Partió en 2008 con 15 niños, y hoy son más de 300 jugadores en un club deportivo que anota triunfos en Argentina y Perú. Ningún otro equipo de fútbol puede decir eso en San Pedro de la Paz. Solo el Arsenal, el club fundado por Berta Díaz Riffo, y que sacó a niños de la calle para darles una vida alejada de la delincuencia y la vulnerabilidad. Esta es la historia de ese camino, que partió en la década de los 80, en los campos de Purén, y que actualmente habita con orgullo en Villa Venus.
Este artículo fue publicado en julio de 2019, por lo que algunos datos podrían haber cambiado.
El frío era intenso ese día jueves en el Estadio Municipal de San Pedro de la Paz. Estando próximo a la desembocadura sur del río Bío Bío, no había bufanda que ayudase con la humedad y la brisa helada. Y ahí estaba Berta Díaz Riffo. Estoica e inamovible, bebiendo una enorme taza de café con leche, acompañando como cada día los entrenamientos del Club Deportivo Arsenal de San Pedro de la Paz, el cual fundó en 2008.
En ese momento, tenía el mismo nombre de la población donde nació, Villa Venus, en el sector de Boca Sur Viejo, pero los niños pensaron que era un nombre de mujer, ya no les gustaba, y decidieron cambiarlo. Fue entonces cuando un concejal de aquel tiempo, mientras los visitaba, dijo algo así como “este es un arsenal de cabritos”, y el nombre no se fue más. Arsenal. El Arsenal de Boca Sur.
Berta ni siquiera sabía que adoptaron el mismo nombre del reconocido equipo inglés, ese en el que desde el 2014 jugó Alexis Sánchez, el “Niño Maravilla”. Tampoco sabía que el club deportivo contaría hoy con 300 jugadores y jugadoras, y menos intuía que viajarían fuera del país para participar en campeonatos en Argentina, Uruguay y Brasil, trayendo triunfos en algunos de ellos. Menos sabría que tendrían una sede propia, ni un grupo folclórico nacido al alero del club deportivo. Pero Berta sí lo soñaba. Todo estaba en su mente luchadora.
Su impulso para formar el Arsenal inició cuando llegó a Villa Venus, en 1999, tras adquirir su casa propia, en lo que ella pensaba, era un proyecto privado en San Pedro de la Paz. Con el paso de los meses, notó que tal descripción no era real: muchas de las viviendas eran ocupadas por familias erradicadas de tomas o campamentos de Andalién o Costanera. Abundaban los niños en las calles, las peleas entre vecinos, y los padres y madres brillaban por su ausencia. No había que hacer un análisis profundo para percibir la vulnerabilidad en aquel lugar, y quiso hacer algo. Así, tras reunir a un grupo de unos 15 chiquillos, de diferentes edades, comenzó a enseñarles fútbol con el único fin de sacarlos de las calles e iluminar su futuro.
Esos niños, describe Berta, no tenían nombre. Eran el ‘Chuqui’, el ‘Bombero’, el ‘Chileno’, recuerda y, más que patear el balón, se pateaban entre ellos. Poco a poco, empezaron a competir, y cuando comenzó a aparecer frente a otros equipos como presidenta del Club, muchos directores de otros clubes de fútbol la mandaron a cocinar. Berta tomó la pelota entre sus manos y no la soltó hasta que ganó respeto.
Lleva once años a cargo y sigue por más: quiere un complejo deportivo propio, y se autoimpuso una meta de tres años para lograrlo. Confía en que cada paso vendrá con sustentos, con la marraqueta lista, con ayuda inesperada. Tal como hasta ahora. Porque su historia junto al Arsenal tiene la magia que solo la cruda realidad puede superar.
Única mujer
En calle Venus, en la población del mismo nombre del sector Boca Sur de San Pedro de la Paz, está el Club Deportivo Arsenal. Allí llega solo un recorrido del transporte público sampedrino (Nueva Llacolen) y los conductores de Uber que se atreven a recorrer el camino previo, oscurecido por la extensión de grandes predios de horticultores, habitantes históricos en el sector.
No es difícil encontrarlo. La reja de la sede está adornada con grandes y coloridos lienzos, y en la ventana del segundo piso se asoman, brillantes, trofeos dorados y plateados de diversos tamaños. Por fuera, es una casa grande y antigua. Por dentro, una sede acondicionada para realizar diversas actividades. El segundo piso es un espacio abierto, con maniquíes vestidos de futbolistas y varios sillones en las orillas. A todas luces, es un club deportivo de barrio. Y Berta siempre está allí.
Berta se sienta y comienza a relatar la historia del Arsenal que, curiosamente, se ideó mientras fabricaba zapatos el año 2007, el oficio que ella ejerció desde su juventud.
-Tenía harto tiempo para pensar, y veía que mi hijo chico vivía jugando a la pelota en la calle, lo que era riesgoso porque no estaba pavimentada, había barro y también pasaba bastante locomoción. En ese entonces aquí había un complejo deportivo con dos canchas, conocido como El Banco, donde la gente iba a jugar, pero no había una organización. Yo pensaba “¿por qué mi hijo no puede jugar?, ¿qué puedo hacer por mi población?”, y se me ocurrió una escuela de fútbol. Fui a una Omil, donde me atendió don Domingo Ramos, quien me dijo que me ayudaría a constituir un club deportivo, y que solo me preocupara de juntar la gente. Y con doña Raquel Aguilera y don Lorenzo Fariña, más un profesor de fútbol voluntario, reunimos a los primeros 15 niños para hacer una escuela, pensando que solo sería por un ratito, no que duraría tanto tiempo. Una autoridad de entonces nos regaló dos balones y 24 petos, y con eso partimos. Y el 14 de marzo de 2008 nos constituimos como club deportivo y escuela.
Pero esta historia solo es posible con un pasado como el de ella, formado en los sectores campesinos de Purén, donde creció junto a seis hermanos, sin electricidad, sin agua potable, y jugando pichangas con pelotas de trapo que fabricaban con las medias rotas de su mamá. Es que siempre le gustó el fútbol.
-Yo solo supe de jugar a la pelota, porque mis hermanos no iban a jugar a las muñecas, y mis vecinos eran todos hombres. Eso forjó mi carácter también. A mí me gustaba Pato Yáñez, y a mi hermano le decían Pelé.
Y no fue hasta el mundial de España de 1982 que vio un partido de fútbol televisado. “Era tan impresionante, primero por tener una televisión en frente. Y para todos quienes vivíamos en el sector fue un suceso. Provengo de una familia de escasos recursos, de gente esforzada, y viví en un mundo difícil”, cuenta.
Al crecer, fue aún más complicado. Sobre todo cuando llegó a Concepción, con 17 años y una barriga enorme. Berta esperaba a su primer hijo, Danilo. Solo había estudiado hasta sexto básico, y la única opción que tuvo para mantener al pequeño fue trabajar como asesora del hogar. Llevaba tres meses de trabajo cuando una tía la impulsó a luchar por un mejor futuro. “No quiero que seas nana”, le dijo, y la animó a aprender a aparar calzado.
Según cuenta Berta, a pesar de que nunca había visto una máquina de ese tipo, se atrevió y fue como si conociera su mecanismo desde siempre. Fue amor a primera vista con el oficio, y trabajó en una fábrica de calzado por una década.
Durante esos años completó su enseñanza básica y media, conoció a su actual esposo y formó una nueva familia. Estaba esperando a su segundo hijo, el pequeño Lorenzo, cuando la empresa quebró. El dueño de la fábrica, que no podría pagar la costosa indemnización por el forzoso despido, le ofreció una salida alternativa: entregarle una de las máquinas aparadoras y pagarle el pre y post natal. Nada más. Berta aceptó.
-Fue una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida, que me permitió trabajar en casa, formar mi propia microempresa y educar a mis hijos. Si hubiera demandado y obtenido una indemnización, estoy segura que habría gastado el dinero y nunca habría comprado una máquina. Mucha gente cree que con algunos millones de pesos se va a arreglar y que durará un tiempo; pero la máquina que acepté sigue funcionando y hasta hoy me sirve. Mi hijo Danilo tiene 18 años, es un buen estudiante, y también juega en el Arsenal- cuenta con orgullo.
Permiso del juez
Juan Pablo Ruiz sabe bien de triunfos y derrotas junto a los jugadores y las jugadoras del Arsenal. Ha visto crecer la institución desde que jugaban en canchas de tierra, hasta cuando pudieron optar por algunos horarios en el Estadio Municipal de San Pedro de la Paz. Hoy, Arsenal entrena en el recinto los días martes y jueves, desde las cinco de la tarde.
Juan Pablo conoció el club en 2009, y jugó durante dos años por la entonces Sub 16. Hoy, con 24 años, es profesor de Educación Física y actual profesor del Club, así es que lleva el orgullo de su historia y de sus logros en el corazón. Y trata, práctica tras práctica, de traspasarlo a niños y niñas, silbato en mano.
“Yo era un niño y no sabía en qué se convertiría el Club. Con el tiempo fue creciendo y es enorme lo que ha logrado, considerando que está inserto en un sector vulnerable como Boca Sur. Según yo, creo que nadie se imaginó que llegaría a donde está, incluso al extranjero”, dice el “profe”.
Para él, Arsenal es una familia creada a punta de esfuerzo, donde lo más importante es “sacar a los niños de la calle”. Por eso es que Berta luchó por recursos y programas de apoyo, y el Instituto Nacional del Deporte, IND, fue la primera institución pública que los apoyó. Luego, preocupada por la vulnerabilidad de muchos de los pequeños, se incorporaron programas de intervención de infancia, desde el Servicio Nacional de Menores, Sename.
Entonces, algunos de los pequeños -esos sin nombre-, como recuerda Berta, se criaban solos, con abuelos o tíos, ya fuera porque sus padres estaban en la cárcel o porque, simplemente, no existían en su vida. Así, asistentes sociales y psicólogos se integraron al trabajo de la escuela, y las personas comenzaron a interesarse aún más en el espacio, ya que no solo enseñaba a jugar a la pelota, sino que atendía a los niños integralmente.
Los primeros partidos fueron un real fracaso, pues los niños terminaban quebrando vidrios o apedreando vehículos. “Se agarraban a combos y no jugaban a la pelota, aunque eran buenos. Lamentablemente traían una violencia muy profunda”, recuerda Berta. Pero poco a poco aprendieron que el fútbol no se trataba de pelear, y que debían luchar por ser aceptados, sobre todo viniendo de Boca Sur. Allí, afirma la fundadora del Arsenal, el apoyo profesional fue fundamental.
-Arsenal fue la oportunidad para estos niños. Porque nuestra escuela siempre tuvo profesores profesionales, y porque tuvimos la oportunidad de viajar. Para un niño que no tiene recursos, que no tiene un padre, tener la posibilidad de salir de Chile y conocer otros países, creo que es el máximo logro. Pero fue difícil cruzar la frontera la primera vez. Yo recuerdo que conseguimos permiso a través de un juez para sacar del país a cinco de nuestros niños, porque no tenían a sus padres presentes. Pero eso no fue impedimento para que salieran- relata Berta.
El caballero mágico
Aquel primer viaje ocurrió en 2011. Fueron invitados a Lavalle, en la provincia de Mendoza, Argentina, por un equipo de la zona. Llegaron allá luego de 36 horas de viaje en dos buses repletos. Se quedaron diez cansadores días alojando en gimnasios y durmiendo en colchones inflables. Al año siguiente visitaron Córdoba, y ganaron una copa de plata con los muchachos nacidos en 2002 en la CórdobaCup, en un campeonato más que intenso, ya que el club tenía pocos integrantes y debían inscribir al menos cuatro series. Eso obligó a algunos valientes a jugar hasta por tres divisiones.
Ya en 2016 tuvieron los recursos para llegar a Perú en condiciones más dignas, que incluyeron pasajes en avión hasta Arica; luego en bus, hasta Tacna, donde alojaron en hoteles. Aquellas comodidades generaron el mejor ambiente para los jugadores, quienes ganaron el campeonato.
Pero, sin duda, el viaje más memorable fue a Sao Paulo, Brasil, en 2015, donde conocieron a quien Berta describe como un “Caballero Mágico”. Solo sabe que vive en Antofagasta y que es un empresario. Se sacó una foto con todo el grupo; sin embargo, no les dijo su nombre aunque se lo pidieron insistentemente, para agradecerle de la mejor manera. Berta ha optado por respetar aquella privacidad, y hasta hoy no ha hecho esfuerzos por investigar la identidad del hombre, aunque podría.
La historia es increíble. “Se acercó a mí en el aeropuerto y me preguntó cuántos niños llevaba. Le dije que 16 niños y cuatro adultos, y nos regaló algo así como 20 dólares por cada niño que viajaba. Me dijo ‘en tu país, apuesto que ninguna empresa les apoya’, y era verdad. Ese dinero lo aprovechamos para lo que no teníamos contemplado: fuimos a turistear, a la playa, salimos a comer. Ese viaje fue difícil, porque era un país con otro idioma, los niños no entendían nada, e incluso una noche se nos escaparon cuatro niños, que fue la experiencia más fuerte que hemos pasado viajando. Así es que la ayuda de este señor fue una de las cosas más bonitas que nos pasó”.
Sucede que los recursos no sobran en Arsenal. “Si preguntas cómo juntamos el dinero que necesitamos, lo hacemos de todas las formas posibles. Bingos, rifas, autogestión. También recibimos recursos del Gobierno, pero a veces no cubre ni la mitad de lo que necesitamos. Y a pesar de que son familias pobres, los padres se ponen con dinero si lo necesitan, y han entendido la oportunidad que los niños tienen aquí”, reconoce Berta.
Y agrega, sin empachos: “Lo que este caballero hizo en Brasil, es lo que entonces debieron haber hecho las empresas de San Pedro. Aquí hay una arenera, está la papelera también. Hay empresas que saben lo que hacemos, que trabajamos con niños de escasos recursos, y donde hemos presentado nuestro proyecto, pero no nos toman en cuenta”.
Actualmente, cabe destacarlo, la empresa Mar Fusión S.A. apoya al Arsenal con diversos recursos económicos. La compañía financió el viaje a Tacna, Perú, en 2016, y también el sueldo de un profesor para el Club durante todo 2019. Así, indica Berta, ha mantenido una alta preocupación por el trabajo social del Arsenal, y por su buen desempeño en la cancha.
Iguales
Durante el frío entrenamiento, Berta hace un alcance que nadie había notado: “Tenemos un jugador, el Diego, al que le falta un brazo. Él ha viajado con nosotros. No sé si lo pudo ver, está entrenando”. Entre tantos muchachos, que corren frenéticos, cuesta distinguirle, y si Berta no lo indica, pasa desapercibido. Sobre el verde pasto sintético todos son iguales.
De pronto aparece, sonriente, agotado y chascón. Se llama Diego Suárez, tiene 18 años, y juega como lateral izquierdo. Nació sin parte de su brazo izquierdo, que solo se extiende desde el hombro hasta poco más arriba del codo.
Diego conoce el Club desde los ocho años y, luego de algunas intermitencias, volvió cuando tenía 14 para quedarse. Y si bien para él es un hobby que realiza con ganas y energía, siente al equipo como una familia, porque “crecimos juntos jugando a la pelota”. En aquellos tiempos, recuerda, entrenaban en una pequeña cancha de tierra, y casi todas las series juntas, con toda la incomodidad que significa, pero aprendiendo unos de otros. Diego juega ahora por la Sub 19.
“Nunca me han apartado, ni tampoco me dan un trato especial. Y se siente bien eso. Es como si esto no afectara en nada, y de hecho, no afecta. Siempre me incluyen en todo. Como nací así, nunca he sentido o extrañado jugar con dos brazos. Es normal para mí”, dice riéndose.
El joven vuelve al entrenamiento, donde hay también cinco muchachas. Entrenan junto con los varones, y la única diferencia es que se abrigan un poco más que ellos. Una de ellas es Constanza Sáez, tiene 17 años, y comenzó a jugar fútbol desde 2018, motivada por los buenos comentarios y recomendaciones que recibía del Club. Además, le quedaba cerca de su hogar, por lo que estaban todas las condiciones para entrenar en el Arsenal, en la serie femenina adulta, la única que por ahora tiene el club deportivo dedicada a mujeres. “Aquí hay niñas y jóvenes, y a veces nos enfrentamos a mujeres más grandes y más robustas. Pero uno se enfrenta con valentía a lo que venga”, dice. Y añade: “Me parece súper bien que el Club crezca, que surja, que podamos ser reconocidos localmente y también en otros países. Si bien aquí entrenamos con los hombres, es motivador. En los partidos y en los entrenamientos, yo veo que ellos trabajan colectivamente, que se unen y saben trabajar en equipo. Ellos hacen bien su trabajo, y que las mujeres entrenemos con ellos nos ayuda, es positivo, porque nos entregan su experiencia”, afirma la muchacha, antes de correr nuevamente hacia la cancha, tras escuchar el silbato del profesor.
Mucho más que fútbol
Berta no ha salido de la cancha durante toda la práctica. Se queda allí de principio a fin, dice, por seguridad. Varias veces ha salido por un rato, o llegado media hora más tarde de lo habitual, y se ha encontrado con noticias desagradables. Como que asaltaron a alguien, o que robaron equipos deportivos. Así es que su rol es estar al pendiente, apoyar al profesor y sobre todo, cuidar e instruir a los muchachos y muchachas. Más aún a aquellos que llegan retrasados, o a quienes se quedan sentados y no atienden el llamado del silbato.
Su voz firme no pasa desapercibida. Su presencia tampoco. “A veces de otros clubes nos gritan que no somos nadie, porque no hemos sido campeones aquí, en el fútbol amateur. Y yo les contesto ‘quién de ustedes ha sido campeón en el extranjero, qué club sampedrino tiene una copa fuera de Chile. Nosotros sí, en la CórdobaCup, con los niños de 2001, y en Tacna, con los niños de 2002, que hoy tienen 16 y 17 años’”.
Con esa misma fuerza, suma nuevos proyectos para el Arsenal. Uno de los más próximos es sumarse a la red del Banco de Alimentos Biobío Solidario, para recibir semanalmente colaciones de forma gratuita para cada integrante, y así hacer más llevaderos los partidos, que ocurren prácticamente todos los fines de semana. Y si se trata de palabras mayores, en un plazo de tres años espera contar con canchas propias, y formar un complejo deportivo donde coexistan otras disciplinas, como básquetbol, vóleibol o artes marciales. Para ello ya está trabajando en el papeleo para obtener el terreno donde se construirá ese gran edificio.
Berta piensa en grande. Sabe que cada logro cuenta y que cada paso es fructífero.
-Tener una escuela de fútbol en un sector vulnerable es como sacarse el Loto. Los niños aprenden modales, disciplina, compromiso, y quieren a su institución. Hay algunos que me dicen que serán súper senior, y puedo ver que hoy día la población está integrándose, incluso los adultos que jugaban por otros clubes de San Pedro o Concepción, hoy quieren estar en Arsenal. Hoy día, todos los chicos de nuestra escuela son muy educados. Y se sabe cómo es de agresivo el fútbol amateur. Pero nuestros muchachos muestran todo lo contrario, y el chico que no entiende, no tiene mucha cabida y solo comienza a cambiar, para integrarse bien. Todos los niños que han pasado por aquí son distintas personas de bien, que es lo principal. Creo que el fútbol los motivó para eso, y hoy hay muchachos que están estudiando Educación, Medicina o Derecho. Muchos de quienes han llegado lejos lo han logrado gracias a los profesionales que hay aquí, y a que hicimos un trabajo donde los alentamos por su educación”- relata, altamente convencida.
Y cómo no, si uno de los jugadores, Iván Salamanca, hoy está en la Sub 19 de Colo Colo. Y otros dos muchachos, antes de fin de año, estarían trasladándose a Santiago para hacer una carrera en el mismo equipo.
Si le preguntan a Berta por qué lo hace, es solo por un amor profundo: “Esto nace de la misma necesidad que una tiene cuando es niña. Cuando una viene de un mundo social con necesidades, es más fácil darse cuenta cuando otra persona pasa por lo mismo. Porque cuando te lo dan todo, no sabes lo que es ser pobre. Yo nací con pocos recursos, mi familia era muy pobre, y eso te hace armarte de valor y aprender a luchar por el resto. Eso da las ganas de darle a otro lo que tú no tuviste”.