Muchos han sido los esfuerzos en Chile y el mundo en los últimos años por disminuir las brechas de género existentes en todo ámbito, donde si bien se valoran cada una de las iniciativas desplegadas al respecto, claramente, estas aún no son suficientes.
En este sentido, Chile tiene una brecha de género del 72.3 %, porcentaje que sitúa a nuestro país en el puesto 57°, de acuerdo con el ranking mundial elaborado al respecto por el Foro Económico Mundial. Ahora bien, si consideramos que el 2006 estábamos en el puesto 78°, es innegable que algo hemos avanzado.
No obstante, y según el último informe del Observatorio del Contexto Económico de la UDP, las cifras entre las personas que decidieron en Chile abandonar el mercado laboral de manera permanente afectan, y con mucha más fuerza, a las mujeres en comparación con los hombres. Al respecto, en general, se detectó un aumento anual de este indicador en un 18 %. Se trata de personas que no han buscado empleo el último mes y que tampoco están disponibles para trabajar, vale decir, salieron de la fuerza laboral de forma permanente. Esto de por sí ya es bastante complicado, pues no aparecen en las cifras del mercado laboral, no se les puede identificar como desempleados, por lo tanto, la cesantía real en Chile, sin duda, es muchísimo mayor a las cifras que se conocen.
Sin embargo, de mayor preocupación y complejidad resulta que de estos desempleados habituales, el 65 % son mujeres, donde además de este mismo grupo, el 35 % alude razones familiares permanentes, es decir, se han tenido que quedar forzosamente “en la casa” para cuidar a los niños o asumir labores del hogar, lo que las condiciona negativa y permanentemente para no poder retornar a la fuerza de trabajo. Además, y quizás más alarmante (e injusto), es que un 25 % de ellas son jefas de hogar (principal proveedor familiar), lo que a la vez genera aún más graves efectos para sus economías familiares.
Por otro lado, para el caso de los hombres, un 44 % reconoce -por ejemplo- razones de estudio, o sea, dice que no busca trabajo ni está disponible para hacerlo porque está estudiando, lo que implica un fortalecimiento de sus potencialidades y como capital humano a través de la educación, lo que no se produce tampoco para el caso de las mujeres. En este sentido, ellas finalmente deben sacrificar estas oportunidades de crecimiento para dedicarse a labores de casa o bien de cuidado de su familia, lo que es clara y abiertamente asimétrico en cuanto a las oportunidades comparativas.
Esta situación debiera encender en cada uno de nosotros luces de alerta, pues si se quiere desde las políticas públicas fomentar la equidad de género, el mercado del trabajo es un tremendo espacio donde poder hacerlo, sin que hasta ahora –aparentemente- se haya abordado de manera eficaz y efectiva. Tanto Gobierno, legisladores, el mundo público y privado estamos llamados a trabajar por disminuir estas brechas, pues hoy en día, la foto de quienes debieron abandonar -sin quererlo- sus posibilidades de trabajar para llevar el pan a casa, en Chile tienen rostro y nombre de mujer.