El tiempo de adolescencia, quién no lo recuerda. Época de goce y de compartir con amigos, que pasan a ser nuestro centro de interés y con quienes planeamos actividades divertidas que nos invitan a conocernos, a exponer nuestras ideas y a comunicar nuestros proyectos. Y es entre ellos que muchas veces encontramos el primer amor, o amistades que duran por siempre.
Cerca de los 13 años comienza la adolescencia, época en que la vida del (hasta entonces) niño toma un rumbo especial. Se llena de panoramas, de ideas para pasarlo bien y se comienza a imaginar un futuro pleno, lleno de éxitos y proyectos. Pero ese contexto el año pasado cambió, dando paso a un presente gris y monótono para millones de adolescentes en el mundo entero.
En Chile, en marzo de 2020 los adolescentes comenzaron a experimentar un escenario adverso y limitante, que los llenó de miedo, frustración, enojo e incertidumbre. Nunca imaginaron que no podrían disfrutar la etapa que esperaban con tanta emoción, y que deberían cumplir férreamente el aislamiento físico impuesto por la pandemia, debiendo vivir una adolescencia distinta, una “adolescencia pandémica”.
El colegio, donde antes podían reunirse a diario con sus profesores, compañeros y amigos, se convirtió en un escenario lejano, al que -en la generalidad- no pudieron asistir por más de un año y al que recién algunos están retornando. La gran mayoría sigue con clases online, sistema que los ha saturado y que muchos ya rechazan, pues anhelan volver a las aulas para ver a sus maestros, conversar con sus amigos y abrazarlos.
¿Cómo ayudarlos? Primero, reiterándoles que, aunque sabemos cuánto extrañan a sus amigos, el riesgo que hoy involucra reunirse es muy grande. Es cierto que, como padres, queremos verlos felices, pero no está en nuestras manos brindarles un escenario libre de restricciones.
Sabemos que se están perdiendo una edad maravillosa, y que se sienten frustrados por no poder vivirla plenamente. A algunos, incluso, la pandemia les ha significado no disfrutar con sus compañeros su último año de colegio, o su soñado primer año de universidad.
Ante esto, lo único que -como padres, familia o comunidad- podemos hacer para ayudarles a no perderse totalmente su adolescencia es extremar las medidas preventivas para lograr disminuir los contagios prontamente. Así, ellos podrán volver a una normalidad que, al menos, les permita reunirse con sus amigos y compartir lo que sienten.
También debemos cuidarlos a ellos: su salud física y, sobre todo, la mental. Para ello, debemos recordar que los adolescentes requieren sentirse acompañados, apoyados, incorporados a las actividades familiares, aun sabiendo que -como padres- no somos a quienes ellos quisieran cerca en esta edad. Pero que eso no nos importe: aumentemos nuestra escucha activa, la comprensión empática, nuestra permanencia a su lado, la paciencia para entender sus arrebatos juveniles, nuestro amor.
Cuidemos también los mensajes que entregamos. Nada de “esta situación es terrible” o “jamás vamos a salir de esto”. Esforcémonos por ser ejemplo de optimismo y fe, para así ayudar a nuestros hijos a disminuir la sensación de apatía, desmotivación, o falta de atención y concentración, síntomas que a diario los llevan a nuestra consulta en busca de apoyo para sentirse más seguros, inspirados, con más energía, y buscando aclarar y entender sus pensamientos y emociones, y encontrar soluciones.
Rescatemos en nosotros, y luego en ellos, la resiliencia, esa capacidad de vencer lo adverso utilizando nuestros propios recursos. Con ello disminuiremos su sintomatología ansiosa, depresiva, de angustia o, incluso, la intencionalidad suicida.
¿Qué más podemos hacer? Hablemos con ellos, recordémosles las veces que, siendo niños, superaron momentos difíciles: cuando se cayeron, enfermaron o sacaron malas notas y cómo fueron capaces de levantarse, y revertir o vencer la situación. Relatémosle cómo a nosotros mismos nos ha tocado ser fuertes a lo largo de nuestra vida, o hablémosles sobre los miles de adolescentes que sacan adelante sus estudios a pesar de no tener computador o un dispositivo móvil para acceder a sus clases.
Con esto, fomentaremos su capacidad de reflexionar, de comprender, de empatizar y de agradecer las bendiciones con que cuentan, como estar sanos o tener una familia. Mostrémosles que entendemos lo que sienten, validemos su sentir y enseñémosles a ser positivos, haciendo hincapié en que saldremos de esta situación juntos, como familia, como comunidad. Que sepan que la pandemia no puede llevarse sus sueños, y que si deben posponerlos o descartarlos, pueden crear nuevos sueños una y mil veces más.
Finalmente, que vean esta difícil etapa como un periodo que les sirvió para sacar lo mejor de ellos, y en la que su familia y su comunidad se unieron para vencer la adversidad, dándoles la experiencia de lo distinto y superable.