Coletazos políticos del 27/F, el fantasma del '73 viajó en la cresta de la ola

/ 20 de Junio de 2012

Como en  Condorito, imaginamos al ex gobernador Eric Aedo pidiendo  explicaciones al Ejército por el escaso contingente disponible para frenar el saqueo de una ciudad enloquecida. Hasta  monseñor Ezzati, se sabe hoy, intercedió para que salieran los militares a la calle, a quienes, como a los civiles, se les apareció el ‘73 después de que  cinco olas  y dos sismos dejaran  muertes, desaparecidos, daños y mil culpas como le enrostraran  al ex intendente Tohá en Dichato.

El informe de los investigadores de la U. de Concepción que despeja número y horarios de las cinco olas que “atacaron” las costas de la Región el 27/ F ayuda, sin duda, a recomponer los hechos desde una mirada científica. Son las mismas olas, sin embargo, que siguen complicando al mundo político y de las que, en voz del ex gobernador de Concepción, Eric Aedo Jeldres, que estuvo esa madrugada en la primera línea de mando, en la Prefectura de Carabineros de Concepción, no se enteraron hasta bien avanzada la mañana.
“Cuando recién el oficial de la Armada nos estaba informando que no había tsunami en Talcahuano, ya había entrado la primera ola. Y cuando el intendente Jaime Tohá estaba diciendo en la radio Bío Bío que no había tsunami, la segunda ola ya estaba entrando al puerto”, dice. Eran ya las 4.35 horas. Lo supo después, cuenta, por su hermano Pancho que a esa misma hora trepaba asustado por los balcones de su edificio, en pleno centro de Talcahuano, intentando salvar con vida y comunicarse con él mientras en su MP3 escuchaba al ex intendente Tohá diciendo: “Me he comunicado con la Armada y no hay peligro”.
Faltarían -no obstante- contabilizar otras tres, según concluye ahora un estudio de los científicos Marcus Sobarzo, Luis Bravo y Renato Quiñones, del Departamento de Oceanografía; junto a Andrés Tassara, del Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Concepción; y José Garcés Vargas, de la Universidad Austral, quienes llegaron a la conclusión, entre otros puntos, que cinco olas golpearon las costas con elevaciones de entre 1.5 a 2 metros por sobre el nivel medio del mar: la primera, que no fue mortífera, 20 minutos después del sismo 8.8 Richter, pero sí las de las 4:30, 5:15, 6:15 y 6:45 de la mañana.
Los científicos analizaron los datos que proporcionó un instrumento instalado por ellos en el mar, 38 días antes del terremoto, para medir originalmente velocidad y dirección de corrientes marinas y es, como precisó el periodista Salvador Schwartzmann en Radio Bío Bío “el único y exacto registro de las olas del tsunami y sus consecuencias, después del terremoto”.
Ahora se sabe que la primera gran ola alcanzó una velocidad aproximada de 600 km/hr hacia el norte; y 300 km/hr al sur, que demoró 184 minutos en llegar al punto más al norte, Arica, y 262 minutos en alcanzar la isla San Pedro, al sur y tan sólo 48 minutos hasta el archipiélago de Juan Fernández, en el oeste. Los científicos concluyeron también que la localización de los epicentros no coincide con el lugar en que se originó el tsunami y que éste tuvo dos zonas de origen principal.
De la suma de errores que a estas alturas salpican incluso a la ex presidenta Bachelet por un eventual delito de denegación de auxilio a la población; de las indagaciones que lleva adelante la fiscal Solange Huerta, que ya significó la formalización de 8 personas -tres dados de baja por la Armada- y que el oficialismo le enrostra a la Concertación, se hace cargo en lo que le corresponde este ex gobernador. Lamenta sí que ninguna de las dos comisiones de la Cámara de Diputados que persiguió y persigue responsabilidades políticas de las ex autoridades, lo haya llamado a declarar. “Son duros con el mundo político, pero por qué nadie recuerda que el comandante en jefe de la Armada declaró: ‘Me dijeron que todo estaba normal y me quedé tranquilo en mi casa’. Pasó piola. Por eso, digo que no les interesa la verdad”, remata.
¿Y qué habría hecho usted en tales circunstancias? Le preguntamos al hoy director regional de la Onemi Bíobío, Gonzalo Arroyo Contreras, abogado y bombero, quien le ha impuesto a la desprestigiada Oficina un sello profesional. Y él, poco se demora en contestar: “Hay una premisa básica en la administración de emergencia que dice: ‘Si usted no sabe al riesgo que se está enfrentando, tiene que adoptar el máximo nivel de precaución’. Es lo que nos enseñan a todos los bomberos desde chiquititos. En mi caso, habría dado una orden de evacuación; y dos, el despliegue de las fuerzas de seguridad. Es un tema largamente sabido a nivel mundial cuando hay apagones en las grandes capitales del mundo. ¿Qué pasa en Nueva York cuando hay un apagón?, la gente aprovecha de salir a las calles a saquear, si eso pasaba allí, imagínese acá que había un caos absoluto. Creo que faltó conocimiento por parte de la autoridad o preparación en el área de la administración de la emergencia”.
Pero el impetuoso jefe de la Onemi, -apolítico, como recalca- no vivió “el peso político” que trajo consigo las olas de esa madrugada ni de las horas siguientes aunque  en un par de minutos, en medio del llanto de su madre y los gritos de su padre, se las arregló para llegar al cuartel de la Séptima Compañía de Bomberos para cumplir con su deber. Allí es feliz, admite, y espera regresar cuánto antes, apenas se ponga la primera piedra de lo que será el Centro de Alerta Temprana, CAT sur, con jurisdicción para las regiones del Biobío, La Araucanía y Los Ríos. Se trata de un edificio sólido que tendrá pistas de helipuerto, bodegas, sistemas de energía de respaldo y telemedicina que se emplazará en una zona segura del Barrio Universitario, con varios anillos de seguridad y estándar de país desarrollado. “Si uno no vuela alto, no se consigue nada. No va a costar ni un tercio de lo que gasta el Transantiago”. Un grupo de arquitectos ya está trabajando en el diseño de lo que este joven abogado llama “proyecto país para proteger vidas”. Estará listo en seis meses más.
“Yo cumplí con mi deber” -arremete Aedo-, “llegué a mi puesto de trabajo a las cuatro de la mañana; el sábado decidimos que las Fuerzas Armadas salieran a las calles; logramos que al día siguiente La Moneda firmara el decreto respectivo y nombrara como jefe de la zona de catástrofe al general Guillermo Ramírez Chovar”. Y cuenta -bien emocionado- que llamadas van, llamadas vienen, el mismo ex ministro del Interior, Edmundo Pérez Yoma, terminó preguntándole si estaba dispuesto a asumir las consecuencias de sacar a los militares a la calle “con todo”, tal y como finalmente ocurrió el lunes 1 de marzo. Había que poner fin “a la anarquía”, como él le advirtió a La Moneda.
Y es que en la Región, cuenta Aedo, todos los actores políticos, desde los miristas hasta los DC tenían claro que “tenían que salir los militares y así llegaron a solicitarlo a la Prefectura de Concepción”, donde estaba instalada la institucionalidad, para terminar con el terremoto social que enloqueció incluso a algunos ABC1.

El fantasma del 73

Parafraseando a los científicos que hoy distinguen dos epicentros naturales y un tren de cinco olas, a Concepción lo remecieron – y casi al mismo tiempo- cuatro grandes sacudidas políticas: Una, la derrota de la Concertación en segunda vuelta, y por la que volaron plumas en la última reunión del gabinete, el 18 de enero de 2010; una segunda, al interior de la Prefectura de Concepción por una alerta que nunca se dio en la madrugada del sábado 27/F y que hizo quedar como inepto al ex intendente Tohá, tal y como se lo enrostraron pobladores de Dichato. En el propio Centro de Operaciones Terrestres, COT, el domingo 28, volverían a pararse las plumas a raíz del escaso contingente de 30 efectivos en la calle para un millón de habitantes (a diferencia de 150 a 200 infantes en Talcahuano) que en la noche del sábado para domingo sacó el Ejército, y en cuarto lugar, la tensa decisión de tomar o no el control de las calles (lunes 1), aún cuando La Moneda ya había firmado el correspondiente decreto que nombraba como jefe de zona de catástrofe a la tercera antigüedad del Ejército, general Guillermo Ramírez Chovar, porque -tanto a civiles como a militares, en Concepción y en Santiago- se les apareció el fantasma del 73.
“Morimos los dos juntos”, dice Aedo que le contestó al general Ramírez Chovar cuando, crudamente, éste le hizo saber sus dudas, en medio de las conversaciones, de salir o no a la calle sin un manifiesto respaldo político de por medio: “Y si muere alguien ¿quién va a pagar?¿ Los políticos van a poner la cara o tendrá que ser el teniente y su patrulla…? , me preguntó ”. En eso estaban el lunes 1 a las ocho de la mañana cuando llamó, primero, el ex ministro Secretario General de Gobierno, José Antonio Viera Gallo, y a instancias suyas, se comunicó con el ex ministro del Interior Edmundo Pérez Yoma. A ambos les insistió que en Concepción era la anarquía.
– Pesó el 73 ¿no?
-Sí, pesó en todos, en políticos y en las Fuerzas Armadas, pero salir a la calle era un tema de bien común. O permitíamos el saqueo de Concepción completo y que se empezara a matar gente entre sí -el nivel de locura era total, con civiles armados – o asumíamos, tal y como se hizo. Hoy, digo, que hay que recuperar la confianza entre las instituciones. Sin confianza el sistema no funciona. Y soy el primero en decir que fue un tremendo error del mundo político de la Concertación desarmar los regimientos en las ciudades más importantes del país (y concentrar las tropas en el norte) y desincentivar la carrera militar. Cometimos errores políticos, pero no hemos hecho el cambio y eso es lo peor; habría que incentivar la carrera militar como opción real de vida o como lo hizo la PDI, incorporar a profesionales.
– Usted dice que asumió esa decisión siendo gobernador ¿Y qué pasaba con el intendente Tohá?
– A él lo afectó haber hecho fe de la información que la Armada le entregó; vivió en carne propia lo que -según le había confirmado la Armada- no iba a suceder. Cuando fuimos a Dichato, la gente lo increpó y lo acusó de la muerte de la gente. Yo creo que eso lo afectó mucho. Hay que entender -y ponerse en sus zapatos- que él sirvió a un gobierno, que acompañó al ex Presidente Allende y se aguantó el bombardeo de La Moneda,  que estuvo relegado en Isla Dawson, perdió a su hermano más admirado, José, y a pesar de todo ese dolor fue capaz de reconstruir una relación de Estado y de servicio a Chile, de confianza con quienes en un minuto se enfrentó, pero que al final lo meten en un yerro de esta envergadura. Es a él a quien le gritan “¡por su culpa murieron los míos¡” y lo tiene que asumir. Eso es devastador para cualquiera. Yo creo que a la ex presidenta Bachelet le pasó lo mismo; tenía una confianza irrestricta en las Fuerzas Armadas, pero cuando se sube al helicóptero y comienza a ver lo que no le dijeron…Vi las fotos aéreas y el nivel de devastación sobrecogía; fue brutal.
-Volviendo al 27/ ¿por qué no evacuaron las comunas costeras entonces?
-Fue un error gigantesco, habría que ser ciego para no admitirlo, pero el sistema de comunicación falló entero. Yo estuve en el puesto de mando y las únicas comunicaciones que habían era la radio de Carabineros. Sin ella, no habríamos podido comunicarnos con la Base Naval. Y lo hizo el general Eliecer Solar cuando Tohá pidió que le corroboraran la información presencial que entregó un alto oficial de la Armada en el sentido de que el epicentro del terremoto había sido en tierra, en Cauquenes, a 35 kilómetros de profundidad y que dada esas condiciones se descartaba el tsunami porque lo que se iba a producir era una variación de marea. Él insistió tres veces con la Base Naval. Con esa información el intendente dice, vamos a la radio y fuimos… Aún así, llegamos 40 minutos después de que la primera ola había entrado a las costas de Talcahuano. Por eso yo parafraseo el titular de La Tercera: El tsunami que la Armada no vio.
-¿La falla estuvo en la Armada?
-Hubo una falla garrafal en la apreciación que dio la Armada en la Región. Si hubiese sido un acto bélico, nos destruyen. A las 7.30 horas, cuando me volví a reunir con el contraalmirante Roberto Machiavello en la Prefectura de Concepción, después de recorrer los puentes Juan Pablo II y Llacolén, él ya había informado de la destrucción de la Base Naval y de Asmar producto del tsunami, pero públicamente seguía hablando de variación de mareas. Hubo errores y fundamentalmente están en el Shoa (Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada de Chile con asiento en Valparaíso) y en la decisión política de no tener un sistema de emergencia apropiado.
 -Hoy, cuando está de moda pedir perdón, ¿debería hacerlo la Armada?
“El perdón es personal y bien concreto, pero sería sano decir al país ‘cometimos un error garrafal’, que el sistema de comunicación no estuvo a la altura de las circunstancias o no lo pusimos a disposición de la población civil. Mucha gente que no escuchó la radio (al intendente Tohá) evacuó y se salvó”.
Hoy, el ex gobernador (administrador público y post graduado en Ciencias Políticas) guarda con celo la frase de despedida del ahora general (r) Guillemo Ramírez Chovar con quien, dice, terminó haciéndose cargo de un región convulsionada, y quien, a la hora de despedida del gobierno, como soldado, lo felicitó con un “si usted no hubiese estado, no hubiese habido institucionalidad en esta catástrofe”, tras recomendarle que no se quedara en el gobierno, como estaba pidiendo el Presidente Piñera a algunas autoridades. “ ¡Y por Dios que tenía razón”, dice.
Es parte de la historia oculta que vivió entre la madrugada del 27/F en la Prefectura de Concepción y el 12 de marzo de 2010 el ex seminarista Eric Aedo (43) que terminó compartiendo ese último día de gobierno, el peso de una decisión política “tremenda” con el entonces arzobispo de Concepción, Ricardo Ezzati, quien , a su vez, en enlace con el cardenal Francisco Javier Errázuriz, también había hecho ver a La Moneda, la señal clara y precisa que requerían los militares de Concepción para restablecer el orden aunque tuvieran que morir algunos.
Concluye, por eso, que el 27/F hay que pensarlo como Estado. En Concepción “tenemos soldados para los desfiles, pero coordinar un apoyo logístico en una situación extrema, como la que vivimos, requiere de un contingente. Bien que protejamos nuestras fronteras y soberanía, pero sin descuidar los requerimientos internos. Los soldados tienen que volver”.

Decisiones difíciles

Mientras la tierra se sacudía y las olas barrían con tantas vidas humanas, en la “bomba alemana”, el cuartel de la Séptima Compañía de Bomberos de Concepción, nacía un líder, aunque el teniente Gonzalo Arroyo Contreras (34, soltero, abogado egresado de la UDD, voluntario desde los 13 años y el penúltimo de cinco hermanos) deje en claro que no le gusta la política, que no busca votos ni hacer sombra a nadie y se muera de risa por la inquietud que su manejo comunicacional está causando en el mundo político.
Su trabajo es la protección civil “y ahí hay que decir cosas; yo las digo y si hay que pelear con alguien, voy a pelear, pero después no me reclamen”, dice. Aspira a hacer su pega bien, tal como lo hizo en el rescate del Alto Río que le mereció un reportaje en el History Channel. Fueron los primeros bomberos en llegar, cuenta, después de haber estado en la Universidad de Concepción donde se incendiaba el edificio del Tecnológico y partiera al Hospital Regional para asegurar la atención de pacientes: “Empezamos la noche con decisiones difíciles. Desobedecí una orden y me fui al hospital, no se justificaba trabajar en el incendio. En ese momento, mi prioridad era la población”, dice.
Le ofrecieron el cargo por su desempeño y porque su currículo -en relación con emergencias- tiene más cursos de perfeccionamiento que en Derecho. A horas de viajar a Texas, Estados Unidos, para una capacitación más, dice que ojalá existiese un marco jurídico para perseguir penalmente a los apocalíticos agoreros que se apoderan de las pantallas de TV y asustan a la gente. “Yo los equiparo a terroristas, atemorizan a la población y dañan a una sociedad traumatizada como es la de la Región del Biobío, con muchos casos de estrés postraumáticos después del 27/F”, tal como comprobó con una mujer mayor que llegó a retirar todos sus ahorros del BancoEstado, en el Mall Plaza Trébol, “porque el mundo se acababa el 20 de mayo. Yo espero que a la salida no la hayan asaltado”.
Cambios profundos vivió la “Oficina” que hasta el terremoto, con sólo cuatro funcionarios estaba en la Torre del gobierno regional que colapsó; hoy es más operativa y de sus nueve funcionarios, cuatro radioperadores monitorean las 24 horas del día para mantener informado al intendente Lobos y al Presidente Piñera, aunque aquí, en la Región, las decisiones de evacuar las toma él o el intendente pero por sugerencia suya. Y por su decisión, también, Bomberos y la PDI son parte del Comité de Operaciones de Emergencia del Biobío, al igual que las Fuerzas Armadas y de Orden. “Trabajamos muy de la mano y son un importante ente asesor y colaborador de lo que se realiza en esta oficina”, precisa.
Es la lección del 27/F. Hoy, “en menos de tres minutos estamos en condición de evacuar. Damos la orden a los servicios de emergencia para que procedan porque yo no voy a llamar a un alcalde; lo vamos a hacer con Carabineros, Marina, Bomberos y los Samus. Con ellos estamos enlazados y con ellos vamos a proceder. La orden de evacuar no es un tema político”. Y cuenta que tiene un “cheque en blanco” para hacer bien su trabajo en caso de emergencia y ningún problema en girarlo.
 -Harta responsabilidad es la que tiene sobre sus hombros, ¿no?
-Bastante. Eso me obliga a ser una persona extremadamente mesurada y calmada al momento de producirse algún tipo de catástrofe. A diferencia de una Séptima región evacuando, por ejemplo, cuando en febrero o marzo de 2011 tuvimos un 6,9 Richter, aquí, bajo los mismos parámetros, no lo hicimos. Somos más mesurados, confiamos en los organismos técnicos y si el Shoa dice que no, es no. Son ellos los que tienen los instrumentos para medir.
– ¿Le sigue creyendo al Shoa?
El Shoa aprendió y evolucionó; tiene el respaldo de la Armada y con eso, para mí, basta, los he visto trabajar, por eso hablo. El Shoa está bien preparado, no es como antes.
– Ahora se sabe que, si no hubo evacuación de la zona costera a tiempo fue porque la señal de advertencia de la Armada no llegó a la población en los tiempos que correspondían…
-Sí, claro, pero eso es materia de una investigación a la cual no me puedo referir, independientemente de que haya formalizaciones. Falta el fondo del juicio, recursos de apelación, muchas cosas aún. No es legítimo referirse a eso. La Armada ha hecho el reconocimiento de que existieron errores y a mí, hoy en día, no me cabe duda de que es una de las instituciones más importantes y profesionales. Tiene un Shoa 2.4, absolutamente preparado y blindado para la ocurrencia de emergencias. Ni la misma Armada entiende lo que les pasó en esos momentos, pero sin duda está preparada como la institución que es: seria, profesional y amante de su patria.
-Usted dice que por culpa de ella misma, la Onemi es la peor evaluada. ¿Qué hizo mal?
-Todo. Todo estaba mal implementado: la operatividad, las comunicaciones, los procedimientos, a lo mejor se manejaban mucho hacia altos mandos, pero a niveles inferiores, los servicios de respuestas a emergencia jamás llegaron, poca preparación por parte de sus encargados de emergencia, mal manejo comunicacional. Creo que todo lo que se podía hacer mal aquí, se hacía.
-¿Quién no estaba preparado? ¿del intendente Tohá para abajo, diría?
-No sé lo que habrá sucedido ahí, pero en base a lo que ocurrió y a las cosas que hemos podido recabar la autoridad civil no estaba preparada para enfrentar una emergencia. Al final la terminaron asumiendo los mandos militares.

Canastas familiares

A la Onemi regional ya le asignaron uno de los modernos móviles que donó Estados Unidos, equipados con sistemas radiales y satelitales, generador eléctrico, GPS y tecnología de punta para operar durante situaciones de riesgo, pero Gonzalo Arroyo dice que la misma ya la tenía en su camioneta salvo que debía llegar a montar el centro de operaciones que transporta en cajas. La Región -dice contento- dispondrá de dos equipos que permitirá comunicaciones en todos los espectros radiales y satelitales.
-¿O sea nunca más la Región podría quedar incomunicada?
-“Nunca más, espero. La Región tenía estos equipos, pero estaban guardados en una bodega de calle Maipú esquina Castellón. Si quedó incomunicada en febrero de 2010 fue por negligencia. Y lo digo con la más absoluta responsabilidad y conocimiento de causa. Había equipos VHF, HF e incluso el ex intendente Martin Zilic entregó fondos para que se construyera un vehículo con comunicaciones y se incorporara incluso una minioficina; esos equipos se desmontaron y el vehículo rojo para la Onemi se perdió. Parece que era más importante repartir canastas de alimentos que el tiempo juzgó”.
Los equipos VHF permiten comunicación inmediata y regional con Carabineros, Armada, unidad operativa de control de tránsito, Gendarmería, PDI, Bomberos y Samu y el equipo de red radial HF, comunicación inmediata a nivel nacional entre todas las Onemi.
Este último es el equipo que no tuvo a mano el ex jefe de la Oficina Nacional de Emergencia del Bío Bío, Jorge Henríquez Cárcamo, cuando en pleno terremoto logró comunicarse por teléfono con un funcionario de turno del Centro de Alerta Temprana, en Santiago, y reportó a la carrera que estábamos viviendo un terremoto de intensidad 9 a 10 en la escala de Mercalli y no le creyeron.
“Mira conchetumadre, esto es un terremoto y es grado 9 a 10”, espetó y así quedó registrado en los expedientes judiciales. Cuando Carmen Fernández, su ex jefa y directora de Onemi que dimitió tras el 27/F y está formalizada por el cuasi delito de homicidio de 156 muertes y 25 desaparecidos, reconoció que, cuando escuchó el relato de su subalterno, meses después “sentí que se me doblaban las piernas…”
Jorge Henríquez declinó esta vez profundizar sobre su experiencia, pero dijo que en el caso no veía una preocupación real por mejorar las cosas, y que se había convertido en una “tema político” que nada tenía que ver con lo suyo.
Y vaya que sí. Los remezones políticos del 27/F que viajaron en la cresta de cinco olas todavía no se aquietan.

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