Proyectar los desafíos para 2020 es una tarea ambiciosa y, todavía, complicada. Será el año tras el estallido social del 18/O. Un periodo de tránsito, donde se deberían concretar la mayoría de las medidas comprometidas por el Gobierno al inicio de la crisis y, también, donde se dará la partida a un proceso constituyente inédito en la historia del país.
Tras la reforma constitucional que habilitó el inicio de dicho proceso, comienza una fase que entrega a los ciudadanos y ciudadanas la posibilidad de decidir no solamente si quieren cambiar su carta fundamental, sino que, además, sobre el órgano que deba elaborarla (convención mixta constitucional o convención constitucional) y sobre quiénes podrán formar parte de dicha entidad: dos plebiscitos, uno voluntario (de entrada) y otro obligatorio (de salida), además de una elección para votar por los convencionales constituyentes (que serán los encargados de redactar la constitución) nos ofrecerán esas alternativas. El camino hacia la redacción de una nueva constitución es largo, y está compuesto por muchas etapas y condiciones que los chilenos deberán abocarse a conocer y a entender.
No es un tema de opciones personales, es una responsabilidad ciudadana informarse sobre estos desafíos para opinar y decidir, en todas las instancias que requerirán de participación, de una manera consciente e informada. Aquí, el Gobierno, el mundo político y también los medios de comunicación tendrán el rol de educar sobre esta nueva
etapa que viviremos a partir del 2020.
En un mundo donde sigue omnipresente el fenómeno de la posverdad, es decir, donde los sentimientos y las creencias a veces pesan más en las opiniones y decisiones de las personas que los hechos objetivos, la información, sin sesgos mediante, adquiere un valor fundamental. Esa educación cívica o ciudadana debiera ser un componente fundamental del proceso constituyente para tener a una ciudadanía informada pero, sobre todo, conforme y representada con la ley madre que regirá su destino.
