Un cuarto de siglo después de aquel 5 de octubre de 1988, algunos de sus protagonistas revelan episodios de lo que fue el SÍ y el NO y de cómo, con astucia, dedicación y trabajo -aunque no con menos temor- lograron el triunfo de esta última fuerza en el camino a la democracia. “Hemos sido un pueblo valiente y prudente”, resume Martita Wörner, gran defensora de los derechos humanos, en tanto que el ex asesor jurídico de la Intendencia, Jorge Menchaca, exige que la historia se escriba como fue y no como pretende la Izquierda. “El curso de la historia de Chile no la cambió el plebiscito; se cambió cuando la ciudadanía obligó a los políticos a declarar que Allende se había puesto al margen de la legalidad en el 73. Allí se evitó que Chile cayera en una guerra civil que habría significado muchísimos muertos y quizás, el triunfo de las fuerzas marxistas. Ellos tenían las armas y propiciaban la vía armada; nosotros usábamos las hondas y Patria y Libertad era un mito”.
Hay políticos que han aprendido, otros no, reflexiona a la distancia el hoy obispo de Rancagua, Alejandro Goic Karmelic, a propósito de los 25 años del plebiscito y del triunfo del NO que reinstaló la democracia en Chile. De aquello la prensa opositora daba cuenta con grandes titulares como aquel “Corrió solo y llegó segundo” y algunos rayados callejeros en Concepción saludaban el resultado con un “Buenos días libertad. El Zorro”.
Emociones, reflexiones, reconocimientos, aspiraciones, sentencias, gozo, enojos y detalles sabrosos de aquella jornada recogimos de muchos que por años laboraron con ahínco, astucia y creatividad para superar miedos y obstáculos y llevar a la gente a las urnas. Un aporte insuficientemente reconocido aún por la historia -y que Santiago pretende groseramente atribuirse- como queda de manifiesto en los testimonios de nuestros entrevistados Alejandro Goic, Martita Wörner, Edgardo Condeza y Pedro Vera.
Pero también desde el otro lado de la vereda hay mucha historia que el tiempo ha ido desdibujando y que se pierde en los recovecos de la memoria. Lo palpamos en la reflexión de quien fuera integrante del Comando Regional por el SÍ como presidente regional del Partido Nacional, Ricardo Spoerer O’Reilly, y en la voz del todavía severo ex asesor jurídico de la Intendencia, Jorge Menchaca Pinochet, consanguíneo del dictador, por su chozno materno Valentín Pinochet Letelier, quien habla de los sentimientos encontrados que vivieron los partidarios de Pinochet: “Algunos, con experiencia y olfato político percibíamos que el resultado iba a ser adverso; otros pensaron hasta último momento que iban a ganar. Soy un convencido, a estas alturas, que lo mejor para Chile fue que ganara el NO”.
No fue por azar. Un año antes, en Santa Juana, el general Pinochet había anunciado que sería candidato en el plebiscito y que si triunfaba, estaría 16 años más como gobernante. Con la anuencia de monseñor José Manuel Santos, a la sazón arzobispo de Concepción y presidente de la Conferencia Episcopal, la oposición estructuró una campaña educativa para superar miedos y temores; inscribirse en los registros electorales y participar en el plebiscito. Contribuyó a los resultados del NO, la elección simbólica del 4 y 5 de septiembre de 1987 que se hizo únicamente en Concepción donde se votó por elecciones libres o plebiscito.
La participación de 50 mil personas lo convirtió “en un hito histórico único en Chile. Tuvimos veedores internacionales y a todos los dirigentes políticos nacionales”, recuerda la abogada Martita Wörner, ex secretaria ejecutiva de la Pastoral de Derechos Humanos del arzobispado de Concepción.
Un año después, al llegar a las urnas, ella había repetido 1.018 veces el instructivo cívico entre Santiago y Punta Arenas, y en las oficinas de Barros Arana 1701 de Concepción su equipo lloraba de emoción al escuchar la intervención del general Matthei reconociendo el triunfo del NO en Santiago.
Concepción se atrevió, evocan hoy el doctor Edgardo Condeza y su mujer Ana Dall’Orso, quienes siguen bregando por una participación ciudadana efectiva. Recuerdan que a poco de abrir las dos mesas instaladas frente a la catedral, tantas eran las personas que querían expresarse en ese ejercicio democrático del 87, en vísperas del plebiscito, que hubo que colocar ocho mesas. “Los obispos Santos y Goic fueron los primeros en sufragar, fue tan masivo que la dictadura no pudo hacer nada para evitarlo”.
El rol del Comité por Elecciones Libres de Concepción, que presidió el fallecido ex alcalde Guillermo Aste Pérez, fue clave. “Habíamos dado un paso gigante para empezar a dejar atrás ese oscuro período que nos marcó tan dramáticamente como país”, agrega el líder de los académicos de la Universidad de Concepción en tiempos del rector delegado Guillermo Clericus, Pedro Vera Castillo. Un primer abrazo con su mujer, Patricia Aguilera, dirigente social, recuerda, sellaría su alegría. “Ese abrazo profundo y alegre se extendió a nuestros hijos, afectados en esos años por un compromiso de sus padres que los expuso más allá, probablemente, de lo que tuvieron conciencia”.
Los abrazos y las flores -incluso a carabineros- se multiplicarían al día siguiente por las calles de la ciudad durante la gran marcha que celebró y vitoreó el triunfo del NO.
Es a la luz de aquellas imágenes y de cómo el país puede ser más equitativo que monseñor Goic (73) piensa que nos falta aprender de las lecciones del pasado; que los proyectos políticos no tienen un valor absoluto ni son el bien supremo, que son -simplemente- proyectos humanos formados por seres con virtudes y límites. “La excesiva ideologización y dogmatismos políticos llevaron a la exclusión de los demás. Algo de eso ocurrió en la Unidad Popular y con mayor fuerza en el régimen dictatorial. Hoy, hay políticos que han aprendido, otros no”, expresa al ser consultado sobre qué lo emociona, lo frustra o enoja de nuestra democracia y de nuestros políticos cuando ya ha transcurrido un cuarto de siglo de aquel 5 de octubre de 1988, cuando 7 millones 216 mil 391 ciudadanos se volcaron a las urnas.
El NO obtuvo un 54.68 por ciento de los sufragios (3 millones 945 mil 865) y el SÍ un 43.04 (3 millones 106 mil). “Teníamos en el Episcopado informaciones preocupantes acerca de que podría desconocerse el triunfo del NO, con consecuencias imprevisibles para el país. La intervención del general Matthei fue un factor importantísimo esa noche”, agrega Goic, administrador apostólico de la arquidiócesis de Concepción en la época por la renuncia de monseñor Santos -por motivos de salud- en agosto del 88, triunfo del que recuerda que recibió muchos llamados telefónicos pero ningún abrazo: “Había gozo porque se había vencido democráticamente al general Pinochet”.
Martita Wörner: “Hemos sido un pueblo valiente y prudente”
Después de años de actividad profesional, pública y política en que conoció todas las limitantes y barreras que han debido superarse, Martita Wörner (66, notario público) concluye que hemos sido un pueblo valiente y prudente que ha luchado contra la injusticia, la impunidad y el olvido de las violaciones a los derechos humanos, único camino de paz social y unidad. “Nada me ha frustrado porque sé cuánto ha costado. Lo que me enoja sí es la corrupción y las parcelas privadas de algunos políticos. Y mucho más cuando quienes así actúan son los que nunca se involucraron durante la dictadura en la lucha por la libertad”, dice.
La combativa abogada recuerda que el primer abrazo de celebración, tras los resultados del referéndum fue con el padre Carlos Puentes, hoy fallecido, con quien trabajó intensamente en las oficinas de la Pastoral de DD.HH. A primeras horas de la mañana había llegado personal militar a exigir el cierre del local, pero monseñor Goic intercedió para que los dejaran trabajar. “Cuando comenzaron los recuentos y el Ministerio del Interior demoraba en entregar la información, nosotros que teníamos los resultados del recuento paralelo que llevaba la oposición temimos que hubiese fraude”, evoca, todavía contenta porque después de 17 años de gobierno militar “probamos que -por medios pacíficos- podíamos derrotarla aunque nos quedaba un largo camino: ganar las elecciones del año siguiente (1990) y, luego, los desafíos de verdad y justicia”.
Edgardo Condeza: “Cada uno sabía lo que tenía que hacer”
El yerno de la arquitecto Luz Sobrino, ex propietaria del hotel Alonso de Ercilla, asegura que la suma del empeño y del trabajo de cientos de personas voluntarias ansiosas de libertad y de democracia permitió que todo marchara a la perfección. ”Al principio costó, la gente temía perder sus trabajos y en las comunas pequeñas la gente observaba detrás de los árboles de la plaza quiénes éramos los convocantes, pero a medida que se acercaba la fecha fueron incorporándose”.
Convencidos que ganarían, les preocupaba sin embargo la reacción del Gobierno. Era fundamental la presencia de apoderados en los locales de votación y el conteo paralelo que llegó a ser tan rápido y efectivo que no tuvieron para qué echar mano al generador eléctrico que habían instalado en un departamento en caso de un corte de energía. La central de cómputos se concentró en un lugar céntrico y se mantuvo en reserva para que no fuese allanado. Por si las moscas, conectaron el edificio en cuestión con el local de la Comisión de Derechos Humanos a través de un tubo y a medida que los apoderados llegaban, una persona recibía los resultados, los hacía viajar por el tubo y al otro lado de la pared, un segundo encargado los llevaba a la central de cómputos. Desde las comunas alejadas, los resultados se dictaban por teléfono a algunas casas cercanas al lugar de cómputos de Concepción y se llevaban hasta la sede de la Comisión para pasarlos por el tubo. Los teléfonos estaban especificados por comunas y para evitar datos falsos se conocía de antemano quién los dictaría y quién los recibiría.
“Tanta fue la rapidez con que tuvimos los resultados que recuerdo la imagen de mi suegra, Luz Sobrino: a los 75 años fue apoderada en la mesa 6 de mujeres del centro de Concepción donde ganó el SÍ. A las 7 de la tarde, cuando regresó del local, pálida y desencajada porque creyó que habíamos perdido, fue posible asegurarle lo contrario”, dice.
Tal agilidad fue posible porque en la recepción de cómputos trabajaron entre diez y quince personas con conocimientos de contabilidad, quienes con antelación prepararon plantillas que repartieron a los apoderados de mesas en las distintas comunas y que más tarde recibirían para el conteo.
“Todo fue hecho, sumado y consolidado a mano. Recuerdo habernos ido muy tarde a la casa y de repente mis hijas que estaban viendo TV gritaron que habían reconocido el triunfo del NO. Los cinco nos abrazamos, fue un momento de enorme felicidad: comenzaba la libertad, la dignidad, el respeto y se abría un futuro inmenso para Chile. Creo que esa noche conocimos lo mejor de los chilenos y supimos lo mucho que el pueblo es capaz de superar y sacrificar”, cuenta, esperanzado en que las nuevas generaciones sepan que es perfectamente posible el logro de los cambios a los que aspiran.
Pedro Vera: “Me indigna el centralismo de los políticos”
El mismo día del plebiscito, el académico universitario acompañaba y compartía con veedores internacionales los primeros resultados favorables al NO en lo que hoy es San Pedro de la Paz. “Era la culminación de una implicación muy importante en las luchas previas de las asociaciones de académicos, de la asamblea de la civilidad y del Comité por Elecciones Libres que prepararon la masiva participación ciudadana que observamos desde temprano”, dice.
A Pedro Vera aún lo emociona sentirse parte de una gesta histórica y de su participación en un movimiento colectivo sin buscar intereses personales, pero hoy le molesta “la hipocresía de apropiarse del triunfo del NO de tantos sectores que trabajaron y votaron por el SÍ; me frustra no haber avanzado más en verdad y justicia y en la construcción de una democracia más inclusiva, y me indigna el centralismo de nuestros políticos de todos los sectores, para quienes tanto la celebración del NO como el recuerdo de la tragedia generada con el golpe militar de hace 40 años, se concentra en Santiago. Una vez más demuestran que las regiones no cuentan y que se ignoran los testimonios relevantes de miles de compatriotas a lo largo del territorio nacional, desde luego del de nuestra Región del Biobío a la defensa de los derechos humanos y a la recuperación de la democracia”.
Ricardo Spoerer: “Me dejaron solo”
El abogado Spoerer O’Reilly (64, casado, tres hijos, ex presidente regional de RN) se quedó solo en el comando por el SÍ luego de atender a la prensa, reconocer la derrota y agradecer a la gente que votó. “No sé quién se llevó hasta las golosinas que había”, dice. Y algo desolado agrega que así como el 11 muchos políticos y dirigentes se asilaron y dejaron en la orfandad al pueblo que iba a salir armado en defensa de Allende, la noche del 5 conocidos dirigentes políticos se hicieron humo. ”En las semanas siguientes no hubo ninguna capacidad de aparecer ante la prensa para un análisis responsable. Sentí una gran desilusión de quiénes aún siguen en la esfera del poder político”.
Para Spoerer, el resultado del referéndum fue un impacto emocional tremendo, de temor incluso, porque la oposición salió esa misma noche a las calles y no había vigilancia. En la Intendencia se reunió con el intendente Ibáñez: “Me llamó, me agradeció, nos tomamos un café y me fui a mi hogar. No soy muy bueno para los abrazos de consuelo”.
– Usted era el dirigente del comando por el SÍ y a las 21 horas, declaró “estamos confiados en que vamos a salir triunfantes”, lo que no ocurrió. ¿Cómo vivió el proceso?
Soy hombrecito para mis cosas. Entendí y acepté el papel que me llamaron a desempeñar, pero no me sentía a gusto en ese lugar ni con la mayoría de las personas que estaban ahí. No lo pasé bien en ese comando, no estaba a gusto; no me gustaba el ambiente, nunca fueron comunicativos ni participativos; era un grupo estanco.
-¿Cuál es su reflexión sobre los 17 años de gobierno militar?
“Lo primero es agradecer a las Fuerzas Armadas y de Orden. Se vivían días dolorosos en lo político, económico, laboral y en seguridad personal. Uno vivía -en la Universidad, en mi caso- amenazado de muerte, de posibles agresiones; a muchos familiares y amigos les ocurrió lo mismo en sus puestos de trabajo. Chile tenía una inflación de un 500 por ciento, una cesantía disfrazada, harina para dos semanas más, un presidente con una vida libertina rodeado por un cuerpo de seguridad (GAP) ajeno a la Constitución, amigos personales que no obedecían a ninguna estructura institucional ni constitucional. La Corte Suprema, la Cámara de Diputados, el Senado, el Colegio de Abogados y la Contraloría le representaron el estado de la nación al presidente Allende; era un caos inaceptable y de un sectarismo brutal.
En el orden económico, las FF.AA fundaron una nueva república. Es cierto que Pinochet lideró y tuvo la mayor cantidad de poder, pero el resto no estuvo ajeno a las acciones de gobierno y, tercero, no justifico ni hoy ni ayer ni mañana el atropello a los DD.HH. que también ocurrió con Allende. Hay una querella interpuesta en la Corte de Apelaciones de Santiago por la muerte de 106 personas (tres casos de Concepción). Hay que aceptar con pena que en los primeros años del golpe hubo una guerra civil larvada, una guerra sucia de ambas partes. No sé quién hizo las peores cosas, las más inmundas, las más atroces, no tengo cómo saberlo al igual que la mayoría del país, porque no hubo libertad de prensa. Era muy difícil estar al día porque ni la Corte de Apelaciones ni la Corte Suprema tramitaron debidamente los recursos de protección en contra de los agentes de seguridad del Estado. Por eso, lo que dijo Piñera de ser “cómplices pasivos” lo encuentro una insolencia del porte de un buque.
Hasta la ley de Amnistía, durante cinco años hubo cosas tremendas, inaceptables; de ahí para adelante, nada debió haber ocurrido como ocurrió, porque el gobierno de las FF.AA le cambió el pelo a Chile; lo insertó en países claves por su potencial económico comercial y eso no ha sido reconocido ni valorado”.
Al igual que los entrevistados restantes, a Spoerer lo frustra que Chile no tenga la democracia que necesita y que no se haya modernizado de acuerdo con los tiempos que se viven, sobre todo para quienes defienden el regionalismo.
“Hay dos leyes que debieron ser reformadas hace mucho tiempo: la de Partidos Políticos y la de Votaciones populares y escrutinios. La primera, se hizo el 90, poco antes que asumiera Aylwin, con bastante sesgo centralista. Esa ley permite que todas las decisiones las tomen dos o tres personas de Santiago, pero el objetivo máximo de regionalistas como yo es hacer nuestra propia acción política. Esto no se ha dado porque es muy difícil que quien tiene el poder lo delegue o lo comparta; me frustra que hoy los partidos políticos en regiones no sean más que un buzón de Santiago”, asegura.
En la ley de Votaciones -continúa- el sistema electoral vigente debió haberse modificado hace tiempo por el uninominal o un binominal ampliado, pero “las directivas nacionales pasaron a tener un poder absoluto, cometer todo tipo de arbitrariedades, doblegar la ley y los estatutos del partido. Con el actual presidente Carlos Larraín se hacen imposible los espacios de participación que legalmente nos corresponden; estos nuevos patrones de fundo no lo permiten. Lo que hicieron con Moreira (en la UDI) es un atropello a la dignidad increíble; tiene que ser demasiado “santo político” para haber aceptado eso. Que no hayan regulado el máximo de veces que se puede postular al Congreso es otra vergüenza. Hay personas que han cumplido 18 y 24 años, y como no están dispuestos a cambiar las leyes, siguen mamando del biberón fiscal”.
Jorge Menchaca: “Escribamos la historia, pero tal como fue”
Con tres trombosis en el cuerpo, con más canas y menos kilos, el otrora irascible abogado de la intendencia del Biobío admite estar más tranquilo y más tolerante, pero -a la luz del cierre del penal Cordillera- dice que ha estado a punto de revivir con Piñera lo que un huaso en tiempos de Allende hizo cuando lo vio en TV: agarró a peñascazos el aparato. “Como ahora no me enojo, he salvado mi televisor…”.
Y dice que no había ninguna razón que ameritara echarle más fuego a la hoguera en plena campaña electoral post 11 septiembre 2013 que fue tremendamente conflictivo pues renacieron odiosidades, decepciones y amarguras: “No sé si quiere reelegirse o dejar La Moneda aplaudido por la Izquierda. La Izquierda no va a votar jamás por él”.
– Usted ha reconocido que votó por el SÍ, pero que era conveniente para el país que ganara el NO. ¿Admite entonces que el triunfo del NO cambió el curso de la historia en Chile?
No. El curso de la historia de Chile se cambió cuando la ciudadanía obligó a los políticos a declarar que Allende se había puesto al margen de la legalidad en el 73. El acuerdo de la Cámara de Diputados, del Senado, el pronunciamiento de la Corte Suprema y, básicamente, la renuncia del general Carlos Prats. Allí se evitó que Chile cayera en una guerra civil que habría significado muchísimos muertos y quizás, el triunfo de las fuerzas marxistas. Ellos tenían las armas y propiciaban la vía armada; nosotros usábamos las hondas y Patria y Libertad era un mito.
-¿Un mito? Eso es como decir que el MIR tampoco existió…
El MIR tenía una orgánica paramilitar con conexiones internacionales. Andrés Pascal, Max Marambio y otros se prepararon en Angola, Libia, Nicaragua y en Cuba. Aquí, gente de Patria y Libertad cuando más asistió a cursos de kárate. Las armas que tenía Jorge Souper, del grupo de choque, era un revólver Pasper 22. Que Patria y Libertad a través de sus dirigentes influyó y promovió que las FF.AA llevaran a cabo el pronunciamiento es una realidad, pero la capacidad de reacción, de lucha en una eventual guerra civil era cero.
-¿Formaba parte de P y L?
No, pero sí tuve que entrar a la Universidad de Concepción protegido por uno de sus miembros porque tenía prohibición de los alumnos de entrar. Y ese derecho humano nadie me lo ha defendido. Por la lista gremial del Frente Universitario, Ricardo Yaconi y yo sacamos las dos primeras mayorías como vocales de la FEC, federación que en manos del PS, PC y del MIR nunca me dejó entrar. Ese escenario permitió que se estableciera en Chile un régimen de facto, pero que se dio un marco jurídico, se dio plazos para realizar la restauración de la institucionalidad quebrantada. El plebiscito fue la culminación de un proceso y como tal me siento orgulloso que haya existido.
-En materia de DD.HH de alguna manera la Derecha (el presidente de la UDI, Patricio Melero) reconoce “debilidades éticas” y haber hecho poco para evitar violaciones con el resultado de 3.182 víctimas calificadas en Chile, 307 de ellas de la Región del Biobío…
Hay un periodo de 8 a 12 meses en que no hubo ninguna posibilidad de enterarse ni saber mayores detalles de lo que pasaba. Después, por terceras personas supe que Jaime Guzmán y otros comenzaron a luchar en contra de los excesos que estaba cometiendo el general Contreras. En lo que a mí respecta, cada vez que hubo un recurso de amparo se cumplió con estricta información a la Corte.
-¿No hubo debilidades de su parte?
No las tuve. Nadie me prohibió recibir a los abogados que atendían DD.HH ni a los familiares de DD en la Intendencia; los que fueron a hablar conmigo siempre recibieron una respuesta. Yo judicialicé todos los procedimientos. El abogado Carlos Cabrera me dijo que lo de la Vega Monumental (murieron tres personas) fue ajusticiamiento; no un enfrentamiento de los que hubo muchos, como el del hotel El Araucano donde falleció un funcionario que fue a revisar la habitación donde iba a dormir Pinochet y le explotó una bomba que había en el clóset.
-El caso de la Vega Monumental enfrentó a la Iglesia de Concepción con la Intendencia; monseñor Santos suspendió el Tedeum incluso.
Él usaba el púlpito para exacerbar, lo mismo que está haciendo la prensa ahora. El arzobispado de Concepción en manos de monseñor Santos se habría enfrentado con quien fuera: él no tenía cedazo para odiar al gobierno militar.
-Pero él fue valiente, le abrió las puertas de la Iglesia a gente perseguida o que estaba sufriendo…
– No puedo negar que a través de un grupo de abogados hicieron una gran labor, no puedo desconocer que hubo excesos y, detenciones absurdas, yo recibí listas de un director de Educación, hoy diputado, que daba los nombres de quien había que echar. Hubo excesos de todo tipo. Los odios anteriores llevaron a actitudes como las de monseñor Santos y mías a contestar exabruptos. No fue fácil. Estuvimos en una pre revolución y después se vivió un ambiente de guerra. Allende no era un santo; no es el paladín de la justicia y del idealismo. Tampoco los que lo rodeaban. El MIR se hizo famoso asaltando bancos y matando carabineros. Esos eran los “jóvenes idealistas” que Allende indultó. No reescribamos la historia como pretende la Izquierda.
-O reescribámosla apegada a lo que pasó. Hoy recién es posible conocer hechos que en su momento no trascendieron…
Escribamos la historia, entonces, de por qué las madres de Chile salen a las calles a pedir la intervención de las FF.AA ¿Es normal que en el Santiago de un millón y medio de habitantes, 250 mil mujeres marchen por Providencia tocando cacerolas, pidiéndole a los militares que salvaran a Chile y que Allende se fuera? Era gente de la clase alta que jamás había salido a la calle. ¿Por qué ocurrió eso? Salió la brigada Ramona Parra, el MIR y otros y les sacaron cresta y media a esas mujeres.Después, un grupo del Partido Nacional sale a marchar y frente a El Mercurio, en Santiago, un amigo mío, de apellido Lepe recibe un balazo en la frente de la brigada Ramona Parra, y Arnoldo Ríos es asesinado por los mismos estudiantes al interior de la U. de Concepción.
Ese clima, esa historia es la que le exijo al señor Piñera como ciudadano que se escriba, publique y se enseñe en las escuelas. Es el nunca más a que ocurran hechos como ése que produjo el quiebre de la institucionalidad; lo que vino después obedece al principio de acción y reacción. Lo que vino después es la reacción producto de que la ciudadanía, incluido Frei Montalva y Aylwin, le pidieron directa e indirectamente a las FF.AA que intervinieran. Piñera tiene que escribir la lucha histórica que dieron los transportistas y los mineros de Rancagua el 73. A eso hay que decir nunca más; que nunca más las madres de Chile tengan que salir a la calle en defensa de sus hijos; que nunca más un presidente quebrante el ordenamiento jurídico, fomente los odios y altere el statu quo vigente dentro de la legalidad.