No hay que alejarse de las calles más céntricas de la capital regional para encontrarse con relevantes testimonios que dan cuenta de su historia. Muchos son reconocidos por los vecinos, pero pocos saben con certeza por qué hoy estos se mencionan o destacan como importantes elementos del patrimonio de la ciudad. Tomando como base la principal plaza penquista, donde se proclamó la Independencia nacional, iniciamos un recorrido por estos hitos y recopilamos datos para entender por qué se les considera protagonistas de la historia de Concepción.
(De nuestra biblioteca)
El 1 de enero y con distimtas actividades los penquistas han comenzdo a conmemorar la verdadera Independencia nacional,, Un hito que la capital regional lo celebra porque fue en esta tierra donde hace 200 años, Bernardo O’Higgins declaró que Chile era un país libre, soberano y “para siempre separado de la monarquía de España”.
Cuenta la historia que el hecho ocurrió en el campamento de los Morrillos de Perales, hoy perteneciente a la comuna de Talcahuano, pero que en aquella época se encontraba dentro de los límites de Concepción.
Luego de ese acto, el Libertador se dirigió hacia la actual capital del Biobío para comunicar dicha noticia a los vecinos. Lo hizo en lo que hoy es la Plaza de la Independencia, casi al llegar a la intersección de las calles O’Higgins con Caupolicán, donde un monolito recuerda ese episodio y también la importancia que tiene Concepción en la historia del país.
Sin embargo, en sus 467 años de vida, esta ciudad ha sido protagonista y testigo de otros relevantes hechos de los que todavía quedan testimonios materiales que vale la pena conocer, y sobre todo valorar, pues son componentes esenciales de su identidad.
Un pozo de agua en pleno centro
A menos de media cuadra, en el patio interior de la catedral penquista, donde hoy se ubica un estacionamiento de la municipalidad, existe un pozo de agua que data de la Colonia.
Hasta avanzado el siglo XIX, Concepción no tenía agua potable. Por ello, quienes querían abastecerse de ella debían comprarla a unos personajes llamados aguateros. Estos recorrían las calles en carretas transportando toneles de agua que vendían por litro. Se abastecían de vertientes, del río y algunos de ellos -los más cercanos a la Iglesia- del que era conocido como el pozo de la catedral.
En pleno centro, este fue por varias décadas uno de los suministros de agua más importantes para los habitantes de Concepción. A fines del siglo XIX, la ciudad ya tuvo un sistema de agua potable y también de alcantarillado. Los aguadores desaparecieron y los penquistas se fueron olvidando del pozo que quedó arrinconado por las nuevas edificaciones que se levantaron alrededor suyo. Actualmente, una reja de fierro cubre a esta reliquia que permanece casi intacta como uno de los pocos testigos del Concepción colonial.
Las historias del cerro Amarillo
A inicios del siglo XIX, el cerro Amarillo, hoy ubicado en la calle Rengo, entre Martínez de Rozas y Las Heras, abarcaba una superficie mucho mayor de la que actualmente ocupa. Según el Libro de Oro de Concepción, de Carlos Oliver Schneider, éste se extendía hasta la calle Castellón, pero por la necesidad de construir nuevas avenidas para la ciudad le fueron quitando terreno dejándolo en los lindes actuales.
Parte de la historia de Chile también tiene que ver con este cerro. En él se libró la batalla de Gavilán (nombre que originalmente tuvo el lugar), el 5 de mayo de 1817, donde las tropas al mando del coronel José Gregorio Las Heras derrotaron al ejército realista comandado por el brigadier Ordoñez, en un claro avance de los patriotas para la recuperación del territorio nacional, tras la batalla de Chacabuco. Pero no solo guerras se pelearon en esta colina. El cerro Amarillo también fue, a mediados del siglo XIX, el escenario donde se fusilaba a los condenados por delitos graves. Tal vez se eligió esta locación para instalar el patíbulo por su cercanía con la cárcel, que se situaba a la altura del antiguo mercado de Concepción. Dicen que desde allí partía el cortejo que acompañaba al condenado en su camino hacia el cadalso ubicado en el cerro.
La idea de convertir este lugar en un parque, como se le conoce hoy, surgió en las primeras décadas del siglo XX, por iniciativa del alcalde José Ramón Soto y de su director de obras, Ramón del Castillo Auzá.
El parque del cerro Amarillo se inauguró en 1931, y pasó a ser uno de los lugares más característicos de Concepción.
Los palacios del Paseo Peatonal
Caminando por el Paseo Peatonal en dirección hacia la Plaza de los Tribunales de Justicia, las estructuras que albergaron a dos citadinos palacios miran hacia Barros Arana, como casi únicos recuerdos de la magnífica arquitectura del Concepción de inicios del siglo XX.
Uno de ellos es el Palacio Hirmas, ubicado en Barros Arana esquina de Colo Colo, de estilo neoclásico y construido en 1925 y, el otro, emplazado en la misma calle, pero en su esquina con Castellón, es la Casa Urrejola o Palacio Castellón. Esta última fue construida por Pedro del Río Zañartu como un regalo para su segunda esposa, Carmen Urrejola, en 1917. La casa, cuenta el historiador Alejandro Mihovilovich, está ligada a la historia de Pedro del Río Zañartu y de su familia y, por consiguiente, a la de la burguesía penquista de la época. “Una clase social que viajaba mucho a Europa y traía desde el Viejo Continente desde tendencias constructivas hasta objetos de arte y de uso cotidiano. Así es como nace la gran construcción Art Nouveau, lo que se expresaba en sus motivos florales en frisos y ventanas pequeñas a modo de ojos de buey con marcos artesanales”. Pedro del Río Zañartu jamás vio esta casa. Murió apenas un año después de iniciada su construcción. Su esposa hizo de ella un lugar de tertulias para las señoras de la época.
El Palacio Hirmas, por su parte, tuvo en su diseño original una piscina interior y también una cúpula ubicada justo en la esquina. Ésta se perdió luego del terremoto de 1960, dejando el edificio a mal traer y con graves daños en su estructura. Cabe mencionar que ya desde el terremoto de 1939, la construcción había sufrido intervenciones y reforzamientos. Su mayor intervención ocurrió en 2005, cuando en ella se instaló una multitienda que quitó todo el interior y lo transformó en función de sus ventas.
La torre-mirador del cerro Caracol
Menos de cinco cuadras separan a la principal plaza penquista del cerro Caracol que en su cumbre tiene un hito mundial que pocos conocen. Se trata de una construcción de piedra, inaugurada en 1921 como un homenaje al canciller germano Otto von Bismarck. Otras 239 se levantaron por el mundo, en formas de torre, pero con distintos diseños según fuese el país que la albergara, aunque la mayoría se emplazó en Alemania, donde actualmente quedan 146 en pie. También se erigió este tipo de monumentos en países como Polonia, Francia, Dinamarca, Rusia, República Checa, Austria, Papúa Nueva Guinea, Camerún, Tanzania y Chile. La torre Bismarck penquista es la única de su tipo en América. Por la altura en que se ubica y por la asociación que de ella se hacía con el pueblo germano, los penquistas la bautizaron como mirador alemán. Por muchos años se realizó una procesión a la torre cada 1 de abril -fecha de conmemoración del nacimiento de Otto von Bismarck- donde además de festejos se izaban las banderas de Chile y Alemania en señal de amistad. El terremoto de 1939, que dejó bastante dañada la torre, terminó con esa tradición. Los terremotos de 1960 y el del 2010 siguieron destruyendo la estructura. Hoy no se puede acceder al interior de la torre por peligro de derrumbe. Pese a esta situación, autoridades de Gobierno anunciaron la intención de recuperar los pocos vestigios que quedan y que son parte del circuito turístico del Parque Metropolitano Cerro Caracol.
Un “teatro” que quiere volver a funcionar
Cuando se habla de la necesidad de restaurar el patrimonio tangible de Concepción, tal vez lo primero que se viene a la mente de muchos es el Teatro del Liceo Enrique Molina Garmendia.
Por la calle Víctor Lamas, frente al parque Ecuador, en la cuadra comprendida entre Aníbal Pinto y Caupolicán, están las ruinas de lo que fue el gran salón de actos del Liceo, próximo a cumplir 200 años, que es lo que hoy la gente conoce como teatro.
El salón de actos comenzó a construirse en 1929 y se inauguró en 1935. Ubicado al centro de la manzana que ocupaba el liceo de hombres, se transformó en un espacio muy relevante para la comunidad penquista, a pesar de su reducida capacidad, que no admitía más de 600 personas. “El salón partió como un galpón que, poco a poco, se fue revistiendo. Consideraba un pequeño escenario, de no más de tres metros de profundidad, lo que imposibilitaba llevar a cabo grandes manifestaciones artísticas. Pero también tenía una caseta de cine, todo un adelanto para la época, donde se exhibían las películas de moda”, recuerda Alejandro Mihovilovich, quien se desempeñó por más de 40 años como docente del establecimiento.
Este lugar se repartía con el Teatro Municipal de Concepción la exhibición de grandes obras de la época, aunque también era ocupado para actos cívicos, como el que recibió al Presidente Juan Antonio Ríos quien, como exalumno del liceo, decidió usar este salón como escenario para ofrecer su discurso a los penquistas.
El salón de actos siguió funcionando hasta pasado 1960, aun cuando el liceo ya había sido dado de “baja”. Sin embargo, fue quedando abandonado hasta que ocurrió su desmantelación y sólo permaneció parte de su estructura. Hoy desde el municipio se impulsa un proyecto para recuperar este espacio, con lo que Concepción no sólo contaría con un nuevo teatro, sino que también recuperaría un pedazo de la historia de la ciudad.
En medio de la plaza
Quienes circulan por la Plaza de la Independencia se encuentran a diario con la pileta que en su centro tiene la imagen de la diosa Ceres, una especie de “patrona” de la agricultura y la fertilidad. Aquella pileta, en cuyo borde muchos descansan o se detienen a conversar, nació con el objetivo de ser una fuente de “agua pública” para la población. El sistema de agua potable comenzó a funcionar a fines del siglo XIX. Para mantener el agua potable y evitar que los animales la contaminasen, se mandó a instalar una reja que rodeó por algún tiempo la plaza.
El suministro de agua pura fue considerado como un hito y un símbolo del Concepción moderno.