Para abrir el ciclo JazzUp de este año, Corcudec calienta motores para un espectáculo inolvidable. Uno de los músicos dorados de la escena neoyorquina trae sus instrumentos para tocarnos la fibra cosmopolita y latina del jazz.
Éste sí que es Jazz. Si bien en la ciudad hay buenos intentos por traer espectáculos de este estilo musical, los melómanos de verdad van a gozar esta temporada en con el ciclo JazzUp, que preparó para este año Corcudec con cinco extraordinarias sesiones. La primera es un verdadero lujo. Sí, porque el imponente clarinetista y saxofonista Paquito D´Rivera se va a presentar el próximo 23 de julio, a las 20.30 horas, en el Teatro UdeC, en un concierto único. Paquito es uno de los músicos cubanos alabados en la escena mundial. Siempre fue un prodigio. Desde los cinco años toca y explora música, mezclando el son de su tierra y las tendencias del mundo del jazz.
Desde Nueva York, ciudad donde reside, explicó los detalles de su pasada por Chile y específicamente su concierto de Concepción.
Con qué se va a encontrar el público chileno… Paquito dice que trae todo el sabor del latin jazz y la fusión con la música clásica, que “es una explosiva mezcla de jazz, música clásica y tradicional cubana”. De Concepción sabe sólo que fue fundada hacia 1550 por don Pedro de Valdivia, y que es un sitio muy agradable. “De eso no me cabe la menor duda, dado el carácter suave y educado de todos los chilenos que he conocido”.
-¿Qué referencias tiene de la música que se hace en Chile? ¿Hay algo en particular, ya sea antiguo o contemporáneo, que le llame la atención?
“De Chile admiro desde niño a Claudio Arrau y, por supuesto, los poemas de Gabriela Mistral que la maestra nos leía con frecuencia en el aula de primaria. Pero mi recuerdo más grato de la música de Chile la recibí a temprana edad a través de las voces de oro del espectacular dúo de las hermanas Sonia y Miriam, que pasaban largas temporadas en la bellísima Habana de los años 50 AC (Antes de Castro). Allí se les escuchaba constantemente en la radio y la TV, y quien las oyó cantar alguna vez, jamás las olvida. Por otra parte, los clarinetes con que trabajo (tengo 5 de ellos), son hechos a mano en Chile por el luthier y solista Luis Rossi. Soy padrino de Anthony, el hijo varón de Rossi con Penélope Knut, violista americana que vive hace muchos años en Chile. La primera vez que vine a este país fue con Dizzy Gillespie y su “United Nation Orchestra”. Wynton Marsalis estaba en la ciudad en esos días, y recuerdo que después del concierto nos llevaron a un club de Jazz enorme a hacer un jam session. Fue muy divertido. Las paredes estaban cargadas de dibujos de un gran caricaturista llamado Carvallo. En el 2010 fui invitado con mi quinteto a hacer la inauguración del bellísimo “Teatro del Lago”, en Frutillar, junto a nuestra vieja amiga Verónica Villarroel y la Sinfónica de Chile, bajo la batuta del joven y talentoso maestro polaco Michal Nesterovicz. En esa misma ocasión la dirección del teatro me invitó a ayudarlos a organizar su primer festival de Jazz. Antes vine al festival de Providencia en dúo con el pianista Israelita Alon Yavnai, y la ultima vez, en dúo con la guitarrista clásica Berta Rojas, en un homenaje a Agustín Barrios Mangoré. Es un país lindo este, y el vino es excelente. Entre mis amigos chilenos favoritos está el escritor Roberto Ampuero, de quien he leído casi todo, desde “Mis Años Verde Olivo”, hasta sus enrevesadas aventuras del bigotudo Cayetano Brulé, detective de Valparaíso nacido en La Habana”.
-Y de la música chilena…
“De la música chilena sé muy poco, pero puedo hablar con mucha simpatía de la saxofonista chilena Melissa Aldana, que reside en Boston; y de Fareed Haque, extraordinario y versátil guitarrista chicagoense de madre chilena, con quien he trabajado mucho a través de los años. También conservo una vieja amistad con mi colega Raúl Gutiérrez Villanueva, saxofonista chileno que vivió en Alemania, Cuba y ahora en México. De Cuba salió “como perro que tumbó la olla”, decepcionado con el “socialismo real”, como le llaman los que conocieron de veras el paraíso castrista, fuera de las historias que cuentan los “turistas de revoluciones ajenas”, los “cantores protesta” de Latinoamérica y el “Gramma Internacional”. Después terminó casándose con una enfermera cubana, a quien retuvieron varios años arbitrariamente. Yo le entregué personalmente una carta de Raúl y otra mía a la ex presidente Bachelet en casa del embajador chileno ante la ONU, y al cabo de dos años de tenerla engavetada -supongo que para no importunar a sus amigos, los dueños de Cuba– hice pública mi carta. Me llamaron insolente porque le recordé que ella era la presidenta de todos los chilenos y que era su deber defender los derechos de todos ellos, no sólo de los más “rosaditos”; pero parece que la cosa funcionó, pues enseguida liberaron a la mujer de Raúl de la “Isla de la Libertad”.
-Ser músico cubano es una cosa, pero ser músico cubano y de Nueva York es otra. Cuáles han sido las principales influencias en su música con la multiculturidad que existe en NY, y cómo han aportado ellas a su carrera.
“Como en el año 1956, mi padre trajo a casa un disco de Benny Goodman grabado en Carnegie Hall, en vivo, en el año 1938. Desde entonces siempre soñé vivir en esta ciudad maravillosa. Y eso no pudo ser posible hasta 1980, así que hace más de treinta años que convivo, aprendo e incorporo elementos musicales de las más diversas culturas que cohabitan en esta jungla multinacional; sobre todo he aprendido mucho de la música brasileña, de la que vivo enamorado”.
-Usted es también escritor. ¿Cuál es la página que queda por escribir en su carrera?, ya que pareciera que lo ha hecho todo…
“Bueno, “Mi Vida Sexual” es más bien un libro de memorias, no una biografía, así como mi libro “¡Oh, La Habana!” es una novela con personajes y (muchos) hechos reales, que pasaron o pudieron haber pasado. Ahora trabajo junto a dos escritores cubanos: Enrique del Risco y Alexis Romay -ambos residentes en Nueva York- en la opera cómica (o más bien tragicómica) Cecilio Valdés, Rey de La Habana, inspirada en la novela Cecilia Valdés, de Cirilo Villaverde. Es la típica historia de Romeo y Julieta: en este caso, del amor maldito entre Cecilio, cantante popular negro, que se enamora de Patricia, hija de un general castrista blanco”.
El músico expresó sus grandes expectativas de su venida a Chile, pero por sobre todo manifestó su interés por contagiar a todos con la fusión cultural de su música y también espera llevarse un poco del sabor de nuestro país.