rutina tal cual como fue escrita (…) no es para nada miedo, porque al primero que tenemos que mostrarle el trabajo es al Ministerio de Educación (una comisión que decide el tipo de espectador y si la obra se exime o no de impuestos). Yo no puedo llegar y hacer lo que se me cante las pelotas ni decir lo que yo quiera.
-Me refería a si pensaste en las consecuencias de que subieran a Youtube el video de uno de los humoristas más famosos del continente hablando así de Hugo Chávez… ¿no fue ese el flash que se te cruzó por la mente en ese momento?
-No, porque yo no estoy diciendo ninguna mentira…
-Pero eso que dijiste cuando lo calificaste como el primer zambo…
-Bueno, pero ¿y no lo es? No crees tú que lo sea…
-Me abstengo de opinar.
-Pero también se le pega para todos los lados, porque siempre reparan en una parte no más, yo trato de que el ventilador se prenda y sacuda todo; hago una rutina mucho más larga pegándole al ABC1.
“Estoy en plena juventud de mi vejez”
Aunque hace algunos años anunciara su inminente retiro de los escenarios, lo cierto es que por estos días Alejandro Legrand vive una de sus etapas más hiperactivas, y en diversos frentes. Regresa al cine, tras una experiencia de cuatro películas a comienzos de los 80 con la compañía Aries Film, junto a estrellas argentinas de la comedia picaresca como Jorge Porcel, Susana Jiménez y Moria Casán. Ahora interpreta a un abuelo homosexual en la película “Lokas”, que debe enfrentar la llegada de un hijo homofóbico a quien no ve hace 30 años, interpretado por el actor Rodrigo Bastidas. Dirigida por Gonzalo Justiniano, también comparte créditos junto a los actores mexicanos Rodrigo Murray (Amores perros) y la conejita playboy Fabiola Campomanes. Al menos durante el primer fin de semana, los resultados en taquilla los apoyaron: fueron el estreno más visto, con 27.036 espectadores registrados en sus primeros cuatros días en cartelera, superando a los 10.684 que fueron a ver Rambo (datos entregados por la distribuidora).
Desde otro ámbito, su programa de televisión “La hora del Coco” le permite explayarse sobre las principales conclusiones extraídas de su libro “Con el Coco en el diván” publicado el año pasado junto a la psicóloga Pilar Sordo: que a los chilenos les cuesta reírse de sí mismos, que están más arribistas que nunca y pendientes de su estética personal, entre otros. Una sociedad creativa gatillada por el anterior best seller de la profesional “Viva la diferencia”, que sirvió de base para alguna rutinas que el humorista usó en su presentación realizada el 2006 en el Festival de la Canción de Viña del Mar.
-Dices que no caricaturizaste al personaje de Mario (Lokas), pero la película es una comedia; o sea, es inevitable caer un poco en el estereotipo …
-Pudo haber sido un melodrama también. Mira, lo que pasa es que ¿quién tiene la verdad respecto al tipo de homosexual que vamos a hablar? si uno es amanerado, si otro no, si hay miles, somos singulares… además ¿quién puede percibir la realidad? Cada uno percibe la realidad bajo la perspectiva de uno, no es lo real lo que tú estás viendo, es lo que tú quieres ver ¿Cuál es la realidad, cuál es la verdad? Unos me alababan la actuación y otros me hicieron mierda, pero bueno, es así. Pero lo que estoy contento es que hice algo, y eso que lo juzgue el público yendo o no a la sala, aceptando o no la película. Yo tenía claro que el tema iba a causar polémica y que no sería del agrado de todos. Pero era la opción que había, ya se había hecho mucha película política, muchas películas dirigidas solamente al estrato medio-bajo, siempre era como el mismo tema. Esto me pareció una cosa diferente, la historia me gustó y quedé, porque también tuve que ir a hacer un casting, querían ver cómo iba a funcionar, si era capaz de interpretarlo, y yo me siento feliz de eso. No cualquier humorista podría haberlo hecho tampoco.
-¿Por qué piensas que el Consejo de Calificación Cinematográfico rotuló la película para mayores de 14 años? ¿Refleja que aún es complicado para nuestra sociedad mostrar a un niño rodeado de homosexuales en su familia?
-Es algo que tenemos en esta sociedad y no tenemos por qué ocultarlo. También hay sentimientos, afectos, por eso la película siento yo que sirve, porque una de las escenas que a mí me estremeció fue cuando mi hijo tenía dudas de mí, por mi condición. Independientemente que yo fuera el padre, igual el dudaba de mí, de mi pareja, de que alguna forma fuéramos a dañar a mi nieto. Entonces hay partes que eran fuertes y que si uno las analiza y simplemente pone atención, se da cuenta de cuántas cosas tienen que pasar estas personas muchas veces, cuánto tienen que aguantarse de no poder expresar lo que sienten.
-Como Alejandro González ¿le produciría problemas que existieran matrimonios homosexuales que adoptaran hijos, por ejemplo?
-Yo siento que no puedo tener la bola de cristal, no sé para donde va la mano. Porque son 750 mil horas no más las que vivimos… tenemos que hacernos este tiempo grato, no ingrato. No nos pueden obligar a no tener sentimientos, a no poder expresar los cariños.
-¿Qué recuerdas de los días junto a Jorge Porcel y Moria Casán en Argentina? ¿Cuál es la diferencia entre el humor argentino y el chileno?
-Eran otro tipo de películas, más picarescas, que funcionaban muy bien en Centroamérica y eso me valió que se me abrieran las puertas para trabajar afuera, lo que para todo humorista es sumamente importante. Pero a diferencia de la película de ahora, es que esta (Lokas) es sumamente artesanal, que se hizo de a poco con los medios que se iban teniendo; las películas con Jorge Porcel eran una industria, yo me desplazaba desde Buenos Aires a Torcuato y llegaba a lo que era una verdadera quinta, no sé cuantas hectáreas eran, donde había de todo, era como entrar a la Paramount en Los Angeles. Entrabas a esta cosa y era un mundo entero dedicado el cine. Nosotros conchábamos tarjetas (sic), entrábamos a las 8 de la mañana, salíamos a las seis de la tarde, se nos daba el almuerzo y la merienda –como llaman ellos a la once- y filmáramos o no filmáramos teníamos que estar ahí, por cualquier situación que ocurriese. Cada película demoraba entre cuatro o cinco meses en promedio de tiempo, muy diferente a esto.
-En su libro con Pilar Sordo usted concluye que a los chilenos nos falta “capacidad de reírnos de nosotros mismos” ¿Qué tan diferentes somos con los argentinos, cómo influye esto el tipo de humor que se practica allá?
-Ellos tienen una capacidad de crítica mucho mayor, van al teatro mucho más de lo que va el chileno, acostumbran llevar a los niños de muy pequeños, por lo tanto su personalidad es mucho más desarrollada. Es un pueblo que me da la impresión que lee mucho más que el nuestro, por lo tanto están más estimulados desde más jóvenes, saben más. Cuando te toca viajar desde el aeropuerto hacia el centro, te toca un taxista que te deja con la boca abierta.
-Se dice que el chileno ha empeorado, que está más aspiracional, más envidioso, chaquetero y vivaracho, siempre buscando el camino fácil y trucho para hacer las cosas. Esto se desprende de libros y de la opinología ¿Compartes este auto-negativismo que profesamos los chilenos?
-No es que seamos todos. Nuestra singularidad, al igual que en cualquier parte del mundo está expresada de la misma forma, todos somos distintos y singulares. Ahora, nos enseñan muy poco de la vida, eso lo planteaba ayer en la función. Lo que buscamos es improvisar y cuando improvisamos cometemos grandes errores. Pero que nos gusta el camino más corto, claro, porque así nos enseñan desde chicos. Tal vez somos un país que tiene varias cosas que no le ha tocado vivir, no hemos vivido grandes guerras, las hemos tenido, pero no como en Europa. Si vas a un país europeo tienes mucho más cuidado en el orden, en la limpieza, en no andar botando cosas. Acá de pronto todo tiene que ser así en abundancia y no se da el peso a eso… podría ser un país en que te enseñen a ser caballero. Hoy en todos lados ahora te están dando charlas para que saludes y todo eso. No hay trato, no hay comunicación.
-Entre el 2000 y 2002 anunciaste un posible retiro, pero aquí te veo más activo que nunca, pleno en proyectos ¿Qué etapa sientes que está viviendo hoy don Coco?
-Siempre me he estado retirando (ríe)… es que uno nunca sabe cuándo es el día. Yo creo que estoy viviendo el raspado de la olla, que estoy en plena juventud de mi vejez, así que siento que voy a funcionar, no sé, cuatro o cinco años más en los escenarios, pero no creo que sea mucho más que eso. Aún lo disfruto, lo paso bien, me gusta.