Semanalmente y por más de ocho años, exprisioneros políticos y familiares de detenidos desaparecidos realizan un mitin político-social en el corazón de Concepción. Reclaman justicia, reparación, verdad, pero sobre todo, memoria. Aunque cada vez son menos sus integrantes originales: los años y dificultades de salud se han llevado a varios de ellos.
Texto y fotografías Elías Meza Falcón.
Es un acto casi religioso que vienen realizando desde hace más de ocho años. Se inicia todos los viernes a eso del mediodía, en la Plaza de la Independencia de Concepción, justo frente a la Delegación Presidencial del Biobío. Ahí, un grupo de personas mayores, con paciencia, tira un par de cuerdas entre dos postes del alumbrado público y se alista a realizar su rutina semanal.
Ese viernes 1 de septiembre, no más de cinco de los integrantes históricos iniciaron el ritual, acompañados de tres jóvenes que les ayudaron a desplegar un par de telas. En una se lee Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos y, en la otra, Usuarios PRAIS, volver a vivir. Al lado también cuelgan un paño de un rojo intenso que tiene pintado el rostro de Salvador Allende.
La hora avanza y el grupo ya suma 10 personas. No son los únicos en la manzana: conviven con lustrabotas, predicadores, uno que otro vendedor ambulante y con varios colegiales que, a esa hora, se alistan para dar por terminada su semana.
Entre dos trasladan un parlante, y lo conectan a un micrófono. Pasan los minutos y ya son las 12:30 horas. Todos se instalan: la audiencia en los asientos, y los protagonistas frente a ellos, dando la espalda a la calle. De fondo, los lienzos. Así es como parte El Plantón.
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La denominación “plantón” la toman de la acepción centroamericana de la palabra, la que la define como un “grupo de personas que se congrega y permanece cierto tiempo en un lugar público, con el propósito de protestar por algo o para exigir ciertas demandas”.
Y el plantón de Concepción sí que exige demandas. En palabras de uno de sus fundadores, el exdetenido e integrante de la Agrupación de Prisioneros Políticos de la Dictadura, Juan Sandoval Torres: “Es un espacio democrático, libre, donde queremos ser escuchados. Queremos ser vistos, porque estamos luchando por un poco de justicia”, sentencia.
Algo que tienen en común todos quienes participan cada viernes de esta actividad -que de vez en cuando es criticada o aplaudida por algún transeúnte- es que sus vidas han estado negramente ligadas al golpe de Estado de 1973 y a la posterior persecución a los adherentes al gobierno de la Unidad Popular.
Entre los integrantes de El Plantón hay torturados, exiliados o, por lo bajo, perseguidos en dictadura. También hay familiares de detenidos desaparecidos y víctimas de agentes del Estado. Todos superan los 70 o, incluso, los 80 años.
La ceremonia en la plaza, que vienen haciendo ininterrumpidamente desde 2015, llueva o truene, tiene un esquema bastante simple: uno de ellos toma la palabra, realiza una alocución tanto a los transeúntes como a los asistentes al plantón, y luego comparte el micrófono. Así, comentan no solo las demandas que desde hace décadas vienen exigiendo –verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición- sino que, también, analizan la actualidad política.
Entre todos, ligados a izquierdas, grupos revolucionarios o agrupaciones sociales que hicieron frente a la dictadura, asoman también varios jóvenes y uno que otro dirigente político actual. Este viernes, misma semana en la que falleció Guillermo Teillier, presidente del Partido Comunista, El Plantón le hizo su propio homenaje.
Aunque según Juan Sandoval, la iniciativa no existe para apoyar a un partido o a una sola bandera de lucha. “Si bien nunca nos hemos identificado, todos sabemos lo que somos. El Plantón es un espacio para conversar, un mitin político, donde todos son bienvenidos. Si tuviéramos que tener una bandera, tendríamos muchas”, asegura.
Y es así como las consignas de las víctimas de la dictadura se funden también con la contingencia política. Los últimos proyectos de ley aprobados por el Congreso, las críticas al actual Gobierno y el debate constitucional son solo algunos de los tópicos que analizan cada viernes, en las voces de personas que, antaño, compartieron con la resistencia del MIR, el MAPU, el FPMR o fueron observadores activos del quiebre de la democracia.
Es por ello que El Plantón posee una doble naturaleza. Es una manifestación para pedir justicia por quienes fueron muertos o desaparecidos tras el golpe de Estado de 1973 y también es un punto de convergencia donde aflora incluso el ideario revolucionario que hoy, a juicio de varios, no ha tenido cabida ni en el Parlamento.
El micrófono se turna entre traumáticos relatos de pérdida de hermanos, parejas o familiares y, también, críticas sin titubeos al “sistema capitalista y consumista” y a la “oligarquía imperante”. Ambos caminos, al parecer, resultan inseparables.
“Quien habla estuvo ocho años y medio en la cárcel Chacabuco 70, por solamente querer volver a mi patria, querer vivir en ella después de haber sido expulsado. También tengo un hermano ejecutado, así como otro de nuestros dirigentes tiene un hermano desaparecido”, reseña Sandoval.
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A eso de las 12:50 horas, el micrófono llega a manos de Juliano Troncoso Rodríguez. “Yo estoy aquí hoy porque mi hermano no puede estar, porque él nos dejó hace muy poco, pero siempre apoyó a este plantón, incluso hasta sus últimos momentos”, comenta. Se refiere a Bernardo Troncoso, quien falleció en agosto último, a los 80 años, producto de un accidente cerebrovascular.
Tanto Juliano como Bernardo fueron prisioneros políticos. “En ese entonces éramos trabajadores portuarios en Talcahuano”, rememora. En la década de los 70, su hermano terminó detenido, y en 1980 casi corre la misma suerte. “Él era del MAPU, yo no estaba metido en política, me involucré después del arresto”.
Bernardo Troncoso participó de El Plantón hasta que las fuerzas ya no le dieron más. Su salud se complicó. Las últimas veces viajaba desde Chillán a Concepción para participar del mitin, ya que se había radicado allá por temas familiares.
“Yo creo que, al igual que él, debe haber muchas personas que esperan toda la semana para llegar al viernes y participar de esto. Es algo muy noble y este viernes quise rendirle un homenaje a mi hermano así también como a tantos que se han ido en este camino”, reflexiona.
Y es la verdad. Por sus edades y la frágil salud de muchos, El Plantón cada vez cuenta con menos manos o voces, aunque varios jóvenes buscan tomar la posta del movimiento que nació en 2015 tras la huelga masiva de exprisioneros políticos que se inició en Rancagua, pero que se extendió hasta Concepción y varias regiones del país. La movilización partió en abril de ese año y fue protagonizada en la zona por seis exprisioneros que se agruparon frente a la Catedral de Concepción, misma iglesia en la que en 1983, Sebastián Acevedo se inmoló angustiado por la detención de sus hijos por parte de la CNI. En ese entonces, las agrupaciones pedían acciones y garantías por parte del Estado, así como también un aumento en las pensiones para las víctimas de la dictadura.
Tras ello, la Coordinadora Nacional de Ex Presos Políticos Salvador Allende acuñó la idea de realizar mítines públicos provinciales. Y así nació El Plantón en Concepción.
“Transcurrido un tiempo de diálogo con algunos transeúntes y público, nos dimos cuenta de que si bien había interés de parte de la gente, no lográbamos un gran alcance solamente con nuestra voz. Por eso surgió la necesidad de hacer boche. Hicimos una ‘cucha’ para comprar un parlante y un micrófono para meter ruido. Así nos hicimos escuchar y fuimos desahogando nuestra rabia e indignación por tantas injusticias que acumulamos junto a nuestros familiares desde 1973 hasta hoy en día”, relata uno de los integrantes del movimiento, en un video publicado en la cuenta de Facebook llamada El Plantón Concepción.
Y así, el hábito de realizar la manifestación cada viernes al mediodía en la Plaza de la Independencia abrió un escenario para discursos, manifestaciones artísticas, exposiciones y también actividades escénicas. Todo, para recordar y “mantener la memoria viva, y traspasarla a los jóvenes”, puntualiza Inés Castillo Jara, cuya pareja, Patricio Sobarzo, fue detenida y ejecutada en 1984, en Santiago.
“Yo creo que lo que el Gobierno debe hacer es recuperar esa memoria que existe y difundirla para que esto no ocurra nunca más en Chile. Siempre se piensa en el ejecutado, en el detenido desaparecido, en el torturado, pero no se ve a la familia. Esto es una situación que pasa de generación en generación, todas las familias están afectadas, los hijos, incluso los nietos, porque nosotros les contamos la historia”, añade ella.
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Parte de la reconstrucción de la memoria y la, para muchos, obligada y retrasada tarea de restituir y encontrar a los desaparecidos, fue anunciada por el Gobierno a fines de agosto, al presentar el Plan Nacional de Búsqueda. El anuncio, que se esperaba desde el año pasado, tuvo tintes esperanzadores para El Plantón y para las organizaciones ligadas a los Derechos Humanos.
Una de ellas, la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, participó en el lanzamiento del plan en La Moneda. Entre los tantos representantes estuvo Elizabeth Velásquez Mardones, quien es hermana de dos detenidos desaparecidos y ha compartido en más de una ocasión con El Plantón. De hecho, en 2021 ambos colectivos coincidían en la Plaza de la Independencia y se pasaban la posta para realizar sus actividades.
“Lo que hace El Plantón es un ejercicio de memoria, para no olvidar. Recién a los 50 años del golpe de Estado viene a haber un Plan Nacional de Búsqueda que, esperamos, permita que muchas cosas empiecen a salir a la luz”, expresa Elizabeth.
La también dirigente social reitera, al igual que sus “compañeros” -como les llama con afecto- la relevancia “de que se les pregunte a las Fuerzas Armadas qué pasó ese día, qué pasó en esos meses, ellos saben”, sostiene.
Para el Plan Nacional de Búsqueda las agrupaciones locales venían alistándose desde, al menos, diciembre del año pasado. “Nosotros presentamos una propuesta y ellos fueron aunando criterios, así como también modificando algunas cosas”, explica Velásquez.
Según precisó el Gobierno, el Plan de Búsqueda tendrá tres ejes: esclarecer las circunstancias en que desaparecieron las víctimas, garantizar el acceso a la información por parte de familiares e implementar medidas de reparación y garantías de no repetición.
“Debe quedar claro de una vez por todas que la desaparición forzosa no solo es un delito para la víctima, sino que es un daño constante para toda la familia”, expresa con firmeza Elizabeth.
Mientras, Juan Sandoval añade: “Las familias necesitan saber dónde fueron a dar sus seres queridos. Por último, conocer el lugar. Saber si fueron dejados en el desierto o en el mar, pero necesitamos un lugar para ir a rendirles homenaje, a dejar algo tan simple como una flor”.
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Son las 13:28, y El Plantón del viernes 1 de septiembre de 2023 está próximo a su fin. Alrededor de seis personas se turnaron para usar el micrófono y varios transeúntes se acercaron, algunos asombrados, mientras que otros apenas los miraron, tal vez ya acostumbrados a las alocuciones semanales.
Al igual que en ocasiones anteriores, los integrantes de la agrupación se preparan para el homenaje final. Esta vez el recordado será Guillermo Teillier:
-Compañero Teillier, grita uno de ellos.
-Presente, responden los demás.
-Compañero Teillier…
-Presente…
-Ahora…
-Y siempre…
-Hasta la victoria…
-¡Siempre!
Entre jóvenes y adultos guardan los lienzos; el público, de a poco, se retira. Pasarán siete días más para armar nuevamente el escenario. Con lluvia o con sol, con insultos o con aplausos. Más allá de las promesas y del Plan Nacional de Búsqueda ya en marcha, El Plantón seguirá ahí, como un recuerdo de los que luchan para no caer en el olvido.