Ex minero que comandó la “toma” del Parque Isidora Goyenechea, en 1996, a raíz del despido de un centenar de trabajadores “falleros”, huelga que dejó inactiva la mina de Lota durante 100 días, asegura que no es responsable de la pérdida de las dos estatuas ni de la muerte de pudúes y pavos reales que habrían ido a parar a las ollas comunes.
A Jorge Orellana Solís, el hoy presidente del Frente Amplio de Trabajadores de los Programas de Emergencia (PMU) y que está peleando por 600 pensiones para ex mineros y particulares, no le gusta ser apuntado. Y asegura que nada tiene que ver con los perros desaparecidos del Parque Isidora Goyenechea en 1996, como se le atribuye en Lota.
Por entonces, “estábamos más preocupados de nuestro problema social y de nuestras familias que de sacar perros, plantas o de comernos pudúes o pavos reales”, afirma.
-Y si ustedes no fueron cuando estaban a cargo de todo por entonces, ¿quién diría que se llevó los perros?
– Alguno importante de la empresa sería…
El ex minero admite haber liderado el grupo de choque que se hizo cargo de las dependencias de la Empresa Nacional del Carbón en 1996, que al Parque “nos metimos para echar a los pacos que nos estaban mirando con catalejos…”, que fue activista (y no terrorista) del conflicto y que se enfrentó a puñetazo limpio con la guardia de seguridad de la empresa. “Nos apuntaron con escopetas y los desarmamos, yo me manejo en defensa personal”.
Fue durante la huelga de 100 días que siguió al primer despido de 96 hombres por “falleros”, y punto de partida de lo que se concretaría al año siguiente: el cierre de Enacar. Más de 1.700 trabajadores fueron desvinculados, y al déficit operacional (producir una tonelada costaba US$ 96 contra US$ 50, importarla, aunque fuera ceniza como trasciende hoy) se sumaba el daño estructural de la mina por su inundación total y falta de mantenimiento durante el paro.
La desaparición de las dos piezas de fierro fundido traídas de Francia por doña Isidora Goyenechea, en 1872, y que estaban echados a los pies de un encino, alcanzó notoriedad pública tras la denuncia de Alejandro Sáez Iglesias, administrador del complejo turístico Chivilingo, de Fundación Chile.
Fue en abril de 2008, cuando en plena contienda electoral municipal competían por el sillón alcaldicio dos enemigos acérrimos -Patricio Marchant (DC) y Jorge Venegas (alcalde de Lota electo por el MAS)- y Sáez por la UDI.
Casualmente, recuerda Sáez, un ejemplar de la revista Vivienda y Decoración de El Mercurio, del 12 de abril de 2008 cayó en sus manos. Una fotografia de Max Donoso que acompañaba al artículo “Parques Quinta a la europea” lo dejó atónito y creyó descubrir que los animales que allí veía -“traídos de Lota”, como rezaba el pie de foto- e instalados en Quinta Nicolosa, de la familia Cummins, en Santiago, era el patrimonio minero faltante.
En Lota, por entonces, en medio del fragor de la campaña municipal no se hablaba de otra cosa. Al igual como hoy se comenta de los intentos de la Municipalidad por desaguar el pique Alberto -sellado por la Enacar- y tres túneles bajo el parque para sumarlos al circuito turístico como parte del proyecto Refundación de Lota. (Ver recuadro)
Hoy, sin embargo, Sáez siente que “me pegué una patinada”, pues las figuras de VD no correspondían a las del Parque, pero “yo me sentí en la obligación de hacer la denuncia y actué de buena fe. Invité a Jorge Venegas incluso a actuar y a recuperar el honor por los ataques de Marchant, quien le atribuía responsabilidad en los hechos -con o sin razón por ser de izquierda como José Orellana-. Lo acusaba de tener los perros en su parcela de Lanalhue, pero judicialmente él no fue hasta donde debió ir. Me sentí utilizado”.
De la fundación Val-D’Osne
Todo indica que, como declara Alejandro Sáez, las dos figuras no serían de propiedad de la ex Enacar, pero los lotinos no se rinden. Desde Santiago aclara la procedencia Hipólito Castillo Martínez, técnico en turismo, guía de turismo profesional, estudioso del legado de la familia Cousiño y amigo de uno de sus descendientes, Jorge Squella Villarreal.
El 8 de abril de 2009, en calidad de experto, Castillo fue convocado por funcionarios de delitos patrimoniales de la PDI y junto al nuevo gerente de la administradora de circuitos turísticos, filial de Fundación Chile, Javier Matamala, estuvieron en la Quinta Nicolosa, en Santiago, examinando las figuras. Están junto a la entrada de la casa.
“No son los (perros) del Parque que fueron hechos en fierro fundido. Isidora Goyenechea, la esposa de Luis Cousiño Squella (su hermanastro) que siguió los pasos del padre, Matías, como empresario minero, trajo al país dos juegos en 1872. Uno de ellos está en la Viña Cousiño Macul y el otro juego estuvo en tres partes antes de llegar al Parque. Provienen de la fundición francesa Val –D’Osne. Los que vimos en la Quinta son de cerámica (escoria calcinada) y proceden de la fábrica que existió en Lota como lo indica la firma que tiene abajo; yo tengo la certeza de que no son los del Parque”.
El experto señaló que el primer destino del juego que hoy está en la viña, fue el Palacio Cousiño en Santiago, construido entre 1870 y 1878; el de Lota se comenzó en 1875 y se terminó en 1898. Un año antes, doña Isidora murió en París.
Acta notarial
Como a Jorge Orellana, el minero que se “maneja” en artes marciales, al ex presidente del sindicato número 6 de Enacar, José Carrillo Bermedo tampoco le gusta que apunten al movimiento minero como responsable de desmanes durante la ocupación de 1996.
“La dirigencia sindical jamás tomó conocimiento de estos hechos durante nuestra lucha. Esto está avalado por la propia compañía. Cuando concluyó la huelga, en presencia de los presidentes de sindicatos y de la notario Mariana Abuter Game, la empresa recepcionó sin ninguna observación la entrega de las distintas dependencias tomadas por los mineros. La desaparición de los perros se conoció después del cierre de Enacar, en 1998, cuando el Parque fue entregado a la Fundación Chile. Ellos habrían notado la pérdida, pero nadie denunció hasta cuando apareció la publicación de El Mercurio”.
Pero el actual gerente de Lota Sorprendente, Javier Matamala, explica que el quid del asunto está en el porqué no se hicieron las denuncias en el momento, cuando recién desaparecieron los guardianes que Nelson Garcés Fuentes tenía a su cargo.
Por las cuerdas, sin embargo, anduvo trayendo el entonces concesionario del Parque, Ildefonso Rodríguez, al jardinero y custodio de los perros Nelson Garcés Fuentes (38) cuando se perdieron las figuras que, según sus cálculos, ocurrió entre mayo y julio de 1996. “Era pleno invierno y el agua caía como condenada. A las 8.30 horas, cuando di la primera vuelta no estaban mis cuidadores. Yo los pintaba, arreglaba, lavaba y les hablaba. No les tenía nombre, pero los diferenciaba. En el lomo, uno tenía la letra A y el otro, la B. Yo los reconocería adonde fuera. Ni con una galleta le podrían borrar las letras”.
Garcés refiere que los animales tenían una ranura en la cabeza por donde se colaba el viento norte, y entonces éstos parecían gruñir. Eran figuras de perros cazadores. A los pies de uno yacía una serpiente y en el otro, un ave. Eran, dice, similar a un Labrador e igualitos al único “guardián” instalado en el acceso al Museo Histórico, la antigua casona que habitó el ex administrador en el régimen militar, el ya fallecido Peter Crorkan.
Por el lado del Hogar de Menores, los sacaron, dice Garcés, en una maniobra que -saca cuentas ahora- puede tener relación con la misteriosa visita de un señor que llegó a pedir patillas de hortensias y se las llevó en un camión, con el consentimiento de Enacar y del concesionario Rodríguez. “Dos o tres días después desaparecieron los perros. Es un buen dato, creo, porque se pegaron un recorrido por la empresa. Ahora que lo pienso, fue una excusa”.
-¿Y cuál podría ser el interés por esos cuidadores, como usted los llama?
-El caché, pues. Si tiene fundo, parcela o una casona, tener un guardián de esos uno a cada lado en la puerta da valor al entorno. Un adorno para lucirlo, porque no creo que los hayan metido en una caja.
A juzgar por la profundidad de las huellas que en el suelo húmedo dejó la carreta de mano con neumático de fierro empleada -de unos 10 centímetros- cada perro y su pedestal pesaban entre 100 y 120 kilos cada uno. “Yo creo que participaron varios, llegaron de noche por el cerco del Hogar de Menores. En ese entonces, todavía había vigilancia de Enacar”.
Bodegas en palacio
El palacio de Lota, en el valle de las rosas, nunca fue habitado por la familia. Fue destinado a oficinas de la empresa hasta su destrucción y, al final, sus lindas habitaciones se convirtieron en bodegas. “Me recuerdo haber visto cómo iban y tiraban grandes libros de contabilidad”, cuenta Elcir Caamaño Díaz (67). Él participó en el desarme, en 1960, y conserva algunas piezas menores, como un parquet enchapado del que hizo una mesa a su mujer y unas coronaciones -bóvedas, las llama- que iban sobre las puertas.
En 1971, el Parque pasó a manos del Estado que, a través de la Enacar, lo administró hasta 1997. Al término de la explotación carbonífera, la propiedad fue transferida a Fundación Chile por Corfo. En Lota coinciden que fue el mejor socio que se pudo encontrar para potenciar la comuna como un destino turístico de primera jerarquía. Con una inversión de 100 millones de pesos, Isidora Goyenechea está recuperando su antiguo esplendor.
En 2009, alrededor de 150 mil personas visitaron el parque botánico que se halla en una península de 14 hectáreas donde existen 38 estatuas, 8 jarrones y 4 surtidores de agua, y bellas fuentes de agua, la mayoría traídas desde Europa. Los visitantes, de distintas nacionalidades, generaron 250 millones de pesos anuales por concepto de entradas. Las pérdidas, sin embargo, fueron cuantificadas en 170 millones de pesos.
Ex jefe de los guardias de Enacar: “Le cambié el nombre: le puse La Polar, llegar y llevar”
Ciento cuarenta años tiene la casa donde vive Carlos Aguilera Guzmán. Hay historia en las tablas anchas y relucientes por la virutilla y la cera en pleno centro de Lota. Era de Enacar y la compró su padre para el familión de ocho hermanos, pero sólo él se quedó a acompañar a su madre hasta el último suspiro.
Aguilera Guzmán es técnico veterinario. Don Carlín, lo llaman sus clientes. En 1996 lideraba la unidad de seguridad interna K-9 y junto a otros 140 hombres armados y con perros tenía a su cargo la vigilancia de Enacar en Lota, Curanilahue y Lebu. Su misión era frenar los robos de carbón y lo consiguió. Declara que entre 1980 y 1982 se perdían entre 30 y 40 toneladas diarias, fuga que logró reducir en un 70% hacia 1986: “Desde las canchas de acopio robaban externos, transportistas, jefes y trabajadores”.
El grupo K-9 vigilaba también instalaciones y bienes y el más importante en superficie era el Parque. Al iniciarse la huelga, los dirigentes mineros pidieron a la jefatura eliminar los guardias. Perfecto, dijo la empresa, y estableció un mes para reunir armamento y planificar reducción del personal.
“El 9 de febrero de 1996, a las 11 horas, hice mi último recorrido; no noté ninguna pérdida y al día siguiente fui a mirar y encontré a gente extraña, eran ex mineros. En el parque había 7 chivos, 12 pudúes, 15 pavos reales, torcazas, palomas, unos 60 bichitos más o menos. Jorge Orellana y su banda de jóvenes (15) se había hecho cargo del área de seguridad del Parque. Quedé impactado, porque él tenía un perfil de activista. No hubo formalidad de traspaso. Era una toma y actuaban por orden de los dirigentes sindicales”.
De los vigilantes, Guzmán fue el primero en irse. La administración de Enacar lo mandó a buscar y lo notificó. “¡Váyase calladito y con pensión!” le dijeron. Ya se hablaba que la empresa estaba por cerrar y que el gobierno de Eduardo Frei Ruiz Tagle estaba en conversaciones con Carlos Menem para importar gas natural, tal como se concretó en 1999.
Hizo un favor
¡Y cómo Enacar no iba a cerrar si absorbió gente a la que pagó y nunca trabajó para ella! alega Aguilera. Así, parlamentarios y dirigentes políticos saldaban sus compromisos. La nómina estaba en las planillas, y cuenta también que los primeros 96 mineros notificados de despido habían acumulado un promedio de 8 años con licencias médicas.
Por entonces, se vivía el principio del fin de la compañía. Los mineros quisieron frenar con una huelga los despidos, la mina se inundó y perdieron la oportunidad preciosa de hacer un “turismo de mina” como en otros países. “Perdimos la gallina de huevos de oro”, se lamenta.
Si Enacar hubiese resuelto mantener los trabajadores para secar el pique grande y el pique Alberto para turismo, “habríamos estado 50 veces mejor a como estamos ahora: sin trabajadores en la calle, muriéndose de a poco en la Plaza de Armas porque no hallan qué hacer. Hombres de 45 años a quienes los hijos los echan de la casa para ocupar el dormitorio con sus pololas y el living-comedor como bar”.
En Lota, dice Carlín, todos están enfermos de nostalgia, porque el minero viejo no tiene futuro y sólo aguarda su muerte, pero atesorando hasta el último recuerdo. Pascual Hidalgo, el ex minero que se refugió (crucificó) en la cruz cuando se cumplieron 10 año del cierre del socavón es uno de ellos. Por entonces, querían llamar la atención de las autoridades. Otros 19, al igual que él lo acompañarían en el Pique. Con el permiso de la Iglesia, sólo él se atrevió a poner en cruz su dolor, su pena, su desesperanza.
A cada rincón de Lota, Pascual Hidalgo le ha hecho poesía y recita con sentimiento cada verso. Se emociona y quienes lo escuchan, también.
– Volvamos al punto que nos convoca Carlos. ¿Usted vio sacar el juego de perros?
– Yo no vi a Jorge Orellana llevarse los perros, pero él fue el único que estuvo a cargo del Parque. Él hizo un favor, pero no tuvo idea de lo que sacó.
Los mineros estaban en huelga y se tomaron lo que creían era de ellos. La idea era robar lo máximo. Comenzaron por sacar lo que quedaba en la maestranza, el invernadero con 1.500 plantas desapareció por completo, las aves, árboles autóctonos y las estatuas. Una, la del Niño de la espina, quedó a medio camino, no se la alcanzaron a llevar (en rigor, fue un hecho posterior según el jardinero Nelson Garcés y cuando ya administraba el Parque Fundación Chile). Hasta la planta Chivilingo la desmantelaron y 300 toneladas del carbón en el muelle se hicieron humo. Fue un asalto a la empresa antes que se remataran las cosas. Las sacaron hasta en camiones. Yo le cambié el nombre a Enacar. Le puse La Polar: llegar y llevar.
Vasili Carrillo Nova, jefe de gabinete de Lota: “Pique Alberto es nuestro y lo estamos recuperando”
Luces rojas, verdes y amarillas se han encendido en el Servicio Nacional de Geología y Minas ante la decisión de la Municipalidad de Lota de reabrir el pique Alberto, de 140 metros de profundidad y sellado desde 1998 al igual que todos los socavones de la Enacar, y tres túneles que cruzan el Parque Isidora Goyenecha para sumarse a la oferta turística que hoy ofrece Fundación Chile con “Lota Sorprendente”
Los túneles fueron excavados en 1930, 1940 y 1950, con el objetivo de transportar el carbón, mediante carros y cintas transportadoras, desde el Pique Grande y desde las canchas de acopio ubicadas en el Sector Chambeque hasta el muelle.
Alberto, donde se filmara Sub Terra, es de propiedad municipal y según Vasili Carrillo Nova, jefe de gabinete del alcalde Jorge Venegas, ya se está trabajando en su reapertura con bombas y con gente experimentada que participó en los planes de cierre y abandono de Enacar.
“Si no soñamos, nunca vamos a hacer nada”, dice Carrillo, bien seguro del éxito del proyecto Refundación de Lota que pretende recuperar sus tradiciones y su patrimonio para presentar al mundo entero su riqueza.
Pero en Sernageomin, que se preparaba para una inspección por estos días, piensan que desaguar la mina después de 11 años equivale a sacar el mar con una jeringa, pues la cantidad de agua que se ha dejado de extraer desde el 18 de noviembre de 1998 hasta el 30 de noviembre de 2009 desde los piques Carlos Cousiño, Grande y Alberto alcanza a 21.314.780 m3 .“Nos hemos enterado que han removido el sello de hormigón. Es un riesgo, porque son miles de galerías llenas de agua y no me atrevería a bajar 200 metros si no sé si voy a salir”, expresó el director del servicio, Héctor Contreras Naranjo.
Los tres piques, que se internan 12 kilómetros debajo del mar, están comunicados entre sí por galerías subterráneas que fueron de desarrollo, explotación o para la ventilación (revuelta), como es Alberto, en 150 años de explotación de carbón.
Proyecto político
La Refundación de Lota es un proyecto político de la Municipalidad que se funda en tres aspectos centrales: solución al problema del desempleo, mejoramiento de la calidad de vida de su gente (hoy existen 22 campamentos y 3 mil familias allegadas) y profundización de la democracia (participación).
En el primer aspecto -del desempleo- y a partir de un patrimonio histórico y cultural, la autoridad pretende que Lota cree un centro de atracción turística y recreativa, un parque tecnológico y en tercer lugar, a partir de la nueva ruta 160 (baipás por Playa Blanca hasta desembocar en Colcura) construir un parque industrial para la pequeña y mediana empresa, una idea “más verde aún”, precisa Carrillo.
Y agrega: “Así como Chiloé, Lota tiene su propia cultura. En el extranjero se escucha hablar de Lota por su patrimonio; no es casual que hoy tenga 7 monumentos nacionales y estemos preparando otras carpetas para el mismo propósito. En la actualidad, los piques Carlos y Alberto son municipales. Son 5 hectáreas y estaban abandonadas cuando asumió Jorge Venegas. Las hemos ido recuperando, porque la idea es reabrir el pique -estamos trabajando en ello- para fines turísticos y educacionales.”
Además de reabrir el pique, la idea es crear en el sector un museo minero con la historia del movimiento sindical de Lota y de Chile.
En el marco de este mismo proyecto, la Municipalidad ya pidió formalmente a la Corfo poder disponer de las 50 ó 60 hectáreas que fueron de la empresa minera donde estaban emplazadas Chambeque, planta de lavados, el túnel Lotilla y varios otros por donde pasaba el tren o cintas transportadoras llevando carbón hasta el muelle de Enacar; y el hospital de Lota.
Recuperan túneles
“El gran plan patrimonial turístico partirá desde Playa Blanca hasta Colcura, por todo el borde costero. ¿Qué queremos hacer? Ya estamos recuperando los túneles y vamos a comprar en los próximos meses unos trencitos para recorrerlos desde el Chiflón del Diablo hasta el muelle. Todo eso ya lo estamos recuperando con la gente de los PMU. Paralelamente a eso, en la planta de lavados que era de la empresa y detrás del liceo (Acuático) donde hay una quebrada y plantación de árboles nativos ya se hizo un proyecto para instalar un gran aviario. Va a ser el más grande del país y a continuación, en ese terreno, queremos construir un parque temático latinoamericano”.
En ese marco, piensan que algunas embajadas colaboren con Lota. Y desde el muelle industrial, según dice Carrillo, ya hay un compromiso con el Gobierno para financiar la recuperación del muelle e instalar un restaurante en su extremo. Sería sólo una parte de un gran centro gastronómico.
En paralelo, están pensando en un teleférico que partiría desde las cabrias del pique Carlos- Alberto con una estación en el parque y otra en el muelle, donde los visitantes podrán disfrutar de una vista privilegiada de las costas de Lota.
“Lo más probable es que se licite pronto y se financie con fondos municipales”.
Todos estos proyectos turísticos además de la recuperación del Fuerte Viejo, que se estableció en 1661 como un puesto militar español, explicó, van enlazados con un mejoramiento vial de la comuna en el eje cívico de Lota Alto.