Escuela Artistica de Molulco: Una historia escrita por Marcelo

/ 18 de Julio de 2007

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El año pasado, mientras se realizaba una minga para trasladar la escuela a un nuevo emplazamiento, Marcelo Huenteo, un alumno de sexto básico, murió  aplastado en la peligrosa faena de la tiradura. Esta es la historia de cómo un menor de 12 años se convirtió en actor fundamental para doblarle la mano al destino de una comunidad postergada.
Molulco, comuna de Quellón. Son pasadas las 11.30 de la mañana y los alumnos del séptimo básico se han reunido para recordar a Marcelo Huenteo, su compañero que el año pasado murió mientras participaba en una minga para trasladar su escuela.
“A Marcelo lo recordamos como un buen compañero y un líder”, responden los niños, mientras el director del establecimiento, Carlos Torres, observa al borde de la emoción. Y es que a pesar de sus más de 25 años como maestro -que le han significado vivir de cerca muchas experiencias fuertes- al docente aún le duele que la lucha emprendida por toda la comunidad de Molulco para acceder a una educación de calidad haya cobrado la vida de un niño, hoy transformada en un verdadero símbolo de la unión y fortaleza de esta comunidad predominantemente huilliche de la comuna de Quellón.
Fue justamente el 13 de septiembre del año pasado cuando Marcelo y su yunta de bueyes se unieron a la minga que despejaría el terreno para culminar con la construcción de una escuela que, luego de largos años de postergaciones y sufrimientos, haría posible que sus 200 alumnos pudieran estudiar en un lugar digno.
Esta “tiradura” de la escuela permitiría que el establecimiento no se cerrara temporalmente durante la construcción y evitaría que los menores fueran trasladados a otros lugares.
Con la firma de Marcelo
Es que las cosas nunca han sido fáciles para la comunidad de Molulco. Unidos como pocos, sus miembros se han destacado por levantar la voz y trabajar codo a codo para conseguir un poco de atención de las autoridades. Durante los casi cinco años de dimes y diretes  para concretar la construcción de la escuela, los apoderados de Molulco se han granjeado una fama de “difíciles”.
En más de una oportunidad bloquearon la ruta 5 y encararon directamente a los encargados de gestionar los recursos. Mandaron cartas, golpearon puertas y vencieron a un sistema lento y burocrático que cada día hacía más difícil que se concretara el sueño de tener una infraestructura más digna.
“Los baños estaban a 80 metros de las salas de clases y éstas se llovían por todos lados”, recuerda el presidente del Centro de Padres, Armando Montecinos. “Por eso y para darle las oportunidades que nosotros no tuvimos en nuestra época, es que dimos la pelea por tener una nueva escuela”.
Pero la muerte de Marcelo Huenteo es un trago amargo que cuesta digerir. La herida está abierta y las emociones afloran rápidamente cuando sus compañeros y profesores cuentan la historia en que este muchacho, de tan sólo 12 años, jugó un papel preponderante para construir una escuela con todas las de la ley.
Armando Montecinos lo conocía de toda la vida. Por eso, cuando habla de Marcelo,  su voz todavía se quiebra y le cuesta contener las lágrimas. “Es difícil creer que haya pasado esta desgracia. Marcelo era un chico ejemplar, una persona estimada por todos, un niño colaborador y activo, que trabajó como el que más durante todo el proceso. De hecho, siempre hablaba de la necesidad de contar con una nueva escuela, se entusiasmaba mucho con el tema y estaba muy comprometido”. Un concepto que es repetido por sus profesores, quienes le recuerdan como un niño “lleno de valores, cooperador, alegre, buen deportista y, sobre todo, muy preocupado del resto de sus compañeros. Se echaba al hombro responsabilidades inusuales para alguien de tan corta edad”.
Así, no extrañó que tanto en los días previos a la minga como a lo largo de la dura jornada en que más de 30 yuntas arrastraron el antiguo edificio hasta su actual ubicación, Marcelo se destacara entre sus pares. “Él siempre decía que no egresaría de octavo básico sin conocer la escuela nueva”. Estuvieron más de 15 días preparando la minga. Una faena compleja y peligrosa, en la que el niño quiso estar presente en la primera línea, guiando sus animales para evitar el cierre temporal de establecimiento y la reubicación de él y sus compañeros mientras durara la construcción del nuevo recinto.
Pero fue quizás ese mismo ímpetu el que se lo llevó por delante ese día cuando quedó atrapado bajo las toneladas de madera que arrastraban las bestias. Y esas mismas ganas por hacer su sueño realidad permitieron que, a pesar de sus graves lesiones, se mantuviera con vida el tiempo suficiente para que el resto de los participantes en la minga pudiera completar las faenas antes de enterarse de su muerte. Aunque gravemente herido, pero consciente, mientras era trasladado de urgencia hasta el hospital de Puerto Montt, Marcelo repetía que las faenas no podían detenerse por este accidente. “Hay que terminar el trabajo”, fue de las últimas cosas que dijo.
Una escuela sobre troncos
La muerte de Marcelo no ha sido en vano. La reubicación del antiguo edificio hizo posible que se pudieran seguir haciendo clases en Molulco hasta marzo del próximo año, fecha en que se debe inaugurar la nueva escuela. Actualmente, tanto alumnos como profesores sobrellevan con dignidad las estrecheces que significa ir a clases sobre una estructura vieja y precaria que se sostiene a duras penas. Pero el sueño de Marcelo está próximo ya a convertirse en una realidad y poco importan el frío y la falta de espacio. “La verdad es que nos han tramitado mucho, nos  han mentido, pero ya estamos cerca de ver los resultados”, explica Montecinos. Por eso, en esta lucha, junto a aliados que se esmeran por destacar como la  directora de Arquitectura del Mop, Javiera Torres  y del propio alcalde de Quellón, Luis Uribe, sienten que ya no están solos.
“Detrás nuestro están también otras comunidades que han sido postergadas, por eso este proceso ha sido simbólico”.
Si los plazos se cumplen, el próximo año escolar debiera comenzar con edificio nuevo en Molulco. Una nueva escuela para la cual ya existe otro desafío, esta vez porque se autorice que lleve el nombre de Marcelo Huenteo Solís, el más querido de sus alumnos, cuyo nombre representa para esta comunidad el ejemplo de una forma de lucha donde las ganas y el espíritu le ganaron para siempre al abandono

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