Niños sin amigos en el colegio o que desarrollan fobia por ir a clases pueden estar siendo víctimas de matonaje, un fenómeno que, según investigó un docente de la UdeC, afecta al menos al 30% de los estudiantes de la zona.
María Jesús está en segundo básico en un colegio privado de la provincia de Concepción y, a pesar de sus cortos años, ya ha tenido que lidiar con una compañera que es violenta con alumnos y profesores. “Una vez me pegó una cachetada tan fuerte que me hizo llorar. Yo no entiendo por qué es así, si su mamá es buena con ella”, dice extrañada.
“A veces uno le dice algo o le pide que haga alguna cosa y ella se enoja y te pega, lo hace con todos los compañeros”, añade. La profesora jefe ya la ha sancionado y ha conversado con los padres pero, como asegura María Jesús, “sigue igual no más, además no le gusta disculparse”.
Respecto del caso especial que se da en el curso de María Jesús, su madre cuenta que en una oportunidad se comunicó con otra mamá afectada por la misma niña agresora y juntas acudieron al colegio. Pero tuvo una “respuesta ambigua”, pues nunca se supo con certeza qué medida tomaron en el colegio, y a pesar de que el comportamiento indebido de la alumna agresiva ha mermado, aún se dan situaciones complicadas.
Para esta madre, una buena comunicación con los niños y estar atento a los cambios de actitud, ayuda a prevenir conductas indeseadas. “No hay que descuidarse, ni dejar pasar períodos largos sin saber en qué están”, recomienda.
En el lugar de la víctima
Mantener medidas disciplinarias que ayuden a generar cambios cognitivos, emocionales y conductuales para que el agresor “se ponga en el lugar de la víctima”, se arrepienta de haber empleado la violencia e intente reparar el daño, recomiendan los expertos para aquellos colegios con problemas de bullying.
Estos ataques estarían afectando al 30% de los estudiantes de la zona, quienes, según una investigación liderada por el Doctor en Educación y docente de la UdeC, Oscar Nail, declararon haber sido víctima de algún tipo de acoso o agresión. El estudio se basó en los registros del fono denuncia del Ministerio de Educación.
Otras recomendaciones para “neutralizar” casos de violencia apuntan al protagonismo positivo, es decir, que el estudiante encuentre “su lugar en el colegio”, y se les ayude a establecer relaciones de amistad basadas en el respeto mutuo, superar el sexismo y la asociación de la violencia con valores masculinos.
¿Es esto bullyIng?
Los especialistas consideran primordial conocer el concepto para no confundir un caso real de bullying con otro tipo de conductas agresivas. Bullying es una palabra de origen inglés, que deriva de Bully (matón o agresor), y se refiere al hostigamiento, matonaje o acoso escolar con fines de intimidación, aislamiento, amenazas e insultos.
La sicóloga Patricia Mozó Cabrera, de la Universidad San Sebastián y magíster en Sicología, mención educativa, coincide con Patricia Escobar Undurraga, Directora de Sicopedagogía de la Universidad Andrés Bello sede Concepción, al señalar que los preadolescentes y adolescentes son los más vulnerables en este tipo de ataques, porque en esas etapas se producen con mayor frecuencia los conflictos de tipo relacional.
En este sentido, los padres son clave para evitar -en la medida de lo posible- que los niños se conviertan en víctimas del matonaje escolar, tal como hizo Myriam, la mamá de Matías, a quien sorprendió llorando en la puerta del colegio.
Él cursa quinto año en una escuela de Hualpén y, decidida, encaró a los agresores de su hijo. Sorprendidos, negaron haber dañado a Matías. “Fue la mejor solución porque lo dejaron tranquilo”. A ella le preocupó que su hijo no hubiese conversado en casa lo que le pasaba en colegio, pues pensó que era algo normal, por lo que veía a su alrededor.
No buscó solución en la escuela, porque ahí la violencia es “pan de cada día y a pesar de que dicen que vigilan a los niños nunca se ve a nadie; si se da una pelea, los separan, pero no hacen nada más. No están preparados para solucionar estos temas y, además, hay poco personal”, puntualiza.
El tema parece superar la capacidad de reacción del establecimiento. El doctor Oscar Nail, y Jorge Varela, sicólogo de la Universidad del Desarrollo y especialista en el tema, comparten la opinión de que el centro educacional debe hacerse cargo de estos conflictos, para evitar su progresión.
Nail opina que se trata de un reflejo del mundo de hoy. “Cambiaron las estructuras sociales, la familia, la sociedad y también la educación. En el caso de la escuela, también ha habido transformaciones, la de antes estaba muy vinculada a lo familiar”. Hoy, en cambio, dice, la escuela se impregna de lo social, transformándose en una especie de clínica. Hay personas que son más vulnerables que otras, que están en una condición sicológicamente deficitaria, sin un proyecto de vida claro, con redes familiares o sociales inexistentes o ineficaces.
Adolescencia, etapa complicada
Para las especialistas Patricia Escobar y Patricia Mozó este tipo de conductas se observan en las etapas de la pre- adolescencia y adolescencia, en las cuales se producen ciertos actos a nivel relacional que son parte de su desarrollo. Conflictos entre sus pares, malas relaciones, problemas de comportamiento, indisciplina, deben ser atendidas por el centro escolar e intervenidas, ya que si se dejan pasar se potenciarán, generándose problemas de violencia. Patricia Escobar lamenta que estas conductas de agresividad sean cada vez más recurrentes en niños de entre 7 y 9 años, observándose intimidación y maltrato con sus pares.
Para ayudar a los hijos a no ser víctimas ni victimarios de bullying, proponen a los padres ajustar la relación a la etapa del desarrollo que éstos viven, y en el caso de los adolescentes, un especial cuidado en proporcionar modelos basados en el respeto mutuo, y coherentes con valores de tolerancia e igualdad.
También se deben favorecer vínculos basados en la confianza, seguridad y aceptación, fomentar la capacidad de esfuerzo y de búsqueda de protagonismo positivo. Asimismo, desarrollar rutinas y contextos de comunicación ajustados a la etapa evolutiva -lectura de cuentos, elaboración de historias y juego con niños y niñas-, y propiciar diálogos sobre los intereses personales de los adolescentes.
Eduardo es alumno de sexto básico en otro colegio privado y cuenta que sabe perfectamente qué es el bullying, “aunque a mí no me ha pasado nada de eso”, asegura. Cuenta que en su establecimiento hay un ataque constante de los más “desordenados a los más inteligentes. En mi curso, a un niño le pegan fuerte y lo molestan por su nombre y porque se parece alguien que sale en la tele”, dice.
Las burlas se hacen a hurtadillas pues, en general, hay miedo a las represalias si es que se quejan. “A otro amigo lo molestan harto también y me cuenta que, a veces, se siente triste, pero se aguanta, ya que no le puede contar nada a su mamá. Si lo hiciera, lo cambiarían de colegio y él no quiere porque acá tiene amigos, pero ha estado a punto de contar”, comenta.
La agresión difiere en hombres y mujeres. En ellas la violencia tiende a ser verbal, sicológica y social (aislamiento), mientras que en los niños es de tipo físico (golpes). La apariencia también es un factor de riesgo, así como ciertas conductas sexuales diferentes a su género.
Un ejemplo es Elizabeth, quien estudia en octavo básico en una escuela de Penco, donde, según cuenta, se ve harta violencia, “tal vez porque ven eso en sus casas o porque tienen problemas”. Junto a sus compañeros, dice, observó cómo dos alumnos grandes “entrenaban” a otro de primero básico para que peleara con otros niños y niñas. “La mamá tuvo que venir al escuela para que la cortaran”, dice.
“También molestan harto a un compañero de 12 años por su forma de ser, porque es distinto; a veces lo hacen llorar”. En este establecimiento de Penco no siempre los profesores se enteran de lo que ocurre, porque las víctimas están amenazadas y prefieren guardar silencio para evitar golpes. “Al menos con mi compañero han cambiado un poco, pero tuvo que meterse la directora para que hicieran caso”, puntualiza.
Familia debe vincularse más
Patricia Escobar y Patricia Mozó coinciden en que para prevenir el acoso es preciso contar con un buen sistema de orientación, que considere mejores tutorías, que los profesores conozcan más a los alumnos y que los incluyan.
Varela y Nail establecen la vinculación de los padres con el proceso educativo como un factor importante de trabajar. Es necesario ver cómo se hace comunidad, cómo se consigue que la familia se vincule más con el colegio y advierten que éste es un tema que se ha descuidado de manera transversal.
Patricia Escobar agrega que la prevención debe iniciarse con el ingreso de los niños al sistema escolar, a través de intervenciones curriculares, elaborando planes y programas que les enseñen a desarrollar habilidades sociales que les permitan resolver situaciones problemáticas.
Para esta profesional es fundamental que el establecimiento integre a la comunidad, y haga un trabajo de divulgación del concepto para sensibilizar a todos los actores. Especialmente, en la comprensión de lo que se debe hacer para prevenir y actuar lo antes posible de modo de evitar daños mayores y llegar a extremos. Ningún establecimiento está exento, incluso aquellos que ponen énfasis en el aspecto valórico. Tal es el caso de Marcelo. Tiene 12 años y cursa séptimo básico un colegio tradicional y religioso. En su establecimiento, pese a lo que se cree, sí hay episodios de bullying, incluso explica que los propios inspectores relatan que algunos alumnos han quedado lesionados.
“Un compañero tuvo que retirarse del colegio porque era muy hostigado, no lo dejaban tranquilo”, dice. Marcelo recuerda su drama: “Era mi amigo. De primera no contó nada y aguantó, pero más o menos desde quinto lo empezaron molestar más y más y se vio obligado a irse del colegio”, comenta.
“El problema es que a veces están amenazados y por eso se callan y no les cuentan a los papás”, reflexiona, y agrega que de pasarle a él inmediatamente le diría al profesor jefe para que le ayude.
Perfil Psicológico
Agresor: aquel que domina y somete a la fuerza física, verbal o psicológica a su víctima.
• Popularidad dentro de su medio.
• Impulsivo.
• Falta de interés en el estudio.
• Sin control de sus reacciones.
• Dificultades para acatar normas y reglas.
• Físicamente más fuerte.
• Dominante.
• Desafiante con la autoridad.
• Baja autocrítica.
• Propenso a la conductas antisociales.
Víctima: quién sufre la violencia
• Falta de seguridad y asertividad para enfrentar situaciones.
• Personalidad temerosa y baja autoestima.
• Tímidos y retraídos.
• Dificultad para expresar su situación siendo inhibidos.
• Autoconcepto negativo.
Espectador: el que observa la violencia el ataque.
• Temeroso.
• Sumiso.
• Influyente por sus pares.
• Bajo carácter.
• Sentimientos de culpabilidad.