A la “escuela” le corresponderá responder en buena medida a los cambios que el denominado estallido social está generando en nuestro país. Posiblemente, va a posicionarse como un espacio de diálogo válido, comprensivo y abierto, pues deberá atender las necesidades afectivas de los estudiantes, sus visiones de lo ocurrido, lo que sus familias creen y esperan y, además, deberá estar alerta a lo que acontece en escenarios locales y nacionales.
Giulietta Vaccarezza Garrido, Doctora en Educación, Psicóloga Educacional.
La escuela, como denominación conceptual genérica, tiene conocimiento de cómo abordar una crisis, pues nunca ha estado ajena a ellas y, muy probablemente, sea el escenario que más se vincula con las demandas sociales diarias; solo repasando las últimas dos décadas, podemos ver que ha sido cuna de cambios trascendentales, y que profesores y estudiantes están presentes siempre en importantes decisiones.
Ha sido también pionera en la discusión de temáticas como ciudadanía, género y participación, mucho antes de que sean decreto, normativas o, inclusive, antes de que su necesidad sea visible socialmente.
De igual forma, le corresponde a la escuela hacerse cargo a diario del peso de las desigualdades sociales, las carencias de origen y de aquellas historias personales que impactan por su crudeza y la indolencia de quienes las ignoran.
En este momento, la escuela y sus estudiantes serán ejes de la historia de Chile, y deberán construir dicha historia, para luego relatarla, comprenderla, debatirla y analizarla. Los recursos pedagógicos para esto son variados pero, seguramente, el interés en las ideas de los estudiantes será clave para lograr aprendizajes.
Las relaciones interpersonales que se establezcan entre estudiantes, profesores, asistentes de la educación y familias resultarán vitales, lo mismo que el desarrollo de culturas escolares colaborativas que propicien la construcción de conocimiento. En lo curricular, el espacio para debatir sobre justicia social deberá expandirse aún más, brindando la oportunidad de generar conciencia individual y colectiva sobre lo que acontece y sobre lo que acontecerá.
Las acciones ciudadanas, el carácter de cada persona y su autonomía moral serán los pilares para afrontar el futuro social del país. De esta forma, el apetecido pensamiento crítico cobra fuerza y relevancia, pues permite con agudeza y argumento poner a prueba las ideas de cada uno de nosotros: aquí, la “escuela” es protagonista clave.
Interesarse en las ideas de los estudiantes incluye profundizar en ellas, haciendo preguntas, incentivando la búsqueda de información y la construcción de argumentos. Implica, además, compartir lo que se piensa o cree, valorando lo diverso de las opiniones, porque la “escuela” también sabe que la verdad no es una sola y que la riqueza del aprendizaje está en la riqueza del pensamiento de sus estudiantes.