Verónica Galindo: Sus muñequitos chilotes encantan al mundo
Personajes típicos de su tierra natal, Chiloé, y magnetos en resina de diferentes ciudades de Chile son los productos que hoy comercializa Verónica Galindo Paredes en las tiendas de recuerdos de aeropuertos, hoteles y en cruceros.
Cuenta que se casó muy joven y que el trabajo de su marido -de poca permanencia en las distintas ciudades a las que es asignado- le impide tener una ocupación formal. Aunque es secretaria, nunca ha ejercido. Por eso, en la medida que sus hijos, Vicente y Emilia, fueron creciendo se dio cuenta que necesitaba hacer algo con su tiempo, que le reportara ingresos y que, fundamentalmente, le gustara.
Siempre tuvo habilidad manual, por lo que la cerámica, la pintura y los objetos country fueron sus primeros intentos. Sin embargo, el mercado estaba saturado y -aunque vendía- le costaba mucho comercializar sus creaciones. Fue durante un viaje a Castro, en la Isla Grande de Chiloé, cuando notó -dice- que no había recuerdos de calidad para los turistas y con algo de capital que había reunido con sus otros emprendimientos decidió confeccionar chilotitos a mano que además de ser irrepetibles, se pueden parar o sentar, pues son articulados.
Exhibió sus manualidades en una tienda de recuerdos y encantaron. Hoy produce más de cuatrocientas figuritas mensuales que entrega a las tiendas de aeropuertos y en empresas de cruceros de rutas australes, además trabaja en el diseño y comercialización de magnetos de resina con relieve que manda a fabricar a China.
La idea de los magnetos surgió cuando vivió en Londres, donde se pudo dar cuenta que éstos son algunos de los recuerdos predilectos de los turistas por su bajo costo y facilidad de transporte y porque la imagen refleja un lugar típico de la localidad. Hoy, sus diseños incluyen cinco ciudades de Chile y está empezando a crear los próximos para poder ofrecer más variedades.
“Es un trabajo que me encanta; lo hago con cariño y dedicación, por eso, en el caso de mis muñecos, cada uno es distinto de otro, pero todos con excelentes terminaciones. Las terminaciones marcan la diferencia y eso es lo que me ha permitido posicionarme en estas tiendas de recuerdos. Al parecer y por la frecuencia de los pedidos, que llegan hasta 800 muñequitos algunos meses, me queda la certeza que gustan mucho a extranjeros y a connacionales”, señala esta emprendedora que con sus manos ha logrado pasear el nombre de su tierra, Chiloé, por el mundo entero.
Cecinas Venecia, de Cañete: Embutidos gourmet hechos de recetas de la abuela
La idea era crear un producto que recogiera la tradición de la cocina italiana, pero con un toque étnico que le aportara un sabor único. Así nace Cecinas Venecia, el emprendimiento de Héctor Venturelli Pumero y María Soledad Provoste Marileo, un matrimonio de Cañete que decidió buscar en sus raíces la fórmula para desarrollar un producto de calidad.
“Mi marido puso las recetas de sus nonos y yo las de mi ñañas”, dice Soledad Provoste en referencia a sus abuelos. Muchas de esas enseñanzas en la cocina están presentes en su línea de embutidos artesanales que, poco a poco, se ha ido ganando espacio como producto gourmet, debido a sus características únicas.
Reconocidas en la zona son las longanizas preparadas con carne de cerdo de bajo aporte en grasa y aderezada con especias autóctonas, como el ají merquén, a las que, además, les dan un golpe de humo con leña nativa que se extiende por 16 horas.
En su línea de productos figura prosciutto, conservas (paté de chicharrón), chicharrones de cerdo bajos en grasa, queso de cabeza y salamino, que comercializan dentro de la provincia de Arauco en primer término, pero esperan pronto acceder a otros mercados.
María Soledad Provoste cuenta también que todo el proceso para desarrollar las recetas fue arduo, pues se buscó la combinación exacta entre los distintos ingredientes. “Por ejemplo, la receta de la longaniza demoró dos años” dice, debido a que solicitaban a distintas personas su opinión para mejorar su producto.
El camino –reconoce- no ha sido fácil, pues emprender es empezar desde cero, sin embargo, comenta que al ver un producto terminado o al conversar con un cliente que se interesa en alguna de sus cecinas sienten que el esfuerzo vale la pena. “Más aún cuando das la posibilidad de trabajo a otras personas”, dice Soledad Provoste.