El desafío del ego inflado: navegando entre la confianza y la arrogancia

/ 4 de Septiembre de 2024

Lorena Basualdo González
Psicóloga Clínica – Educacional
Licenciada en Psicología
Universidad de Viña del Mar.
Salud Mental y Desarrollo Socioemocional
Universidad Católica de Temuco.

El concepto de ego es central en la psicología moderna, ya que dibuja una estructura respecto de cómo entendemos nuestra identidad en relación con el mundo circundante.

A menudo, el ego se interpreta en términos de un individuo pretencioso, una persona con una visión desmesurada de sus propias habilidades, en permanente búsqueda de autocomplacencia y que se percibe a sí mismo como mejor que los demás. Sin embargo, en una definición más profunda y psicológica el ego se convierte en la instancia de mediación en un conflicto.

Así, ante una determinada situación, se desarrolla una discordancia en el cerebro entre los principales elementos que componen nuestra psique (según Freud): el Ello, el Yo y el Superyó, donde el Ello -nuestro “niño interno”- buscará la gratificación inmediata de sus deseos, sin importarle si contrapone las normas sociales y morales impuestas por el Superyó -nuestra voz moral-, un conflicto que será mediado por el Yo, que representa el ideal de ego, que cumple con las expectativas de la sociedad.

Por tanto, si bien el ego no es malo, cuando se “infla” desproporcionadamente, su presencia puede obstaculizar la realización personal y profesional. Esto, pues las personas con un ego desmesurado pueden manifestarlo con el requerimiento constante de validación externa, con un deseo competitivo de destacarse sobre los demás, o sintiendo la necesidad de disminuir las opiniones de otros.

Este tipo de ego sí puede ser considerado una manifestación de arrogancia, pudiendo en el ámbito laboral derivar en conflictos interpersonales o en una menor efectividad del trabajo en equipo. Además, es probable que este individuo no sea capaz de reconocer sus propias fallas y debilidades, pues la autocrítica -incluso constructiva- es imposible cuando la persona se mantiene en un pedestal artificial, posición que también le dificultará mantenerse al día con la realidad ante la aparición de cambios inesperados. En resumen, el ego exagerado puede constituir un importante obstáculo para la creación de sí mismo, debido a la imposibilidad de seguir aprendiendo y evolucionando.

Una película que examina a fondo el tema del ego es Birdman -o La inesperada virtud de la ignorancia-, película en que Michael Keaton interpreta a Riggan Thomson, un actor que intenta rearmar su carrera y restaurar su sensación de importancia al actuar, producir y dirigir una obra teatral. El personaje está en constante lucha con su identidad y percepción de sí mismo pues, a pesar de su fama anterior, siente que su talento y valor como actor no son apreciados. Este enfrentamiento interno refleja su ego herido y su deseo de ser visto y respetado como un artista serio. Así, pasa la mayor parte de la obra buscando alabanza y afirmación de los críticos, del público y de sus pares, lo que ilustra su necesidad de validación, atributo característico de un ego sumamente dependiente de la valoración de los demás para sentirse completo.

La película examina cómo las aspiraciones personales de Riggan en el teatro y en su vida privada están directamente relacionadas con su ego. Su afán de mantener la sensación de control y de perfección en la totalidad de su vida grafica cómo el ego puede llevar a extremos emocionales y a actos impulsivos. En pocas palabras, si bien el ego en un sentido psicológico amplio refiere a autoconcepto y autoconciencia, en su uso común se relaciona con la predisposición al orgullo y la vanidad. En este sentido, Birdman es un vehículo intrigante para analizar de forma más detenida cómo el ego moldea nuestras percepciones, metas y actitudes hacia nuestro entorno. Al aprender a comprender y equilibrar nuestro yo, nuestra personalidad se ve reforzada y se revela en un ambiente más armonioso y de apoyo. De igual modo, la capacidad de aceptar críticas constructivas y aprender de los errores personales no solo nutre la individualidad, sino que también fortalece relaciones interpersonales saludables y más efectivas.

Al final del día, identificar las dimensiones del ego y cómo repercute en nuestra vida diaria es importante para guiar un autodesarrollo genuino y una verdadera conexión con nosotros mismos y con los demás. Al reflexionar a fondo sobre esta parte nuestra, aprendemos a abrazarla y a aprovecharla para convertirla en un elemento más saludable de identidad y de autoaceptación.

 

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