Con cada vez más profesionalización, equipamiento específico y mayores responsabilidades, como las que asumieron cuatro mil voluntarios en los incendios forestales del verano pasado, la institución se ha transformado en una entidad capaz de enfrentar cualquier emergencia. Pero la vocación y el corazón no bastan para cumplir esta misión. Un traje bordea los cuatro y medio millones de pesos en el mercado; un carro básico, 140 millones, y la reparación de una máquina con tecnología, dos millones. Son cifras que no pueden financiarse con los dineros que reciben del Estado, menos todavía cuando se ven enfrentados a mega emergencias que alteran el ya escuálido presupuesto con el que funcionan.
Desglosamos los costos económicos que hoy enfrentan, para presentar una completa radiografía de cuánto “vale” ser bombero en el país.
Por Rayen Faúndez Merino.
El 20 de enero de 2017, dos días después de que se iniciara el incendio forestal más grande del que Chile tiene memoria, la Primera Compañía de Bomberos de Chiguayante salía en ayuda de las familias afectadas por el fuego.
En el Biobío, 38 compañías estarían preparadas para enfrentar incendios forestales. Potencialmente podrían hacerse cargo de estas situaciones, no obstante, el combate de este tipo de siniestros no es todavía una especialidad tipificada como tal por la Junta Nacional de Bomberos, ya que recién en diciembre del año pasado se tomó la decisión de instalarla y, con ello, permitir que la Academia Nacional de Bomberos (ANB) pueda dictar los cursos que habilitarían para obtener tal condición. Hasta ahora, las formaciones en esa línea se han realizado sólo con la Corporación Nacional Forestal (Conaf).
Además de la formación, las compañías requerirían equipamiento adecuado, partiendo por uniformes mucho más ligeros que los que se usan para combatir los siniestros estructurales, cascos que permitan mayor visibilidad y equipos especialmente diseñados para aguantar las altas temperaturas.
Más de un mes después de finalizados aquellos mega incendios -que se extendieron entre el 18 de enero y el 7 de febrero, aproximadamente-, los voluntarios de la “Primera” de Chiguayante siguen luciendo los mismos uniformes de color beige que usaron durante esos 20 días de relevos y combate, y mantienen su carro listo para cualquier emergencia.
En esos incendios perdieron ocho tiras, la forma común con que se llama a las mangueras; varios de sus voluntarios sufrieron heridas y, también, recibieron una de las noticias más tristes que un bombero puede oír: la muerte de un “cófrade” mientras combatía un siniestro en Constitución.
La Octava Compañía de Bomberos de Talcahuano, del sector de Las Higueras, también estuvo combatiendo. Su capitán, Cristián Caballero Díaz, asegura que en sus 40 años como bombero nunca había visto un incendio de esa envergadura, “y al ver el sufrimiento de la gente, fue más fuerte todavía”. Uno de los carros de su compañía quedó con la caja de cambios rota, mismo destino que sufrieron las barras de dirección. Fue reparado, pero Caballero espera que la “despedida” de la máquina llegue pronto, ya que suma 22 largos años de servicio.
Los integrantes de ambas compañías fueron parte de los cerca de 4 mil voluntarios que estuvieron en la emergencia en distintos puntos del país. En la Octava Región, según la cifra que maneja el Consejo Regional de Bomberos del Bío Bío, presidido por Dino Olivieri, se registró la participación de alrededor de 2 mil 500 voluntarios. Muchos de ellos lo hicieron sin el equipo necesario, pues sólo usaron el uniforme con el que combaten incendios en viviendas, que pesa cerca de 13 kilos.
A grandes rasgos, ésas son las condiciones en las que combatieron y siguen trabajando los bomberos chilenos ante este tipo de emergencias y, especialmente, los del Biobío, región donde se concentró la catástrofe. Según las cifras de la Corporación Nacional Forestal, Conaf, se quemaron 100 mil hectáreas sólo producto del último incendio en el Biobío, aunque el número asciende a 117.901 hectáreas quemadas si se considera el inicio de la temporada, en septiembre.
A nivel nacional, a principios de marzo se contabilizaron 605.144 hectáreas arrasadas por el fuego, entre plantaciones forestales y bosque nativo. Los bomberos, por cierto, también fueron arrasados. Aún no se recuperan.
Sólo una estimación
Una labor que hoy deben hacer los bomberos de todas las compañías del país es entregar el detalle de cada una de sus pérdidas durante la catástrofe, pues todo sería repuesto por el Gobierno a través de la Oficina Nacional de Emergencia del Ministerio del Interior y Seguridad Pública, Onemi. Ésa fue la promesa realizada.
Para ello, comentó la Directora Regional del organismo, Gilda Grandón, se utilizará una herramienta ya existente hace años especialmente dirigida a Bomberos. Ésta permite hacer reembolsos de gastos en material menor e insumos -como alimentación e hidratación-, los que se liberan en la presencia de Alertas Amarillas o Rojas en un territorio, a través de Onemi.
También se instaló otra posibilidad de reembolso mediante la Subsecretaría del Interior, donde la información de los recursos por reponer es recibida por la Junta Nacional de Bomberos a través de los Consejos Regionales, en el que se incluiría el material mayor, es decir, los carros. Además, mencionó Grandón, por las características de la emergencia, el proceso se simplificó para que pase de manera directa al organismo nacional y la recuperación sea más rápida.
“Bomberos está en una situación de desmedro respecto de lo que tenían antes de estos incendios forestales”, dijo Grandón, aunque todavía no tiene claridad de cuánto perdieron. Bomberos tampoco lo sabe. Pero hay estimaciones. Según el Presidente Nacional de la institución, Miguel Reyes, esta cifra podría superar los $ 6 mil millones en el país, “en pérdida de material, reparaciones de vehículos, alimentación, entre otros”, lo que equivale a la quinta parte del presupuesto que la institución recibió por parte del Estado para 2017.
Sólo en la Región del Biobío, destacó Dino Olivieri, esta cifra bordearía los $ 2 mil millones, principalmente por daños en carros bomba, ya que muchos perdieron radiadores por efecto de la ceniza, y neumáticos, producto de los golpes del terreno. De hecho, agregó, una de las mayores falencias fue la falta de carros cuatro por cuatro o forestales, que pudieran acceder a los sectores afectados, principalmente rurales. Si se trata del cuerpo de Bomberos de Talcahuano, el número llega a los $ 20 millones en pérdidas.
Para ser bombero
Ser bombero es una labor voluntaria, pero costosa si se mira desde el punto de vista financiero. Basta con cuantificar un uniforme y equipamiento completo de sólo una persona, costo que podría alcanzar fácilmente los $ 4,5 millones, en precio de mercado. Un millón y medio si sólo se considera el uniforme, y alrededor de $ 50 mil o $ 150 mil si se adquiere a través de la Junta Nacional de Bomberos, mediante una especie de subvención.
El detalle, a grandes rasgos, lo entregó el Superintendente del Cuerpo de Bomberos de Talcahuano, Jorge Zúñiga. Los valores serían comunes para casi todas las compañías. Incluiría el traje (chaqueta y pantalón), botas, casco, guantes y esclavina (protección de cuello y cabeza). El valor se dispara cuando se agregan otros elementos, como el equipo de respiración autónomo, radio, linterna y detector de gas. “Hay muchos elementos que uno como bombero se compra, y que son propios, como las botas, que cuestan sobre los 100 mil pesos”, dijo el Superintendente. Un casco modelo Rosenbauer, el más común por estos días en las compañías, cuesta fácilmente $ 200 mil.
Si se habla de carros, los costos pueden ir desde los $ 140 millones para uno básico, hasta los $ 180 millones si se trata de carros con tracción o especializados. Ricardo Cister, Director de la Segunda Compañía de Bomberos de Chiguayante, cuenta que por la especificidad de los carros con los que ellos cuentan -un Dodge, un telescópico marca Magirus y otro Camiva-, sólo una reparación puede alcanzar los $ 2 millones. A ese gasto se suma el combustible, que implica una inversión de $ 700 mil mensuales para que la compañía pueda operar, y otro tanto para servicios como Internet y cable, necesarios hoy, según dijo, cuando la mayoría de los voluntarios son estudiantes.
Profesionales de la emergencia
Cuando los bomberos iniciaron su labor en el país sólo usaban toallas húmedas alrededor del cuello para protegerse del fuego y del calor. Apenas entraban en la compañía, sin nada de experiencia, salían a cubrir emergencias. Hoy, todo el equipamiento implica gran tecnología, una consecuencia además de la profesionalización que alcanzaron a lo largo de los años.
Por eso ya no se hacen llamar “caballeros del fuego”, sino profesionales de la emergencia. Su formación está estructurada en una malla curricular con un total de 22 cursos que dicta la Academia Nacional de Bomberos desde que saliera a la luz la Ley Marco de Bomberos de Chile, N° 20.564, promulgada en 2012. En su artículo 14, la norma obliga a este organismo a regular las competencias mínimas para el ejercicio de la labor.
Los primeros seis cursos corresponden a la certificación de Bombero Inicial, donde se imparte historia, comunicaciones, protección personal, fuego y primeros auxilios. Al pasar estos cursos, pueden acceder a la certificación de Bombero Operativo, requisito para combatir en emergencias. Allí se entregan contenidos más específicos, como el curso PRIMAP (Primera Respuesta Incidente Materiales Peligrosos), entrada forzada, ventilación, escala, búsqueda y rescate, entre otros.
Teniéndolos aprobados, pueden formarse como Bomberos Profesionales en cuatro cursos: control de incendios, riesgos eléctricos, control de emergencias con gases combustibles y control de fuego en vehículos. Luego, y para finalizar, también tienen la opción de tomar cinco cursos que consideran rescate urbano, rescate minero y conducción de vehículos de emergencia, clase F.
Esta formación no tiene costo para los voluntarios, salvo la alimentación y movilización. Pero si se trata de las especialidades, el escenario cambia. La malla de la ANB no considera aún estas formaciones necesarias para las compañías que se enfocan, por ejemplo, en materiales peligrosos (Hazmat), como la Octava de Talcahuano, o incendios forestales, como la Primera de Chiguayante. Ahí entra a jugar la gestión de los cuarteles, o la fortuna.
El capitán de la “Octava” de Talcahuano, Cristián Caballero, relató que hicieron una cotización de cursos de especialización en materiales peligrosos, y ésta arrojó que costaría, como mínimo, $ 500 mil por cada bombero. La cifra era impagable para ellos, pero pudieron formar a siete de sus voluntarios gracias al apoyo de la empresa CAP Acero (Huachipato), cuyos trabajadores formaron la compañía en sus inicios. Pero, como agregó, “hay compañías que no cuentan con esa ayuda”.
No alcanza
Según plantea el Presidente Nacional de la institución, Miguel Reyes, los recursos que les entrega el Estado no cubren todas las necesidades de Bomberos. “Algunos cuerpos de bomberos pequeños logran financiar el ciento por ciento de los gastos, pero el promedio sólo alcanza a cubrir el 50 o 70 por ciento. El resto se completa con recursos que entregan las municipalidades, algunas aportan mucho; otras, muy poco, y lo demás se obtiene mediante campañas que Bomberos realiza para completar las necesidades”. Aquí entran en juego las campañas de socios cooperadores, donde, por ejemplo, hoy centra sus esfuerzos la Segunda Compañía chiguayantina. A lo anterior se añaden beneficios como bingos, rifas u otros y las ayudas en insumos, como vales de alimentación, que entregan empresas que colaboran con algunas compañías.El presupuesto nacional de Bomberos es de $ 20 mil 556 millones, según la información disponible en el sitio web de la institución. Este presupuesto es distribuido entre los cuerpos de bomberos del país en base a una división que considera cantidad de compañías, población, viviendas, territorio que abarca, cantidad de carros o de emergencias a las que acude, entre otras variables.
Se entrega el presupuesto dividido en dos ítemes: operación e inversión. El primero es entendido como la remuneración a personal rentado, o sea, a cuarteleros, operadores de radio y secretarias, más el pago de servicios básicos y combustible; en tanto, la inversión se refiere a la reposición de material, donde la Junta Nacional de Bomberos cuenta con algunos elementos sujetos a subvención, es decir, que pueden resultar mucho más baratos para los cuerpos de bomberos.
Pero no es suficiente. Sobre todo cuando, tal como indicó Olivieri, se presenta una emergencia como el pasado mega incendio que sacó de la planificación presupuestaria a cada uno de los cuerpos de bomberos que participaron en ella.
“¿El Estado va a pagar lo mismo?”
En sus 165 años de historia, Bomberos de Chile siempre se ha mantenido en base al voluntariado. Juan Carlos Neira, cuartelero de la Octava Compañía de Talcahuano, recuerda que hace 20 años más o menos, el gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle intentó calcular una posible remuneración para los combatientes.En ese tiempo, sostuvo, Bomberos recibía del Estado $ 1.200 millones anualmente a nivel nacional. El cálculo entonces se hizo en base al cierre del 20 por ciento de las compañías existentes, dejando a cinco bomberos por cuartel y pagándoles el mínimo, que recién el año 2000 alcanzó los $ 100.000. “Su cálculo dio $ 1.050 millones mensuales”, sostuvo. La cifra ni siquiera hoy podría ser costeada pues, por ejemplo, toda la Región del Biobío recibe de parte del Estado la suma de $ 2.573 millones al año.
Si se habla de costos, nadie sabe cuánto podría valer la labor bomberil, y algunos no están dispuestos a ponerle precio. Como punto de comparación se podrían tomar las remuneraciones de los brigadistas de Conaf, quienes son contratados por temporadas de seis meses con diferentes remuneraciones dependiendo del cargo. Según datos de la misma institución, el sueldo base de un jefe de brigada alcanza los $ 550 mil; el de un jefe de cuadrilla, $ 450 mil, y el de un brigadista $ 390 mil. Ellos trabajan en jornadas diurnas de entre 8 y 12 horas. Las emergencia nocturnas son cubiertas por Bomberos, que trabajan incluso con relevos que se hacen cada 24 horas.
El Superintendente del Cuerpo de Bomberos de Talcahuano, Jorge Zúñiga, exploró la posibilidad de cómo sería remunerar a los bomberos en esa comuna, cuyo presupuesto anual estatal del 2017 es de $ 244 millones. “Imagina que una de nuestras compañías se redujera a la mitad, de 60 a 30 bomberos. Para pagar 300 mil pesos a cada uno necesitas tener de una vez 9 millones sólo para sueldos al mes. Por 10 cuarteles, son 90 millones de pesos mensuales, más todos los otros gastos en combustible y operación. Con ese cálculo, anualmente Talcahuano le costaría al Estado del orden de mil millones de pesos”.
Ahí es donde las autoridades bomberiles realizan los análisis más crudos. “Por los riesgos que se corre, no creo que con un sueldo mínimo funcione esto de remunerar a los bomberos, considerando además la formación profesional”, dijo Cristián Caballero, y agregó: “El Estado ha derrochado plata en otras cosas importantes y debería preocuparse también de esto. Bomberos es de todos los chilenos. Lo vimos en Florida, la gente quiere mucho a la institución”.
Dino Olivieri es más duro: “Cuando se crea la discusión de si el bombero debiera ser pagado, nosotros nos preguntamos si el Estado nos va a pagar lo mismo que a la Conaf. En Bomberos hay médicos, prevencionistas, abogados, directores de escuela, profesores, y estamos aquí voluntariamente, por entrega, servicio, vocación. Y el Estado, ¿cuánto nos va a pagar? Entonces, qué nos sirve hoy: que entregue mayor subvención y mayor aporte para material, junto con mejoras en los seguros de vida”.
“No queremos plata, pero sí equipamiento”
¿Debieran ser remunerados los bomberos? En algunos países lo son, como en Estados Unidos. En otros, como España, existen sistemas mixtos con voluntarios durante las noches. Los bomberos más antiguos y fundadores no dudan en mantener la tradición del voluntariado, como en los inicios de la institución.
Al consultar a los voluntarios por esta posibilidad, concuerdan en una sola idea: más y mejor equipamiento; en resumidas cuentas, dignidad, dicen. La última emergencia, el mega incendio identificado por expertos internacionales como de sexta generación por la interacción que había entre los focos y la generación de tormentas de fuego, fue enfrentada por los voluntarios a puro corazón. Según la estimación de los voluntarios, un 80 por ciento de los bomberos usó trajes especificados para incendios estructurales. Éste es el clásico de color negro que lucen los combatientes en las emergencias urbanas y que, con sus 13 kilos de material, resultan demasiado pesados para combatir un incendio forestal en terrenos rurales. “Imagínate subiendo cerros con mangueras al hombro, mangueras con agua, y ese uniforme tan pesado. Usar un uniforme estructural en un incendio forestal es matar el uniforme. No al momento, pero va perdiendo su calidad”, explica Cristián Caballero.
Fernando Rodríguez, teniente segundo de la Tercera Compañía de Chiguayante, confirmó lo anterior. Relató que al acudir a los siniestros con el uniforme estructural tuvieron que inventar, improvisar, utilizar cosas que tenían en la bodega para “aperarnos y trabajar más cómodos”. Además, sostuvo, “no sólo apagamos incendios o controlamos emergencias, sino que tenemos que administrar una empresa. Tenemos que administrar recursos humanos, velar por el buen mantenimiento de nuestros equipos y de nuestro cuartel, hacer incluso lobby político para que salgan adelante nuestros proyectos. Eso me gustaría que se cubriera. Así nos preocuparíamos sólo de nuestro servicio a la comunidad”.
“Antes de que nos paguen un sueldo, preferimos que los recursos nos lleguen en cosas y equipamiento, porque siempre quedamos al debe. El mejor pago que tenemos nosotros es cuando logramos salvar una casa o rescatar una persona“, concluyó Ricardo Cister, Director de la Segunda Compañía de Bomberos de Chiguayante.
Desafíos
La Directora de Onemi en la zona valoró el profesionalismo y calidad en el enfrentamiento de las emergencias por parte de Bomberos, cualidades que no perdieron a pesar de las condiciones. Pero también reconoció problemas. Uno de ellos es la diferencia en los financiamientos de los territorios. “Un cuerpo de bomberos grande cuenta con un recurso humano más rico, por tanto, tiene mayor financiamiento y mayor capacidad de presentar proyectos”, dijo. Biobío es una muestra de ello, con un cuerpo de Bomberos de Concepción que recibe $ 319 millones anuales, y uno de Portezuelo al que sólo llegan $ 19 millones.Por tanto, agregó como desafío futuro, se debe avanzar en la planificación de la gestión del riesgo, desarrollando a los cuerpos de bomberos en función de aquello. “Quizá falta reconocer a Bomberos como un actor que no participa eventualmente en los incendios forestales, sino que trabaja a la par con Conaf, son complementarios, y debería estudiarse cuántas compañías de especialidad forestal necesitamos, por ejemplo”, a lo que se sumaría un sistema de comunicación común con la Corporación Nacional Forestal.
Dino Olivieri resumió el gran anhelo: “Tengo esperanzas de que la autoridad esté mucho más consciente de nuestro trabajo. Que la ciudadanía nos esté dando el 98 por ciento de aprobación, dice mucho. Eso es una gran responsabilidad. Estamos esperanzados en que el Estado nos va a ir entregando cada vez mayores recursos”.