Se olvidaron por un rato de sus negocios y de sus ocupaciones diarias para asumir un reto extremo que los llevó a la cima de una de las siete montañas más altas del mundo. Una experiencia extrema, pero inolvidable para este grupo de chilenos que llegó a lo más alto del continente africano.
El 30 de agosto de este año, una veintena de chilenos hizo cumbre en el Kilimanjaro, en plena sabana africana. Luego de seis días de lento ascenso, este grupo, conformado por 22 expedicionarios y 4 guías de Vertical -la empresa de Rodrigo Jordán y Tomás Grifferos que organizó la expedición- cumplieron el reto de escalar este gigante blanco de África, que está incluido, indiscutiblemente, en la lista de las Siete Cumbres o montañas más altas del mundo.
Anualmente, cerca de 20 mil excursionistas se imponen este desafío, pero la particularidad de esta expedición chilena estaba dada por las características de sus integrantes: todos empresarios o altos ejecutivos de compañías nacionales que hicieron un alto en sus obligaciones diarias para asumir esta prueba extrema. Algunos de ellos lo hicieron acompañados de esposos o hijos, como fue el caso de la empresaria penquista Cecilia Salvatierra, quién sumó a esta aventura a su hijo Raúl, de 21 años.
La expedición -que partió desde Moshi, en Tanzania- duró una semana, con rutinas de caminatas que se iniciaban a las 7 de la mañana y se extendían por 6 u 8 horas, jornadas en las que algunos perdían hasta 3 mil calorías diarias por el esfuerzo que implicaba el trayecto. A medida que aumentaba la altura, las condiciones se fueron haciendo más extremas. Esto porque si bien los expertos califican la ascensión al Kilimanjaro como “técnicamente fácil”, la presión atmosférica, el clima cambiante y las temperaturas que pueden marcar hasta 15 grados bajo cero, pasan la cuenta hasta al más avezado de los montañistas.
Por eso, cuenta Cecilia Salvatierra, se planificó un ascenso gradual. “Como ninguno era profesional en el tema, la idea era que pudiésemos aclimatarnos lentamente. Hicimos campamentos a distintas alturas, el primero a 3.010 metros, luego otros cuatro, hasta hacer cumbre a los 5.895 metros”, recuerda.
EL DÍA “D”
El viernes 29 de agosto, cuando sólo faltaban horas para la última arremetida hacia la cima, las cosas para este grupo se pusieron más serias. “Estábamos a 4.640 metros. Nos enviaron a las carpas a eso de la 5 de la tarde para descansar unas horas. Antes de partir la última caminata para alcanzar la cumbre, la charla de los guías fue distinta a las anteriores. Estaban muy serios. Nos prohibieron hablar durante el trayecto para no tener problemas con el oxígeno, nos exigieron concentración y sobre todo más fuerza que nunca para alcanzar nuestro objetivo”, agrega Cecilia Salvatierra. En una fila india, partieron a las 11 de la noche, iluminándose sólo con linternas y soportando temperaturas que bordeaban los 10 grados bajo cero. Cuatro integrantes del grupo debieron volver al campamento, mientras que el resto, sólo después de ocho horas de caminata, alcanzó la cumbre al amanecer del día siguiente. Cecilia Salvatierra y su hijo Raúl Poblete fueron parte del grupo que cumplió el desafío: “Fue maravilloso. Cuando lo logramos recién pudimos conversar y felicitarnos por haber cumplido y saber que lo hicimos sólo como fruto de nuestra perseverancia, voluntad, empuje y esfuerzo. Fue agotador, pero inolvidable”, puntualizó.
El grupo de expedicionarios junto a otros “valientes” ya está pensando en el próximo desafío. Aunque se trata de palabras mayores, algunos ya miran hacia Nepal y el majestuoso Everest.