Recuerdo que en el Senado se presentaba una indicación para eliminar la división electoral de mesas de varones y de mujeres. Al debatirse en la sala, la senadora Carmen Frei se opuso terminantemente: “No, llegarán estas mujeres con el hombre al lado y las va a convencer de votar de una u otra forma. Voto que no”, dijo. Su argumentación fue tan profunda que mi ley sólo tuvo cuatro votos a favor y 32 en contra.
¿Que había ocurrido? ¿Sería este personaje creado en la jerga política, la “señora Juanita” que, en ausencia, influía tan fuertemente al Senado? ¿Era la senadora Frei, la “señora Juanita” presente en el Senado?
Hoy las nuevas mesas electorales no tienen sexo. Nadie sabe si fue una derrota de la senadora Frei o el triunfo de la “igualdad de género”. Quedan otras luchas por delante.
La mayor concentración de mujeres activas, trabajando, unidas y fuertes se constituyó en el Régimen Militar. Participaban en el voluntariado, incluyendo los centros de madres y cuanta organización femenina se formó en aquellos años. La cifra era tal que cuando el Presidente de la Junta, el General Pinochet, viajó a EE.UU. invitado por el Presidente Jimmy Carter para participar en la firma del tratado que ponía fin a la propiedad del Canal de Panamá por parte de ese país, una periodista del diario Le Monde de París, le preguntó: “¿Qué ha hecho la Junta para reunir a 720.000 mujeres en trabajos voluntarios, cifra sólo comparable con el voluntariado femenino en la Segunda Guerra Mundial?” Pinochet respondió: “Solo abrimos las válvulas de una caldera que iba a explotar”.
En ese tiempo no existía la “señora Juanita”. Al respecto, observando que los consultorios de salud primaria se repletan de mujeres, me he dado cuenta que algunas llevan sus tejidos para entretener el tiempo de la consulta. Se ha dicho que el consultorio es ahora el lugar de encuentro de miles de mujeres aburridas, casadas con hombres despreocupados de ellas. Antes lo resolvían en los Centros de Madres. Sienten que su institución, Servicio Nacional de la Mujer, Prodemu u otras formas existentes, están más bien preocupadas de “la problemática” que de ellas mismas. ¿Hay frialdad en el trato hacia la mujer? Sí, claramente. La ternura, patrimonio admirable de ellas, fue marginado por luchas de género, un femenismo brutal, el grito odioso de líderes que luchan por eliminar la familia, poner fin a la vida antes de nacer. Los consultorios se repletan de ansiedades que las hacen engordar, perder su femineidad, su ánimo por la vida.
Los que piensan que a la mujer sólo se le fortalece creando ministerios, destacarlas como “jefas de hogar uniparental”, divorcista, pareja y no señora, feministas, atentas a la “problemática”, abortistas, todos términos de los últimos tiempos, han querido alejarla de su esencia en forma tan brutal, que terminaron desvalorizando la sociedad y, en ella, a la familia, su bastión. Pero esto no es eterno. Vendrá la reconquista de ese “núcleo fundamental de la sociedad”, como se refiere la Constitución a la familia, y volverá la mujer a conducir, como siempre lo hizo, el destino de su propio pueblo.