Cuando el 20 de julio de 1969 el astronauta Neil Armstrong dejó la primera huella humana en la superficie lunar, se coronó con aplausos y vítores el trabajo de años. Y es que, aunque solo fueron tres los hombres que fueron y regresaron de la Luna, el programa de la NASA necesitó de los conocimientos y el trabajo de más de 400 mil ingenieros, técnicos y científicos para hacer realidad este sueño largamente anhelado.
Aquella legendaria caminata, ese “paso gigante para la humanidad”, en las palabras del propio Armstrong, es tal vez la imagen más recordada de la misión Apolo 11. Sin embargo, también ese día, miles de jóvenes técnicos, controladores e ingenieros, que jugaron un rol fundamental en el éxito de esta hazaña espacial, se graduaban en la historia con letras doradas.
Esa proeza sin igual en la historia de la humanidad es una muestra más de que el progreso y el desarrollo de grandes proyectos siempre han requerido, para su implementación y éxito, de especialistas técnicos y profesionales. Y, en este sentido, nuestro país no puede ser la excepción.
Es por eso que cobra gran relevancia definir si vamos a seguir un camino que fomenta el modelo educativo que privilegia (vía financiamiento, ayudas estudiantiles, incentivo de accesos, integración técnico profesional, entre otros) tener más “astronautas” o, bien, terminamos de convencernos de que -sea cual sea la misión- se requiere el aporte de múltiples áreas y sectores, y que la Educación Superior Técnico Profesional (ESTP), en definitiva, tiene un rol fundamental que jugar en el crecimiento de nuestro país.
Desde Vertebral, entidad que reúne en Chile a los institutos profesionales y centros de formación técnica acreditados, estamos convencidos de que necesitamos de estos especialistas, y así lo ratifica también la realidad del mercado laboral. La ESTP es, entonces, una herramienta estratégica para el desarrollo de los países y, en el corto plazo, jugará un papel fundamental en la necesaria reactivación económica, favoreciendo la reinserción laboral y elevando la competitividad nacional.
Asimismo, a mediano plazo será esencial para responder a los desafíos que producirá la llamada Cuarta Revolución Industrial y el impacto que generará sobre la producción, el empleo y los estilos de vida.
Chile tiene la gran oportunidad de alcanzar su anhelado desarrollo, algo que solo ocurrirá si consigue alcanzar las condiciones necesarias para formar y mantener los profesionales y técnicos capacitados que se requerirán para enfrentar los desafíos que vienen.
En el futuro próximo se debatirá en el país sobre importantes materias con miras a una nueva Constitución y, desde esa perspectiva, es fundamental considerar entre los temas a tratar el dar a toda la educación superior un tratamiento equitativo, sin diferenciar en cuanto a oportunidades e incentivos entre la universitaria y la técnico profesional. Esto sobre todo considerando que los institutos profesionales y centro de formación técnica cuentan con proyectos educativos muy valiosos para el Chile que se quiere construir: una nación desarrollada, pero también más inclusiva y diversa.
No olvidemos que la gesta del Apolo 11 habría sido imposible si la NASA sólo hubiese contado con astronautas, también fueron esenciales los técnicos.
El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial de Revista NOS.