Dice que nos falta agradecer y darnos cuenta de lo que tenemos. El conocido ingeniero peruano, experto en liderazgo, acaba de dar una conferencia en Concepción donde dejó en evidencia las trabas que ponemos a la felicidad creyendo que ésta llega al conseguir ciertas metas. Pero no. La clave está, dice él, en gozar cada paso del camino a alcanzarlas.
David Fischman entra sonriente al lobby. De hecho analicé su sonrisa de oreja a oreja que va contagiando a la gente a su paso. No me ve. Me paro en actitud de “yo soy la persona que busca”. Y desde el fondo del salón me saluda. Incluso a la distancia transmite su histriónico positivismo. Es de esas personas que se ríe con los ojos. Los de él son azules, no como los del peruano típico. De hecho, Fischman tiene apariencia caucásica y a mí me recuerda a Woody Allen.
Esa mañana, Fischman había dictado un seminario sobre liderazgo y calidad de vida en el encuentro Enandes 2011, que organizó por segundo año la Caja Los Andes. Su tema: la felicidad. Su premisa: “La felicidad es rentable”. Y al momento de hablar de rentabilidad entre tanto gerente, todos estaban interesados. Él hablaba y no volaba una mosca en el salón atestado con 800 personas. Daba instrucciones y las ochocientas cabezas se ponían a discutir sus casos, a analizar sus actitudes y a buscar una vía para expresar sus emociones.
“Debo decir que me sentí energizado. Me encantan los grupos grandes. Cuando trabajo con 40 ó 50 personas me siento bien, pero con una cantidad así me siento realizado, aflora todo mi talento”, enfatiza al empezar a hablar de su dominio con las comunicaciones, de su valor como motivador y sobre su impresionante visión que lo llevó a transformarse en un tipo de gurú del liderazgo positivo.
Fischman hace su “clase” jugando. Y pasea a la audiencia por emociones extremas: la gente ríe, llora, aplaude, se concentra y, al final, abre las puertas de la mente para alojar allí la semilla de lo que este peruano quiere inducir: la felicidad es una decisión y para conseguirla hay que practicar día a día.
“Mi intención es que la gente retenga y sienta que es necesario cambiar. Creo que en el seminario de Concepción esto se logró y muchas personas se acercaron después de la conferencia para darme las gracias. Un par por ahí me dijo que El Secreto de las Siete Semillas (su primer texto editado) le había cambiado la vida. Eso para mí es impagable”, explica el autor.
-¿Cómo es esto de transformarse en una especie de gurú de la felicidad?
“El Secreto de las Siete Semillas es mi autobiografía. Yo soy ingeniero civil, tengo una maestría en Administración de Empresas, nada que ver con lo que estoy haciendo ahora. Hace unos 20 años, me estrellé con una pared. En el libro, a la persona le da un infarto. A mí no me sucedió eso, pero sí fue algo que me hizo ver la necesidad de cambiar”.
-¿Cómo era entonces?
“Era una persona muy egocéntrica, infeliz, muy loco, muy “empresario”. Alguien me venía a dar una mala noticia y era de los que rompía el escritorio, gritaba… Y no estoy exagerando”.
-Muy poco control… Entonces, qué lo hizo cambiar.
“Inicié un proceso largo de psicoanálisis. 15 años, aproximadamente. Fui un niño que tuve muchas carencias. Sufrí abusos y maltratos y en general tuve carencia de cariño. La primera semilla del libro tiene que ver con eso. Me di cuenta de lo importante que es ayudar a la gente y comencé a plantearme cómo podía hacerlo”.
-¿Quiso transformarse en un líder caritativo?
“Algo así. Empecé a meterme en esto del liderazgo, a definir conceptos y, lo más importante, me inicié en la meditación. Medito hace 16 años y meditar no es nada más que poner tu mente en blanco. Cuando meditas se te resetea el cerebro. Y me vino fuerte la necesidad de ayudar, de ser más tolerante. Es una mezcla de sensaciones que hicieron que me metiera a fondo en la tarea de transmitir lo que me ocurría. Estudié, recopilé artículos, libros, pensé mucho y terminé en esto”.
-Y haciendo honor a su discurso. ¿Se siente feliz ahora?
“Creo que estoy en lo que es mi talento. Quieres que sea más exacto. Al final de la conferencia una persona se acerca a mí y me dice: Usted me ha salvado la vida. Que tan sólo alguien sienta eso, para mí es impagable. Éste es un trabajo muy gratificante. Si una persona es capaz de cambiar por ti, entonces vale la pena todo esto”.
¿Ganas de volver de regresar a gerenciar o un trabajo más empresarial?
“Yo he sido empresario y gerente general en mis empresas. Y mi talento no es ser gerente. Podría ser empresario, pues me gusta emprender y asumir riesgos. Pero en esta profesión que tengo ahora, también asumo riesgos y aprendo. Me encanta aprender. Detesto gerenciar, porque la gerencia me quita libertad y a mí me gusta tener todo el tiempo libertad. Mi talento tiene que ver mucho más con comunicación, con creatividad”.
-¿De qué forma uno puede medir sus talentos? ¿Existe una fórmula para ello?
“Vamos a lo más fácil. No cuesta nada. En mi página www.davidfischman.com hay un test de talentos que pueden ayudarte a aclarar. Es gratuito”.
-¿Lo hizo usted?
“Lo hice yo junto a la universidad (Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas) tras una investigación”.
-Qué pasa si los demás no reconocen sus talentos. De pronto el trabajo o la familia influyen en las malas decisiones…
“Es muy difícil, sobre todo cuando los talentos están en el ámbito de las artes. Los padres quieren que los hijos se mantengan y estas carreras no están en las listas con más demanda laboral”.
-Qué diagnóstico hace de los empresarios y líderes en Chile, por su experiencia.
“Creo que cada vez más están dándole importancia a las relaciones y al clima de trabajo en las empresas. Creo que el gran responsable es la fundación Great Place to Work. Hay una estadística interesante: quienes tienen menor inteligencia emocional son los gerentes generales. He visto gerentes generales que ascienden y que en ciertos momentos están tan alto, que resienten una brecha social demasiado grande. La empresa los termina botando por ello… A veces un despido es lo mejor que te pueda pasar, porque te permite cambiar”.
-Las personas demasiado orientadas al trabajo, ¿terminan teniendo vidas privadas desastrosas?
“Es un problema que existe en el medio de las empresas. Éstas demandan cada vez más trabajo y uno puede hacer la pega feliz, por el mérito de ascender. Pero eso significa dedicarse menos a la familia o a uno mismo. Entonces la responsabilidad debe estar en las manos de cada uno, pues debe existir un balance de vida. La empresa va a exigir el máximo, pero al momento de evaluar la persona debe saber decir: No. Claro, hay ocasiones en que vas a tener mucho qué hacer y saldrás a las 11 de la noche, pero no puede ser que esto sea siempre. Hay momentos en que debes dedicar más tiempo a la familia, a tu vida personal”.
-¿Cómo visualiza el clima de las emociones a nivel social en Perú después del triunfo de Ollanta Humala?
“La palabra que define mejor a Perú en estos momentos es incertidumbre. E incertidumbre no es una emoción positiva. Cuando tú resuelves la incertidumbre te sientes feliz. Ha salido electo un presidente que ha cambiado cuatro veces de plan de gobierno. Todavía no queda claro el camino que va a tomar. Está recién dando sus primeros pasos. En todo caso, da más la sensación que va a ser un Lula, que un Chávez”.
Fischman cree que la relación con Chile se mantendrá en lo cordial, porque aparentemente se aprecian buenos propósitos de Ollanta. Sin olvidar, eso sí, el rasgo voluble del presidente electo. “Creo que Humala tiene que trabajar su credibilidad y trabajarla significa tener una línea clara, explícita y cumplir promesas que se exponen”. Dice que el principal valor del líder es ser creíble y eso sólo se gana siendo competente y coherente.
Y si de formar líderes se trata, la experiencia en el área de educación de Fischman es bastante amplia. Es fundador de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas y es categórico: “Hay pocas cosas en que Perú le gana a Chile y una de ésas es la educación. No soy un gran conocedor de todo lo que ocurre en Chile en este ámbito, pero sí he visto las noticias y encuentro lamentable como han tratado al señor Lavín, a quien encuentro extraordinario. Sí conozco la ley y creo que la peruana es mucho más transparente. En Perú hay dueños de las universidades, aquí en Chile, las universidades son asociaciones sin fines de lucro… ¿Tiene sentido que las universidades sean sin fines de lucro?. En Perú las universidades tienen dueños, accionistas y es todo más transparente. La ley en Chile debería evolucionar hacia allá”.
¿En qué cosas Chile es avezado respecto a Latinoamérica? Porque según las encuestas no somos los más felices
“Yo soy un tremendo admirador de este país. Yo viajo mucho y creo que Chile le ha sacado a Latinoamérica, por lo menos, 20 años de desarrollo. Es un país más civilizado, más educado, más ordenado, con mejores instituciones y con mayor seguridad. Pero la gente acá se queja todo el día. Llego acá y se queja el taxista, el portero del hotel, la gente, los estudiantes le pegan al ministro… Qué le pasa a este país. No estoy diciendo que no haya cosas por mejorar, pero me da la impresión que la gente no es agradecida con lo que tiene. Creo que este país es extraordinario y es un ejemplo para Latinoamérica. Ustedes deben sentirse muy contentos con lo que tienen. No digo que no vayan a aspirar a más, pero hay que regocijarse con lo que tienen ahora”.
David Fischman explica que la gente en nuestro país es muy estresada, orientada a las metas y pasa sumando una felicidad a crédito. “Viven pensando que van a ser felices cuando alcancen esa meta, cuando se cambien de puesto, cuando se compren la casa o el auto… La gente en Chile debe aprender a disfrutar, a saborear la meta pero también a disfrutar el camino, pues en ese tránsito están las cosas buenas”, sentencia este peruano, mitad chileno (su padre es de acá), quien se emociona hablando del sur de nuestro país, de la nieve, y otras tantas cosas que encuentra maravillosas. Eso sí. Hay un punto en el que no hay discusión y yo lo comparto: la comida. Perú es a su gastronomía, lo que Chile es a sus ansias de desarrollo.
Para que no queden dudas: ¿Otra cosa que Perú le gane a Chile?
“La comida, definitivamente”, dice Fischman. Se para de su sillón, agradece la entrevista y se va feliz una vez más por el lobby, mientras en lo personal me comprometo a dos cosas: a leer Los Secretos de las Siete Semillas y a comer un cebiche para inspirar este relato. Ese plato evoca en parte mi felicidad.