Eduardo Vera Lastra explora en su obra el lenguaje que nace desde su inconsciente. Este Ingeniero en Administración nacido en Santiago hace 44 años y avecindado en el Gran Concepción desde el ’88, así lo reconoce. “Pinto la imaginación y el sentimiento (…) para darle un sentido de vida y fuerza a la realidad conocida, transformándola y plasmándola en una obra que refleja mis vivencias existenciales y subconscientes en una geografía plena de grandes cambios”, confiesa. En este contexto, los colores son vitales para la expresión de ese mundo interior. “Con ellos (los colores), hago un paralelo a la sociedad, en cómo somos, donde todos andamos preocupados, pero nadie está ocupado. Yo hablo de una realidad distinta donde me siento ocupado mirando el día que está nublado y lo siento bello, o cuando llueve, cuando disfruto de mi jardín, cuando converso con las personas, etc. Por eso, los elementos que forman mi pintura, (colores, matices y texturas) tienen un rol importante porque en ellos hay mucha imaginación”, explica.
Fue en el puerto de Talcahuano, su entorno y circunstancias, donde Vera Lastra encontró un buen motivo para hacer de la pintura su medio de comunicación. Y es que el contacto con el escenario porteño lo desanimó, “por lo contaminado que se encontraba la comuna, pero curiosamente fue lo que me impulsó a pintar, porque quise trasladar el escenario donde me había criado en Santiago, caracterizado por grandes avenidas muy verdes y limpias. Empecé a pintar colores, vida, alegría y al final me enamoré de Talcahuano”, explica.
Autodidacta, su formación creció de la mano de destacados pintores. Talentos como el de Vicente Rojas, Oscar Barra y Jaime Petit, del grupo de artistas penquistas Grisalla, son parte de quienes nutrieron su aprendizaje. Este proceso, que tuvo una primera etapa en lo figurativo, halló en el elemento abstracto el mejor camino para expresarse. En tanto, figuras del arte como Gina Intveen y Jorge Labarca marcan el gran salto en la evolución pictórica de Vera Lastra. No sólo porque la primera es una pintora que al conocer su obra cree en ella al punto de ceder su espacio para exponer su primera producción de abstracto en la Galería de Los Ocho, en Concepción, sino también porque el segundo, arquitecto, pintor, escultor y curador de la galería, lo acogió como expositor permanente nutriéndolo, además, de literatura especializada de su biblioteca personal, gestos que Vera Lastra agradece.
Y si hasta un año atrás la creación de empresas y el desafío de hacer rentable el negocio de terceros eran temas que ocupaban la concentración de Eduardo, hoy lo son la pintura, los colores y los matices que armónicamente ubica sobre un lienzo. Así, Vera Lastra, al decidir cambiar la matemática por la lógica de la plástica, optó por un arte visual que impulsa su quehacer creativo que tiene su imaginación como el principal protagonista. Armado de pinceles, un trozo de lino y un arsenal de colores, este ingeniero pintor logra conjugar el lenguaje que se oculta en su interior y cuya expresión, exhibida en salas y galerías de arte a lo largo del país, ha cautivado a quienes se han detenido a observar su pintura.
En el mejor año de su creación, Vera Lastra está dedicado a su pintura. Por pasión, para mantenerse vivo y porque está invitado a exponer en la Galería Siglo 21 de Buenos Aires, donde llevará una veintena de sus mejores piezas. Su trayecto allende los Andes incluye la semana cultural de la capital federal argentina que se realizará la primera semana de octubre. A su regreso, salas de Concepción y Santiago lo esperan para acoger aquéllas y otras obras que dan cuenta de una energía vital que está lejos de apagarse.