Historia de un (pre) juicio. Así se puede resumir la travesía que ha debido enfrentar el angelino Álvaro Gómez, que lidera un proyecto inédito en Chile que busca producir cannabis para fines medicinales, pero con un interés comercial. Si hasta socio estadounidense tiene. Sólo falta el último vamos del SAG. Ésta es su historia.
Partió como una idea loca. En una reunión de amigos, donde se pusieron a pensar cómo paliar los efectos de una baja actividad agrícola local, sequía y más. Así surgió el proyecto que lidera Álvaro Gómez y que pretende, en una primera etapa, plantar cannabis sativa, para extraer Cannabidiol (CBD) -el componente no psicoactivo de la marihuana-, y exportarlo a Estados Unidos para que se emplee en medicamentos y alimentos. Todo, en un fundo en Los Ángeles.
Claro que en el proceso para materializar esa idea han chocado con “muros de prejuicios”, como les llama Álvaro Gómez. Recién este mes, y tras seis años de batallas, el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) podría dar su venia para permitir el cultivo. Podría, porque la incertidumbre siempre existe, pero ahora hay un cambio de actitud, “de escuchar antes de negar”, puntualiza, y señala las claves que ha dado la propia autoridad sanitaria, más la evidencia de la reciente autorización en La Florida, en la Región Metropolitana, de la plantación de cannabis para uso de pacientes oncológicos por parte de la fundación DAYA. Y eso, a este ingeniero agrónomo de la Universidad de La Frontera y a su equipo, los tiene esperanzados.
En su oficina ubicada en el centro de Los Ángeles, Gómez explica que en 2003 le dio vida a Agrofuturo, la empresa desde la cual opera y que hoy se dedica a la innovación enfocada a desarrollar proyectos, evalúo de costos y comercialización de productos y servicios ligados a la agricultura y a la ganadería. Pero desde 2009, casi todas las fuerzas están puestas en el proyecto de cultivo de marihuana con fines medicinales.
Y de avances hay un montón. Ya no van solos contra el mundo. Gracias a una alianza estratégica con el laboratorio de origen estadounidense Natural Solutions podrán desarrollar la inversión en laboratorio e instalaciones, cercana a los US$10 millones, contratar a unas 70 personas y exportar.
Lo prohibido
Cuando Álvaro Gómez habla, lo hace pausado, enfático en sus palabras, con un manejo de conceptos al dedillo y repasa sus argumentos con convicción. Y lo primero que parte clarificando es que, técnicamente, el cultivo de marihuana con fines terapéuticos no está prohibido en Chile.
“La gente en el campo dice ¿qué podemos hacer este año? Y casi como por broma muchos responden: ¡cultivemos marihuana para ganar plata y estar bien, pues! Un día nos preguntamos en una reunión de amigos, ¿y por qué no? Todos decían que estaba prohibido. Entonces nos preguntamos, ¿está realmente prohibido?”, relata.
“En Chile no se prohíbe ni el cultivo ni el uso, y la reconoce con un uso medicinal, explícitamente, en la Convención del ‘61 sobre control de estupefacientes de la ONU, donde dice que esa planta es un estupefaciente, al menos parte de ella. Dice que para sembrarla, tienes que solicitar una autorización al Estado, porque todos los Estados firmantes de la Convención del ‘61 suscribieron un acuerdo de cooperación, incluido Chile, por el cual deben informar a la junta internacional de control de estupefacientes, año a año, cuánto permitieron producir de amapola, de coca y de cannabis dentro de su territorio. Reconoce en su mismo preámbulo que debe ser con fines medicinales y terapéuticos, y que se debe garantizar la disponibilidad de estos estupefacientes para ese fin. Chile no ha cumplido esa Convención, o la cumplió a medias hasta la década de los años 80’, porque ahí se cultivaba en Los Andes y se hacía fibra, semilleros, granos, pero no se le dio un uso medicinal, sino uno industrial”.
Pues claro, porque, alguna vez, antes del plástico, China y la producción masiva de zapatos, Chile tenía una potente industria de las conocidas alpargatas. Y las alpargatas, si no lo sabía, se hacían en base a cáñamo. Sí, al mismo que hoy conocemos como planta de marihuana. “Se frenó su producción por el robo, ya que las plantas contenían alto índice del componente psicoactivo de la marihuana, el tetrahidrocarbocannabinol (THC). Entonces, se aumentaron las medidas de seguridad, pero no cambiaron las variedades. Y como robaron tanto, y los costos para mantener las plantaciones se fueron a las nubes, la industria no pudo seguir compitiendo con el plástico”, cuenta Gómez.
Después de los ‘80 empezó a ganar el decir un ‘no’ antes de todo. Sin escuchar argumentos. “Se acostumbraron a decir que no a todo, irse por el camino fácil. Ante la consulta: cualquiera fuera, siempre era el no”.
Luego vino la Convención del ‘88, que ratificó la del ‘61, y además, aumentó los usos y le amplió poder al Estado para que tuviera la facultad de dar a privados la autorización de cultivar y procesar marihuana. Ahora, tampoco tenía la obligación, como sí la tenía desde 1961, de comprar toda la producción al cuarto mes del cultivo y hacer el desarrollo medicinal. Eso último, en Chile, no ocurrió nunca.
En paralelo surgieron las leyes chilenas, la de 1973, luego la de 1983, 1993 y la última, conocida como Ley 20.000, de 2005. “Lo que hacen es regular el permiso y hacer valer la Convención. La actual Ley 20.000 es súper buena. Cataloga a la cannabis como un estupefaciente, y eso es justamente lo que hace la Convención del ‘61, que es para uso medicinal”, así, la cannabis conocida como resinosa, que tiene alto contenido de THC, entra a la Convención de Drogas. En cambio la sativa, para uso medicinal y terapéutico, rica en Cannabidiol (CBD), es parte de la Convención del ‘61. Esta última es la que pretenden cultivar en Los Ángeles.
Secreto casi bancario
“En la universidad siempre nos dicen que pensemos en grande, que nunca nos va a faltar la plata si el proyecto está bien hecho. Pensamos una innovación, pensamos en grande, pensamos en la solución de un problema y en satisfacer grandes necesidades medicinales”, resume entusiasta Álvaro Gómez.
Entonces, y en esta reunión de amigos que ocurre en julio de 2008, se les ocurre dar el vamos.
“No podemos tapar el sol con un dedo y decir que esta planta no tiene nada que ver con nosotros. Esta planta nos ha acompañado por cinco mil años, y tiene que tomar el sitial que le corresponde, con un uso responsable. Además, las nuestras son variedades que no tienen sicoactivos. En Francia, por ejemplo, se están sembrando, ahora, 15 mil hectáreas”.
Y la plantación que persiguen, según las ambiciosas metas de Gómez, puede revolucionar al mundo agrícola y ser un negocio alimenticio (los granos son ricos en Omega 3, 6 y 9), también tiene uso como combustible (biomasa), industrial (cáñamo) y medicinal. “Nosotros, como humanos, tenemos receptores específicos de la cannabis, y eso nos está demostrando que la planta viene ligada a nosotros”.
Hay información que prefiere no dar. Por ejemplo, cuánto producir, momento en el cual sólo se limita a decir que “bastante. Es información sensible, porque yo estaría avisando que hay tantas plantas aquí y eso llamaría negativamente la atención. ¿Informarías que en tu casa hay un banco abierto?”, asegura. Sobre el lugar, también mantiene la reserva, por la misma razón. “Es un sector de la comuna de Los Ángeles, un lugar tranquilo. Y cerca de carabineros”, es todo lo que dice.
Historia de un (pre) juicio
La travesía hasta llegar al punto actual no ha sido menor. El 2008 comenzaron con los estudios de recopilación de experiencia internacional y del profundo análisis de la legislación chilena.
El 2009 presentaron la primera solicitud ante el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG). “Chocamos con un muro de prejuicios y de desconocimiento de la ley que administran. Nos dijeron que no se podía importar la semilla, ¡y ellos mismos hicieron el 2003 el estudio donde demostraron que sí se podía ingresar al país!”, dice Gómez.
El 2010 presentaron la solicitud de nuevo. Y lo hicieron a nivel nacional.
En enero de 2011 les dieron la autorización. “Como salió a la luz pública, por Publimetro, con un gobierno entrante, que tenía marcadita la temática de decir que no, buscaron el argumento administrativo que había. Dos meses después se informó la oposición”.
Y de ahí se fueron a juicio, en un proceso que duró tres años. El mismo 2011, la Corte Suprema les dio la razón, pero el SAG seguía diciendo que estaba prohibido. “Pero la Ley no prohíbe nada a los civiles que no se oponga a la moral y las buenas costumbres, salvo lo que esté expresamente escrito como prohibido”.
En diciembre de 2011 el SAG los llamó a una entrevista para cumplir con el mandato de la Corte Suprema. “Y actuaron según su parecer y lo invalidaron nuevamente, por temas administrativos”, dice. Fueron a juicio otra vez, en 2012, con un recurso sumario en el tercer tribunal civil de Concepción y volvieron a ganar. El SAG apeló. Fueron a la Corte de Apelaciones, y el SAG no llegó a tiempo y a la Corte de Apelaciones no le quedó más que ratificar el fallo de la justicia civil en primera instancia. Pero después el SAG vuelve a apelar ante la Corte Suprema, quien le pide al tribunal de alzada penquista que revise el juicio. Cuando vuelve hasta el palacio de tribunales ubicado en la Avenida O’Higgins de Concepción, se vuelve a rechazar la autorización. Ya corría el 2013. En mayo de 2014 sale la sentencia en contra, pero eso no significó un freno para Agrofuturo.
Desarrollaron un nuevo proyecto, que presentan en julio de este año, con cambios sustanciales y el respaldo, ahora, de Natural Solutions. “Antes íbamos por una fracción, que era sólo medicinal, ahora vamos por las soluciones habitacionales, textiles y de contaminación – reemplazando la fibra de vidrio – alimenticias, solucionar problemas agrícolas, y, claro, los temas medicinales”.
“La muralla, siempre, fue el ministro Jaime Mañalich. Fue un arrebato, porque después con el tiempo cambió de parecer”, explica ahora Álvaro Gómez. “Perdimos tres años de poder abastecer a la población y hoy, que no han movido ni un pelo de la ley, resulta que la posición cambió porque se dieron cuenta que había sólo que llevar un registro, ¡que es lo que dice el Convenio de 1961!”, dice con un dejo de ironía.
El socio clave
Fue en toda esta maraña judicial cuando llega la multinacional Natural Solutions. “Con esta empresa vamos a poder salir adelante, porque ellos ya están en el mercado norteamericano, por lo que nacemos exportando”, revela.
El contrato establece que en una primera etapa se llevan todo el producto al extranjero. El formato en el que lo harán es parte del desarrollo que tienen que realizar. “La experiencia internacional es que se envía en forma de resina, otros lo licuan con aceite de oliva, pero nosotros vamos por algo más purista. El CBD son las sumidades floridas, en chileno, los cogollos, y lo tenemos que enviar de alguna forma. La investigación va a demostrar si los tallos sirven, si las hojas también se pueden emplear. Y para extraerlo, existen métodos como el gas butano, el hielo o el metano”, explica Gómez.
Lo más importante, recalca entre risas, es que quieren ser la empresa más verde que haya en el mundo. La más verde, sobre todo. “Vamos a trabajar con agricultura orgánica, buenas prácticas agrícolas, uso eficiente de la energía y los residuos. Tenemos que estar bien con Dios y con el diablo y sobre este último, para evitar los robos, estamos trabajando con ambas policías, quienes han sabido escuchar y no poner un no como respuesta ante todo”.
En el detalle, la mezcla de CBD y THC en igual proporción, es el Sativex, que se emplea para la esclerosis múltiple, enfrentamiento de una quimioterapia, problemas de anorexia o alimenticio cuando están con una condición corporal muy mala, que no pueden comer, el CBD y el THC lo que hacen es incrementar el apetito. En Canadá, por ejemplo, se utiliza para el déficit atencional, para la epilepsia refractaria, para dolores provocados por la artritis.
En Los Ángeles, cuando se supo por primera vez del proyecto, “la reacción de muchos no nos agradó mucho. Pero comprendemos que esa reacción fue manipulada mediáticamente, por prejuicios e impulsos. Pero ahora, todo es distinto”, dice Gómez, con un tono esperanzador. Eso de pensar en grande, que dice le enseñaron en la Universidad, se le nota hasta por los poros.