Aunque canoso ya, dice ser tan libre como el cóndor que inspiró a León Vilarín, el dirigente de todos los tiempos, para representar el espíritu del camionero. Quiere a su gremio y al país, pero no trepida en decirle a cada quien lo suyo. Mordaz como pocos, en esta entrevista repasa lo que han sido 40 años de historia gremial desde que lideró el paro del ‘73 y la posición “blandengue” de los camioneros de hoy en la llamada zona roja. Del Presidente reclama mano dura contra los violentistas mapuches, deplora la baja del carabinero Walter Ramírez y advierte que ningún paro del transporte de carga tiene éxito en Chile si no cuenta con el respaldo de Concepción, de sus “viejos” y dueños de 3.500 camiones de los 64 mil de carga industrial que recorren las carreteras.
Cuarenta años al mando de la Asociación de Transporte Urbano (ATI) de Concepción cumplirá en octubre Ernesto Riquelme Reyes. Debe ser uno de los dirigentes más antiguos del gremio y acaso uno de los más osados, valientes y testarudos; cazurro, también. Sabe decirles lo suyo a la autoridad de turno, pero reconoce que nunca se sintió más desamparado que cuando se le ocurrió ponerle la proa al proyecto del Bitrén, del grupo Arauco, que intentaba elevar de 42 a 62 toneladas la carga de los camiones de transporte industrial por la misma tarifa, con la consiguiente pérdida para sus asociados y que en definitiva frenó Sebastián Piñera, a quien admira.
Le reconoce inteligencia al Presidente y ser el único capaz de ponerle “coto” a los abusos de los grupos económicos que, afirma, en los gobiernos de la Concertación controlaban absolutamente todo. En Allamand ve a su sucesor en La Moneda. Se acuerda bien de aquel “jovencito” que en 1984 planteaba la formación de un Acuerdo Nacional el que posteriormente dio pie a la Concertación, encuentro al que asistió sin la autorización del presidente de los camioneros de la época, Adolfo Quinteros. “Fui y creo que hice un gran aporte: se necesitaba una acción pública, de fuerza frente al gobierno militar y que se tradujo en el paro de los camioneros que nació aquí, en Concepción“.
Fue -evoca- el segundo gran paro del gremio; el primero lo lideró el ‘73 y el último, en 2009, contra el grupo económico de Angelini. “Cuando uno ve el poder de esta gente, entiende que el gobierno de Piñera -a pesar de su éxito- tenga mala aceptación de la comunidad”, dice.
“No me vayan a hacer a mí un paro, no más”, le dijo Sebastián Piñera en un encuentro en Concepción, en plena campaña presidencial, y él le respondió: “No si no es necesario, Sebastián”, aunque cree que le ha faltado mano dura al Jefe de Estado para aplicar la ley en La Araucanía y poner fin a los excesos de un grupo de violentistas.
El trágico deceso del matrimonio Luchsinger-Mackay, en Vilcún, lo horrorizó, dice, pero deplora las declaraciones de su colega Esteban Vivalda de “subir” guardias privados a los camiones o que los choferes circulen armados por la llamada zona roja. “En los últimos años ha llegado al gremio gente que -livianamente- aprovecha la imagen pública de una actividad de hombres duros, fuerte, de choque, para fines distintos a los beneficios de los camioneros”, espeta, y evoca a León Vilarín, el dirigente de todos los tiempos, quien solía repetir: “Colegas, no tenemos que amenazar con nada que no seamos capaces de cumplir”. La arremetida de Vivalda -asegura-“raya en la irresponsabilidad”.
Hace rato que defiende el negocio de sus asociados, dice este chorero setentón, profesor de Matemática y querendón de sus hijos y nietos, que nunca ha querido ser parte del gobierno de turno. Ni de la Concertación ni de la Derecha. “No sirvo para eso”, admite este líder de la organización con mayor capacidad de transporte del país al punto de que, en las últimas décadas, cualquier movimiento nacional de los camioneros “sólo es exitoso si Concepción dice que sí”. Y aunque tiene una “participación mínima” en una de las empresas, sus 50 asociados son dueños de 3.500 de los 64 mil camiones articulados de carga industrial en el país. Por los caminos de Chile hoy circulan alrededor de 170 mil camiones. En 1973 eran 3 mil camiones de transporte industrial.
-¿No será muy presumida su afirmación?
-Sí, puede ser, pero si uno revisa la historia – y lo que digo va en esa dirección-, es así. Hubo un dirigente, Héctor Moya, que llegó con la democracia (90) e hizo chambonadas que incluso se imitaron en la Región. Él se hizo pasar como el líder gremial que ayudó a la vuelta a la democracia y la Concertación se tragó eso, en circunstancias que la movilización de los camioneros contra el gobierno militar partió en Serrano 352, en Concepción, el 12 de marzo de 1982, una semana después del asesinato de Tucapel Jiménez.
Moya organizó una movilización, inventó un tema llamativo y convocante para la gente: la negativa a que se nos controlara las horas de descanso a los choferes. Nosotros dijimos no. Nuestra postura era que no podía existir un trabajador en Chile que no tuviera sus horas de trabajo reguladas por ley. Los choferes de camiones en ese momento andaban a la buena de Dios; cuando un camión se volcaba a la entrada de Concepción y sacaban al viejo de debajo, lo primero que decía, era: “Vengo manejando tres días seguidos”. Moya alcanzó a andar algunos kilómetros más, iba marchando con una relativa cantidad importante de camiones, otros estaban atravesados en distintos puntos del país y cuando Concepción dijo que no, el ex ministro Insulza hizo despejar los caminos.
Un ejemplo en contrario lo vivió el transporte de la Séptima Región en 1998. Plantearon la necesidad de un paro nacional por la rebaja al impuesto del combustible. “Dijimos que participábamos en la movilización, siempre y cuando cambiáramos el objetivo: el valor de los fletes. En ese momento la industria pagaba lo que quería. Pusimos como punto principal un polinomio de reajuste en las tarifas. La industria se negó y fuimos al paro. Al tercer día, las más importantes -que definen el nivel tarifario del transporte de camiones en Chile- adoptaron el sistema. Arauco, por ejemplo, perdía 2 millones y medio de dólares diarios y fue una de las primeras industrias que nos envío señales de aceptación.
-Ustedes siempre están peleando por algo: precio del petróleo, regulación del parque automotor, deudas con los bancos, fletes de miseria, muchos peajes…
-Si me nombraran ministro de Transporte para solucionar el problema global de la actividad, me declararía incapaz, porque está enmarcada en un sistema de libre competencia. Cualquier solución que tenga un enfoque de carácter social implicaría hacerle un forado al sistema; hacer concesiones que terminarían por destruirlo todo, se generarían los intereses políticos para ayudar a este sector o al otro, influencias mal sanas. Sería peor. En el gobierno de Michelle Bachelet, por ejemplo, se planteó una ayuda para que los camioneros cambiaran su vehículo. Hubo dirigentes en el país y en la zona que los alentaron y pidieron una cuota de inscripción. Pero en la banca, sus fichas no pasaron el test de la blancura. En consecuencia, nos quedamos con un show que encabezó el ex intendente Tohá, con algunos pequeños transportistas deseosos de cambiar su camión, pero que no tenían capacidad de crédito. Lo peor que les podía haber pasado es que les hubieran dado el crédito; habrían tenido que pagarlo, no habrían podido y habrían perdido hasta su camión o sus camiones viejos. Finalmente, el crédito Corfo sirvió para que empresarios de mayor tamaño, asociados nuestros, utilizaran los créditos y no los pequeños transportistas como se pensó.
Cuando una autoridad es capaz de armar un show como éste, a sabiendas que no es posible llevarlo a cabo -tienen los antecedentes de la gente- se hace más un daño que un bien; el que la gente empiece a fletar al precio que quieran pagarle (para cumplir esos compromisos) le hace un daño a toda la actividad.
-¿Solución?
-Seguir en la libre competencia y que gane el “más mejol”, como decía Leonel Sánchez.
Sin Dios ni ley en la zona roja
-Esteban Vivalda, líder de Asoducam Los Ángeles, dijo que algunas empresas estaban estudiando “subir” guardias privados a los camiones para protegerse y no descartó que algunos choferes viajaran armados cuando circulaban por la zona roja. ¿Está de acuerdo?
-Aquello es uno de los peores errores que ha cometido la gente del sur. Han hecho declaraciones a sabiendas que son incapaces de llevarlas a cabo, y que, por el contrario, exacerban a los delincuentes que asaltan y queman camiones. Al día siguiente que Estaban Vivalda y José Villagrán, presidente de una agrupación pequeña de Temuco, declararan eso, por primera vez un chofer es baleado en su camión y, por supuesto, no iba armado ni llevaba guardias.
– ¿No es tan real este problema con los mapuche?
-No, de ninguna manera. Somos víctimas de los mapuche como muchos agricultores y dueños de parcelas, pero la solución en ningún caso la tenemos nosotros. Tomemos las medidas que tomemos, no la vamos a tener. La solución a mi juicio está en que el Estado haga cumplir la Ley. Como hemos visto con el caso del matrimonio Luchsinger- Mackay, se hace un show del tema con declaraciones blandengues -primero- de los agricultores; de los dirigentes del transporte y de otros sectores que andaban como polillas detrás de las cámaras y micrófonos de la prensa, pero que no plantearon nada de fondo. Tanto es así que con la toma de caminos debilucha que hicieron agregaron más desconcierto a la comunidad. No se sabía bien contra qué era: mapuche o Gobierno.
En el gobierno militar en cambio hubo un problema con los agricultores –estaban yéndose a la quiebra- y nosotros también. ¿Qué hicimos? Nos fuimos al sur, nos juntamos con Carlos Podlech, dirigente de los agricultores, nos tomamos el camino. Podlech salió al destierro, pero logramos la renegociación de los agricultores, del transporte y de la banca. Salió todo ahí. Con la muerte del matrimonio de agricultores, éste era el punto de inflexión necesario y conveniente para que se hubiera hecho un gran movimiento del sur de Chile y se hubiera obligado al Gobierno a tomar las medidas que debe tomar que es simple: hacer cumplir la ley. No se hizo, se improvisó, hubo declaraciones fuera de todo contexto, sin ningún norte en común y todo quedó en nada.
La autoridad acaba de dar una señal extraordinariamente negativa al sacar de las filas al carabinero Walter Ramírez que, supuestamente, mató a uno de estos delincuentes (se refiere al estudiante universitario Matías Catrileo) que asaltan, matan y roban. A mí me parece horroroso lo que se ha hecho desde el punto de vista del interés de la comunidad y de quienes aún no usamos armas. Y esta medida la da a conocer el ministro del Interior Andrés Chadwick…
-Según el intendente Lobos, con la detención de Emilio Berkhoff, tomaba fuerza la tesis de que existen agentes externos que estarían apoyando la causa mapuche. Usted, dirigente bien informado, ¿cree que es así?
-Es así. Son movimientos subversivos con origen en Chile, pero fuertemente apoyados en el extranjero por todos estos movimientos subversivos, de corte marxista y que concertándose para tomar el poder son capaces de destruir este país. A ellos digo yo- aplíquenles la ley sin timideces, sin estar pensando si el organismo internacional de Derechos Humanos está de acuerdo con lo que hace Chile. Chile tiene que cuidar su casa, esta casa que va mejorando cada día. Estos movimientos han estado siempre en contra de este desarrollo; ellos -como los piojos en la mugre-crecen en la medida que haya pobreza, miseria y cesantía.
-Este grupo étnico, parte de nuestra sociedad, necesita también desarrollarse, solución a sus demandas, a sus problemas ¿Cómo se lo damos?
– Sergio Villalobos, Premio Nacional de Historia, afirma que es absurdo reconocerlos en la Constitución porque son chilenos igual que todos. Después de cuatro siglos de evolución ya no son propiamente indígenas, sino que son mestizos chilenos, igual que todos los chilenos, y si no míreme a mí.
-Perdón, pero este grupo, un 10% de la población tiene su cultura y su particular forma de vida…
-Aceptable, podrían dársele condiciones mejores desde el Estado, pero entendiendo que son chilenos y que el progreso de la familia mapuche -igual que el progreso de la familia Riquelme- necesita de un tiempo de desarrollo, de mejoras sociales, de sacrificios personales para alcanzar mejor situación. El Estado ha gastado cientos de millones de dólares en tratar de mejorarlos…
-La única diferencia que advierto en esta afirmación suya es que usted fue a la Universidad y esta gente no ha tenido las mismas posibilidades de educarse…
-¡Van 30 años más atrás que nosotros! Por eso digo que es un tiempo de espera, pues. Y de un tiempo natural de desarrollo de la sociedad. Mi padre empezó a trabajar a los 12 años y yo no creo en otra cosa que no sea el trabajo. En lo personal, mi abuelo bajó del Ñielol, se puso zapatos y se fue a casar con la hija de un panadero español de apellido Suárez. Yo creo en esto de que somos todos mestizos. Esta es la realidad de la raza chilena; a lo mejor requerimos hacerles internados en las comunidades chicas para que no anden vagando y se dediquen a estudiar como lo hemos hecho todos.
-Sólo que algunos hemos tenidos más oportunidades que otros…
-¡Son los tiempos!, las cosas se dieron así y seguramente en su propia familia-como en la mía- las mismas oportunidades alguien no las aprovechó ¿no? Mi padre tenía hermanos que no tenían su mismo espíritu de trabajo, un comerciante exitoso de Talcahuano. No creo en estos sistemas reivindicativos que son pasto de los políticos que viven de ellos; de estos agentes internacionales que viven de estos movimientos porque hay mucha plata dando vuelta y porque, además, les gusta el sistema de vida aventurero.
-Bueno, eso es la diversidad de una democracia también…
-Correcto. Pero no tenemos por qué pretender que esa es la forma de vivir para todos.
El paro de Los Ángeles, un chiste
-¿Aplicar la ley significa que esta gente sea encarcelada?
-Si son extranjeros, expulsarlos del país y si son connacionales que infringen la ley, como todo chileno deben ir a la cárcel. Y cuando empiecen con sus tratamientos para adelgazar, no se les haga caso, que paguen; que paguen. No tenemos otra forma de entendernos en sociedad que no sea cumplir con la ley.
– Si usted dice “cumplamos con la ley”, a Berkhoff – al parecer miembro de la CAM y aparentemente involucrado en la muerte del matrimonio Luchsinger durante el ataque incendiario según el ministro Chadwick- ya deberían haberlo formalizado por ese delito, pero se pidió ampliación del plazo para investigar. O sea, no hay ninguna seguridad de que sea el autor. ¿Cree que su detención fue sólo para aquietar aguas?
-Mire, al señor Chadwick no le creo ni lo que reza. Dicho por él puede ser un efecto, porque él también pertenece al grupo de “concertémonos para alcanzar el poder”, como definió el hacer política en Chile el escritor Enrique Lafourcade, frase que a mí me marcó a sangre y fuego. No le creo a él por varias razones, de historia, incluso: Pertenece a un sector político que en los 80, cuando se protestaba por los excesos que se cometían en el gobierno militar, él estaba en el grupo que consideraba al resto como “comunista” mientras él recibía pergaminos en Chacarillas.
Nosotros estábamos porque –igual que hoy- se cumpliera la ley, no hubiera abusos ni excesos. La ley en esos momentos era la fuerza y había que tener los pantalones bien puestos para hacer lo que se hizo en esos años. Hoy es fácil. Chadwick defendía al gobierno más allá de toda racionalidad. Hoy día ha dicho que se cometieron abusos y pidió hasta perdón, incluso. Una autoridad que ha tenido esas conductas en su vida, para mí no es creíble. Berkhoff puede ser de la CAM, miembro del deportivo Colo Colo o un bailarín. No sé lo que será.
(Ndela R.: El 12 de febrero, con posterioridad a esta entrevista, la Corte de Apelaciones de Concepción revocó la decisión del tribunal de Garantía de Cañete que el pasado 2 de febrero dejó en libertad a Emilio Berkhoff, con firma cada 15 días y arraigo nacional, tras formalizarlo por porte ilegal de armas, lo cual mereció otro comentario del Ministro del Interior, quien señaló que los tribunales deberían asegurarse que Berkhoff Jerez asistiera a las audiencias por las causas que se le imputan. Por orden del tribunal de alzada, el estudiante de Sociología deberá estar en prisión preventiva en Angol durante 60 días, pero por delitos diferentes a su eventual participación en el ataque incendiario que le costó la vida al matrimonio Luchsinger-Mackay).
– El ministro Chawick es tan de Derecha como usted…
-No, no soy de Derecha en el sentido peyorativo que me plantea. Soy un hombre de centro, liberal, creo en la democracia y en que mi país es un gran país, que va muy bien, que va desarrollándose y que quedan estos nudos gordianos que hay que arreglar como es el tema de los mapuches; pero cuando uno ve que no puede andar por los caminos- todo el mundo tiene auto hoy en día-; que las playas están llenas, que se hace una actividad en Dichato y asisten 40 mil personas, que vienen extranjeros para ganar 800 dólares mensuales, 600 de los cuales envían a sus familias en Perú, Colombia o en Venezuela, constatamos la realidad de Chile: Un país que va avanzando y eso hay que defenderlo.
– ¿Podría decirse que esta detención se hizo para tranquilizar aguas, entre ellas las de su gremio?
-Puede ser. Al carabinero Walter Ramírez se le desvinculó de las filas -en una señal terriblemente mala para la sociedad chilena- cuando iban a negociar con los mapuches en Temuco. Esto ha producido un sentimiento “de dolor” en Carabineros, sobre todo en la tropa que son los que ponen la cara y el pellejo en la calle.
-¿La detención de Berkhoff pudo darse en una suerte de acuerdo en que “nosotros nos desligamos de W. Ramírez y ustedes nos entregan a alguien para tranquilizar los ánimos”?
-Puede ser un acto de inteligencia tan estúpido como los que se daban en el gobierno militar en que hacían una barbaridad y dejaban huellas por todos lados. Siempre miro la cara y el sello de la moneda, pero no tengo claro esto. Uno esperaría que la autoridad enfilara rumbo. Puede ser que esto responda a políticas de tal nivel en Chile que uno no las entienda.
Lo que sí tengo que decir, aunque moleste a algunos transportistas, es que en 40 años Concepción nunca ha ordenado cortar las carreteras y que las movilizaciones que se han hecho -por razones de peso- siempre han sido las más duras en Chile porque hay convocatoria; porque cuando nos ponemos de acuerdo en hacer algo, por una motivación muy fuerte y coincidente, los empresarios simplemente dejan sus camiones guardados. La industria no tiene camiones para sacar su producción y ninguna aguanta más de dos a tres días sin sacar la producción de sus patios. Pero eso implica convocatoria y no el voluntarismo de un dirigente que se toma la carretera con cuatro viejos más.
-¿Lo de Los Ángeles fue un chiste, entonces?
-Un chiste y lo de otras partes igual; se van sin haber sacado nada en limpio; los dirigentes relativamente nuevos son los que abusan del prestigio, de la trayectoria, de la imagen de la actividad de camionero. Este tema requiere de un acuerdo de los involucrados: agricultores y camioneros del sur de Chile, analizar la situación y darla a conocer en un documento serio, consensuado de lo que podríamos hacer o aportar para remediarlo.
-Usted tampoco lo pasó bien el 84, pero lo apoyaron. La Iglesia de Concepción, incluso, estuvo preocupada cuando estuvo ad portas de ser detenido…
– Yo estaba dispuesto a asumir lo que estaba haciendo. Lanzamos un paro un día lunes en Santiago, me vine a Concepción y el presidente Adolfo Quinteros se fue a su casa; a él costó mucho convencerlo y llevarlo al paro, era un hombre muy prudente y con mucha razón temía que fuera un fracaso. El inventó que, en vez de tomarnos los caminos, cada uno se quedara en su casa. Todos, agobiados por las deudas económicas, apoyaron el paro. Había alrededor de 8 mil personas que estaban siendo llevadas a los tribunales por deudas. Muchas de las grandes empresas, hoy exitosas, tuvieron su renacer en esa oportunidad.
No despertaba bien el martes cuando sonó el teléfono. Habían detenido a Quinteros a las 6 horas y me llamaban a hacerme cargo de la Confederación de Dueños de Camiones de Chile, organización a la que hoy no pertenecemos. Yo era vicepresidente. Me quedé en Concepción un día más, hice declaraciones en que con mayor razón teníamos que ir al paro porque estaba preso Quinteros y ahí pareciera que vino una orden de detención -de la que supe por terceras personas- y unos amigos periodistas me dijeron que el arzobispo quería hablar conmigo. Nunca había tenido una entrevista con monseñor Santos, no había ningún contubernio en esto. Él estaba preocupado por mi seguridad. Le hablé de mi viaje a Santiago porque tenía que asumir en Santiago. El “Lalo” Carvajal puso su auto y por caminos que no son los de ahora, estuvimos en cinco horas en Santiago. Llegué y tomé el control. Al día siguiente, y aunque estaba procesado por Ley de Seguridad Interior del Estado, en forma impensada, sin que nadie la pidiera, le dieron la libertad a Quinteros.
Previo a eso, la gente me preguntaba: ¿Qué vamos a hacer para sacar a Quinteros?: Nada –respondí- que se quede preso: se fortalece el movimiento y él está más seguro adentro que afuera. Adolfo estuvo enojado conmigo hartos años -me usan como una marioneta, se quejaba- y yo le retrucaba: no, tienes que ser racional y reflexionar como tal.
-¿Al frente de un gremio como el suyo hay que ser más cerebro que corazón?
-Yo siempre reflexiono muy bien a 100 kilómetros por hora, lo que se me ocurre a esa velocidad, generalmente es un éxito; cuando le doy muchas vueltas, no hago las cosas; cuando me pongo muy reflexivo como que me acobardo. Eso fue lo que pasó el 84 y creo que le achunté, porque no me cabe duda que -entre los que estaban escuchando- había algún gallo de seguridad que rápidamente transmitió lo que habíamos acordado.