Desesperanza aprendida: El abandono de los sueños

/ 16 de Febrero de 2023

Lorena Basualdo González
Psicóloga Educacional
Licenciada en Psicología
Universidad de Viña del Mar
Salud Mental y Desarrollo Socioemocional
Universidad Católica de Temuco.

Más de alguna vez hemos escuchado decir: “Cómo aguanta tanto”, haciendo alusión a una situación donde, por ejemplo, una mujer es golpeada reiteradamente por su pareja y que, aun ofreciéndole ayuda, parece preferir mantenerse en ese estado. En este caso quizás estemos frente a una condición en que la persona -por falta de motivación- aprendió a renunciar a responder, para así evitar un estímulo de hostilidad o aversión, al que ha sido constantemente sometida. Probablemente, estemos frente a la condición denominada: desesperanza aprendida.

Esta condición psicológica en que la persona aprendió a inhibirse, a privarse, a abstenerse frente a situaciones de carácter aversivo, y a mantener un estado de pasividad (aun teniendo frente a sí la oportunidad de generar un cambio), se da porque la persona afectada ha internalizado la idea de que cualquier posibilidad de cambio no es efectivo o es imposible de lograr.

Esa resignación forzada a la que se ve expuesta la persona afectada comienza a generar un sentimiento de impotencia, y el sentido absolutista de su pensamiento, un estado nocivo y catastrófico, determinante para la aparición de depresión y otros trastornos. Y es que la persona tiene una expectativa tan negativa sobre el fututo, su desmotivación es tan profunda, que renuncia a toda posibilidad de bienestar emocional.

La desesperanza aprendida puede tener causas de tipo biológico, psicológico o cultural. Las predisposiciones innatas de tipo genético, por ejemplo, pueden derivar en una disminución de la capacidad funcional física o mental, así como aspectos sociales o políticos pueden provocar una grave situación de falta de recursos para sobrevivir o una condición de mínima calidad de vida.

El proceso sistemático y constante de vivir violencia física y/o psicológica en un entono disfuncional también transforma al sujeto en una víctima con nula autoestima, en alguien que aprende a creer que está indefenso y que se convence de que no tiene ningún control sobre su vida.

“Para lograr el cambio debemos borrar de nuestra mente el sentimiento de indefensión, y aprender nuevos comportamientos que nos ayuden a resolver los conflictos y a sentirnos capaces de cambiar (por nosotros mismos) las situaciones aversivas que surjan”.

Sin embargo, debemos enfatizar que -por no tratarse de un comportamiento innato, y ya que cualquier comportamiento aprendido puede ser modificado- es posible cambiar esa percepción absolutista. La clave está en la interpretación, en un correcto uso del pensamiento. Es decir, se deben reemplazar aquellos pensamientos catastróficos por otros esperanzadores y positivos.

Se puede partir por hacer una lista de las cosas que nos gustaría cambiar, anotando posibles soluciones. Recuerde que si no encuentra la solución no significa que no exista.

Para lograr el cambio debemos borrar de nuestra mente el sentimiento de indefensión, y aprender nuevos comportamientos que nos ayuden, paso a paso, a resolver los conflictos y a sentirnos capaces de cambiar (por nosotros mismos) las situaciones aversivas que surjan. Comprender que los pensamientos negativos que nos agobian son solo una percepción y no la realidad, y asumir que cada día está lleno de posibilidades. Es recomendable buscar redes de apoyo que posean recursos que no tenemos. También enfocarnos en los talentos propios y en situaciones en que hubiéramos tenido conductas que nos sirvieron para superar una situación compleja, en vez de en los problemas y sus posibles consecuencias negativas.

Todo este aprendizaje debe ir acompañado de un fuerte trabajo de potenciación de la autoestima, volver a creer que somos capaces y adquirir nuevas herramientas para la obtención de nuestras metas. En resumen, para salir de la desesperanza es importante generar expectativas positivas sobre los resultados de nuestras acciones, y concientizarnos de que somos nosotros quienes generaremos esos cambios, porque el control de nuestra vida está en nosotros, y no en otros.

Pero lo más relevante es entender que la gran mayoría de las veces -salvo en casos extremos de desastres naturales o eventos críticos inesperados- lo que vemos como una situación compleja es solo una idea que creamos en la mente al analizar la situación en razón de nuestras posibilidades para resolverlo. La solución no está “afuera”, ni es algo sobre lo que no tenemos injerencia. Todo lo contrario: somos capaces de superar todas las barreras. Puede ser difícil, pero se puede lograr, cuando entendemos que -aunque realmente se trate de un problema complejo-, siempre existe una salida.

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