De lo más contemporáneo y universal en la materia, cuestión o problemática que por estas horas nos ahoga -desempleo, cesantía- resulta el corto estatuto internacional que deriva de la Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada hace sesenta y un años y medio. El breve Preámbulo de la misma y la Proclama de la Asamblea General en sus treinta artículos subsume este primer derecho fundamental en la forma y natural en el fondo que anhela y busca la felicidad del género humano, sin hallarla.
El caso es que si atendemos al “derecho al trabajo” explicitado en prosa en el artículo 23 (y siguientes) oteando la realidad de ayer, hoy y del futuro inmediato no nos queda más que cambiar sus once renglones, cuatro números y párrafos por un mentís de sublime poesía. Desglosémoslo comentando en breve: Art.23.- 1: “Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo, y a la protección contra el desempleo”. Comentario: No se cumple. 2: “Toda persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por trabajo igual”. Comentario: No se cumple. 3: “Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por cualquiera otros medios de protección social”. Comentario: No se cumple. 4: “Toda persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicarse para la defensa de sus intereses”. Comentario: No se cumple.
Atendiendo a la realidad nuestra de cada día podemos preguntarnos ¿De qué planeta es aquel texto? Elegir trabajo, condiciones del mismo, sin discriminación, remuneraciones equitativas y satisfactorias, plena dignidad individual y familiar. En fin, “todos sindicalizados” ¡Adónde! Prosa declarativa que es lisa y llanamente poesía. Y, luego hay más. Nivel de vida adecuado, educación gratuita, acceso a estudios superiores igual para todos, se está al mérito de las personas ¡Adónde! Demagogia jurídica. Demagogia política.
El desempleo tiene su domicilio en el área de la violación a los derechos humanos, naturales o fundamentales. El desempleo es flagrante vulneración a la democracia, esa con que tantos hacen gárgaras autoseñalándose como adalides de la misma.
Al tiempo de remisión del presente artículo la tasa de cesantes, desempleados o parados en nuestro país bordeaba el 10% en poesía (teniendo en cuenta “planes de emergencia”) y sobre el 12% en prosa (sin éstos más que escuálidos trabajos de emergencia). La vida en Chile, maravillosa y por demás dura se vive antes y primero en la realidad de la prosa que en la demagogia de la poesía. El número de parados o desempleados se empina hacia los 900.000, pronto a ir “a por” el millón. Tres de cada cuatro parados, desempleados o cesantes son jóvenes; sí, a esos que tanto cotizan los candidatos presidenciales y el dúo gobierno – oposición y que tanta indignidad soportan familiar, estudiantil y vivencialmente.
Por estos días, y en prosa, mi buena madre profesora básica jubilada, viviendo en Temuco soporta las peores tasas de desempleo chileno. Mi esposa, médico por vocación, atiende y lleva en su corazón la pobreza de sus pacientes, entre otros, pirquineros y mineros de Curanilahue. Lugar en que la prosa es total, única, exclusiva y excluyente.
En fin ¡Cuánto me agradaría vivir en el Chile del discurso presidencial del 21 de Mayo! Yo, y tantos más chilenos y chilenas, millones y millones, el mayor número de ciudadanos y electores, no vivimos ahí ¡Cuidaré mi contrato de trabajo a honorarios: no tengo derecho a enfermarme y hace frío, entre pandemia y pandemia!