Mi abuelo Benjamín llegó desde España, cruzando la cordillera de los Andes, a principio del siglo XX. Él era sastre y vino a Chile a reunirse con su hermano, que había llegado algunos años antes en busca de mejores oportunidades. Mi abuelo venía de Extremadura – región de conquistadores decía él – en referencia a su famoso coterráneo, Pedro de Valdivia. Estuvo primero en Antofagasta, vendiendo ropa de trabajo de pulpería en pulpería, en pleno auge de las salitreras. Tiempo después, junto con mi abuela se fueron a Iquique. En ese noble puerto armaron negocio y familia. En Iquique nació mi mamá, mis tres hermanos y yo. Desde que tengo recuerdo de mi abuelo, lo vi trabajar con entusiasmo en su propia tienda de ropa, que ahora compraba directamente a los fabricantes de la época. Ésos eran los tiempos en que los vendedores viajaban por las provincias llevando su mercadería de ciudad en ciudad. Yo disfrutaba mucho con esas visitas y de ver la dinámica que se establecía entre mi abuelo y sus colegas vendedores. Me gustaba mucho estar con él en la tienda, me encantaba ver cómo se desarrollaban las cosas, la relación con los clientes frecuentes y nuevos, la experiencia de los vendedores en acción, las promociones de venta, las liquidaciones, la llegada de los nuevos productos y los cambios de temporada; la preparación y decoración de las vitrinas, cambiarle la ropa a los maniquíes, en fin, tantas cosas que allí pasaban, que eran para mí como un recreo constante. Las cosas no siempre fueron fáciles en la ciudad, también hubo épocas de vacas flacas y de dificultades económicas importantes.
Sin embargo, lo que más me llamaba la atención de todo, era ver el entusiasmo con el cual mi abuelo llevaba adelante el negocio y la creatividad que desplegaba cuando los colegas competidores de la ciudad amenazaban con ganarle terreno. De más grande entendí que lo notable era su actitud positiva y emprendedora, características que no perdió nunca en su vida. Han pasado 30 años desde que murió, cuando tenía casi 80, y lo sigo recordando del mismo modo, por su actitud, por su forma de ser y por el respeto que generaba en quienes lo conocían. El solía decir “cuando elijas una profesión, elige por lo que te gusta hacer y sin duda lo harás bien y serás feliz”. Tenía mucha razón, creo yo. Al menos eso veo cuando pienso en aquellas personas que hacen algo excepcionalmente y que llaman mi atención. Personas que son parte de mi vida y cuyo trabajo es también su misión y aporte personal. Desde el dueño del puesto de flores que está en la esquina de mi oficina, que hace los ramos más lindos que he visto nunca: hasta mis colegas con los que comparto cada día y que a pesar de las horas extras no pierden la capacidad de sorprender con sus propuestas. Todos ellos tienen en común la misma actitud positiva y entusiasta que caracteriza a los emprendedores, aquellos que se atreven a dar lo mejor de sí mismos y a correr riesgos. Es el mismo sentimiento que tuve hace algunos años cuando conocí al equipo de la revista NOS. El primer encuentro fue en un seminario que ellos organizaron y al cual fué invitada como expositora. Recuerdo ahora que lo que más me llamó la atención – además del profesionalismo de todos ellos – fue la actitud, las ganas, la visión y la misión que se habían trazado como medio de comunicación en la región. Como oriunda de provincia, sé que las cosas son más difíciles, que llevar adelante proyectos como éstos, es una gran tarea; no obstante el equipo de esta revista es un vivo ejemplo de que una buena idea, un excelente producto y el entusiasmo contagioso de hacer bien las cosas, es la mejor receta para el éxito. Ya van 14 años demostrando que se puede, y que como decía mi abuelo, cuando hacemos lo que nos gusta, no sólo seremos felices nosotros, sino también contagiaremos a los restantes beneficiados de nuestro trabajo.
En tiempos como los que estamos viviendo, donde la crisis mundial nos afecta, especialmente en las regiones de nuestro país, saber que hay personas que se esfuerzan por dar lo mejor de sí, es una inspiración para todos nosotros. Cada uno puede elegir tener una actitud solidaria, positiva y entusiasta, de modo que ése sea el valor agregado que ofrecemos en los círculos en que nos movemos; en el trabajo, en la familia, con los amigos, en la calle con los desconocidos, en cualquier lugar en donde ejercemos nuestros derechos ciudadanos. De este modo podemos dar cuenta en la práctica, que en tiempos en los que más nos necesitamos unos a otros, la actitud puede ser un valor agregado que haga la diferencia.
Feliz aniversario para todos los colaboradores de la revista NOS, para que sigan inspirándonos con la energía que los caracteriza y los hace únicos.